Description:Subo a cincuenta. —Yo no voy. —Ni yo. Esto no son cartas, es basura. —Pues yo sí. Voy a tentar la suerte, a ver si se acuerda de mí esta vez. —Lo cual es poco sensato, amigo. Si no, pregúnteselo al señor «Chaleco Floreado». — ¿Quiere decir que usted no va? — ¡Oh, no! Nada de eso. Sólo quiero decir que usted debe tener un buen juego. Y como yo lo tengo también, la posición de nuestro compañero no parece sensata. Aquí van mis cincuenta. Los cinco hombres estaban reunidos alrededor de una de las varias mesas de juego colocadas en el amplio salón del Memphis Belle, en ruta hacia San Luis de Missouri, y no se diferenciaban a simple vista de los otros muchos que llenaban el local. Tres eran tipos de ranchero, hombres de media edad, rostros curtidos y manos grandes y callosas; y el cuarto, un ejemplar típico de la fauna del gran río, un jugador profesional de cara pálida, lacio bigote y ojos astutos, vestido con afectada elegancia. El quinto parecía ser una mezcla de diversas cosas, y bien mirado resultaba un tanto desconcertante. Vestía unos pantalones del Ejército confederado, metidos en dos botas de fino cuero mejicano, una chaqueta de piel de cerdo sobre una camisa de hilo limpia y planchada y una chalina negra; se tocaba con una gorra de la caballería yanqui y no lucía a la vista ningún arma.