FUENTES Y DOCUMENTOS DE LA HISTORIA DE MÉXICO Documentos históricos de la Revolución mexicana DOCUMENTOS HISTÓRICOS de la Revolución mexicana El Plan de Guadalupe IV Editados por la Comisión de Investigaciones Históricas de la Revolución Mexicana Bajo la dirección de ISIDRO FABELA Primera edición, 1963 Primera edición electrónica, 2013 D. R. © 2013, Banco de México, Fiduciario en el Fideicomiso Isidro Fabela Av. 5 de Mayo, 2; col. Centro, del. Cuauhtémoc, 06059 México, D. F. D. R. © 1963, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen, tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-1506-0 Hecho en México - Made in Mexico PRÓLOGO El 18 de febrero de 1913 Victoriano Huerta, nombrado por el presidente Madero Comandante Militar de la ciudad de México para que defendiera a su gobierno del cuartelazo de Félix Díaz y Mondragón, envió a los gobernadores de los estados este cínico mensaje: "Por orden del Senado me he hecho cargo del Poder Ejecutivo, teniendo presos al Presidente y a su Gabinete." El gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, reaccionó inmediatamente contra el soldado traidor: "El Senado no tiene facultades constitucionales para deponer de su alto puesto al Primer Magistrado". Y lo desconoce como Ejecutivo por medio de las armas a su mando que son deleznables: la policía de Saltillo y unos cuantos jefes que son a sus órdenes: Cesáreo Castro, Francisco Coss y Andrés Saucedo. Pero su fuerza no es la material, es la incontrastable de los derechos del pueblo. Por eso triunfará. Cuando el apóstol Madero es asesinado por el nefasto criminal, los hombres del campo, del taller y las minas se transforman en ejército poderoso. Madero es ingenuo como político; estima que quienes lo rodean son buenos y leales a él. Confía plenamente en el ejército; y eso lo pierde. Todos saben que se conspira contra su gobierno y su persona; todos lo saben, menos él. Y al fin lo matan. Los verdugos no imaginan que Madero mártir es más fuerte que Madero vivo. De la fuerza armada, los únicos que cumplieron su deber fueron los heroicos hijos del Colegio Militar: Gustavo Garmendia y Federico Montes que ajusticiaron a balazos al teniente coronel Jiménez Riveroll y al mayor Izquierdo, quienes pretendieron apresar al Presidente de la República. El grueso del ejército permanece impasible. No levanta su espíritu a la altura de su deber. Cuatro días está preso el Ejecutivo Federal en su propio palacio y no hay jefe ni oficial que intente libertarlo. Los viejos soldados de línea que conservaron sus grados conforme al Convenio de Ciudad Juárez no protestan contra el atentado. Olvidan la Ordenanza Militar o no la quieren cumplir. Claro, eran en el fondo sus enemigos. Saben que su Jefe nato, el del Ejército, está preso y se cruzan de brazos. Ante la felonía y el asombro del mundo, el embajador Lane Wilson y los rebeldes Félix Díaz, Mondragón y el traidor Huerta brindan con champaña por su éxito. Los tres principales culpables y el ejército aceptan al magnicida como supremo mandatario de la nación. Las renuncias de los más altos funcionarios del país no debieron nunca haberse presentado. Fueron obtenidas por la amenaza y la fuerza. Nacieron tachadas de nulidad. Huerta lo sabía. Los jefes militares lo sabían. Por fortuna el pueblo también lo supo e indignado se aprestó a la lucha contra el infidente tirano. La responsabilidad del Ministro Lascuráin es inconcusa y fatal. El general Juvencio Robles lo amenazó para que entregara a la Cámara de Diputados las renuncias y las presentó cuando había prometido al Presidente no presentarlas sino cuando él, Madero, estuviese lejos de la patria. No cumplió su ofrecimiento y por eso fue responsable de que los hubieran ultimado. El miedo lo impulsó a no cumplir su solemne compromiso. Juvencio Robles fue el autor de dicha coacción. La Cámara, una vez presentadas tales renuncias también fue culpable de haberlas aceptado. Sólo cinco diputados se negaron a aceptarlas: Alfonso G. Alarcón, Francisco Escudero, Manuel E. Méndez, Luis Manuel Rojas y Leopoldo Hurtado y Espinosa. Expusieron con ello sus vidas pero cumplieron estrictamente con su deber. Los demás, alegando que así salvaban la vida de los renunciantes, se equivocaron de medio a medio. Los hechos trágicos posteriores demostraron que no tenían razón. A Madero y a Pino Suárez los asesinaron porque dimitieron. Tales renuncias provocaron la farsa posterior que consistió en la designación del Lic. Pedro Lascuráin, Secretario de Relaciones, como Presidente Interino de la República. Éste duró en el cargo veinte minutos; sólo para nombrar al protervo Huerta Secretario de Gobernación. Renunció Lascuráin inmediatamente, y Huerta llegó así en lugar suyo a la presidencia. Tal nombramiento fue nulo como fue nula la renuncia del mismo Lascuráin. Voluntas coacta, voluntas non est. Lascuráin fue el causante de que el gobierno constitucional se desintegrara. Su creencia de que la entrega de dichas renuncias salvaría a los mártires, fue cándida. Pasó lo contrario. Tal vez si no entrega tales renuncias, se salvan los mandatarios. ¿Por qué? Porque si Madero y Pino Suárez viven quizá los asesinos no se hubiesen atrevido a hacerlos desaparecer porque todavía eran los más altos funcionarios de la Federación. La patraña dizque legal urdida daba al atentado apariencia, solamente apariencia, de legalidad. En el fondo era simplemente el melodrama político y común más abominable de la época. De todas maneras, Lascuráin no cumplió con su deber. Ni la Cámara tampoco.[1] Carranza sí estuvo a la altura de su deber. Apenas supo los acontecimientos del cuartelazo protestó por telégrafo dirigiéndose al malhechor a quien se preparó a combatir por el hecho flagrante de la traición. De la sublevación militar fueron culpables Félix Díaz, Manuel Mondragón y Bernardo Reyes. El primero sobre todo porque le debía la vida al señor Madero, quien pudo antes haberlo fusilado por rebelde. Lo perdonó, y después, el perdonado contribuyó a que sacrificaran a su salvador. Del magnicidio proditorio preparado en la embajada norteamericana fue igualmente coautor Henry Lane Wilson a la cabeza. Un diplomático que se mezcla directamente en los asuntos políticos del país donde está acreditado falta gravemente a sus deberes. Él fue el instigador del crimen que horrorizó al mundo y específicamente a los Presidentes Taft y Woodrow Wilson. Sin embargo, no lo retiraron de su misión diplomática inmediatamente, como debieron haberlo hecho. Lane Wilson fue el deus ex machina de aquellos procedimientos indignantes. Y además el diplomático beodo fue crudelísimo con la señora Madero que le imploró ayuda para su marido. La conducta de ese hombre fue inhumana en el momento en que pudo salvar a los mártires. Del Vicepresidente dijo: "Pino Suárez es un mal hombre y no puedo dar ninguna seguridad respecto a él. Es el culpable de la mayor parte de las dificultades que ha tenido su esposo de usted. Esa clase de hombres debe desaparecer, es uno de los jefes de la 'porra'."[2] Estamos convencidos de que el Presidente Taft habría ordenado a Lane Wilson que los protegiera si hubiese recibido de su embajador informaciones verídicas. Pero no; todas fueron tendenciosas. ¿Qué derecho tenía Henry Lane Wilson para decirle: "La culpa la tiene su marido por no haberme consultado"? ¿Desde cuándo el Presidente de una República tiene obligación de consultar lo que debe hacer con el diplomático de una potencia por fuerte que sea? En la historia de América, el proceder de ese antidiplomático constituye una vergüenza indeleble. Los hombres de varonía cabal de Coahuila y de Sonora salvaron la dignidad de México cuando levantaron del lodo sangriento la Constitución de 1857. Por fortuna, los pueblos tienen en sus momentos críticos los heroicos seres que los libran de la ignominia y el deshonor cuando los hiere la maldad. México fue víctima en 1913 de la infamia mayor de su historia. La asonada militar contra el Presidente Madero fue la consecuencia de haber quedado en pie el ejército porfirista que no podía perdonar al apóstol haber arrojado del poder al dictador Díaz, quien vulneró los derechos del hombre durante treinta años de tiranía. La nación quedó anonadada ante tamaña desgracia que significaba la restauración del antiguo régimen: o sea dar varios pasos atrás en su progreso en vez de iniciar la conquista progresiva de sus libertades. Ese personaje heroico que despertó al pueblo sumido en el dolor de su desventura fue el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza. Ese patricio reaccionó basado en los derechos públicos de la nación ultrajada. Presintió que contaría con la voluntad del pueblo que lo siguió como a un iluminado surgido para salvarlo; y lo salvó. La obra de Carranza fue extraordinaria. 1º Por desconocer al usurpador y sus cómplices. 2º Por anatematizar al sayón condenándolo a las sanciones que merece el homicida calificado. 3º Porque con fuerzas minúsculas se enfrenta al magnicida que posee un ejército de línea que le da, sin derecho y sin ley, el espaldarazo de Ejecutivo nacional. 4º Porque instituye un régimen preconstitucional, civil y militar que provee a las necesidades no sólo bélicas sino civiles para que la nación reanude su acción administrativa que organice los servicios que ha menester el Estado para recobrar su marcha normal. 5º Porque al propio tiempo que dirige al pueblo armado atiende los graves problemas internacionales que se le presentan: a) el caso Benton; b) el caso Bauch; c) la intervención norteamericana en Veracruz; d) la mediación intervencionista del A.B.C., hasta obtener el reconocimiento de Washington y de otros muchos Estados extranjeros; e) porque organiza con éxito la defensa de la Revolución contra el infidente Francisco Villa; f) porque protesta contra la Expedición Punitiva que penetra al país sin su permiso con objeto de apresar a Villa que ha entrado a la población norteamericana de Columbus con espíritu de venganza y provoca gravísimo problema internacional que ni Carranza ni el Presidente Wilson desean que subsista; g) porque en medio de tantas dificultades de orden interno y exterior, se preocupa y ocupa prácticamente de las reformas sociales que el pueblo requiere, tales como: Las Adiciones al Plan de Guadalupe, incorporadas a la Constitución de 1917; la ley de relaciones familiares, la ley de divorcio, la ley de reforma agraria, la ley de nacionalización del subsuelo patrio; y el establecimiento constitucional de un gobierno civil con los Secretarios de Estado que son necesarios. Su lucha contra la Convención de Aguascalientes; el proyecto de reformas a la Constitución de 57.