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De la orgía. Una aproximación sociológica PDF

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PR6LOGO A LA EDICI6N ESPANOLA En un momento en el que es de buen tono subrayar Ia importancia, real o supuesta, de los valores morales, puede parecer parad6jico hablar del retorno de Dioniso, figura emblematica del hedonismo por excelencia. Y sin embargo Ia simple observaci6n nos deberia obligar a reconocer que numerosas practicas, fen6menos o invenciones de Ia fan­ tasia escapan a Ia 16gica moralista que solemos aplicar, cuando no imponer, a los hechos sociales. Se podria decir que aquello que mejor caracteriza Ia posmodernidad que va tomando cuerpo ante nuestros ojos es el vinculo establecido entre Ia etica y Ia estetica. Esto es, un nuevo vinculo social, ethos, surgido de Ia emo­ ci6n vivida en comun, del sentimiento colectivo. Y stricto sensu, etimol6gicamente, esto es Ia orgia. Asi pues, antes de juzgarlo como una frivolidad mas propia de una van­ guardia, una bohemia artistica, etc., mejor hariamos tal vez en considerar el hedonismo uno de los factores esen­ ciales de Ia vida social que esta (re)naciendo en las socie- dades contemporaneas. . El individuo no es, o ha dejado de ser, el duefio de si. Lo cual no significa que no sea el actor. Lo es, por supuesto, Pero a Ia manera de aquel que recita un texto escrito por ?tro. Puede poner su entonaci6n, darle mas o menos vida, llltensidad, hasta improvisar unas frases en un momento dado, mas siempre dentro de unos limites que no pueden • modificarse a voluntad. En estos tiempos en que se estila hablar del individualismo, o en que parece dificil cuestio- 8 PR6LOGO nar esta usual nocion, no es ocioso recordar Ia evidencia empirica del desaforado mimetismo gregario, de ese ins­ tinto animal que nos impulsa bacia el otro, a comportamos como los otros. Estamos pues ante un fenomeno de lo mas instructivo: el individuo se siente arrastrado por Ia excitacion de Ia masa, como si esta fuera una fuerza exterior, insensible a su ser y a su voluntad individuales. AI elaborar su etica de Ia synpatheia, Max Scheller pre­ tendio demostrar que esta no seria ni esencial ni exclusiva­ mente social. Seria un complejo global, en cierto sentido una matriz. Esta es Ia hipotesis que desarrollare. Tras su­ frir los vaivenes de Ia historia y verse relegado, en Ia ac­ tualidad este complejo estaria de nuevo presente. Y dana preeminencia a Ia funcion emocional y a los mecanismos de identificacion, de participacion que de ella derivan. Lo que Scheller llama Ia «teoria de Ia identificacion de Ia sim­ patia» permite explicar esos momentos de extasis, de fu­ sion, mas o menos puntuales, pero que nunca han dejado de caracterizar Ia atmosfera de una epoca. Esta teoria de Ia identificacion, este extatico desasirse del yo es congruente con el auge del espectaculo, de las aglomeraciones deportivas, turisticas y, claro esta, festivas. En todos estos casos, estamos ante una superacion del in­ dividualismo, Ia medida aurea de toda organizacion y teori­ zacion social; lo que da pie a hablar en nuestros dias de un magma afectivo, de una tendencia orgiastica o dionisiaca. Los excesos orgiasticos, los cultos de posesion, las situacio­ nes de (con)fusion han existido en todas las epocas. Pero en ocasiones llegan a ser preeminentes en Ia conciencia colec­ tiva. Y entonces nos agitamos al ritmo que dicta Ia ocasion de que se trate. Cabria afiadir que, en semejante circuns­ tancia, no es aventurado hablar de una interferencia colec­ tiva. Desde esta optica, las fusiones grupales, el tribalismo pueden entenderse como un resurgimiento de practicas dionisiacas, sea de forma discreta o manifiesta, que expre­ san un deseo de vivir irreprimible que Ia domesticacion de las costumbres o el moralismo ya no saben canalizar. Tal hedonismo ha dejado de ser el patrimonio de una PRO LOGO 9 aristocracia mas o menos pervertida, como fue el caso en los siglos XVII y XVIII. Y tampoco es ya el distintivo de la bo­ hemia artistica e intelectual, tal como ocurrio en el siglo XIX y la primera mitad del xx. Actualmente hay una democrati­ zacion o masificacion de este hedonismo que no hace sino traducir la anulacion del individuo en un sujeto colectivo. La frase de Rimbaud «yo es otro» debe tomarse al pie de la letra, o mejor a(m, en el sentido de que el yo se determina a partir del otro. La molicie, la ausencia de actividad, el «abandono», en su sentido mas general, estan a la orden del dia, y esto es lo que se expresa en la excitacion festiva y re­ corre el_cuerpo colectivo y el individual merced a la publi­ cidad, el cine, la television y la prensa. Se podria ver en esto el sintoma de una ineluctable decadencia. Es cierto que el carpe diem y la exacerbacion de los sentidos han rubricado el fin de algunas civilizacio­ nes. Pero de la misma manera que se puede afirmar que al hacer hincapie en el hedonismo tambien se refuerza el sen­ tido de lo colectivo, esta vieja tradicion antropologica -el camaval, las bacanales, las dionisias- nos recuerda que 1 mediante la representacion del desorden, el caos, mediante el contacto, la «erotica», se estabiece periodicamente un nuevo orden. Lo cual subraya la preeminencia del colectivo sobre el individuo y su correlato racional que es lo social. Solo teniendo presente esta realidad se puede apreciar esta pulsion que nos lleva a comportamos como el otro en todos los ordenes, a entrar en contacto con el otro, pulsion que valoriza lo inutil, lo sin sentido, o retomando el con­ cepto de «disipacion» de Georges Bataille, aquello que se agota en el mismo acto de su goce. MICHEL MAFFESOLI Profesor de Ia Sorbona ADVERTENCIA No parece estar al uso citar obras ni contemponineas ni chisicas, es decir mostrar el aparato bibliognifico del que uno se ha servido. Son muchos los que, de forma cordial o acerba, me han hecho criticas en este sentido. Sin embargo me confieso reincidente. En mi opinion, el reproche que se suele hacer de haber redactado una mera compilacion cuando se consigna un aparato critico ignora que este proceder puede relativizar la originalidad a toda costa cuando no la falsa novedad. En las ciencias humanas no se descubren nuevas mundos, nos damos por satisfechos si desvelamos tal o cual aspecto de la vida en comun por un tiempo olvidado. 0 de lo contrario el descubrimiento se ase­ meja al de Helena, madre de Constantino, cuando «invento» la santa cruz. Y en cuanto al otro reproche acostumbrado, el de tener un «pensamiento impersonal», creo que basta puede ser fir­ memente reivindicado. Un moralista de nuestros dias, no Precisamente del manton, ha apuntado que «nuestras ideas estan en todas las mentes)). Y vendria a ser esto lo que deseo afirmar en este portico del libra. No se trata tanto de cr�ar una teoria funcional como de actualizar o de dar cuenta de hechos comunes en la cotidianidad. Numerosas obras ex­ presan decididamente la pretension de ser el punta de una teona o un sistema explicativo; la presente se contentara con suscitar la reflexion. Determinar teoricamente lo que «debe ser)) ha conducido a menudo a las peores tiranias de uno y Otro lado del espectro politico. Parece mas prudente que, en 12 DE LA ORGiA abierto contraste con otros discursos, el intelectual se atri­ buya la simple funci6n de explicar su tiempo a su manera. No debemos avergonzamos de leer y decir que lo he­ mas hecho. Claro que siempre se puede recurrir al estilo indirecto; amablemente, algunos asi me lo han aconsejado. Tambien es dable «olvidan> la fuente de este o aquel amili­ sis, una practica cada vez mas corriente. Esta actitud, en una elevada proporci6n, es consciente, pero en ocasiones -y esto no es menos inquietante- conduce a la desfacha­ tez o a la ignorancia. En todo caso seria lamentable que la producci6n intelectual se evalue en funci6n de la obsoles­ cencia de las ideas en boga. A la postre todos perderemos. No se trata de hacer de fiscal, lo que moveria a la sonrisa, sino mas bien de expresar la convicci6n de que en nuestra epoca se establece un dialogo, un debate intemporal, entre los pensadores que se han enfrentado al problema, siempre actual y renovado, de la conservaci6n y la expresi6n de lo que constituye la existencia en comun. Estas consideraciones, que aspiran a ser lucidas pero no cinicas, pueden permitir esquivar esas dos amenazado­ ras celadas del oficio de intelectual: el deliria de pretender escribir la obra que explique el siglo y la frivolidad que, al arrimo del aplauso, produce golosinas de temporada con el punta exacto de acibar que hace estremecer a los publicos ansiosos de emociones fuertes. Las bajas y alzas en la balsa de las ideas deberian mo­ ver a una mayor modestia. Al afirmar la primacia del deseo de vivir social, este texto no hace sino sumarse a una acti­ tud colectiva reconocida como tal. En una epoca donde, con el concurso de la pereza, Ia cultura parece un bien de consumo, no hay que tener miedo de compartir un empefio que de el derecho y Ia posibilidad de que cada cual piense por sf mismo. INTRODUCCI6N Creemos que nuestra vida es pobre, al tiempo que se nos escapa su mayor riqueza. igual que el AI camello no pasa por el ojo de una aguja, esta ri­ queza no entra en los libros, donde explicamos Ia vida cuando queremos exponerla ante los ojos de los demas. Kl.OSSOWSKI, Le souffleur Puede parecer paradojico ver en lo orghistico una de las estructuras esenciales de toda socialidad. Para algunos no se trata mas que de una aberracion que en los paises civi­ lizados ha ido desapareciendo poco a poco con la domesti­ cacion de las costumbres. Para otros puede tratarse de una fantasia solo tolerable en la ficcion novelesca o poetica. En todo caso, parece impensable que se le pueda reconocer al­ guna utilidad social, sobre todo en nuestras sociedades alta­ mente desarrolladas. Y sin embargo, este libro se propone subrayar dicha utilidad social. Su pretension es demos­ trar que existe una logica pasional que anima, cada dia, con fuerza renovada, al cuerpo social. Esta logica, a modo de una centralidad subterranea, desemboca en una pleto­ ra de efectos que informan la vida cotidiana. . A ll! manera de Dioniso, dios de multiples Jnanifesta­ Ciones, lo orghistico social es en si mismo plural, y el ami­ lisis que de el se puede hacer remite a una diversidad de as­ Pectos que, cada uno a su modo, desde distintos angulos, acogen algunas caracteristicas de este complejo. Estas ca- 14 DE LA ORGiA racteristicas se pueden resumir en dos puntos omnipresen­ tes en toda manifestaci6n orgiastica. En primer Iugar, hay que destacar que el individuo y lo social, que es su corolario, tienden a desaparecer en un magma confuso. En contra de lo que ha prevalecido en nuestra modernidad, lo orgiastico pone el �ento sobre el todo o sobre las interrelaciones entre sus diversos elemen­ tos. Y en segundo, el hecho notable de que lo orgiastico, qu� por muchas razones puede parecer an6mico, permite es­ tructurar o regenerar Ia comunidad. Frente a una moral del deber, lo orgiastico remite a un amoralismo etico que con­ salida los vinculos simb6licos de toda sociedad. Por lo que se refiere al metodo seguido, pretendemos demostrar que lo remoto sigue presente en nuestros dias, y lo que parece nuevo tiene unas s6lidas y muy antiguas rai­ ces. La lectura transversal que realiza este estudio antropo­ l6gico, al modo de un itinerario poi etapas, permitira es­ clarecer Ia situaci6n contemporanea. Y, finalmente, nos enfrentamos a Ia interrogaci6n di­ fusa que recorre todo este libro: c:lo orgiastico tiene un Iu­ gar dentro del analisis prospectivo? 0 trasladando Ia cues­ ti6n a terminos miticos, c:el industrioso Prometeo no estara siendo sustituido por el inquietante Dioniso? 1. Hacia un orden de Ia confusion Lo orgiastico es, ante todo, una manera de-l-pantear el problema de Ia socialidad, de Ia alteridad. Por lo que se refiere a nuestra historia, el proceso civili­ zatorio o Ia domesticaci6n de las costumbres se asienta, so­ bre todo, en lo que se ha dado en Hamar el «principia de in­ dividuaci6n». Aquino lo abordaremos en cuanto tal, pero no se puede olvidar que permanecera en el horizonte de nues­ tra investigaci6n. Se puede decir que Ia atomizaci6n indivi­ dual, cuyos momentos sefieros son Ia Reforma, el cartesia­ nismo y Ia revoluci6n de 1789, ha generado esa otra entidad que es lo «Social». Por no tomar mas que un ejemplo entre otros muchos, Ia instauraci6n del Estado y sus prestaciones remplaza Ia solidaridad organica. fin de cuentas, el control A

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