Maurice Blanchot —uno de los grandes críticos literarios del siglo— se ha propuesto en este libro una salvación de la literatura, mediante el análisis de un autor singularmente desgarrado y sincero, a la vez que peculiarmente ecuánime: Franz Kafka. Al mismo tiempo que la tuberculosis, aunque en sentido positivo, el ejercicio de la escritura confiscó la vida de Kafka; con fúnebre energía, sustrayéndose al amor, la amistad y otras solicitantes, vivió atento a la realización de una obra, de la que finalmente dejo solo un montón de paradójicos fragmentos.
La escritura es una espiral de la que no se sabe si baja o sube, un movimiento simultaneo de afirmación y negación que tiende hacia un centro vacío o surge de este. La eternidad inestable de la página blanca es sólo la puerta de transición desde un caos indescifrable a un orden del absurdo. Kafka traspuso esta puerta y en las hojas de sus libros pueden leerse, sobrepuestas, ambas caras de la realidad. De Maurice Blanchot el FCE ha publicado Sade y Lautréamont, y en torno a Kafka, Kafka o las soledad, de Marthe Robert y Los aforismo de Kafka, de Werner Hoffman.