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Cultura En Weimar PDF

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Paul Forman Cultura en Weimar, causalidad y teoría cuántica: 1918-1927 Adaptación de los físicos y matemáticos alemanes a un ambiente intelectual hostil Introducción, apéndice y traducción de José Manuel Sánchez Ron Alianza Editorial Título original: 'Weimar Culture, Causality and Quantum Theory, 1918-1927. Adaptation by Germán Pbysicists and Maihematicians to a Hostile Intellectual Environment. © Paul Forman © Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1984 Calle Milán, 38; ^ 200 0045 ISBN: 84-206-2405-5 Depósito legal: M. 32.282-1984 Compuesto en Fernández Ciudad, S. L. Impreso en Closas-Orcoyen, S. L, Polígono Igarsa Paracuellos del Jarama (Madrid) Printed in Spain INDICE Introducción, por José Manuel Sánchez Ron........................... 9 Referencias.................................................................................... 32 Introducción ... ............................................................................ 37 I, La cultura de Weimar como un medio ambiente intelec­ tual hostil............................................................................ 44 II. Adaptación de la ideología al medioa mbiente intelectual. 75 III. «Prescindiendo de la causalidad». Adaptación del cono­ cimiento al ambiente intelectual....................................... 102 Guía bibliográfica para la Historia de la Física Moderna, por José Manuel Sánchez Ron................................................... 157 INTRODUCCION * 1. De la filosofía a la historia pasando por la metodología A finales de la década de los años sesenta, Russell McCormmach se lanzó a la aventura de editar una revista dedicada preferentemen­ te a la historia de la física moderna: se trataba de Historical Studies in the Physical Sciences. La aventura respondía a lo que entonces ya era una acuciante necesidad: dar cabida, orientándola, a —al me­ nos parte— de la creciente producción de trabajos competentes en historia de la física moderna. En el volumen tercero (1971) de Historical Studies apareció un trabajo —cuya traducción al castellano se presenta en este libro— de Paul Forman, «Weimar Culture, Causality, and Quantum Theo­ ry, 1918-1927: Adaptatíon by Germán Physicísts and Mathemati- cians to a Hostile Intellectual Environment», que inmediatamente se convirtió en un clásico de la historiografía de la física. Se trataba del, probablemente, primer intento serio —esto es, basado en sólidas raíces documentales— de construir una historia de la ciencia en la que tuviesen cabida las influencias culturales de la época en la que surgen las teorías científicas objeto de estudio. El trabajo de For­ man es, de alguna manera (en él no aparece, al menos no de la misma manera, la motivación económica que subyace de manera predomi­ nante en las tesis marxistas), la realización de lo que en la vieja, fa­ * Agradezco al Dr. Paul Forman los comentarios y sugerencias que hizo a una versión preliminar de esta introducción. mosa, épica y, sin duda bastante limitada, comunicación de Boris Hessen (1971) al 2° Congreso internacional de historia de la cien­ cia y la tecnología (Londres, 1931), titulada «The Social and Eco- nomic Roots of Newton’s 'Principia’» \ no pasaba de ser más que una declaración programática, basada en la creencia marxista de que la ciencia puede ser reducida —o explicada en base— a condiciona­ mientos socioeconómicos 2. Al margen de su significado como una contribución importante a la historia «externa», o social, de la ciencia, y de constituir uno de los productos más destacados de la «nueva» historia de -la física, el ensayo de Forman no es sino un ejemplo de un fenómeno rela­ tivamente reciente y de gran significado cultural: el creciente aban­ dono de los grandes análisis y síntesis de carácter filosófico en favor de estudios concretos de episodios y situaciones hístóricoculturales particulares. En un artículo publicado hace ya más de una década, Stephen Toulmin (1971), un protagonista de las «dos culturas», ha descrito de manera magnífica la situación existente tanto antes como después de dicho cambio de orientación. Una narración su­ cinta del desarrollo de los acontecimientos que a nosotros nos inte­ resan, y que incorpora algunos de los puntos señalados por Toulmin, aparece a continuación. A partir de la década de 1920 y a raíz de los grandes y radicales cambios en la visión física de la naturaleza (relatividad especial, relati­ vidad general y —desde 1925-1926— mecánica cuántica) la filosofía se hace en gran medida filosofía de la ciencia. Surgen los Schlick, Reichenbach, Popper o Carnap. Es el nacimiento del Círculo de Viena, que se continuaría en el positivismo lógico, una, la principal, entre las diferentes aproximaciones a la filosofía de la ciencia exis­ tentes entorno a la década de los cuarenta. El estilo, profundamente «logicista» y basado en un ansia feroz de desterrar lo metafísico de la ciencia, hizo que el «contexto de justificación» anulase práctica­ mente al «contexto de descubrimiento», siguiendo la tan celebrada 1 El trabajo de Hessen, junto a los artículos presentados en el congreso de Londres por el resto de la delegación soviética, se encuentra reproducido en Science at the Cross Roads (1971). Para una descripción del impacto de la co­ municación de Hessen tanto en el congreso como en las subsiguientes investi­ gaciones en historia de la ciencia véase Joseph Needham (1971, 1978), Jerome Ravetz (1981), Gary Werskey (1971, 1978) y Richard Westfall (1981). 2 Se puede obtener una idea del contenido y enfoque del ensayo ,de Hessen a través de los títulos de las secciones que lo componen. Son éstos: 1. Intro- duction. Marx’s Theory of the Histórica! Process; 2. The Economics, Physics, and Technology of Newton’s Period; 3. The Glass Struggle during the English Revolution and Newton’s philosophic outlook; 4. Engels’conception of Energy and Newton’s lack o£ the law for the conservation of energy; 5. The machine- breakers of Newton’s Epoch and the present day wreckers. distinción de Hans Reichenbach. La filosofía ignoraba a la historia (historia entendida como una disciplina plural, rica y compleja), y la hegemonía y naturaleza de aquélla entrañaba de hecho el que ésta se encontrase en una situación de «más pena que gloria». Historia­ dores como Sarton, Koyré o Thorndike libraban batallas solitarias. El trasplante —impulsado por la subida de Hitler al poder- de la filosofía germanoparlante a los Estados Unidos no alteró sus­ tancialmente la situación, De hecho, estos filósofos, pertenecientes en su mayoría al positivismo lógico, encontraron aliados naturales en los pragmáticos americanos, como, por ejemplo, Ernest Nagel. Para ambos grupos, todos los problemas genuinos de la filosofía de la ciencia eran problemas acerca de la estructura lógica de las ciencias, y no relativos a la psicología del descubrimiento científico, o a la evolución. de sus conceptos. Si la filosofía de la ciencia se podía asimilar, o relacionar, de algún modo a la historia de las ciencias, lo era a una historia interna, más lógica que real. Esta situación comenzó a cambiar a mediados de la década de 1950. Se fue haciendo entonces cada vez más claro a algunos filóso­ fos de la ciencia jóvenes, Toulmin entre ellos, que ciertas cuestiones cruciales no podrían resolverse a menos de que se dejasen de lado, tal vez sólo momentáneamente, las cuestiones formales o «lógicas», y se prestase atención en su lugar a los procesos de cambio histórico de los que habían surgido los conceptos básicos, teorías y métodos de la ciencia. Semejante programa de investigación se enfrentaba, no obstante, con obstáculos diversos, no el menor de ellos el frágil —prácticamente inexistentes— soporte institucional. Así, por ejem­ plo, en Gran Bretaña, una nación de sólidas raíces culturales, hacia 1955, y con la excepción de un departamento en el University Colle- ge de Londres, no existía prácticamente ningún puesto académico dedicado a la historia de la ciencia, y ello a pesar de que la capital británica había sido sede en 1931, como ya mencioné, del 2.° Con­ greso internacional de historia de las ciencias, y de la labor ya desarro­ llada por entonces por hombres como Benjamin Farrington3 o John D. Bernal4. (Es significativo señalar, no obstante, que tanto Farring­ ton como Bernal eran marxistas declarados. A Bernal se le llegó a negar la cátedra de historia de la ciencia en el University College, presumiblemente por su mílitanda y credo políticos y por su .—es­ trechamente relacionada con lo anterior— aproximación externa- lista a la historia de la ciencia.) Trabajos más «académicos» que iban surgiendo por aquella época, como The Origins of Modern Science, 3 En 1936, Farrington (1936) había publicado su Science in Antiquity. 4 El famoso libro de Bernal (1939), The Social Function of Science, data de 1939. 1300-1800, de Herbert Butterfield (1949), seguían siendo tan ana­ crónicos 5 para la mayoría de los intelectuales de entonces como lo había sido, por ejemplo The Study of the History of Science, el pequeño ensayo de George Sarton (1936), quien en 1955 llevaba ya alrededor de veinticinco años librando su solitaria batalla en la biblio­ teca «Widener» de Harvard6, dato éste que nos demuestra que la situación en los Estados Unidos no era muy diferente de la británi­ ca, a pesar de la aparición de nuevos historiadores, como I. B. Cohén, cuyo Vranklin and Newton (Cohén, 1956) fue publicado en 1956 \ Este movimiento por el que de una manera relativamente súbita se pasa de lo abstracto a lo concreto, de la idea a su historia, consti­ tuye en realidad un fenómeno cultural que guarda muchas similitudes con la situación descrita por Forman en su «Weimar Culture, Causa- lity, and Quantum Theory, 1918-1927». Esta, no completa, analogía formal, referente a épocas y situaciones diferentes del siglo xx, que­ da perfectamente clara en la cita siguiente de Toulmin (1971, pá­ gina 159): «... de repente, durante la década de 1960, preocupaciones artísticas y acadé­ micas cuya autoridad y dominio no habían sido cuestionadas durante cerca de cuarenta años, perdieron su poder de arrastre. Los filósofos de la ciencia pro­ fesionales comenzaron a estudiar seriamente el desarrollo histórico de la ciencia, 5 Esta idea de anacronismo se vio sin duda favorecida por la propia carreta de Butterfield como historiador. En este sentido, merece la pena reproducir unas líneas del artículo que en recuerdo suyo escribió A. Rupert Hall (1981): «Butterfield fue el más ecléctico de los historiadores.^ Maquiavelo, la Cris­ tiandad..., Napoleón, los conflictos del siglo xx, la historia de la ciencia; todo llegó a su escrutinio. Se aventuró incluso en la política del reino de Jorge III.., Le gustaba explorar un problema histórico que atraía su atención, escribir un libro acerca de ello, y pasar a otra cosa. Rara vez tocó el mismo tema dos veces. Después de que en 1949 apareciese The Oñgins of Modern Science, fue muy presionado para que llevase su estudio de aquel tema más lejos: lo re­ chazó firmemente..., declinaba el considerarse como algo más que el mayor de los profanos (outsider) en esta disciplina.» 6 Como datos suplementarios digamos que Sarton (1884-1956) estudió quí­ mica y matemáticas en la Universidad de Gante. Formalmente su carrera como historiador de la ciencia comenzó en 1911 cuando leyó su tesis doctoral sobre Les principes de la mécanique de Newton (Sarton, 1911). En 1915 se instaló en ios Estados Unidos en donde, después de cuatro años de empleos tempora­ les, obtuvo uno permanente en la Carnegie Institution. En 1940 fue nombrado catedrático de historia de la ciencia en Harvard, en donde había estado dando clases ininterrumpidamente simultáneamente con el desempeño de sus funcio­ nes en la Carnegie Institution. En 1912 Sarton fundó la revista Isis, que editó y subsidió personalmente durante cuarenta años y a la que añadió en 1936 y para artículos más extensos la en la actualidad desaparecida Osiris. 1 Señalemos que Cohén llevaba ya bastantes años publicando trabajos his­ tóricos (ver, p. ej., Cohén, 1940). los físicos teóricos adquirieron un nuevo pragmatismo; los pintores pasaron de su alejamiento extremo de la representación a un igualmente exagerado resur­ gimiento del realismo; Mahler ganó terreno a costa de Schoenbérg y Webem; mientras que incluso los más puros entre los matemáticos puros encontraban aceptable aficionarse a los computadores. A lo largo de todo el espectro, los eruditos e investigadores volvían a enfrentarse con el mundo histórico, tempo­ ral, en todos sus detalles concretos, y las abstracciones específicas, intempora­ les, de las generaciones anteriores eran desechadas —a veces muy rudamente— como «irrelevantes», si no como 'elitistas’». Llegamos así a comienzos de la década de 1960, momento en el que tiene lugar un suceso de transcendental importancia para el desa­ rrollo, o mejor dicho, para la institucionalización y popularización de la historia de las ciencias. En 1962 aparece el famoso libro de Thomas S. Kuhn (1962), The Structure of Scientific Revolutions. Y lo que hasta entonces era, tomado en su aspecto mayoritario (los Sarton, Cohén, etc., eran una minoría), un movimiento de origen filosófico en pos de un mejor conocimiento histórico de las estructu­ ras y desarrollo de las teorías científicas; esto es, un fenómeno que se desarrollaba dentro de, básicamente, esquemas de pensamiento ajenos inicialmente a la motivación histórica, encuentra finalmente su auténtica justificación metodológica. Es la teoría, más sociológica que lógica, del crecimiento del conocimiento científico, basada en tomo al elusivo8 concepto de paradigma. Kuhn, físico de formación, llega a la metodología desde el campo de la historia (en 1957 había publicado [Kuhn, 1957] The Copernican Revolution). Instala, fun­ diéndolas, la historia en la metodología, y al hacerlo cambia de raíz el espíritu de la problemática anterior a él (en La estructura de las revoluciones científicas se defienden tesis, argumentos, vía el ejemplo histórico). Kuhn no había leído a Popper9 cuando escribió La estruc­ tura de las revoluciones científicas; sin embargo, los discípulos de éste en la London School of Economics and Political Science no podrían ignorar en lo sucesivo las críticas kuhnianas. El prematura­ mente malogrado Imre Lakatos, sucesor de Popper en su cátedra londinense, sería el principal defensor10 de la lógica popperiana frente a la inconmensurabilidad de Kuhn. Los mejores frutos de este nuevo frente dentro de la metodología de la ciencia son estudios concretos 8 Ver en este punto Masterman 5 Ver Kuhn (1970). 10 Una defensa no aceptada, en lo que de original presumía, por Popper, quien repetidamente ha indicado (p. ej., Popper, 1974) que mucho antes que Kuhn y que, naturalmente, Lakatos él había estado presentando en clases y seminarios la llamada metodología lakatosiana de los programas de investiga­ ción científica. (case $tlidies), elaborados bien por Lakatos o por sus discípulos, y que toman especialmente como temas sucesos en la historia de la física: Elie Zahar (1973 a, b) estudia el desarrollo de la relatividad; Lakatos y Zahar (1976), el paso del sistema ptolemaico al coper- nicano; Peter Clark (1976), el atomismo frente a la termodinámica, y John Worrall (1976 a, b), el desarrollo de la óptica11. Casi simultáneamente a la aparición de La estructura de las revo­ luciones científicas tuvo lugar otro suceso de gran importancia para la modernización, mayor profesionalizarión y, en suma, desarrollo de la historia de la física del siglo xx, y por mimetismo de la .historia de las diferentes ciencias y de la física de otros siglos. Me estoy re­ firiendo al proyecto «Sources for History of Qúantum Physics» (Fuentes para la historia de la física cuántica). Es importante señalar que el impulso inicial para llevar adelante este proyecto, el deseo de realizarlo, se debió a los físicos; esto es, fue un movimiento por la historia, nacido dentro de una ciencia natural, la física; algo que por otra parte no es sorprendente: una vez institucionalizada, cons­ tituida en ciencia «normal» Ia, surge, con el paso de los años, en la comunidad de antiguos protagonistas o testigos de los cambios de visión de la naturaleza (paradigmas, diría Kuhn), o de, simplemente, teorías específicas, el anhelo de que se escriba su historia, el deseo de que se preserven sus documentos. En el proyecto que ahora nos ocupa se trataba de conservar y articular todos aquellos materiales necesarios para poder reconstruir la historia de la física cuántica. Fue financiado por el Comité conjunto, dedicado a la historia de la física teórica en el siglo xx, de la American Physical Society y de la Ame­ rican Philosophícai Society. Para supervisar los trabajos se formó un comité de físicos. Allí estaban K, K. Darrow, S. A. Goudsmit, G. Holton, G. E. Uhlenbeck, J. H. Van Vleck y J. A. Wheeler, protagonistas todos —con la excepción de Holton— de la historia de la física cuántica. Para dirigir los correspondientes trabajos se nombró a Thomas Kuhn, quien, de esta manera, ha centralizado en su persona los, pro­ bablemente, dos momentos más significativos para el posterior desa­ rrollo de la historia de las ciencias naturales. Entre febrero de 1962 y mayo de 1964 el equipo del proyecto (Kuhn, John L. Heilbron, ayudante del director, y Paul Forman, editor y archivero, a los que se unía Lini Alien como administrativa) realizó aproximadamente 175 entrevistas a unas 95 personas que habían estado involucradas, direc­ n Un amplio debate en torno a los puntos de vista defendidos por ios metodólogos de la LSE se encuentra en Radnitzky et al. (1982). 12 A pesar de que, ocasionalmente, pueda adoptar la terminología de Kuhn, ello no quiere decir que yo considere su metodología totalmente correcta. ta o indirectamente, en el desarrollo de la física cuántica. El informe final (Kuhn, Heilbron, Forman y Alien, 1967 13 muestra la riqueza extraordinaria de los materiales recogidos, que han servido ,—y se­ guirán haciéndolo en el futuro— de fuentes primarias indispensables para la elaboración de un gran número de trabajos de investigación. Inicialmente los documentos recogidos se depositaron en la bi­ blioteca de la American Philosophical Society en Filadelfia, pero du­ plicados de todo el archivo se han instalado también en las biblio­ tecas de la Universidad de California, Berkeley, y de la School of Physics and Astronomy, Universidad de Minnesota, Minneápolis, en la Accademia dei XL de Roma, en el Universitets Institut for Teoretisk Fysik de Copenhague y en la biblioteca Niels Bohr del Center for History of Physics de la American Physical Society, Nueva York. Asimismo se encuentran en proceso de instalación duplicados de este archivo en otros países (Deutsches Museum, Munich y Science Mu- seum, Londres). El ejemplo de «Sources for History of Quantum Physics» ha dado origen a empresas semejantes. Limitándome (como haré de ahora en adelante) al campo de la historia de la física del siglo XX, mencionaré los siguientes proyectos: a) «Sources for the History of Modern Astrophysics» (Fuen­ tes para la historia de la astrofísica moderna). Ya completado. Llevado adelante por el Center for History of Physics, está depositado en su sede de Nueva York. Se elaboró du­ rante el período 1976-1980, y, entre otros documentos, contiene entrevistas con alrededor de cien astrónomos prominentes. (Para una descripción del proyecto, en la que se incluye la lista de astróno­ mos entrevistados, véase «Interviews as Sources for History of Mo­ dern Astrophysics», Isis, 72, 471-477 [1981].) b) Historia de la física del estado sólido. En desarrollo en la actualidad. Dirigido, bajo el patrocinio de la American Physical Society, por Lillian Hoddeson del departa­ mento de física de la Universidad de Illinois, Urbana. (Para más información acerca de este programa ver Newsletter [Center for History of Physics] 13, núm. 2, noviembre 1981.) c) Historia del láser. En desarrollo. Patrocinado por la American Physical Society, el Láser Institute of America, la Optical Society of America, la IEEE Quantum Electronics and Applications Society, el Center for the 13 Un apéndice, elaborado por el grupo de Berkeley (Heilbron y Wheaton), a este informe, que describe los materiales incorporados desde 1967 a estos archivos, se encuentra en proceso de publicación.

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