CULTURA, COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN Osvaldo Dallera INTRODUCCION La tarea educativa es una tarea comunicativa. En sentido amplio, la tarea comunicativa lleva consigo, muchas, veces, una alta carga de intencionalidad educativa. Dicho brevemente, educación y comunicación, tanto en las instituciones escolares como en las instituciones mediáticas van, más de una vez, de la mano y tienen rasgos en común. Podemos mostrar esta similitud del siguiente modo: a) ambas participan de una misma estructura formal. Tanto la tarea educativa como la tarea comunicativa se apropian de contenidos y construyen un campo de intercambio discursivo entre dos sujetos sociales: educador - educando, emisor - receptor. b) El binomio educador -emisor tienen en común la tarea de elaborar por un lado un discurso programado: didáctico, en el caso del primero, persuasivo, en el caso del segundo. c) El binomio educando - receptor participa en el intercambio educativo - comunicativo para dotarse de competencias (saberes teórico - prácticos) y de modos de existencia (apropiación de contenidos, adhesión a valores). d) Por último, ambas actividades llevan consigo una finalidad parecida, entre otras que las distinguen. En la tarea educativa la finalidad es la transmisión eficaz del saber y el recurso persuasivo privilegiado para lograr ese objetivo es la utilización de la didáctica como procedimiento. En la tarea comunicativa la finalidad educativa es la transmisión eficaz de la opinión y los recursos persuasivos privilegiados son la utilización de los discursos narrativos pero, principalmente, los discursos argumentativos. El propósito de este cuadernillo es mostrar, con un criterio introductorio, la condición de los materiales que intervienen en estos procesos de intercambio, los distintos trabajos que pueden realizarse con ellos, los efectos que producen socialmente esos trabajos sobre esos materiales y, finalmente, las dos grandes corrientes que pretenden explicar los procesos cognitivos que intervienen en las tareas educativa y comunicativa. 1. LA HISTORIA Épocas históricas y transmisión institucional de saberes Podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuál fue la institución que en cada época tuvo a su cargo desparramar en la sociedad de su tiempo los saberes y valores que la gente debía manejar para "pertenecer" a esa sociedad? Rápidamente, con una intención deliberadamente simplificadora, podríamos responder diciendo que en términos de la relación instituciones transmisoras-saberes válidos de la época, reconocemos cinco períodos que llamaremos el período de las instituciones poéticas, el período de las instituciones filosóficas, el período de la institución monacal, el período de la institución escolar y el período de la institución mediática. 1. El período de las instituciones poéticas lo ubicamos en la Grecia de los siglos XI y VIII AC que va de Homero a Hesíodo. Es el período en el que, según la opinión de Jaeger (Jaeger, W., (1980):49), la poesía ejerció la acción educativa poniendo vigor en las fuerzas estéticas y éticas de los hombres de la época. La poesía adquiría la dimensión de institución al echar raíces en lo más profundo del ser humano, alimentando un ethos, un deseo de superación espiritual capaz de convertir al heroísmo, la armonía y la belleza en valores que era un deber o una obligación conquistar y poseer. 2. El período de las instituciones filosóficas es el que está comprendido entre el siglo VI a.c. y la caída del Imperio Romano en el siglo V d.c. Allí vemos que "lo que hay que saber" transita por las plazas en las que camina Sócrates, por la Academia de Platón o por las discusiones que mantienen los peripatéticos en el Liceo de Aristóteles. Más tarde, el Jardín de Epicuro o el pórtico de los estoicos son también los lugares en los que el saber y la ética tienen sus paradas. 3. El período de las instituciones monacales es el que transcurre durante toda la edad media. En efecto, si alguien quería estar en el lugar donde se producía la cultura "culta" (la otra idea de cultura es un hallazgo relativamente reciente), entonces tenía que hacerse monje y entrar al convento. Se sabe, la Iglesia, durante todo el período, fue la institución encargada de determinar epistémica, doxástica y éticamente hablando, qué era lo que había que saber, qué era lo que había que opinar y qué era lo que estaba bien y lo que estaba mal. 4. Esas funciones se trasladaron a las universidades, pero principalmente a las escuelas, a partir del Renacimiento y hasta bien entrado el siglo XX, alcanzando su punto más alto a fines del siglo XVIII y principios del s. XIX. Llamamos a ese período, el período de las instituciones escolares. Transformada en laica la cultura, la escuela ocupa el lugar hegemónico a la hora de seleccionar contenidos y valores para diseminar entre los sujetos sociales. 5. A partir del primer cuarto del s. XX, la situación se empieza a modificar cada vez, a un ritmo más vertiginoso. El saber epistémico se mantiene, en un principio, dentro de los claustros; la doxa no ocupa en ese momento un lugar relevante, y la ética (guerras mediantes) comienza a ser motivo de discusión en todos lados. Un poco más tarde, cuando los medios toman el centro de la escena y la época se convierte en la época de las instituciones mediáticas (mitad del siglo), los valores empiezan a impartirse desde el lugar del Star sistem; la doxa comienza a tomar más vuelo y la relatividad o, mejor, la relativización del saber termina por desplazar a éste del lugar privilegiado que ocupaba en el imaginario social para ceder su puesto a la majestad de la hora: la opinión. A partir de ese momento (esto es, ahora), ya no importa qué es lo que hay que saber; importa más acerca de qué hay que opinar. Y es desde el lugar de los medios y con el ropaje de la opinión que hoy se establece el nexo y la articulación entre el tejido social y el sentido. Es verdad que ni la escuela ni la Iglesia ni la filosofía han desaparecido y que aún hoy conservan sus propios espacios; pero tan cierto como esto es que a los efectos del "poder vivir entre la gente", es decir, a los efectos de poder leer una revista, ir al supermercado, viajar en colectivo, ir a la cancha o alquilar una película es más importante estar al tanto de las múltiples opiniones que circulan socialmente, que estar preocupado por el problema de la racionalidad en la ética o la verdad en la ciencia. Es en este sentido que decimos que las instituciones mediáticas han ocupado hoy, el lugar preponderante a los efectos de determinar qué es lo que la gente necesita para "estar-en-el-mundo". Desde luego, nadie podría decir que cualquiera puede recibirse de médico mirando la televisión. Pero eso es justamente lo significativo de la cuestión: las otras instituciones se han relegado a ocupar espacios específicos y esta separación entre "especificidades" y "masividades" traen, en nuestro tiempo, consecuencias más que interesantes a la hora de establecer debates. 2. EL CONTEXTO Vamos a tratar de establecer qué entendemos por cultura desde una perspectiva comunicacional y cuáles son las características esenciales de la cultura analizada desde esa perspectiva. La comunicación es un proceso de intercambio de producciones de sentido entre sujetos sociales. En ese proceso de intercambio se producen efectos, defectos, recortes, expansiones, distorsiones, en virtud de las diferencias (y las similitudes) que existen entre la producción y la recepción del producto. Esto es particularmente interesante porque da cuenta de la imposibilidad de que se efectúen intercambios comunicativos estáticos. Por ejemplo, es desde todo punto de vista imposible que el que recibe el mensaje, lo reconstruya para él, exactamente en los mismos términos y con las mismas cualidades con que fue construido por el emisor. Este desfasaje comunicativo da lugar, en principio, al dinamismo cultural que de este modo tiene su origen en la comunicación. Veamos ahora qué entendemos por cultura: 1. Las culturas son construcciones humanas que adquieren dimensión significante. Esto quiere decir que, por un lado, la cultura "modela" un mundo para quienes participan de ella. Por otro lado, para poder modelar un mundo que tenga sentido, cada cultura se ordena en torno a sistemas de significación que le sirven para que sus miembros puedan relacionarse entre si. Los sistemas de significación son conjuntos de signos y códigos. Cualquier sistema de significación está construido con un fin estrictamente práctico, pues no tiene otra finalidad que establecer entre la gente perteneciente a la misma cultura, procesos de comunicación. En suma, diremos que la cultura es un orden generado arbitrariamente por los miembros que pertenecen a ella y sostenido en sistemas de significación que hacen posible la convivencia en la comunicación. Cada cultura posee rasgos distintivos que hacen que una sea distinta de la otra por la forma en que organizan sus comportamientos, sus saberes y sus hábitos de vida. 2. La cultura tiene por función ordenar el mundo cognoscitivo y actitudinal de sus miembros y dotar de sentido a los hechos, saberes y conductas de quienes la componen. Para que sea posible "entender", es necesario que en el caos de múltiples estímulos perceptibles se produzcan recortes que ordenen la producción y la recepción de mensajes. Con esos recortes comienza el orden comunicativo. Pues bien, el lenguaje es 'la tijera cultural' con cuyos códigos, gramáticas y reglas acotan el campo de producciones significativas. 3. En su despliegue histórico, la cultura es memoria colectiva. Como tal, contribuye a acrecentar los conocimientos de la comunidad a medida que ésta se permite consolidarlos y fijarlos como propios en función de sus necesidades. Para que la memoria no devenga ni saturación textual ni caos por ausencia de orden (y por lo tanto ausencia de identidad e imposibilidad de discriminación), se autolimita por medio de la utilización del olvido como instrumento de recorte que, descartando aquellos textos que la cultura no valora ni utiliza, refuerza aquellos otros que confluyen para la configuración de la misma. 3. EL MATERIAL Ya hemos dicho que la sociedad en su conjunto hace uso de sistemas de significación. Para que esos sistemas funcionen como tales hacen falta tres cosas: 1. los soportes materiales en que se sostienen (verbales, gestuales, sonoros , visuales, etc); 2. un conjunto de formas separadas de esas materialidades que funcionen como recortes y rasgos distintivos de las respectivas materias (un sonido, por ejemplo, tiene sentido para nosotros cuando está "recortado"; es decir cuando lo reconocemos como ruido, música o emisión verbal) y 3. otro conjunto de reglas que permitan articular y recomponer esos 'recortes' para producir o reconocer sentido en los productos. Ese conjunto de reglas constituyen las gramáticas de los sistemas de significación. Cualquier composición material que, para nosotros, por su relativo grado de organización y coherencia, tiene sentido, es un discurso social. Son sociales porque se construyen en la realidad participada por los miembros de la sociedad en que aquellos se articulan y circulan. Los productos que circulan en el intercambio comunicativo son discursos sociales. Cuando se escucha la expresión «discurso» normalmente se interpreta que alguien pronuncia, o dice, o escucha algo expresado verbalmente. Cuando alguien dice que "leyó un texto", otro entiende que lo que leyó fue algo que estaba escrito sobre un papel, una pared, en un cartel, y expresado en palabras. Para la semiótica las dos expresiones adquieren un significado diferente: Texto y discurso son a) construcciones producidas socialmente,(una situación cotidiana, un libro, un programa de televisión, un artículo periodístico) b) portadoras de sentido (que cada sujeto puede entender como perteneciente a la clase de texto de la que forma parte), y c) sostenidas por diversos soportes materiales (visuales, sonoros, ,etc.) La semiótica como disciplina busca explicar como se construye sentido a partir de ese conjunto de recortes y restricciones de las materias significantes que, articulados por gramáticas o reglas, configuran los discursos sociales. De esto podemos sacar una importante consecuencia: nosotros no estamos en contacto con "las cosas tal como son", sino con discursos, representaciones del mundo y de las cosas. De aquí que llamamos realidad a todo aquello que para nosotros tiene sentido. Cuando decimos "portador de sentido', estamos reconociendo dos cosas de esa realidad: primero, que está sostenida en o por algún soporte material y cuando decimos material, queremos decir perceptible. Esa materialidad tiene un determinado tipo de organización que es la que justamente la provee de sentido. No importa que nosotros captemos la totalidad de esa organización (cosa que por otro lado resulta imposible); lo que sí importa es que para que la podamos catalogar de realidad nos demos cuenta de esos dos requisitos: lo perceptible del fenómeno y su grado relativo de organización (aún cuando, como se sabe, el hecho de que sea perceptible ya implica un cierto grado de organización a ese nivel). Desde esta perspectiva, la realidad semióticamente entendida es una construcción social en la que los objetos funcionan como signos (o los fenómenos sociales como discursos) y estos a su vez, operan en la praxis de los sujetos miembros de esa sociedad como representaciones que en sus mutuas relaciones terminan configurando "el mundo-objeto". 4. EL TRABAJO ¿Qué podemos hacer con los discursos? En principio podemos intentar hacer tres cosas: 1. Explicar los discursos La explicación de los discursos abarca tres ordenes o tres niveles de análisis: a) el nivel temático La pregunta ¿De qué se trata esto? nos permitirá establecer diferencias entre discursos sociales (situación de aula, partido de fútbol, marcha política, texto literario, programa televisivo, etc.) La pregunta ¿Cuál es el tema? nos permitirá establecer diferenciaciones entre discursos de distinto tipo (como en el caso anterior) o diferencias dentro del mismo género de discursos (la justicia, el amor, la violencia, el conflicto de parejas, etc.) b) el nivel retórico En este nivel buscamos las maneras y las formas que se utilizaron para presentar la emisión, o en nuestro caso, con qué artificios y recursos se construye y se presenta a los otros el objeto. En resumen, lo retórico de un discurso lo componen todos los recursos y mecanismos de configuración del mismo. Las preguntas que nos ayudan a explicarnos el discurso en este nivel pueden ser :¿Cómo está construido? ¿Con qué recursos? c) el nivel enunciativo En este nivel se trata de explicar qué tipo de relación comunicacional está construida dentro del texto entre las figuras instaladas dentro del mismo. Puede ser una relación que propicie el acercamiento entre enunciador y enunciatario (pensemos en la diferencia entre tutearse o no) o el distanciamiento; la complicidad entre ambos o la mutua desconfianza. En cualquier caso, enunciador y enunciatario son figuras textuales que no deben confundirse con el emisor y el receptor del texto. El enunciador y el enunciatario no son empíricos: están construidos dentro del texto. El receptor y el emisor son sujetos concretos, empíricos. 2. Comprender los discursos Comprender es "darse cuenta". Para poder pensar algo sobre algo, o intuir (conocer) algo, primero hay que comprender. La comprensión es condición de posibilidad de la comunicación. No hay comunicación sin comprensión. En realidad la comprensión nunca es inmediata, pues toda producción de sentido que busca comprenderse está mediatizada por sistemas de significación, y por esquemas perceptivos y esquemas perceptuales previos al texto, adquiridos por el sujeto mediante la utilización de lenguajes. Por eso en un primer acercamiento, la comprensión puede aparecer como el emergente del vínculo del sujeto con el texto mediado por algún lenguaje. La comprensión es respuesta (metadiscurso) a una pregunta formulada en el juego de la comunicación. La comunicación es ella misma una relación entre pregunta implícita (todo texto, en este sentido, figura como pregunta implícita) y respuesta muchas veces formulada como un metadiscurso que habla sobre la pregunta y que pretende ser comprensión de la misma. Por otro lado, y desde otro punto de vista, la comprensión se actualiza como una forma de trabajo; comprender es una tarea que surge como una necesidad del sujeto que aborda el texto, cuando se presume una distorsión, un desajuste en la relación entre él como lector y el texto como objeto portador de sentido. La comprensión no es otra cosa que la realización del intento de relacionar todo aquello que lo comprendido trae consigo (tradición e historia) con lo que la situación presente pone para hacer posible esa comprensión. No hay comprensión sin inserción del texto en una situación histórica dada. La comprensión presupone un telón de fondo en cuyo entretejido están sostenidas las costumbres y tradiciones de la cultura en la cual dicho texto es o fue formulado, circula, y adquiere sentido. La comprensión puede verse también como una modificación cualitativa del texto propiciada por la distancia histórica que separa al momento de producción del momento de reconocimiento (lectura, comprensión, interpretación). Sin embargo, cuando acepto que puede haber una modificación cualitativa, no creo que pueda decirse que el texto se comprende mejor; más bien me parece que se comprende de otra forma y solamente en eso consiste la modificación en la calidad del resultado. 3. Interpretar los discursos La interpretación se nos presenta como la manifestación exterior de la intención de comprender. Comprendo porque interpreto; interpreto, porque quiero comprender. La interpretación es un discurso sobre otro discurso que una vez efectuado se convierte en aquello que se comprendió sobre este último, con sus propias pretensiones de validez. Las pretensiones de validez son las pretensiones que el sujeto que interpreta deposita en su lectura del texto: el sujeto pretende que su lectura se tome como cierta, buena, correcta. La interpretación nos plantea dos problemas: por un lado, determinar, si es posible, el momento en que la deriva interpretativa debe detenerse; por otro lado especificar si hay alguna forma de decir que ese recorrido trazado por tal interpretación específica del texto es el recorrido válido, "correcto". Si bien ese proceso no tiene límites impuestos de antemano, parece ser que un primer dique de contención a una eventual deriva desenfrenada le viene impuesto por la eficacia que tiene el resultado del proceso en el contexto en el cual tiene lugar. Eficaz, aquí, quiere decir aceptable, creíble dentro de la comunidad o de la cultura en donde es posible que surja tal interpretación. Desde luego nada impide que cualquiera diga cualquier cosa respecto de un determinado objeto; sólo que aquello que es dicho tendrá inmediatamente una repercusión social determinada en función de las expectativas de sentido que esa sociedad, en ese momento, es capaz de comprender entre dos umbrales extremos (no poder entender nada o querer entenderlo todo), más allá de los cuales, cualquier interpretación se le presenta como sin-sentido. Uno de los peligros que atentan contra la posibilidad de hacer una correcta interpretación de los textos es dejarse llevar por los componentes de la subjetividad y apartarse de lo que el mismo texto dice. Cada vez que sucede esto, el sujeto cree estar en posesión de la única interpretación posible y pretende extenderla a todo el universo de situaciones en las que aquella es aplicable. Esto daría como resultado una lectura ideológica del objeto. Una lectura es ideológica cuando se pretende con ella establecer una relación única entre el objeto y la interpretación que se hace de éste. Cuando esto sucede no se tienen en cuenta sus condiciones de producción y sus condiciones de reconocimiento. Las condiciones de producción de un texto son todos los otros textos que en el momento de la producción están presentes, son tenidos en cuenta para construirlo. Las condiciones de reconocimiento son todos los otros textos que en el momento de la recepción están presentes en el receptor y que le permiten entender ese texto que tiene frente a él. Por ejemplo, en la producción de una película de suspenso, intervienen o están presentes otras películas del género (y en general otros textos). Lo mismo sucede cuando un sujeto recepciona una película de suspenso. En él, están presentes otras películas de suspenso (y en general otros textos) que vio antes y que le ayudan a entender esta que está viendo. Desde luego, como puede deducirse de lo dicho, es imposible que las condiciones de producción coincidan una a una con las condiciones de reconocimiento. 5. LOS EFECTOS El saber al que accede la gente es un saber mediatizado conceptualmente. El mundo es mirado e interpretado a través de aparatos conceptuales que funcionan como sistemas de relaciones entre conceptos, entre ideas, entre representaciones. Al ser el mundo de la gente justamente el aparato conceptual que esa gente maneja, el mundo queda mediatizado en redes conceptuales que pueden ser más complejas o más simples. Esta esquematización perceptual y conceptual del mundo lo transforma a éste, para la gente, en un objeto que el pensamiento y el lenguaje representan en función de aquellas redes conceptuales. En definitiva, la gente a través de sus ideas, de sus creencias da sentido (significa) y configura el mundo en el que se orienta y actúa. En otras palabras, conceptualizar el mundo es mediatizarlo y mediatizar el mundo es dotarlo de significado, significarlo, o, lo que es igual, re-crearlo. Representaciones Una representación es una versión del objeto, construida culturalmente y apropiada individual y colectivamente, por los sujetos sociales. Las representaciones son, por un lado, reales porque se asientan en discursos y por eso son accesibles para el sujeto. Un discurso social es, en este sentido, una representación. En la medida en que son abordables y abordadas por el sujeto, este sujeto "se hace una idea" de los objetos gracias al vínculo que establece con las representaciones de los mismos. No accedemos al "Mundo", a "Las Cosas" o a "Los Hechos"; el mundo, las cosas o los hechos son efectos de sentido, representaciones, emplazadas en los discursos. Los contenidos de las representaciones pueden ser exteriorizados mediante lenguajes por el sujeto. Esto quiere decir que las representaciones se hacen discurso, son discurso: un discurso es una representación social del objeto para hacerle accesible el sentido del mundo a los sujetos sociales. Las representaciones suponen la presencia en el sujeto de discursos anteriores y la posibilidad de dar lugar a nuevos discursos a partir de ellas. Las representaciones transgreden aquello de lo que parten y que sustituyen: no son una réplica del objeto, porque en la medida en que se desprenden de él y son discursos sociales, no dicen o no son el objeto, sino que son más que el objeto. En ese ser más les va, en primer lugar, la potencia de generar mundos objetivos de creencias acerca de situaciones y hechos comunes e intersubjetivos. Cuando emitimos un juicio acerca de una representación podemos decir que estamos en el estado de la creencia. En lo que se cree es en las representaciones y no en los hechos, eventos o situaciones entendidos como "la realidad". Las creencias Todos nosotros creemos en algo. No podríamos vivir ni orientarnos en el mundo diariamente si no creyéramos. Necesitamos creer en algo (la ciencia, la astrología , el testimonio de los medios) o en alguien (Dios, alguna autoridad, un familiar, el vecino) para entender aquello que pasa y aquello que nos pasa. Sin embargo, la eficacia de los resultados obtenidos en función de nuestras creencias no dice nada respecto de la validez de las mismas. Es verdad que creo, pero no necesariamente es verdad aquello en lo que creo. Esto último, bien puede ser una fantasía, la expresión de un deseo, o, simplemente, una mentira. De ahí el componente semiótico de la creencia: la materia- objeto de la misma siempre son signos-discursos que adquieren para nosotros el rango de lo verosímil (creíble). Verosímil es todo aquello que tiene la apariencia de ser verdadero, pero puede no serlo. Las creencias se nos presentan como formando parte de nosotros mismos y en tanto que tales, difíciles de justificar, o explicar con criterios derivados del método científico. Al mismo tiempo son, si se quiere, la excusa, el empuje o el respaldo de