En contraposición a las narraciones de Chéjov y de Andréiev, llenas de pesimismo y de grises descripciones, estos agradables cuentos de Averchenko son como visiones rápidas, cazadas al vuelo, de un mundo moderno, en el que viven personas y ocurren sucesos que parecen hallarse fuera de este inmenso velo de tristeza y miseria que, por regla general, envuelve las manifestaciones de la literatura eslava.
Dotado de verdadera gracia, gracia aristocrática, risueña y despreocupada, y de un estilo que a veces recuerda el del gran Jerome inglés, Averchenko hace reír con risa sana y espontánea y solaza el espíritu con el encantador humorismo de sus cuentos.(1947)