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Cronicas Vampiricas 09 PDF

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Moonsong Traducido por Krispipe Corregido por Nikola El mal nunca muere… Después de escapar de los horrores de la Dimensión Oscura, Elena y sus amigos no pueden esperar para asistir a la universidad de Dalcrest, el hermoso campus cubierto de hiedra donde los padres de Elena se conocieron. La vida con Stefan es mejor que nunca, y con sus amigos más cercanos Bonnie, Meredith y Matt a su lado, Elena sabe que será su mejor año. Incluso Damon parece haber cambiado realmente y se lleva bien con todo el mundo. Pero para Elena, alejarse de Fell´s Church no quiere decir que haya dejado atrás su oscuro pasado. Cuando los estudiantes empiezan a desaparecer del campus, cada nuevo amigo es de repente un potencial enemigo. El pánico pronto se propaga y los amigos luchan para protegerse mutuamente. A continuación Elena descubre un secreto oculto durante mucho tiempo, uno que la perturba hasta la médula, y se da cuenta de que la tragedia puede ser inevitable. ¿Podrá Elena escapar de su destino? ¿Y será Stefan o Damon el que la coja si se cae? CAPITULO 1 Querido Diario: Estoy muy asustada. Mi corazón late con fuerza, mi boca está seca y mis manos están temblando. He enfrentado mucho y sobrevivido: vampiros, hombres lobo, fantasmas. Cosas que nunca imaginé que fueran reales. Y ahora estoy aterrada. ¿Por qué? Simplemente porque me voy de casa. Y sé que todo esto es completa y locamente ridículo. Apenas me estoy yendo de casa, realmente. Estoy yendo a la universidad, sólo a pocas horas conduciendo de esta querida casa donde he vivido desde que era un bebé. No, no voy a empezar a llorar otra vez. Voy a estar compartiendo habitación con Bonnie y Meredith, mis dos mejores amigas en el mundo entero. En la misma residencia, sólo a un par de pisos de distancia va a estar mi amado Stefan. Mi otro mejor amigo, Matt, estará a sólo un paseo por el campus. Incluso Damon estará en un apartamento en el pueblo cercano. Honestamente, no podía quedarme más cerca de casa a menos que no me moviera en absoluto de esta casa. Estoy siendo un ejemplo de cobarde. Pero parece que acabo de conseguir mi vuelta a casa, mi familia, mi vida, después de estar exiliada durante tanto tiempo, y ahora de repente tengo que salir de nuevo. Supongo que estoy asustada en parte porque estas últimas semanas del verano han sido maravillosas. Nos llenamos de todo el placer que hubiéramos tenido estos últimos meses, si no hubiéramos estado luchando contra los kitsune, viajando por la Dimensión Oscura, luchando con el fantasma de los celos, y todos las demás cosas extremadamente no divertidas que hemos hecho, en tres gloriosas semanas. Tuvimos picnics y comidas campestres y fuimos a nadar y de compras. Hicimos un viaje a la feria del condado, donde Matt ganó para Bonnie un tigre de peluche y se volvió de color rojo brillante cuando ella chilló y saltó a sus brazos. Stefan incluso me besó mientras estábamos sentados en la parte superior de la noria, igual que cualquier chico normal podría besar a su novia en una hermosa noche de verano. Estábamos muy felices. Normales en una manera que pensaba que nunca podría volver a serlo. Eso es lo que me asusta, me imagino. Tengo miedo de que estas semanas hayan sido un intermedio brillante y dorado y ahora que las cosas están cambiando, regresemos de nuevo a la oscuridad y el horror. Es como dice aquel poema que leímos en clase de inglés el otoño pasado: Nada dorado puede permanecer. No para mí. Incluso Damon… El ruido de pies en el piso de abajo la distrajo, y la pluma de Elena Gilbert se desaceleró. Ella levantó la vista hacia el último par de cajas esparcidas por la habitación. Stefan y Damon deben estar aquí para recogerla. Pero quería terminar su pensamiento, expresar la última preocupación que la había estado molestando durante estas semanas perfectas. Se volvió hacia su diario, escribiendo más rápido para que pudiera recoger sus pensamientos antes de tener que irse. Damon ha cambiado. Desde que derrotamos al fantasma de los celos, él ha estado… más amable. No sólo conmigo, no sólo con Bonnie, con quien siempre ha tenido un punto suave, sino también con Matt y Meredith. Todavía puede ser intensamente irritante e imprevisible, sino no sería Damon, pero no tiene ese borde cruel. No como antes. Él y Stefan parecen haber llegado a un entendimiento. Saben que los amo a ambos, y sin embargo, no han permitido que los celos se interpongan entre ellos. Son cercanos, actuando como verdaderos hermanos de una manera que no he visto antes. Hay un delicado equilibrio entre nosotros tres que ha durado el final del verano. Y me preocupa que cualquier paso en falso de mi parte lo haga derrumbarse y al igual que su primer amor, Katherine, separe a los hermanos. Y entonces perderemos a Damon para siempre. Tía Judith llamó en tono impaciente. —¡Elena! —¡Voy! —respondió Elena. Rápidamente garabateó unas cuantas oraciones más en su diario. Aún así, es posible que esta nueva vida sea maravillosa. Tal vez encuentre todo lo que he estado buscando. No puedo aferrarme a la escuela secundaria, o a mi vida aquí en casa, para siempre. Y, ¿quién sabe? Tal vez lo dorado pueda permanecer. —¡Elena! ¡Tu transporte está esperando! Tía Judith estaba sin duda estresándose ahora. Ella había querido conducir a Elena hasta la escuela ella misma. Pero Elena sabía que no sería capaz de despedirse de su familia sin llorar, por lo que le había pedido a Stefan y Damon que la llevaran en su lugar. Sería menos embarazoso ponerse emocional aquí en casa que llorar en todo el campus de Dalcrest. Desde que Elena había decidido ir con los hermanos Salvatore, tía Judith había estado trabajando en cada pequeño detalle, ansiosa de que la carrera de Elena en la universidad podía no comenzar perfectamente sin ella allí para supervisar. Todo era porque la tía Judith la amaba, Elena lo sabía. Elena cerró el diario azul cubierto de terciopelo y lo dejó caer en una caja abierta. Se puso en pié y se dirigió a la puerta, pero antes de abrirla, se volvió para mirar su habitación por última vez. Estaba tan vacía, con sus posters favoritos desaparecidos de las paredes y la mitad de sus libros sacados de su estantería. Sólo un poco de ropa se mantenía en su cómoda y armario. El mobiliario estaba todavía en su lugar. Pero ahora que la habitación estaba despojada de la mayor parte de sus posesiones, se sentía más como una habitación de hotel impersonal que el refugio acogedor de su infancia. Habían pasado muchas cosas aquí. Elena podía recordar acurrucarse con su padre en el asiento para leer de la ventana juntos cuando era una niña. Ella y Bonnie y Meredith, y Caroline, que había sido su buena amiga, también, una vez, habían pasado por lo menos cien noches contando secretos, estudiando, vistiéndose para el baile y simplemente pasando el rato. Stefan la había besado aquí, por la mañana temprano, y desapareció rápidamente cuando la tía Judith llegó a despertarla. Elena recordó la sonrisa cruel, triunfante de Damon cuando lo invitó la primera vez, lo que parecía hace un millón de años. Y, no hace mucho tiempo, su alegría cuando había aparecido aquí una oscura noche, después de que todos pensaban que estaba muerto. Se oyó un silencioso golpe en la puerta, y se abrió. Stefan estaba en el umbral, mirándola. —¿Lista? —dijo—. Tu tía está un poco preocupada. Piensa que no vas a tener tiempo para desempacar antes de la orientación si no nos vamos. Elena se levantó y se acercó a envolver sus brazos alrededor de él. Él olía a limpio y madera, y puso la cabeza en su hombro. —Ya voy —dijo—. Es difícil decir adiós, ¿sabes? Todo está cambiando. Stefan se volvió hacia ella y atrapó su boca suavemente en un beso. —Lo sé —dijo cuando terminó el beso, y pasó el dedo suavemente a lo largo de la curva de su labio inferior—. Llevaré esas cajas abajo y te daré unos minutos más. Tía Judith se sentirá mejor si ve el camión recibiendo las maletas. —Está bien. Enseguida bajo. Stefan salió de la habitación con las cajas, y Elena suspiró, mirando a su alrededor otra vez. Las azules y floreadas cortinas que su madre había hecho para ella cuando Elena tenía nueve años todavía se cernían sobre las ventanas. Recordó a su madre abrazándola, sus ojos un poco llorosos, cuando su niñita le dijo que era demasiado grande para las cortinas de Winnie Pooh. Los propios ojos de Elena se llenaron de lágrimas, y se metió el cabello detrás de las orejas, reflejando el gesto que su madre utilizaba cuando estaba pensado mucho. Elena era muy joven cuando sus padres murieron. Tal vez si hubieran vivido, ella y su madre serían amigas ahora, podrían conocerse como iguales, no sólo como madre e hija. Sus padres habían ido a la universidad de Dalcrest, también. Allí es donde se habían conocido, en realidad. En la planta baja sentada en la parte superior del piano había una imagen de ellos en sus trajes de graduación sobre el césped soleado en frente de la biblioteca de Dalcrest, riendo, increíblemente jóvenes. Tal vez ir a Dalcrest llevaría a Elena más cerca de ellos. Tal vez aprendería más sobre las personas que ellos habían sido, no sólo la mamá y el papá que había conocido cuando era pequeña, y encontraría a su familia perdida entre los edificios neoclásicos y los jardines verde profundo de la universidad. No se iba, en realidad no. Se movía hacia delante. Elena apretó la mandíbula con firmeza y salió de su habitación, apagó la luz cuando se fue. En la planta baja, tía Judith, su marido, Robert y la hermana de Elena de cinco años, Margaret, estaban reunidos en el pasillo, esperando, mirando a Elena mientras bajaba las escaleras. Tía Judith estaba inquieta, por supuesto. No podía evitarlo aún; sus manos se estaban torciendo juntas, alisando su pelo o jugando con sus pendientes. —Elena —dijo—, ¿estás segura de que has empacado todo lo que necesitas? Hay tantas cosas que recordar —frunció el ceño. La ansiedad obvia de su tía hizo más fácil para Elena sonreír tranquilizadora y abrazarla. Tía Judith la abrazó con fuerza, relajándose por un momento, y sorbió por la nariz. —Te voy a echar de menos, cariño. —Yo también te echaré de menos —dijo Elena, y apretó a tía Judith cerca, sintiendo temblar sus propios labios. Dio una risa temblorosa—. Pero volveré. Si me olvido de algo o si tengo nostalgia, volveré de vuelta para un fin de semana. No tengo que esperar a acción de gracias. Junto a ellas, Robert pasó de un pie al otro y se aclaró la garganta. Elena soltó a la tía Judith y se volvió hacia él. —Ahora, sé que los estudiantes universitarios tienen un montón de gastos —dijo—. Y no queremos que tengas que preocuparte por el dinero, así que tienes una cuenta en la tienda estudiantil, pero… —abrió su cartera y le entregó a Elena un puñado de billetes—. Por si acaso. —Oh —dijo Elena, conmovida y un poco nerviosa—. Gracias, Robert, pero en realidad no tienes que hacerlo. Él le dio una palmadita en el hombro torpemente. —Queremos que tengas todo lo que necesites —dijo con firmeza. Elena le sonrió con gratitud, dobló el dinero, y lo puso en su bolsillo. Junto a Robert, Margaret fulminaba con la mirada obstinadamente hacia sus zapatos. Elena se arrodilló ante ella y tomó las manos de su hermanita. —¿Margaret? —solicitó. Sus grandes ojos azules la miraron. Margaret frunció el ceño y sacudió la cabeza, su boca en una delgada línea. —Voy a echarte mucho de menos, Meggie —dijo Elena, atrayéndola hacia sí, con los ojos llenos de lágrimas. El suave pelo de diente de león de su hermana pequeña rozó la mejilla de Elena—. Pero voy a estar de vuelta para acción de gracias, y tal vez puedas venir a visitarme al campus. Me gustaría mostrar mi hermanita a todos mis nuevos amigos. Margaret tragó saliva. —No quiero que te vayas —dijo en una pequeña voz triste—. Siempre te estás yendo. —Oh, cariño —dijo Elena impotente, abrazando a su hermana más cerca—. Siempre vuelvo, ¿no? Margaret recordaba lo que había sucedido realmente en Fell´s Church en el último año. Los Guardianes se habían comprometido a cambiar los recuerdos de cada uno de esos meses oscuros en que los vampiros, hombres lobo, y kitsune casi habían destruido la ciudad, y cuando Elena había muerto y resucitado, pero parecía haber excepciones. Caleb Smallwood recordaba, y a veces la cara de inocencia de Margaret parecía extrañamente saber. —Elena —dijo tía Judith de nuevo, su voz espesa y llorosa—, es mejor que te vayas. Elena abrazó a su hermana una vez más antes de marchar. —Está bien — dijo, poniéndose de pie y recogiendo su bolso. —Llamaré esta noche y les haré saber cómo me estoy acomodando. Tía Judith asintió con la cabeza, y Elena le dio otro rápido beso antes de limpiarse los ojos y abrir la puerta principal. Damon y Stefan estaban apoyados contra la camioneta que Stefan había alquilado, sus cosas empaquetadas en la parte posterior. Mientras ella daba un paso adelante, ambos levantaron la mirada y, al mismo tiempo, le sonrieron. Oh. Eran tan hermosos, ambos, que al verlos todavía se agitaba después de tanto tiempo. Stefan, su amor Stefan, sus ojos verde hoja brillando al verla, era precioso con su perfil clásico y esa dulce y besable pequeña curva en su labio inferior. Y Damon, todo piel pálida luminiscente, ojos de terciopelo negro, y pelo de seda, era elegante y mortal a la vez. La brillante sonrisa de Damon hacía algo en su interior que se extendía y ronroneaba como una pantera reconociendo a su compañero. Ambos pares de ojos la miraban con amor, posesivamente. Los hermanos Salvatore eran suyos ahora. ¿Qué iba a hacer ella al respecto? El pensamiento le hizo fruncir el ceño y la hizo tener una corazonada nerviosamente. Luego, conscientemente alisó las arrugas de su frente, relajándose, y les devolvió la sonrisa. Lo que vendría, vendría. —Es hora de irnos —dijo, e inclinó su rostro hacia el sol. CAPITULO 2 Traducido por Krispipe Corregido por Nikola Meredith sostuvo el medidor neumático firmemente contra la válvula de su neumático trasero derecho mientras lo chequeaba. La presión estaba bien. La presión de las cuatro ruedas estaba bien. El anticongelante, aceite, y líquidos de transmisión estaban todos llenos, la batería del coche era nueva, y el gato y la rueda de repuesto estaban en perfecta forma. Debería haberlo sabido. Sus padres no eran del tipo de no ir a trabajar para verla irse a la universidad. Ellos sabían que no necesitaba mimos, pero le habían demostrado su amor asegurándose de que todos los preparativos estuvieran hechos, que ella estaba a salvo y perfectamente preparada para cualquier cosa que pudiera suceder. Por supuesto, no le dirían que lo habían comprobado todo, sino que querrían que continuara protegiéndose a sí misma. No había nada que tuviera que hacer ahora excepto irse. Lo cual era lo único que no quería hacer. —Ven conmigo—dijo sin levantar la vista, menospreciando el débil temblor que oía en su propia voz—. Sólo por un par de semanas. —Sabes que no puedo—dijo Alaric mientras pasaba la mano ligeramente por encima de su espalda—. No querría irme si voy contigo. Es mejor así. Tendrás la oportunidad de disfrutar de las primeras semanas de universidad igual que todos los demás estudiantes nuevos, sin nadie que te entretenga. Después iré y te visitaré pronto. Meredith se volvió hacia él y lo encontró mirándola. Su boca tensa, sólo la más mínima contracción, y pudo ver que despedirse de nuevo, después de sólo unas pocas semanas juntos, era tan difícil para él como para ella. Se inclinó y lo besó suavemente. —Mejor que hubiera ido a Harvard—murmuró—. Mucho más cerca.

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