EDICION PREPARADA POR JESUS E. CASARIEGO Imeaá de loa (& { g tu )ú M y Director: Prof. Dr. ELVIRO MARTINEZ Asesores: Prof. Dr. FRANCISCO DE CASO Prof. Dr. JAVIER FERNANDEZ CONDE Prof. Dr. ENRIQUE MARTINEZ RODRIGUEZ Prof. Dr. JESUS MENENDEZ PELAEZ Prof. Dr. JOEL SAUGNIEUX Ilustrador: Prof. Lic. ANSELMO SOLAS DEL VAL / • ^\jtwdaú g) EDICIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS DE J. E. CASARIEGO E ditorial E verest, s. a . MADRID • LEON • BARCELONA • SEVILLA • GRANADA • VALENCIA ZARAGOZA « BILBAO • LAS PALMAS DE GRAN CANARIA • LA CORUÑA PALMA DE MALLORCA • ALICANTE —MEXICO «BUENOS AIRES © EDITORIAL EVERGRAFICAS, S.A. Carretera León-La Coruña, km 5 - LEON Reservados todos los derechos ISBN: 84-441-2121-5 Depósito legal: LE. 1309-1985 Printed in Spain - Impreso en España EDITORIAL EVERGRAFICAS, S.A. Carretera León-La Coruña, km 5 LEON (España) A la memoria del limo. Señor Don Arturo Sandoval, sabio Canónigo Archivero de la Catedral de Oviedo que fue mi primer maestro de latín y paleografía medievales. CRONICA DE LOS REINOS DE ASTURIAS Y LEON 7 DISCURSO PRELIMINAR La Edad Media y el hombre medieval. Ideologías e historiografía La historiografía de la España cristiana de la Reconquista nace en el Reino i de Asturias. La muestra de ella más antigua que se conoce es la llamada Crónica Albeldense, terminada en el año 883. Por aquellos mismos años se escribió, también en Oviedo, la Crónica Alfonsina, atribuida (o tal vez de él original) al rey asturiano Alfonso III. De esta Alfonsina se conocen dos versiones redacta das en estilo literario distinto, pero de extensión y contenido semejantes, pues en esto último sólo se diferencian por matices parciales. Esas dos, o si se quiere esos tres textos, albeldense y alfonsinas, son el punto de partida de toda la historiografía española de la Reconquista en la zona cristia na. Hay también una historiografía mozárabe en la zona musulmana, uno de cuyos ejemplos podría ser la llamada Crónica profética (1). Pero de esa no va mos a tratar ahora. Ni tampoco de la puramente islámica, escrita dentro y fuera de la península, y bien importante por cierto. En cambio, casi no es posible hablar de una historiografía hispano-judía. Los judíos actuaron como pueblo extraño, no incorporado a los intereses y emociones históricas españolas. Tal vez el único autor israelita que podría recordarse es Abrahán Alevi David, que más que de España se ocupó de la minoría judaica aquí residente (2). (1) La llamada Crónica profética en realidad no es una crónica propiamente dicha ni acertó en su forzada profecía, y ninguna metodología permite incluirla entre las crónicas de los reinos de Asturias y León; es tan sólo un escrito con datos históricos que sirven para arropar, no una profecía, sino un augurio sobre el fin de la dominación musulmana en España. No obstante, su valor como fuente de información histórica ofrece cierto interés. Algunos datos que contiene sobre la entrada de los moros son aprovechables, pero las fechas y las genealogías bíblico-arábigas que da, cuentan importantes errores. (Véase mi libro Historias asturianas de hace más de mil años, Ed. IDEA. Oviedo, 1983, págs. 24 y sigs. y Gómez-Moreno: Las primeras crónicas de la Reconquista, «Bol. de la Academia de la Historia», n.° 100. Madrid, 1932, donde se reproduce dicha Crónica proféti ca, según un texto del Códice Rotense). Otras crónicas mozárabes altomedievales importantes son la tan conocida (pero incompleta) que la erudición ha venido designando con los nombres de Conti nuado hispana (Mommsen), Pacense (Flórez), Anónimo de Córdoba (Tailhan) y Mozárabe-del 754 (por el año en que termina), y también la llamada Chronica Gothorum pseudo-isidoriana (Mommsen) escrita en Toledo a principios del siglo En ésta, la leyenda de los amores de la Caba, XI. atribuidos luego a Rodrigo, aparecen por primera vez referidos a Vitiza. En cambio, la mozárabe del año 754 elogia a Vitiza, al que califica de «clemente». (2) La historiografía arábiga, aunque no descuidada por los historiadores españoles modernos, no creo que haya sido atendida en la medida que se merece por su enorme interés de información y comprobación y por las lagunas que suple de las fuentes cristianas. Es importante lo publicado por Sánchez Albornoz en su Fuentes de la historia hispano-musulmana. Con anterioridad estaban, entre otros, los trabajos de Conde, Lafuente Alcántara, Codera, Ribera, Dozy, Saavedra, Simonet, Asín Palacios, Levi-Provenzal, González Palencia, Sánchez Alonso, Antuña, García Gómez, etc. En mi Historias asturianas de hace más de mil años, págs. 31-32-42 y 44, doy un rápido resumen de la bibliografía historiográfica islámica sobre España. 8 J. E. CASARIEGO Asturias y León neogóticos en la Cristiandad Toda la incipiente historiografía que en principio puede llamarse asturiana, venía de una gran tradición cultural hispano-gótica, cuyo máximo e indiscutible representante era San Isidoro de Sevilla. El, el fundador Hidacio, el predecesor Orosio, el cronista Juan de Rielara y unos cuantos historiadores de sucesos parti culares de los siglos V al VII, como San Máximo, San Braulio, San Ildefonso, el pseudo Emeritense, el rey Sisebuto, San Valerio, San Julián, etc., habían reali zado una obra que sirvió de antecedente, base e impulso no sólo para la historio grafía, sino para la mayor parte del pensamiento de la nueva sociedad que había surgido en Covadonga. Mucho se habla del neogoticismo asturiano del siglo IX, y ello es lógico. La naciente comunidad de aquel nuevo reino no tenía más precedentes inmediatos que los que podía darle la más cultivada sociedad hispano-romana-gótica, con las instituciones y leyes de la Monarquía toledana. De ese modo, cuando la Albeldense dice que el gran Alfonso II instituyó en Oviedo el orden eclesiástico y civil de Toledo, dice lo que era lógico que allí tenía que ocurrir: Onmemque gotorum ordinem sicuti Toleto fuerat, tan in eclesia quam palatio in Obeto cuneta statuit. («E instituyó en Oviedo, tanto en la Iglesia como en el Palacio, el orden o sistema de [jerarquías y gobierno] que los godos habían tenido en Toledo».) El grupo humano que gobernaba en Asturias, formado por godos e hispano- godos, no tenía otro precedente. Los noventa años transcurridos desde Covadon ga hasta Alfonso II, habían gotizado a la sociedad asturiana mucho más de lo que comúnmente se cree. Los nombres de los hombres y las mujeres eran ya, en su gran mayoría, nombres góticos, incluso entre los siervos y artesanos. No hay más que leer las listas nominales que aparecen en el testamento de Alfonso II a la catedral ovetense del año 812, o las de otros documentos altomedievales que publica el Instituto de Estudios Asturianos (3) para darse cuenta de ello. Alfonso II, un hombre verdaderamente excepcional, cuando derrota por partida doble a Hixán I en sus aceifas de los años 794 y 795, y tiene un respiro tras los puertos y el prestigio de su gran victoria en Lutos, realiza las únicas medidas de gobierno que le ofrecían sus circunstancias históricas: por un lado, restaurar el orden tole dano, y por otro, establecer relaciones con el resto de la Europa cristiana repre sentada por Carlomagno. De ese modo, Asturias, que entonces era toda España, se integra en sí misma y en la Cristiandad para iniciar la etapa más importante y típica de toda su historia: la Reconquista. (3) El IDEA, a través de su «Seminario de Investigación Diplomática», lleva publicados en volúmenes sueltos y en los 112 números de su Boletín, un fondo abrumador de documentos latino- astures altomedievales. Véanse algunos títulos: Floriano C. Antonio, Diplomática española del período astur (2 vols.); Idem, El Libro Registro de Corias (2 partes); Idem, Colección diplomá tica del monasterio de Belmonte. Floriano Llórente, Colección diplomática del monasterio de San Vicente de Oviedo; Idem, El Libro Becerro de la catedral de Oviedo. García Larragueta, Colección de documentos de la catedral de Oviedo; Idem, Catálogo de los pergaminos de la catedral de Oviedo. Fernández Conde, El Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo; Idem, La Iglesia en Asturias durante la alta Edad Media. Por su parte, el «Centro de Estudios e Investigación San Isidoro de León» publicó: Quintana Prieto, A., Tumbo viejo de San Pedro de Montes. Los fondos de estas instituciones culturales son indispensables para el estudio de la histo riografía astur-leonesa altomedieval. CRONICA DE LOS REINOS DE ASTURIAS Y LEON 9 Ideales y móviles de la Reconquista. Su historiografía La Edad Media o al menos la mayor y más representativa parte de ella, en España, tiene un nombre claro y rotundo: se llama Reconquista y constituye una empresa gigantesca de más de veinte generaciones a lo largo de casi ocho siglos. La caída de la Monarquía, ya hispano-gótica de Toledo y la inmediata ocu pación de prácticamente toda la península hispánica en dos o tres años, es un hecho asombroso, muy difícil de comprender y por tanto de explicar. Pero un hecho cierto, indudable, que está ahí y nadie puede negar. Puede decirse casi exactamente que por cada día que le costó al Islam conquistar Hispania, tuvie ron luego que emplear un año los cristianos para reconquistarla. Así podemos poner en cifras redondas ochocientos días frente a ochocientos años. Y esa lucha de ochocientos años, creó unas características españolas que nos diferenciaron del resto de la Cristiandad europea. Este es el hecho de «lo español» que, aunque parezca increíble, no ha sido estudiado todavía en la extensión, profundidad y con la imparcialidad científica que tan magno tema se merece. Naturalmente que yo aquí no voy a pretender intentarlo tan siquiera. Pero sí debo afirmar, frente a ciertas actitudes hipercríticas o negativas, que la voluntad de reconquista existió siempre, iniciada desde la minúscula zona astu riana en torno a Covadonga y que ella se refleja desde los inicios de nuestra historiografía. Y no sólo un anhelo, un impulso elemental y natural de recobrar : lo perdido, sino toda una ideología firme y bien trabada de rehacer la patria española unida bajo una monarquía católica. Y esto no es una atribución de crítica histórica más o menos partidista, sino una realidad consignada con claridad terminante en textos indudables, escritos en los primeros tiempos de la Reconquista. Esos textos figuran en las crónicas más antiguas que se conocen, redactadas en el siglo IX, crónicas áulicas, oficiales diríamos hoy, que recogen el pensamiento de la Corte de Oviedo ylpuede verlo el lector páginas adelante en este libro. En esos venerables textos y de forma termi nante, puede leerse, escritos por ellos mismos, que los alzados de Asturias luchan noche y día para reconquistar la patria y restablecer la fe, dentro de una gran monarquía católica. Eso, que fue escrito en el siglo IX, es lo que pensaban, lo que aspiraban a realizar los hombres del siglo IX, lo que constituía su ideología, su gran móvil nacional, religioso y político en el momento histórico que estaban viviendo. Todo eso, insisto, lo podemos ver en las primitivas «Crónicas», que inician nuestra historiografía medieval, después de la caída de los godos, redactadas bajo la inspiración directa del rey asturiano Alfonso III y su Corte de Oviedo. En la llamada Crónica Alfonsina, que es, con la Albeldense, la primera historia escrita en la Monarquía asturiana, se da forma al diálogo (supuesto o real, que ello poco importa a la intención propagandística del redactor) entre Pelayo y el obispo traidor Oppa. Y Pelayo al replicar al mal obispo, contesta que en Cova donga se salvará España y se organizará el ejército y la nación goda (Sit Spa- nie salus et gotorum gentis exercitus reparatus). En el texto de la Albeldense, el autor señala terminantemente idénticos propósitos de la Monarquía asturia na. «Actualmente —escribe el cronista—, una parte de España está ocupada por los sarracenos, por lo cual los cristianos hacen la guerra noche y día, todos los días, comba