Description:La elaboración de una historia incaica trajo consigo problemas similares a los que diversos especialistas han detectado en otras partes del mundo en el “camino hacia la historia” que ha supuesto su incorporación a Occidente: los mitos fueron convertidos en alegorías, es decir, en historias falsas, consideradas tópicos literarios y, como tales, inocuos. Los mismos criterios que prohibían inútilmente la exportación hacia América de los libros de caballerías por “profanos”, se oponían a la ficción por frívola cuando menos. Al historizar los mitos andinos, tratándolos como fábulas, quizás morales pero no necesariamente verdaderas, se dejaba espacio para distinguir los aspectos que podían historizarse de aquellos que quedaban condenados al universo de las historias falsas. Aquellos puntos historizables eran, ciertamente, los que podían ingresar dentro de la noción europeo-cristiana de la historia vigente en el siglo XVI. Pero justamente en medio de esta tarea, vecina a la evangelización (consideraba la cristianización de la historia, incluyendo ahora a los pueblos conquistados), los cronistas no pensaron jamás escribir otra cosa que historia, jamás ficción, ni siquiera cuando redactaron en verso castellano.La historia de los Incas del Cuzco alcanza en la obra de Pedro de Cieza de León una dimensión concreta y reconocida. Se analiza en la segunda parte de la Crónica del Perú una visión específica de los Incas del Cuzco, en la cual se da inicio con el relato del mito de ordenación del mundo, que en los Andes sureños se identifica con Wiraqocha, una divinidad que salió del lago Titicaca; Ticiviracocha aparece como una versión que podría confundirse con el apóstol que habría llegado a América en los tiempos de Cristo.