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Conquistadores, emires y califas : los omeyas y la formación de al-Andalus PDF

607 Pages·2006·155.481 MB·Spanish
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CONQUISTADORES,E MIRES Y CALIFAS SERIE MAYOR Directores: JOSEP FONTANA y GONZALO PONTÓN Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN EDUARDO MANZANO MORENO CONQUISTADORES, EMIRES Y CALIFAS LOS OMEYAS Y LA FORMACIÓN DE AL-ANDALUS CRÍTICA BARCELONA Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright. bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Diseño de la cubierta: Joan Batallé Ilustración de la cubierta: Conjunto arqueológico de Madinat AI-Zahra Mapas: © Estudi Farrés Realización: Átona, S.L. © 2006, Eduardo Manzano © 2006 de la edición castellana para España y América: CRITICA, S.L., Diagonal, 662-664, 08034. Barcelona e-mail:editorial©ed-critica.es http://www.ed-critica.es ISBN: 84-8432-674-8 Depósito legal: M. 9.525-2006 Impreso en España 2006.-Brosmac, S.L., Polígono Industrial 1, calle C. Móstoles (Madrid) Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN A la memoria de mi padre Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN INTRODUCCIÓN Cuando en el año 711 Hispania fue conquistada por los árabes, un califa perteneciente a la dinastía de los Omeyas gobernaba en Damas co. Más de trescientos años después, en el año 1031, un lejano des cendiente de ese califa era expulsado de Córdoba con la prohibición expresa de volver a poner un pie en la ciudad. Se ponía así fin al do minio de una familia que había forjado un extenso imperio entre los siglos vn y VIII, y que, cuando fue despojada del califato, pudo encon trar refugio en uno de sus territorios más remotos. No son, desde lue go, muchas las dinastías que pueden exhibir una historia de perma nencia en el poder tan larga y continuada. Y es que los Omeyas fueron siempre supervivientes natos. En su ciudad de origen, La Meca, los ancestros del linaje no prestaron al principio mucha atención al mensaje que un lejano pariente, el profe ta Mahoma, comenzó a predicar en las primeras décadas del siglo vn .. Llegaron incluso a combatirle al pensar que su alta posición podía ver se amenazada por la revelación que dio vida a la religión que hoy co nocemos como islam. Cuando, tras largos avatares, Mahoma consi guió imponer su autoridad política y religiosa sobre la mayor parte de las poblaciones árabes, la suerte del linaje que había abanderado la oposición contra él pareció estar sellada. No ocurrió así. Sus miem bros acabaron por hacerse con la herencia dejada por el Profeta, des plazando a otras gentes, tal vez con más derechos morales que ellos, pero dotados de menos habilidad y poder. Los Omeyas se convirtieron así en califas del naciente imperio creado en el Próximo Oriente por las primeras conquistas árabes. Durante casi noventa años consolida- Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN 10 CONQUISTADORES, EMIRES Y CALIFAS ron ese imperio y lo extendieron desde el Indo hasta el océano Atlán tico, protagonizando una de las expansiones militares más rápidas que ha conocido la historia. En el año 750, que se correspondió con el 132 de la era islámica, los califas omeyas fueron derrocados por la familia rival de los cAbba síes. Los miembros del linaje fueron exterminados de forma implaca ble y de nuevo pareció que su protagonismo histórico había llegado a su fin. Sorprendentemente, uno de sus vástagos, cAbd al-Rat,man b. Mucawiya, consiguió escapar de la c~icería sufrida por el resto de su familia y, pese a tener puesto precio a su cabeza, llegó al extremo más occidental del Imperio árabe. En ese territorio, al-Andalus, conquista do cuatro décadas antes, logró hacerse proclamar emir. Sus sucesores se mantuvieron en el poder durante casi tres siglos, algo inédito en un país que hasta entonces no había conocido una dinastía tan estable. En su última etapa llegaron incluso a asumir el título de califas, recla mando así la dirección espiritual de toda la comunidad musulmana. Los avatares de esta tenaz dinastía en al-Andalus vertebran el con tenido de esta obra. Bajo los califas omeyas de Damasco este territorio fue conquistado, y bajo sus descendientes, convertidos en emires de esta lejana provincia de su antiguo imperio, la sociedad andalusí ad quirió su indeleble carácter árabe e islámico. Los conquistadores, los emires y los califas de al-Andalus son pues el hilo conductor de estas páginas, cuyo objetivo es explicar algo que el súbito impacto de la conquista árabe de Hispania no permite entender por completo: cómo se conf onnaron en esos tres primeros siglos los cambios sociales que acabaron por hacer irreconocible el legado del antiguo reino visigodo. Explicar este largo proceso ha sido una empresa muy ardua. Como le ocurre al protagonista de cierto cuento popular sirio que se adentra por el Camino Sin Retomo y se ve inmerso en diversas aventuras que se engarzan entre sí sin solución de continuidad, esta obra es también el resultado de búsquedas sin posibilidad de vuelta atrás. Los proble mas históricos han ido surgiendo en sus páginas y para solucionar cada uno de ellos ha sido necesario ir en pos de otros en una cadena que, por momentos, parecía no tener fin. La lejana idea inicial de la que parten estas páginas era hacer un estudio sobre militares e inspectores fisca les en al-Andalus o, lo que es lo mismo, sobre la organización del ejér cito y la tributación durante el período de los Omeyas. Aunque parez ca difícil de creer, se trata de temas muy interesantes y además muy Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN INTRODUCCIÓN 11 relacionados. En sociedades como la andalusí, los ejércitos tenían que ser pagados de alguna manera y para ello los súbditos tenían que ser esquilmados de forma sistemática. Uno de los métodos para lograrlo era emplear a ese ejército en la tarea de recordar a las gentes que cada cierto tiempo tenían una cita con el recaudador fiscal. Sabemos que un ejército, que llegó a al-Andalus desde Siria tres décadas después de la conquista, se dispersó por todo su territorio para cumplir esa tarea. Pero no está tan claro qué había ocurrido con sus predecesores, esto es, los conquistadores que en el año 711 habían protagonizado la fulmi nante destrucción del reino visigodo. Para entender este problema es necesario sumergirse en las fuentes árabes que relatan la conquista. Leer estas fuentes una detrás de otra es una experiencia algo frustrante. Aunque los relatos que narran la lle gada de los conquistadores son relativamente abundantes, el problema reside en que casi todos ellos parecen decir lo mismo, pero contado de forma distinta o incluso contradictoria. Para un crítico posmodemo son un auténtico tesoro, ya que convierten el devenir histórico en una mera narración; para un historiador, en cambio, son una pesadilla, dado que tras su ropaje narrativo apenas es posible espigar interpretaciones coherentes. Puesto que además muchos de estos relatos están incluidos en compilaciones que se realizaron varios siglos después de la con quista, su estudio plantea un problema añadido: saber de dónde habían tomado esos compiladores sus textos. El asunto no es baladí, porque estas gentes usaban a veces compilaciones de compilaciones que eran, a su vez, refundiciones de textos diversos. En estos textos quedan por lo tanto párrafos y frases que, como si de estratos geológicos se trata ra, dan fe de la existencia de fuentes más antiguas, en la actualidad perdidas, pero que fueron copiadas por estos compiladores para redac tar los relatos de la conquista con los que los historiadores contempo ráneos tenemos que apañárnoslas para intentar describir cómo se pro dujo ese trascendental suceso. Un estudio detallado, palabra por palabra, de estos relatos permite encontrar los estratos más antiguos: textos de fuentes relativamente tempranas que fueron incluidos en las compilaciones más tardías. Es posible así demostrar que una parte de los relatos que los historiadores hemos venido utilizando para describir la conquista árabe proceden originariamente de juristas musulmanes que vivieron en las primeras décadas del siglo IX ( que se corresponde grosso modo con el segundo Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN 12 CONQUISTADORES, EMIRES Y CALIFAS de la era islámica); la otra parte fue compuesta por cronistas que vi vieron en plena época califal, en el siglo x, y que a veces utilizaron es tos relatos previos readaptándolos. Transcurridos cien o doscientos años desde la conquista, estas gentes volvían la vista atrás sobre ese momento porque estaban muy interesadas en justificar en esa época gloriosa situaciones con las que ellas convivían todos los días. Esos in tereses, sin embargo, no eran los mismos entre todos ellos y eso expli ca las contradicciones en las que incurrieron sus relatos. Esta consta tación es muy importante y permite dar una interpretación satisfactoria a un tema muy complejo, tal y como se verá en la primera parte de esta obra. ~ Problemas como entender la conquista árabe del 711 son arduos, pero concretos y reconocibles. Otros también son arduos, pero muy abstractos y, en ocasiones, hasta algo abstrusos. Pero no por ello me nos importantes. Hace unas décadas era algo muy común plantearse cómo podía definirse una determinada sociedad; si dominaban en ella las relaciones de producción basadas en el trabajo de los esclavos, de los siervos sometidos a señores fe u dales o de hombres «libres» que en tregaban en forma de tributo el excedente de cuanto producían. Las polémicas sobre los· conceptos que se utilizaban para describir estas realidades eran en ocasiones agrias, y dictaminar si esta o aquella so ciedad era o no/ eudal suscitaba controversias apasionadas. En nues tros días este tipo de debates están casi olvidados. En parte, es posible que lo mal planteados que estaban a veces provocara un comprensible hartazgo ante tanta discusión estéril. Reducido a una obsesión por ad judicar determinada etiqueta a una formación social, o a definir los «estados» por los que todas las sociedades humanas habrían de pasar de fo nna ineludible, el conocimiento histórico se convertía en un mero ejercicio de nominalismo, cuando no en algo mucho peor. Como sue le ser muy común, el péndulo ha oscilado ahora hacia el extremo opuesto. Hoy día no faltan los historiadores que se confiesan alérgicos a cualquier interpretación teórica, por leve que ésta sea, mientras que conceptos y enfoques supuestamente novedosos, pero de una banali dad pasmosa, se elevan a la categoría de llaves del conocimiento uni versal. Parecería así que en la revisión, sin duda necesaria, de los ex cesos pasados se han arrinconado conceptos que han demostrado ser muy útiles para explicar el cambio social, se ha perdido densidad en las explicaciones históricas y se ha abandonado, en aras de una rancia Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN INTRODUCCIÓN 13 modernidad, esa amplitud de miras que distingue al historiador del simple memorialista o del vacuo disquisidor. Por fortuna, el campo de estudios sobre al-Andalus ha demostrado en este, como en otros muchos aspectos, una vitalidad que se echa en falta en otras disciplinas. Importantes y brillantes aportaciones de di versos autores han tratado de definir en los últimos años qué tipo de sociedad fue la que emergió en el territorio conquistado por los árabes en el año 711, y sobre todo cómo funcionaba su lógica interna. Ideas tales como «sociedad tributaria» o «f onnación social islámica» han permitido que al-Andalus dejara de ser ese aparente caos de sucesos protagonizados por gentes con incomprensibles nombres, para conver tirse en un ámbito accesible al conocimiento histórico. Gracias a estos conceptos y a su desarroll~ por parte de algunos historiadores ha sido posible explicar aspectos de esa sociedad que antes no se acababan de entender. Es por ello por lo que otro de los jalones que han marcado la elaboración de este libro ha sido tomar estas ideas como punto de re ferencia para profundizar en ellas, pero también para poner en tela de juicio algunos planteamientos que no me parecen del todo convincen tes. El armazón que sustenta esta obra no existiría, pues, sin las pro puestas teóricas de otros colegas con las que siempre ha existido un diálogo creo que fructífero. En las páginas de este libro he pretendido que ese armazón esté presente, aunque no siempre sea visible. En histori~ las interpretacio nes teóricas más acartonadas ofrecen una foto fija -lo que algunos llaman «un modelo»- de la realidad que intentan describir; las más aprovechables, en cambio, son las que ofrecen las claves para entender el desarrollo de esa realidad a lo largo del tiempo. A mí me parece erróneo pensar que la conquista árabe alumbrara de la noche a la ma ñana un nuevo «modelo» social que se mantuvo intacto en al-Andalus durante ocho siglos. Más bien todo apunta a pensar que la fo nnación de esa sociedad fue un proceso muy complejo que requirió mucho tiempo y una fuerte relación entre conquistadores y población indíge na. Aquéllos no fueron nunca engullidos por ésta, pero esa población tampoco desapareció de fo nna súbita. Entender este complejísimo proceso no es algo que pueda ser des pachadoe n esos términos de «blanco o negro» a los que tan aficiona dos somos a veces los historiadores. Es por ello por lo que no me pa rece correcto plantear el problema de la conquista árabe en términos Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN 14 CONQUISTAIX>RES, EMIRES Y CALIFAS de «continuidad» o «ruptura», como muchas veces se ha venido ha ciendo en los últimos años. Para los «continuistas» la llegada de los conquistadores apenas afectó a la sociedad indígena y supuso un mero barniz aplicado sobre la esencia histórica hispana de los pobladores de la península Ibérica. Los «rupturistas», por su parte, entienden el año 711 como una cesura histórica, que supuso la aparición de una so ciedad completamente distinta sobre las ruinas del antiguo orden visi godo. Aunque totalmente antagónicas en sus planteamientos, ambas visiones comparten una concepción muy esquemática de los procesos históricos y optan por inundar de trazos ·gruesos lo que debería ser una explicación muy matizada de lo que sin duda alguna fueron unos fe nómenos muy complejos. Los muchos y variados temas que se desarrollan en las páginas de este libro intentan, precisamente, ofrecer esa riqueza de matices y esa dosis de comprensión dialéctica que tan necesaria parece para abordar el problema de la formación de la sociedad andalusí. Cada uno de ellos es también una tesela del complicado mosaico que fue al-Andalus en sus primeros siglos. Una tras otra estas teselas forman una imagen que he pretendido sea comprensible en su conjunto. De ahí que en este li bro se aborden temas tan diversos como el despliegue de los ejércitos por el territorio, las formas que adquirió la ocupación de la tierra, el papel de la moneda, el ejercicio del poder político o, en fin, los ele mentos ideológicos del orden que acabó prevaleciendo en al-Andalus. Todos ellos, y otros que se tratan de forma también pormenorizada, son temas muy complicados, con amplias ramificaciones y conse cuencias, pero tienen en común el contribuir a dar forma al amplio mo saico que irá descubriendo el lector en estas páginas. En el desarrollo de cada uno de estos temas he elegido una ordena ción que puede calificarse de muy tradicional. Las tres partes en que se divide la obra son hitos que aparecen hasta en los más elementales li bros de texto: la conquista, el período de los emires omeyas y, final mente, el que se inicia cuando éstos asumieron el título califal. Esta di visión tan poco innovadora es fruto de una elección muy consciente. Busca resaltar algo que debería ser obvio, pero que a veces no lo es tanto: en los más de trescientos años transcurridos entre el momento de la conquista y el fin de la dinastía Omeya se produjeron en al-An dalus cambios trascendentales que no tuvieron, sin embargo, ribnos idénticos. Algunos se produjeron con relativa rapidez, otros tardaron Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F MICHIGAN

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