Vale, sé que en la vida no todo puede ser acerca del trabajo o el desarrollo profesional. Pero es algo que ha corrido por mi sangre desde que tengo uso de razón. Soy una chica con aspiraciones de grandeza en el mundo de las bienes raíces, y alcanzar mis metas no es algo sencillo que digamos.
Es por eso que me tomo mi profesión con tanta seriedad. Porque quiero ser reconocida por cerrar grandes negocios y mis clientes estén siempre satisfechos. Sé que puedo conseguirlo.
Y es entonces cuando mi pase dorado al salón de la fama de los inmuebles llega a mí como si hubiera caído del mismísimo cielo. O al menos eso era lo que pensaba antes de conocer las dos casi imposibles condiciones que la venta de esta propiedad conllevaba.
La primera, es que debe ser vendida en un lapso máximo de una semana, cosa que por más difícil que parezca, sé que puedo conseguir si me esfuerzo al máximo.
La segunda, es que el negocio debe ser cerrado en pareja, algo a lo que no estoy ni cerca de estar acostumbrada. Pero no solo eso, sino que mi compañero es uno de los mejores vendedores que acaba de llegar desde otra sede, y por lo que puedo ver, es un arrogante y presuntuoso muñeco Ken que piensa que con su encanto podrá distraerme y ganarse el cierre de esta propiedad.
Ni en tus sueños, cariño.