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'Educación', del latín educare, tiene entre sus significados el de dirigir, encaminar, adoctrinar. La historia nos dice que los fines de la educación y la acción educativa han sido cambiantes en función de los intereses sociales que los motivaban y orientaban. Así se puede observar que la educación espartana, por ejemplo, era diferente a la romana o la correspondiente a la época industrial o postindustrial. Son, en consecuencia, los intereses sociales y políticos -y con frecuencia grupos reducidos de poder- quienes orientan hacia dónde conducir la educación, que es lo mismo que decir el modelo de hombre y mujer que se pretende en un futuro más o menos inmediato. Igualmente, bueno es recordar que no todos los humanos han sido sujetos de educación. Se podrá decir, así, que unos han sido más humanos que otros. Solo hasta tiempos recientísimos, en términos históricos, todos los ciudadanos y ciudadanas son sujetos de educación. Una conquista de dimensiones extraordinarias cuyos efectos están aún por observarse en su completa plenitud. Así pues, en el presente y en el marco de la Unión Europea, nos encontramos cómo en el año 2000 el Consejo Europeo de Lisboa adoptó un importante objetivo estratégico: antes de que concluyera 2010 la Unión Europea tenía que"convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social". Ello supuso una apuesta por modernizar el modelo social europeo gracias a la inversión en los recursos humanos y a la lucha contra la exclusión social; por lo que se instó a los Estados miembros a que invirtieran en educación y formación. A partir de esta fecha se marca un nuevo hito, tanto en los objetivos 5 de la educación como de sus propios sujetos. La estrategia global adoptada por los Estados se ha orientado hacia la mejora de la calidad del aprendizaje en Europa, el acceso al aprendizaje a cualquier edad, la actualización de la definición de las capacidades básicas de acuerdo con la sociedad del conocimiento, la apertura de la educación y la formación al entorno local, a Europa y al mundo, y el aprovechamiento al máximo de los recursos disponibles. La funcionalidad del aprendizaje es, en consecuencia, una característica esencial. En la enseñanza obligatoria, sobre todo, no vale sin más aprender por aprender, que no es lo mismo que aprender a aprender. El tiempo escaso y las exigencias personales y ciudadanas son muy fuertes en el mundo en que vivimos. El alumnado no puede consumir su tiempo escolar en aprender contenidos poco relevantes e impregnados de una marcada contingencia. Los contenidos son ilimitados y cada vez se muestran menos abarcables. Muchos de ellos están sometidos a revisión o reflexión continua, por lo que se hace difícil marcar su estabilidad. Los ejemplos son múltiples en cualquier área de conocimiento. En este marasmo imposible de dominar, sin embargo, la institución escolar tiene que abrirse camino y definir con claridad meridiana aquellos aprendizajes que se perciben como permanentes en un futuro más o menos inmediato y que se caracterizan por su aplicabilidad y proyección en la vida ordinaria. El perfil de persona que se construye con la adquisición de las ocho competencias reconocidas en el sistema educativo responde a una nota esencial de todo aprendizaje, como es su funcionalidad. Esa es la razón por la que los Estados están haciendo un esfuerzo de aproximación y definición de un currículum por competencias básicas o donde éstas tengan un papel predominante. Esto no es fácil llevarlo a la práctica por cuanto, en general, no se tiene experiencia en diseños de estas características, donde las competencias básicas sean el eje en donde roten los aprendizajes. La experiencia y la realidad de los centros nos están indicando que hay una serie de cuestiones o aspectos clave que se hacen imprescindibles para poder abordar con éxito este tema desde la perspectiva de la 6 práctica docente. Es preciso llevar a una contextualización compartida respecto a qué son las competencias básicas, cuáles son sus características, su finalidad y fundamentación, su relevancia e implicación, entre otros aspectos. Es preciso saber planificar la actividad docente por competencias. Para ello, las competencias básicas han de estar integradas en el currículo ordinario, en los proyectos curriculares, en las programaciones largas y cortas de aula. O al revés. Y para todas estas cuestiones se han de tener presentes unas orientaciones que organicen, desarrollen y evalúen un currículum basado en las competencias. Es preciso que el espacio, el tiempo, los recursos didácticos y las actividades o tareas se organicen en el aula de forma tal que posibiliten un aprendizaje enraizado en las competencias básicas, en coherencia con lo planificado. Este libro trata justamente de posibilitar lo que encierran los párrafos anteriores. La educación que se ha de impartir en el siglo XXI se ha de orientar hacia la formación de individuos -personas- que viven en una realidad acelerada, donde el futuro inmediato es sólo previsible y donde lo único claro es que las personas (puesto que el término de alumno y alumna es un reduccionismo del sujeto de educación) tienen que aprender a sobrevivir y adaptarse en un mundo complejo y cambiante donde los procesos encadenados de innovación, aplicación y generalización construyen una dinámica continua en la que hay que aprender a vivir y a crecer como humanos. En el capítulo I se definen las competencias básicas como "el conjunto de destrezas, conocimientos y actitudes adecuadas al contexto que todo el alumnado (persona) que cursa las enseñanzas obligatorias debe alcanzar para su realización y desarrollo personal, así como para la ciudadanía activa y la integración social y el empleo". Parece, pues, que el discurso de las competencias tan en boga actualmente, sobre todo desde la aplicación de las pruebas de evaluación diagnóstico en los centros escolares, puede ser una buena herramienta para colaborar en el encauzamiento de lo dicho anteriormente. En efecto, se puede aventurar que cualquier sujeto que 7 adquiriese las ocho competencias básicas establecidas por la Administración Educativa estaría en condiciones de abordar con garantías de éxito su vida personal, laboral y ciudadana. El libro tiene, por consiguiente, un sentido de utilidad para quien esté interesado en los temas relacionados con la educación, especialmente educadores, orientadores, asesores e inspectores; por cuanto puede servir como modelo o punto de referencia para entender y para abordar de forma práctica y sencilla la integración de las competencias básicas en los documentos planificadores de centro, en el currículum escolar, en las programaciones, y su objetivación en la realidad de las aulas, que es lo verdaderamente importante. Una muy clara introducción explica los objetivos del libro y destaca los contenidos más relevantes de todos y cada uno de los capítulos que lo componen. A su vez, cada capítulo, en general, se inicia con una fundamentación, explicación o base conceptual que deriva en concreciones, supuestos prácticos y orientaciones. Una mención especial merece el capítulo IX, donde los autores realizan una propuesta concreta, a modo de modelo de referencia, para integrar las competencias básicas en el currículo escolar del centro. Esta iniciativa tiene un valor extraordinario por cuanto hace visible y de forma operativa todo lo que se expone en los diferentes capítulos del libro. Es una suerte de guía, que se podrá alterar y siempre contextualizar, desde la realidad de cada centro escolar, que pretende rentabilizar el trabajo sin que eso obstaculice o bloquee la necesaria reflexión de quienes tienen que llevar las competencias básicas a la práctica en el marco de la autonomía de centro, pero también desde su responsabilidad. El proyecto multiprofesional "Azahara" es una iniciativa de un grupo independiente de profesionales altamente cualificados dedicados a la docencia, a la dirección escolar, a la orientación y a la inspección educativa. La validez de su propuesta viene sustentada en la solidez científica de sus componentes, en la aplicación empírica en diversos centros y en la profunda convicción de sus autores de que todas las personas escolarizadas en la educación obligatoria pueden y deben obtener éxito escolar. Medido éste en la adquisición objetiva de las 8 competencias básicas para la vida y en su correspondiente traducción académica. A esta noble empresa le han dedicado ilusión, esfuerzo, ciencia y vocación profesional, palabra hermosa que habría que recuperar en su justa medida. Con seguridad, todos los interesados e interesadas en temas relacionados con la educación, al término de la lectura de este libro, sabrán no sólo sobre competencias básicas sino, y es lo más importante, cómo llevarlas con éxito a la realidad de las aulas y de las aulas a la VIDA. Francisco A. Gomera López Inspector de Educación 9 10