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Cómo llegó la noche PDF

549 Pages·2014·3.58 MB·Spanish
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Annotation El triunfo de la Revolución cubana culminó en 1959 con la entrada en La Habana de la guerrilla victoriosa. Tres comandantes encabezaban la marcha: Fidel Castro, flanqueado por Camilo Cienfuegos y Huber Matos. Nueve meses más tarde, este último caía en desgracia y, tras un juicio sumario, era condenado a veinte años de cárcel, que cumplió íntegramente. Cómo llegó la noche, de un «indiscutible valor testimonial» según el jurado, ha obtenido el XIV Premio Comillas de biografía, autobiografía y memorias, y es un honor para Tusquets Editores tener la oportunidad de dar la palabra a un testigo privilegiado de uno de los acontecimientos más controvertidos y mitificados del siglo xx, cuya voz disidente quedó injustamente silenciada. Muerto Cienfuegos en un accidente de aviación nunca esclarecido, de la célebre fotografía triunfal sólo Castro queda en la isla, en el poder desde hace más de cuarenta años… CÓMO LLEGÓ LA NOCHE El triunfo de la Revolución cubana culminó en 1959 con la entrada en La Habana de la guerrilla victoriosa. Tres comandantes encabezaban la marcha: Fidel Castro, flanqueado por Camilo Cienfuegos y Huber Matos. Nueve meses más tarde, este último caía en desgracia y, tras un juicio sumario, era condenado a veinte años de cárcel, que cumplió íntegramente. Cómo llegó la noche, de un «indiscutible valor testimonial» según el jurado, ha obtenido el XIV Premio Comillas de biografía, autobiografía y memorias, y es un honor para Tusquets Editores tener la oportunidad de dar la palabra a un testigo privilegiado de uno de los acontecimientos más controvertidos y mitificados del siglo xx, cuya voz disidente quedó injustamente silenciada. Muerto Cienfuegos en un accidente de aviación nunca esclarecido, de la célebre fotografía triunfal sólo Castro queda en la isla, en el poder desde hace más de cuarenta años… ©2002, Matos, Huber ©2002, Tusquets Editores Colección: Fábula, 225 ISBN: 9788483109441 Generado con: QualityEbook v0.43 Prólogos Hugh Thomas y Carlos F. Echeverría Huber Matos fue en su juventud un maestro de escuela lleno de ideales. Tenía además experiencia en el cultivo del arroz. Esta combinación debería haberle convertido en un ciudadano extremadamente valioso en la Cuba moderna. De hecho, eso es lo que originalmente parecía que iba a ocurrir. Matos, incapaz de aceptar al corrupto dictador Fulgencio Batista, se sumó a las protestas contra él y, más tarde, a la rebelión. Se unió al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro (movimiento insurreccional surgido a raíz del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953), donde prestó destacados servicios. Tras el triunfo de la Revolución en enero de 1959, Matos fue nombrado gobernador militar de la región de Camagüey, la principal región ganadera de la isla. Hasta ese momento el Movimiento 26 de Julio no había tenido mucho que ver con el comunismo. Había personas ligadas al comunismo, como Raúl Castro y el Che Guevara, al margen de otros miembros de segunda fila del ejército rebelde; había también, por supuesto, un partido comunista (el Partido Socialista Popular), que tomaba piarte activa en la vida cultural del país (con figuras como el poeta Nicolás Guillén, por ejemplo, o Juan Marinello), pero que no parecía tener muchas posibilidades de alcanzar el poder; muchas menos que los partidos comunistas de Italia o Francia, sin ir más lejos. Pero durante 1959 Fidel Castro, ya en el poder, se unió a esa causa. Este hecho se debió, en parte, a los consejos de su hermano y del íntimo amigo de ambos, el Che Guevara; en parte también, a que Castro quería causar los mayores problemas posibles a Estados Unidos, al que consideraba, como muchos nacionalistas cubanos, el genio maligno de la Cuba independiente (cualquiera que dude de este aspecto de los motivos de Castro debería leer el conocido relato de su conversación con Rómulo Betancourt en enero de 1959), y finalmente, porque al ser consciente de que una disputa con Estados Unidos tendría consecuencias económicas, creyó conveniente encontrar un socio comercial alternativo para el azúcar cubano, y Rusia (la Unión Soviética) era el único candidato posible. Quizás el tremendo éxito de su reputación llevó a Castro a creer que sería capaz de inspirar movimientos revoluciónanos en América Latina y convertir los Andes en una segunda Sierra Maestra del continente. Esta decisión provocó la escisión del Movimiento 26 de Julio. Algunos de los que realmente nunca habían pensado que su líder derivaría hacia la izquierda totalitaria permanecieron en Cuba pese a todo (Armando Hart, el ministro de Educación es el mejor ejemplo). Muchos otros abandonaron la Revolución. Entre éstos se hallaba Huber Matos. No hizo nada contra el régimen, pero fue arrestado en su propio cuartel general, sometido a un juicio sumarísimo y encarcelado durante veinte años, una sentencia que cumplió íntegramente. Fue liberado en 1979. Conocí a Huber Matos en 1980 y colaboré en la organización de una visita suya a Londres. Di un almuerzo en mi casa para unas treinta personas a las que consideré interesadas en conocer a alguien que había padecido tantos años de cárcel en condiciones tan duras. Recuerdo bien tres cosas de aquel almuerzo. En primer lugar, alguien ya fallecido, un inglés para más señas, destacó los magníficos modales de Matos. «Eso es precisamente Cuba, para que veas», le dije yo. Eso es algo que sorprende a todo el mundo cuando habla con cubanos. Otra persona me dijo: «Sabes, Hugh, se le ve tan relajado, habla de sus años en prisión como si hubiera sido un viaje de fin de semana». Por último, recuerdo haberle sugerido a Matos que escribiera un libro sobre su experiencia. Creo que muchos otros hicieron lo mismo, y nada ocurrió. Pero ahora, al fin, tenemos estas memorias. Huber Matos ha escrito un libro lleno de fuerza y conmovedor. Estoy seguro de que será un éxito por el modo en que describe una experiencia terrible, que la mayoría de nosotros nunca viviremos. No es el primer libro de alguien que haya pasado largo tiempo en las cárceles cubanas, pero sí que se trata del primero que ha sido escrito por uno de los protagonistas de los hechos que describe. Un protagonista que, de haber vivido en libertad, habría podido liderar una oposición democrática a Castro. Quizás, en el futuro, caiga algún día sobre sus hombros un papel semejante. Hugh Thomas, febrero de 2002 Huber Matos, comandante de la Columna 9 del Ejército Rebelde y uno de los colaboradores más cercanos de Fidel Castro en la Sierra Maestra y en los albores de la revolución cubana, ba escrito un libro de memorias que se lee como una novela. El libro tiene dos grandes partes, que de hecho podrían dar lugar a volúmenes independientes. En la primera, el autor describe su experiencia como opositor al régimen de Batista, como guerrillero rebelde y finalmente como comandante victorioso a cargo, entre otras misiones, de la toma de la ciudad de Santiago de Cuba, la segunda en importancia en el país. La narración, escrita en la prosa sencilla pero impecable de un buen educador (Matos se dedicaba a la docencia antes de ingresar al ejército rebelde) es rica y minuciosa en la descripción de personajes y batallas. Dividida en capítulos breves, concisos y concentrados en algún acontecimiento importante, va perfilando la personalidad y las actitudes del autor, junto con ¡as de algunos de los principales revolucionarios: el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y por supuesto Raúl y Fidel Castro. La segunda parte del libro relata, con igual intensidad, la experiencia del autor a partir de sus divergencias ideológicas con Raúl, Fidel y el grupo revolucionario marxista, una vez en el ejercido del poder. Esas divergencias, como se sabe, condujeron al encarcelamiento de Matos por veinte años, a lo largo de los cuales padeció toda dase de torturas físicas y psicológicas, y fue testigo y protagonista de numerosas pequeñas odiseas, en el estrecho mundo de las celdas y los calabozos dedicados a los prisioneros políticos. La descripción detallada de hechos y personajes, escrita desde una memoria serena y lúcida, permite al lector asomarse a un área extrema de la experiencia humana: la del preso político confinado por largos años en las prisiones de Castro. En su interés por ceñirse a los hechos, Matos se mantiene equidistante del elogio y de la diatriba. A lo largo del texto palpita la pasión de quien vio traicionados los ideales por los que él y muchos otros cubanos se sumaron a las filas del ejército rebelde, pero esa pasión nunca se desborda, nunca altera el flujo de una narración precisa y ordenada. El autor se muestra concentrado más en describir las cosas como fueron, o como él las pudo ver,; que en blandir su dedo acusador o emitir juicios o proclamas políticas. La lectura compromete al lector precisamente porque deja que los valores surjan de los hechos, y por el temple moral del autor, que va emergiendo como una realidad indiscutible a lo largo de libro. Carlos F. Echeverría (ex ministro de Cultura de Costa Rica entre 1986 y 1990) San José, Costa Rica, febrero de 2002 Nota del Autor La vida de un individuo que ha luchado durante largos años contra dos tiranías es inseparable de la de su familia. María Luisa siempre ha compartido ideales y sacrificios conmigo. Por eso esta historia es también suya. Ella está presente como inspiración en estas páginas. Nuestros hijos no han sido ajenos a mis luchas. Huber y Rogelio comparten mis ideales y esfuerzos. Les estoy agradecido por su tenacidad en la revisión y edición de estas memorias. Mi gratitud al matrimonio costarricence, Celina y Roy Jiménez, por su apoyo entusiasta y el tiempo dedicado a la revisión del relato inicial, y a Angel De Fana que tuvo la paciencia de transcribir esa primera versión al formato electrónico. La publicación de este libro es una forma de agradecer a quienes desde diferentes países gestionaron mi libertad, oraron por mi vida o se interesaron por mi suerte. Sin su solidaridad, en la que creo ver el favor de Dios, mi existencia habría concluido en las prisiones y este relato nunca se habría escrito. Miami, 14 de entro de 2002 1 De las cavernas a la luz Estoy en el umbral de una nueva vida... Nadie me va a llevar para acá o para allá como una bestia encadenada... —Vístase, usted se va hoy. Miro escrutadoramente al carcelero, un sargento que extiende su brazo para entregarme un pantalón y una camisa. —Aquí tiene un cacharro con agua para que se bañe —añade mientras sonríe cínicamente. Y se marcha. La puerta de la celda, una pesada plancha de acero, chirría y retumba al cerrarse. Estoy tenso, pero me esfuerzo en mostrarme sereno. No puedo creer en esta comedia de mi libertad porque durante años me han repetido mil veces que tengo que morir en la prisión. Ahora, después de haberme propinado una paliza que me duele en cada hueso, estos matones pretenden hacerme creer que voy para la calle. ¿Por qué no regresaron a rematarme cuando les grité que no les temía, que volvieran? ¿No se atreven?... ¡Se atreven a todo! Destruir seres humanos es su oficio. Todavía no han recibido la orden. Son las seis de la mañana del 21 de octubre de 1979, he cumplido, desde el primero hasta el último día, una sentencia de veinte años de cruel e injusta prisión. Viene el cambio de guardia. La incertidumbre y el ansia de libertad me atenazan. ¿Será cierto? ¿Es una burla más o es un rayo de luz hacia la vida?... ¡Veinte años de rejas y horrores! El tirano y sus esbirros gustan de bromas crueles con sus prisioneros políticos. ¡Cuántos presos no han sido apaleados después de haber llegado al término de su condena y están todavía consumiéndose en las mazmorras! Sueño con la vida en libertad y sin embargo estoy preparado para lo peor. Me quito mi uniforme presidiario, hediondo y desgarrado, con inequívocas huellas de violencia. Intento asearme... ¡Ah, los golpes! ¡Cómo me duelen los golpes que me dieron estos esbirros hijos de puta! Mal o bien, me visto con la ropa nueva. Ropa de calle con sabor a cárcel.

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El triunfo de la Revolución cubana culminó en 1959 con la entrada en La Habana de la guerrilla victoriosa. Tres comandantes encabezaban la marcha: Fidel Castro, flanqueado por Camilo Cienfuegos y Huber Matos. Nueve meses más tarde, este último caía en desgracia y, tras un juicio sumario, era co
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