Description:Sinopsis: Tras una noche llena de desagradables sorpresas y traición, los tres cazadores vampiros y Harkat se retiran a su guarida para protegerse del Sol llevándo con ellos a los rehenes del clan vampanez para interrogarlos y después intercambiar a uno de ellos por Debbie quién ha sido secuestrada por el vampanez de los garfios, con lo que ellos no cuentan, es que los vampanezes les han echado a toda la policía de la ciudad encima, quiénes creen que Mr. Crepsley, Darren, Vancha y Harkat son los autores de las brutales muertes que habían aterrorizado a la ciudad.
En éste libro la identidad del lord vampanez sale a la luz.
PROLOGO
(Aparece en la última parte de "Aliados de la noche" como un avance)
Enfocaron un potente reflector hacia la ventana, para deslumbrarnos. Retrocediendo, Vancha soltó el más grosero de sus tacos, mientras los demás nos mirábamos con inquietud, esperando que alguien propusiera algún plan. En el exterior, una voz, amplificada por un megáfono, cortó en seco nuestros pensamientos. —¡Los de ahí dentro! —bramó—. ¡Asesinos! Vancha corrió hacia la ventana y apartó la persiana con el codo. La luz del Sol y la del reflector inundaron la habitación. Dejando que la persiana volviera a su posición, rugió: —¡Apagad la luz! —¡Ni hablar! —respondió riendo la persona del megáfono. Vancha se quedó allí parado un momento, pensando, y luego hizo un gesto con la cabeza hacia Mr. Crepsley y Harkat. —Inspeccionad los pasillos arriba y abajo. Averiguad si están dentro del edificio. No los provoquéis: si todos los de ahí fuera empiezan a disparar, nos harán trizas. Mr. Crepsley y Harkat obedecieron sin hacer preguntas, y regresaron al cabo de un minuto. —Los dos pisos de abajo… están abarrotados —informó Harkat. —Lo mismo en los dos pisos de arriba —dijo sombríamente Mr. Crepsley. —Entonces tendremos que hablar con ellos —dijo Vancha—. Averiguar dónde estamos parados y tal vez ganar algo de tiempo para pensar. ¿Alguien se ofrece voluntario? Nadie respondió. —Supongo que eso significa que yo seré el negociador. Pero no me echéis la culpa si todo sale mal. Subió la persiana y les gritó a los humanos de abajo: —¿Quiénes sois los de ahí abajo, y qué queréis? Se produjo una pausa, y luego se oyó la misma voz que nos había hablado antes por el megáfono. —¿Con quién hablo? —preguntó aquella persona. Ahora que prestaba atención a su voz, me di cuenta de que pertenecía a una mujer. —¡Eso no es de tu incumbencia! —rugió Vancha. Otra pausa. Y luego: —¡Sabemos vuestros nombres! ¡Larten Crepsley, Vancha March, Darren Shan y Harkat Mulds! ¡Sólo quiero saber a cuál de vosotros me estoy dirigiendo! Vancha se quedó boquiabierto. —Diles quién eres —susurró Harkat—. Saben demasiado. Será mejor actuar como si estuviéramos… cooperando. Vancha asintió y gritó a través del agujero abierto en la ventana: —¡Vancha March! —¡Escucha, March! —gritó la mujer—. ¡Soy la Inspectora Jefe Alice Burgess! ¡Estoy a cargo de esté espectáculo de freaks! Irónica elección de palabras, aunque ninguno de nosotros lo comentó. —¡Si queréis negociar, negociareis conmigo! ¡Y os lo aviso! ¡No he venido aquí a jugar! ¡Tengo a doscientos hombres y mujeres aquí fuera y en el interior del edificio, muriéndose de ganas de meteros un montón de balas en el corazón! ¡Al primer indicio de jaleo, ordenaré que abran fuego! ¿Entendido? Vancha enseñó los dientes y gruñó: —¡Entendido! —¡De acuerdo! —respondió la Inspectora Jefe Burgess—. ¡Así es como funciona esto! ¡Bajad de uno en uno! ¡Cualquier intento de sacar un arma o hacer un movimiento inesperado, y sois historia! —¡Vamos a hablarlo! —gritó Vancha. Un rifle disparó y una lluvia de balas impactó en el exterior del edificio. Nos tiramos al suelo, maldiciendo y aullando, aunque no había motivo de alarma: los tiradores estaban apuntando deliberadamente alto. Cuando cesaron los aullidos de las balas, la Inspectora Jefe volvió a dirigirse a nosotros: —¡Esto fue un aviso! ¡El último! ¡La próxima vez tiraremos a matar! ¡Ni conversaciones ni pactos! ¡Un minuto… y entraremos a buscaros! Se produjo un embarazoso silencio. —No hay nada que hacer —murmuró Harkat tras unos largos segundos—. Estamos acabados. —No necesariamente —dijo suavemente Mr. Crepsley—. Hay una forma de salir. —¿Cómo? —preguntó Vancha. —Por la ventana —dijo Mr. Crepsley—. Saltemos. No se esperarán eso. Vancha consideró el plan. —La caída no es problema —reflexionó—. Pero, ¿qué hacemos una vez que estemos abajo? —Cometear —dijo Mr. Crepsley—. Yo llevaré a Darren. Tú puedes llevar a Harkat. No será fácil (podrían dispararnos antes de que alcancemos la velocidad del cometeo), pero se puede hacer. Con suerte. —Es una locura —gruñó Vancha, y luego nos guiñó un ojo—: ¡Me gusta! —¡Se acabó el tiempo! —gritó Alice Burgess a través del megáfono—. ¡Salid inmediatamente o abrimos fuego! Vancha lanzó un gruñido, revisó sus cinturones con los shuriken y se ajustó bien sus pieles. —¿Listos? —preguntó. —Listos —respondimos. —Harkat saltará conmigo —dijo Vancha—. Larten y Darren… Vosotros seréis los siguientes. Dadnos uno o dos segundos para rodar fuera de vuestro camino. —Suerte, Vancha —dijo Mr. Crepsley. —Suerte —respondió Vancha, y luego, con una amplia y salvaje sonrisa, le dio una palmada en la espalda a Harkat y saltó por la ventana, haciendo añicos la persiana, con Harkat a poca distancia de él. Mr. Crepsley y yo esperamos los segundos convenidos, y entonces saltamos detrás de nuestros amigos a través de los irregulares restos de la ventana, y nos precipitamos velozmente al suelo como un par de murciélagos sin alas, al interior de la infernal caldera que nos esperaba abajo...