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Christie, Agatha - Un gato en el palomar PDF

223 Pages·2008·0.75 MB·Spanish
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UN GATO EN EL PALOMAR AGATHA CHRISTIE Título original: CAT AMONG THE PIGEONS (1959) Traducción: FRANCISCO ABRIL Agatha Christie Un gato en el palomar GUÍA DEL LECTOR En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación los principales personajes que intervienen en esta obra: ATKINSON: Un periodista político del príncipe Alí Yusuf. BLAKE: Una de las maestras del colegio Meadowbank, internado para señoritas. BLANCHE (Angèle): Profesora de francés en el citado colegio. BRIGGS: Viejo jardinero de ese mismo centro. BULSTRODE (Honoria): Fundadora y directora del colegio nombrado. CHADWICK: Cofundadora con la anterior y profesora de matemáticas de Meadowbank. EDMUNDSON (John): Tercer secretario de la Embajada Británica en Oriente. Amigo de Bob. GEORGE: Fiel ayuda de cámara de Hércules Poirot. GOODMAN (Adam): Joven jardinero del nombrado colegio. HOWARD: Del consulado británico en Ankara. JOHNSON (Bárbara): Prefecta de Meadowbank. KELSEY: Detective inspector. O'CONNOR (Derek): Funcionario del Foreign Office. PIKEAWAY (Ephraim): Coronel, al Servicio del Foreign Office. POIROT (Hércules): Célebre detective belga. RAWLINSON (Bob): Capitán aviador, íntimo amigo del príncipe Alí Yusuf. RATHBONE (Dennis): Pretendiente de Ann Shapland. RICH (Eileen): Eficiente profesora del ya citado colegio. ROWAN: Una joven maestra del repetido internado. SHAISTA: Princesa egipcia, sobrina del emir Ibrahim, prima de Alí Yusuf y alumna de Meadowbank. SHAPLAND (Ann): Secretaria de la señora Bulstrode. SPRINGER (Grace): Profesora del repetido centro escolar. Asesinada. STONE: Comisario de Policía. SUTCLIFFE (Joan): Hermana de Bob. Agatha Christie Un gato en el palomar SUTCLIFFE (Jennifer): Joven hija de la anterior y alumna de Meadowbank. UPJOHN: Señora amante de los viajes y madre de Julia. UPJOHN (Julia): Alumna del repetido colegio. VANSITTART: Profesora y secretaria del centro escolar citado. YUSUF (Alí): Caíd del principado hereditario de Ramat y depuesto por los revolucionarios. Agatha Christie Un gato en el palomar Prólogo EL ÚLTIMO TRIMESTRE DEL CURSO Era el día de apertura del último trimestre de curso en el Colegio de Meadowbank. Los rayos del Sol poniente caían sobre la amplia explanada de grava situada delante del edificio. La puerta de la fachada principal estaba hospitalariamente abierta en toda su amplitud, y bajo su dintel, encajando admirablemente con el estilo georgiano del soportal de la casa, permanecía erguida la señorita Vansittart, cada cabello en su sitio, vistiendo un traje de chaqueta de corte impecable. Aquellos padres que no estaban mejor informados, la tomaban por la misma señora Bulstrode, eminente persona, ignorando que ésta tenía por norma retirarse en tales coyunturas a una especie de sancta sanctorum, en donde sólo recibía a una minoría selecta v privilegiada. A un lado de la señora Vansittart, operando en un plano ligeramente distinto, se encontraba la señorita Chadwick, confortativa, todo ella erudición, y tan vinculada al internado que hubiera sido imposible imaginarse Meadowbank sin ella. Nunca se había separado de allí. Las señoritas Bulstrode y Chadwick habían fundado el colegio de Meadowbank conjuntamente. Esta última usaba lentes de pinza, era cargada de espaldas, vestía con desaliño, conversaba con amable vaguedad, pero resultaba ser una lumbrera en matemáticas. De un extremo a otro de la casa notaban diversas palabras y frases de bienvenida, proferidas por la señorita Vansittart con cortesía. —¿Qué tal, señora Arnold...? Cuénteme, Lydia, ¿saboreó usted su crucero por las islas del Egeo? ¡Qué oportunidad tan maravillosa! ¿Sacó usted buenas fotografías? —Sí, lady Garnett, la señorita Bulstrode recibió su carta referente a las clases de arte, y todo se ha puesto ya. —¿Cómo está, señora Bird? Pues no me parece que la señorita Bulstrode tenga hoy tiempo para discutir esos pormenores. La señorita Rowan anda por aquí cerca. Si desea tratarlo con ella... —Te hemos cambiado de dormitorio, Pamela. Ahora estás en el ala opuesta, dando al manzano... —En efecto, lady Violet, hemos padecido un tiempo aborrecible en lo que va de primavera. ¿Es éste el más pequeño de sus hijos? ¿Cómo se llama? ¿Héctor? ¡Qué aeroplano más bonito tienes, Héctor! Agatha Christie Un gato en el palomar —Tres hereuse de vous revoir, madame. Ah, je regrette, ce ne sérait pas possible, cet aprés-midi, Mademoiselle Bulstrode est tellement ocuppée. —Buenas tardes, profesor. ¿Ha descubierto usted nuevos objetos de interés en sus excavaciones? Agatha Christie Un gato en el palomar II En una salita del primer piso, Ann Shapland, la secretaria de la señorita Bulstrode, pulsaba las teclas de una máquina con rapidez y eficiencia. Ann era una joven de treinta y cinco años, de agradable apariencia, con el pelo peinado tan tirante que producía el efecto de llevar encasquetado un gorrito negro de satén. Conseguía resultar atractiva cuando éste era su propósito, pero la vida le había enseñado que siendo activa y competente se lograban a menudo mejores resultados y se evitaban enojosas complicaciones. Por el momento se estaba concentrando en ser todo aquello que para secretaria de la rectora de un afamado internado de señoritas se requería. De rato en rato, y al tiempo que insertaba una nueva hoja en la máquina de escribir, echaba una ojeada a través de la ventana, registrando interés en quienes llegaban. —¡Cielo Santo! —exclamó, asombrada, Ann, para sí misma—. No tenía idea de que todavía nos quedaran tantos chóferes en Inglaterra. Mientras un majestuoso «Rolls Royce» se ponía en marcha, ella, a pesar suyo, sonrió al ver subir un pequeño «Austin» deteriorado por el paso implacable de los años. De él se apeó un padre, de aspecto fatigado, con su hija, que parecía encontrarse mucho más sosegada. Cuando él aguardaba indeciso, la señorita Vansittart emergió de la casa dispuesta a cumplir con su cometido. —¿El mayor Hargreaves? ¿Y usted es Alison? Pasen dentro. Me agradaría que examinara personalmente el cuarto que va a ocupar Alison, y así... Ann hizo una mueca burlona y se dispuso a continuar tecleando. «La Vansittart, toda perfección, parece una actriz consumada — comentó Ann para su coleto—. Sabe imitar todo el repertorio de recursos escénicos de la Bulstrode. En realidad, es lo que se dice una buena cómica.» Un enorme «Cadillac» de una opulencia poco menos que avasalladora, pintado en dos tonos, celeste y frambuesa, dio un viraje (con las dificultades que implicaban sus dimensiones), y vino a frenar detrás del decrépito «Austin» del Honorable mayor Alistair Hargreaves. El chófer salió de un brinco para abrir la portezuela, y un inmenso hombre barbudo, de tez morena, cubierto con una flotante chilaba de genuino pelo de camello, descendió del coche seguido de una lámina arrancada de una revista de modas parisiense y de una esbelta jovencita morena. «Ésa debe ser la princesa Nosecuantos —pensó Ann—. No puedo imaginármela de uniforme colegial, pero supongo que mañana se verificará la metamorfosis...» Agatha Christie Un gato en el palomar Tanto la señorita Vansittart como la señorita Chadwick se hicieron presentes en esta ocasión. —Serán conducidos ante la presencia de «Su Majestad la Rectora» — determinó Ann. Entonces se le ocurrió, cosa harto extraña, que no era plan el ponerse a sacar chistes a costa de la señorita Bulstrode. La señorita Bulstrode era alguien. «Así es que a lo mejor te puedes dedicar, hija mía, a tener un poco de cuidado con lo que piensas —se dijo—, y concluir estas cartas sin equivocarte.» Y no es que Ann soliera cometer errores. Podía permitirse el lujo de elegir sus puestos de secretaria. Había llevado la contabilidad del director general de una compañía petrolífera, y sido secretaria particular de sir Mervyn Todhunter, renombrado tanto por su erudición como por su irritabilidad y por lo ilegible de su escritura. Entre sus ex jefes se contaban dos ministros del Gabinete y un funcionario del Estado que ocupaba un alto cargo. En conjunto, sus empleos habían discurrido siempre entre hombres, y ella conjeturaba si le resultaría grato verse enteramente inmersa entre mujeres. Después de todo, ella lo consideraba como una experiencia. Pero siempre podría contar con Dennis volviendo de Malaya, de Birmania, de diversas partes del mundo... Igual de enamorado que siempre, suplicándole una vez más que se casara con él. ¡El querido Dennis! Pero sería tan sosa la vida matrimonial con él... Iba a echar de menos las compañías masculinas en un futuro muy próximo. ¡Tantos tipos de pedagogas y ningún otro hombre en aquel lugar más que un jardinero casi octogenario...! Pero a esto, Ann se encontró con una sorpresa. Al mirar por la ventana, advirtió la presencia de un hombre recortando el seto al otro lado de la calzada. Evidentemente, era un jardinero, pero muy distante de los ochenta. Era joven, moreno y guapo. Ann se hacía cábalas respecto a él... Se había hablado algo de tomarle un ayudante al jardinero, pero éste no tenía pinta de ser ningún patán. Bueno, es que hoy día, la gente se dedica a hacer toda clase de trabajos. Sería un muchacho que necesita reunir un poco de dinero para uno u otro proyecto o, meramente, para seguir tirando. Pero hacía su trabajo con la maña que sólo da la experiencia. Lo más presumible es que fuera un auténtico jardinero, después de todo. «Por su facha —decidió Ann para sus adentros—, yo diría que ese tipo tiene gracia.» Sólo le quedaba una carta por escribir, observó complacida, y luego podría dar una vuelta por el jardín. Agatha Christie Un gato en el palomar III En el piso de arriba, la señorita Johnson, la prefecta, se dedicaba a asignar habitaciones, dar la bienvenida a las nuevas alumnas y saludar a las antiguas. Estaba encantada de que se hubieran reanudado las clases. Nunca acertaba a qué dedicarse durante las vacaciones. Tenía dos hermanas casadas con las que se iba a vivir alternativamente, pero, como es natural, a éstas les preocupaban más sus propios quehaceres y familias que Meadowbank. A la señorita Johnson, si bien estaba encariñada con sus hermanas, como era deber, solamente le interesaba Meadowbank. Sí, era delicioso el que hubiera dado comienzo otro trimestre... —Señorita Johnson... —¿Qué, Pamela? —Fíjese, señorita Johnson; debe haberse derramado algo dentro de mi neceser. Se me ha puesto pringando todo. A mí me parece que es brillante. —¡Vaya, vaya, vaya!... —exclamó la señorita Johnson, apresurándose a prestar su ayuda. Agatha Christie Un gato en el palomar IV Mademoiselle Blanche, la nueva profesora de francés, estaba paseándose por la pradera de césped que se extendía desde el lado de la calzada, contemplando con ojos apreciativos al fornido joven que arreglaba el seto. «Assez bien», pensó. Mademoiselle Blanche era enjuta, producía la impresión de ser apocada, y pasaba inadvertida, aunque a ella no se le escapaba detalle. Dirigió su vista a la procesión de coches que se deslizaban hasta la puerta principal, evaluándolos en términos monetarios. ¡Este Meadowbank era indiscutiblemente extraordinaire! Ella resumió en un cálculo mental las ganancias que la señorita Bulstrode debería estar haciendo. Sí, ¡no había duda! Extraordinaire! Agatha Christie Un gato en el palomar V La señorita Rich, que enseñaba inglés y geografía, avanzaba hacia la casa con paso rápido dando algún que otro traspiés, porque como era habitual en ella, olvidaba mirar donde pisaba. Su rodete, también como de costumbre, se le había aflojado, y le colgaba el pelo. Irradiaba una expresión vehemente en su poco agraciado rostro. Decía para sí misma: «¡Estar otra vez de regreso! ¡Estar aquí...!, parecen haber pasado siglos.» Tropezó con un rastrillo sobre el cual cayó. El joven jardinero le ofreció un brazo, diciéndole: —Apóyese, señorita. Eileen Rich le dio las gracias sin concederle una mirada.

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UN GATO EN EL PALOMAR. AGATHA CHRISTIE. Título original: CAT AMONG THE PIGEONS (1959). Traducción: FRANCISCO ABRIL
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