En esta nueva muestra de la ciencia ficción más flagrantemente hard, el autor especula con la existencia de inteligencias fuera de escala y utiliza, como muchos otros autores del género en la década de los noventa (ciberpunks incluidos), las teorías dawkinianas de los memes, situando a estos ya no sólo como entidades superiores, sino también como un elemento más de la cadena alimenticia cósmica. El destino final de las luchas entre orgánicos y mecánicos se manifiesta como un simple movimiento casual en el inescrutable juego de los dioses. Como es habitual en toda la serie, la inquebrantable imaginación de Benford y su capacidad para concebir ideas de nivel superior conviven, en lo que ya supone una larga simbiosis, con las manías argumentales y de estilo a las que el autor nos tiene acostumbrados. Episodios como el de la búsqueda de Toby río arriba, que despierta reminiscencias del viejo Mississippi en el que Mark Twain colocara a sus más eternos personajes, o el del viaje de la familia Walmsley (auténtica familia de Robinsones, aunque no suizos) aportan muchos puntos para que la impresión final del lector sea desigual; más si consideramos que tampoco permanece ausente el habitual gusto del escritor por repetir ideas previamente utilizadas en algunas de sus obras, como es el caso esta vez de la aparición de cierto mapache que ya fuera protagonista en TRAS LA CAíDA DE LA NOCHE, continuación del maravilloso clásico de Arthur C. Clarke.En todo caso, el ingenioso final con que Benford entona el adiós a su obra más larga, merece con creces la lectura de la novela. Los que esperaran, debido a la abusiva repetición de este recurso en las últimas obras del género, la aparición del consabido virus informático para acabar con los alienígenas mecánicos se encontrarán con algo sutilmente distinto; algo que demuestra por otra parte que el escritor norteamericano tenía las cosas en la cabeza desde hace bastante tiempo.