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Centauro a lo pícaro» y voz de su amo PDF

50 Pages·2005·3.04 MB·Spanish
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CRITICÓN, 47, 1989, pp. 29-76 'Centauro a lo picaro' y voz de su amo: interpretaciones y textos nuevos sobre La vida y hechos de Estebanillo González I: La Sátira contra los monsiures de Francia y otros poemas de 1636-1638 * Jesús Antonio CID (Seminario Menéndez Pidal Universidad Complutense, Madrid) 1. Valoraciones críticas. Profesionales de dos signos Diversas corrientes críticas en la Historia literaria, con la Estética de la Recepción a la cabeza, han proporcionado un estatuto conceptual a lo que en el pasado solía denominarse, sin más, "resurrecciones" de clásicos o textos. Con o sin apoyos teóricos, sigue siendo cierto que en los desenterramientos de clásicos 'olvidados' se trasluce muchas veces el único propósito de hallar 'temas' a costa de autores y obras que muy bien podrían permanecer en el olvido. Ello no anula la evidencia de que los criterios de valoración de la obra literaria son un fenómeno tan histórico como cualquier otro; y, consecuentemente, las alteraciones en la estimación de los clásicos no tendrían por qué ser un hecho tan excepcional como suele darse por sentado en las historias y manuales al uso. Incluso dentro de una jerarquización particularmente rígida como es la de los clásicos * [Este trabajo fue redactado en 1974, y no se publicó en su día por circunstancias de las que no soy enteramente responsable. Creo que pese al tiempo transcurrido mantiene parte de su validez, al menos por los textos que se daban a conocer. Dado que he seguido trabajando sobre la obra, no me era posible intentar una refundición completa paTa adaptarlo a mi punto de vista actual sobre la autoría del Estebanillo González, que, por otra parte, no ha variado sustancialmente. Aunque haya sido sólo por el prurito de permanecer fiel al autor de hace quince años, muy distinto del actual, he preferido mantener el texto primitivo y, salvo correcciones de estilo, indico entre [ ] todos los añadidos que implican nueva información. En un post scriptum he procurado reseñar los cambios más importantes, posteriores a 1974, en el estado de la cuestión]. 3 0 JESUS ANTONIO CID Criticón, 47,1989 españoles (vigente en lo fundamental desde los románticos alemanes y Menéndez Pelayo hasta nuestros días) es posible asistir de cuando en cuando a ciertas modificaciones de las estimativas tradicionales, recibidas. El fenómeno debe considerarse saludable para la Historia literaria en sí misma, e importante, sobre todo, por lo que tiene de ilustrativo sobre nuestro propio presente. Una obra singularmente anómala dentro de los clásicos españoles, como lo es La vida y hechos de Estebanillo González (Amberes 1646), no ha quedado ajena a una de esas tendencias de revaluación y asistimos ahora a un moderado pero creciente interés hacia un libro que hasta fechas cercanas se apreciaba sólo por contraste —negativo— con las consideradas desde antiguo como grandes creaciones del género picaresco. Acaso fueron los historiadores quienes primero podían sacar mayor partido de la obra, al detectar lo mucho que ofrecía como testimonio vivo y fidedigno de, por ejemplo, ciertos aspectos de la presencia española en Europa, durante un periodo en que el tan proclamado realismo de la literatura castellana no solía manifestarse cuando el escritor se enfrentaba a ambientes exteriores a la península. Ahora bien, la amoralidad confesa del narrador- protagonista del Estebanillo, su exhibición sin ningún propósito de enmienda de conductas y actitudes poco recomendables en términos éticos (y nada acordes con unos determinados preconceptos sobre el XVII español), que todavía a principios de siglo escandalizaban a los escasos críticos que se habían ocupado de la obra, incidían de rechazo en una apreciación negativa del libro también en cuanto propia literatura. Tal estimación desfavorable a la obra se mantuvo con pocas variaciones hasta que hombres del oficio, y especialmente cualificados en cuanto renovadores de la moderna narrativa hispánica (Alejo Carpentier, Juan Goytisolo), dieron un total giro a las valoraciones recibidas; la propia 'inmoralidad' del libro es apreciada, incluso, como un mérito del autor que supo expresarse con tan rara sinceridad. Extremando los juicios ponderativos, Goytisolo escribirá que en el Estebanillo tenemos "la mejor novela escrita en el siglo XVII (si exceptuamos, claro está, el Quijote)" y "la culminación del género picaresco desde el punto de vista de su primitivo designio" l. Dejando a un lado por el momento cuestión tan aristotélica como lo es en última instancia la de si existen o no "primitivos designios" en los géneros literarios, y aunque muy pocos compartirán una valoración tan extrema como la de Goytisolo, tiene interés contrastar la radical diferencia de puntos de vista entre los críticos o filólogos de profesión y el escritor moderno, y no menos profesional, que contempla el pasado literario de su lengua más libre, o deliberadamente a la contra, de los criterios y prejuicios de la jerarquización recibida de los clásicos. Y sin embargo, las revaluaciones modernas se basan en una consideración de la obra no muy disimilar de la que había recibido de los anteriores estudiosos. Su rasgo definitorio, aunque apreciado ahora con muy distinto signo, sigue siendo un realismo sin fronteras ni tabúes que permitió reflejar una visión del Siglo de Oro habitualmente negada en la literatura coetánea (Goytisolo), o recrear con fidelidad el ambiente y lenguaje del soldado español en Flandes (Carpentier)2. En definitiva, su valor como crónica, no diverso en cuanto tal de las varias autobio- grafías de soldados de los siglos XVI y XVII, seguía prevaleciendo, en tanto que su interés como elaboración artística, como 'escritura', permanecía aún en un discreto segundo término. Ello era 1 J. Goytisolo, "Estebanillo González, hombre de buen humor". Cuadernos de Ruedo Ibérico, 8 (agosto-septiembre 1966), p. 80. Este ensayo fue recogido en el libro El furgón de cola (Paris 1967), y se reproduce, con correcciones del autor, como prólogo a nuestra [primera] ed. de la obra (M 1971). 2 A. Carpentier, El camino de Santiago (Montevideo 1972). Esta narración ofrece, a lo largo de casi la mitad de su texto, una ajustada y a veces casi literal paráfrasis de distintos pasajes de la novela de 1646. 'CENTAURO A LO PICARO'Y VOZ DE SU AMO 31 consecuencia directa de no haberse alterado el supuesto fundamental de que en esta Vida y hechos tenemos una auténtica autobiografía, en donde protagonista, narrador, y autor son una misma persona: un Esteban González, mezcla de gallego e italiano, picaro itinerante en la dislocada Europa de la guerra de los Treinta años, bufón del Cardenal Infante y del general Ottavio Piccolomini, que prematuramente envejecido escribe sus memorias antes de retirarse a Ñapóles para administrar una casa "de conversación", un garito. Ahora bien, es muy posible que tal supuesto no resista la prueba de la investigación filológica, e histórica, y que haya llegado el momento de modificar sustancialmente el lugar del Estebanillo dentro de las clasificaciones genéricas de la literatura española. Claro es que en ese caso el filólogo, al desvelar un mecanismo creador mucho más complejo del que se había supuesto, vendría a dar la razón a un juicio sobre el valor del libro más favorable aún del que empieza ya a ser moneda corriente. 2. Autobiografía o mixtificación. Nuevas perspectivas La valoración crítica de La vida y hechos de Estebanillo González entra en una nueva época una vez que se pone entre paréntesis, claramente, la identidad de su autor. Si no se trata ya de un bufón auténtico que, con mayor o menor estilización, narra su propia vida; y si nos hallamos, por contra, ante la vehemente sospecha de enfrentarnos a una mixtificación literaria en la que son realidad histórica los elementos 'externos1, y buena parte de la propia 'materia' narrada, pero no lo que atañe al yo narrador, es fácil advertir el cambio de giro que la nueva perspectiva exige del lector y del crítico. El Estebanillo se desvincula del terreno de las autobiografías más o menos fantaseadas de personajes reales como Alonso de Contreras o Duque de Estrada, donde según algunos estudiosos estaría su sitio3, y se nos cuela dentro de una categoría muy diferente de obras; la categoría a que —salvando distancias de todo orden— pertenecen obras como El viaje de Turquía o el propio Lazarillo de Tonnes. Poca importancia tendrá en adelante, si se confirma la sospecha, insistir en la adecuación de fechas, lugares, personajes y acontecimientos históricos con los varios que aparecen mencionados en el libro. Ello supondría sólo morder el anzuelo que tiende el anónimo autor, acorde con su pretensión de alegar "testigos de vista y contestes" para dejar en claro que la vida que allí se narra no es "la fingida de Guzmán de Alfarache, ni la fabulosa de Lazarillo de Tormes, ni la supuesta de el Caballero de la Tenaza" (57)4. La atención habría de centrarse, en lo sucesivo, en la forma de elaborar y manipular literariamente unos hechos históricos objetivos que podemos dar — con matizaciones— por garantizados, y en los motivos reales que el forjador de la farsa pudo tener para ejecutarla. Estas nuevas perspectivas se deben a un trabajo de Marcel Bataillon en el que se removían en su totalidad los supuestos desde los que era tradicional aproximarse al libro, es decir los que derivan de 3 Cf., por ejemplo, el trabajo —no muy afortunado— de A. S. Bates, "Historical Characters in Estebanillo González ", Híspante Review, vm (1940), p. 63. 4 Las referencias de página al texto del Estebanillo remiten a la edición de A. Carreira y J. A. Cid (M 1971). [Estimo que las que han aparecido posteriormente no aportan mejoras en el establecimiento del texto ni en el comentario. Algunas reproducen sin más el texto de la éd. de J. Mille de 1934, (como las de Porrúa 1971 y Noguer 1976), o incluso el de la BAE (!), (como la de Doncel 1972). La en apariencia más ambiciosa de Castalia 1979 ofrece un texto híbrido sin criterio consistente, y una anotación descabellada en un castellano a menudo ilegible; por añadidura, en sus notas menos incorrectas —y en las demás— depende en exceso de deudas no confesadas con los trabajos de W. K. Jones (1927), la ed. de J. Millé y la nuestra de 1971. Se halla en prensa una nueva ed. (M Cátedra), muy ampliada, de A. Carreira y J. A. Cid]. 32 JESÚS ANTONIO CID Criticón, 47,1989 aceptar como base la identidad entre el personaje y el autor, según quiere hacerse creer en la obra. En semejante enfoque ve Bataillon un ejemplo más de la tendencia crítica definida por él mismo, siguiendo a Valéry, como "ilusión realista", responsable de la interpretación viciada de varias otras creaciones de la literatura española. A desmontar tal ilusión ha consagrado el maestro varios estudios memorables, y a ellos se suma el que dedicó [ya al final de su fecunda vida] al Estebarúllo González 5. Bataillon hacía resaltar, en primer término, la falta de coherencia moral y social que dentro del personaje existe entre el bufón apatrida y beodo, en el que se extreman —hipercaracterizados— los tópicos de la picaresca, y el criado distinguido y lo suficientemente digno de confianza como para que personas de la más alta significación histórica le encomendasen misiones de carácter semi- diplomático. Inviniendo los términos del pasaje en donde el héroe alcanza, nuevo Lázaro, la cumbre de su buena fortuna cuando "de bufón vine a correo" (320), Bataillon se pregunta si no serán esas misiones de correo, muy abundantes a partir del capítulo IX, las que forman el núcleo verdadero de la experiencia del autor al que se superpone todo un complemento de ficción picaresca 6. Extrayendo ya consecuencias de la hipótesis, que apoya en una lectura perspicaz de varios pasajes, Bataillon concluye que la obra "se présente sous plus d'un aspect comme une burla composée pour le divertissement du Duc d'Amalfi par un auteur qui cachait son vrai nom, mais dont l'identité, ni pour le Duc ni pour son entourage, ne pouvait être un secret" 7. Se trataría, pues, de una falsifi- cación; y urdida con tal éxito que no suscitará el menor recelo en hombres tan próximos como Calderón, que firma en 1652 la Aprobación para la primera edición madrileña, y Nicolás Antonio, que da también entero crédito al bufón-autor8. Bien es verdad que los detalles de la burla se habrían cuidado con atención. Para la lujosa edición de Amberes se habría forjado, incluso, una Suma del privilegio que ni siquiera era necesario en libros de esta clase, otorgado por el Consejo de Brabante, y nada menos que a nombre de Estebanií/o González. ¿Se imagina un documento parecido que autorizase a imprimir su obra al señor Lazarillo de Tormes? 9 El propio lujo de la primera edición 5 M. Bataillon, "Estebanillo González, bouffon 'pour rire' ", en Studies in Spanish Literature of the Golden Age présentée to Edward M. Wilson, éd. R.O. Jones (London 1973), pp. 25-44. 6 Claro es —añadamos— que el núcleo de experiencia auténtica del autor ha de incluir también la vida militar y la práctica de la literatura. Que esta última era una indudable "experiencia" del autor, anterior a la redacción de la pseudo-autobiografía, lo prueban los varios poemas de distinta época incluidos en la misma, sus abundantes recuerdos y citas literarias, y los poemas que damos a conocer en este trabajo. 7 M. Bataillon, art. cit., p. 30. 8 Calderón de la Barca escribe, revelando de paso -como lo advierte Bataillon— que en algún momento se había pensado alterar el título para la edición de Madrid: "... He visto un libro intitulado El entretenido, en que su autor, Estebanillo González, hombre de placer y chocarrero, cuenta graciosamente los discursos de su vida. Está impreso en Flandes con las aprobaciones de su Estado y Vicario general, y a mi juicio no tiene inconveniente..." (53). Nicolás Antonio (1617-1684), por su parte, tiene una entrada para "Stephanus Gonzalez, scurra seu ridiculus comitis Piccolominaei, dum in Belgio rei militari praeesset, scripsit: Vida y hechos de Estevanillo Gonzalez..."', Bibliotheca Hispana Nova, sive Hispanorum scriptorum qui ab anno MD. ad MDCLXXXIV, floruere Notitia (M 1788), p. 292. 9 Es muy posible, sin embargo, que Bataillon llegase demasiado lejos en sus sospechas sobre la autenticidad de esta Suma del privilegio. La redacción es en todo concorde con la de documentos similares que se insertan en varios libros impresos en Flandes; y, sobre todo, debe tenerse en cuenta que el Consejo Privado, cuyos archivos guardan silencio acerca del privilegio otorgado a Estebanillo (según las comprobaciones realizadas por C. Wyffels a petición de Bataillon), y el Consejo de Brabante, que es el que efectivamente lo otorga, eran organismos distintos. Parece también difícil que un jansenista, bien 'CENTAURO A LO PICARO'Y VOZ DE SU AMO 33 hace juego con las declaraciones del prólogo A el lector : "... Porque no lo doy a la imprenta para hacer mercancía del, sino sólo para que sirva de presente y regalo a los príncipes, y señores y personas de merecimiento" (58); o, antes: "Sólo pretendo con este pequeño volumen dar gusto a toda la Nobleza" (57); y con la confesión que hace el autor de ser "humilde hechura" de Piccolomini. El libro habría sido financiado por el Duque y sus amigos como una broma, y hasta podría hacerse caso omiso de las afirmaciones del mismo prólogo, reiteradas al final de la obra (502), según las cuales el libro se imprimía también con la finalidad de que sirviese de aldabada recordatoria: la partida del bufón a Ñapóles requería nuevas dádivas. Insistiendo en la vía que proporciona la indudable y estrecha vinculación que hubo de existir entre Piccolomini y el autor del libro, Bataillon intenta avanzar más en la elucidación de la identidad verdadera del "hombre de buen humor" que tomó a su cargo la parte principal de la mixtificación. Se trataría de localizar entre los colaboradores del Duque a alguien que haya dejado el rastro de su propia personalidad en la obra, como no podía menos de hacerlo; entre otras razones, porque la humorada no existe si no hay otros —el círculo de iniciados— que la compartan. Para ello es necesario que a las burlas se mezclen las "veras", capaces de permitir el reconocimiento de ciertos sucesos, por desfigurados que estén, tras la envoltura ficü'va. Así, los donaires que suceden a Estebanillo a cuenta de un traje polaco en Zaragoza y Bruselas remitirían a un verdadero traje polaco que sus amigos conocieron al autor y que habría sido motivo de extrañeza y chanzas, claro es que no necesariamente idénticas a las relatadas. Como ésa, existirían en la obra varias otras claves, irreconocibles ya en su mayoría para el lector moderno, que convertirían el libro en el resultado de una elaboración compleja y en donde tras cada sentido literal puede sospecharse un correlato de ambigüedad que remite a otro referente, homólogo pero distinto. Lejos ya de "ilusiones" realistas, el estudioso del género novela no podría pedir más —ni menos— para su campo habitual de observaciones. Pero es el caso que Bataillon llega a proponer, como hipótesis, un nombre concreto, si bien con la salvedad de que se trata sólo de avanzar el de una persona representativa de la esfera a la que el autor hubo de pertenecer, y que dentro de esa esfera reúne especiales circunstancias como para poder atribuirle la paternidad del Estebanillo González. De cierto capitán italiano, Gerónimo de Bran, se conoce su condición de confidente de Piccolomini a través de una carta en que se presenta como intermediario del general en unas negociaciones con la corona española10. Esa misma calidad de agente está atestiguada por la inscripción que figura en un retrato de Bran grabado por Lucas Vorsterman, es decir el mismo autor del retrato de Estebanillo González que figura al frente de la edición de Amberes. Por último, a Gerónimo de Bran, "General de los víveres en los Estados de Flandes", aparece atribuida, precisamente, la última de las composiciones laudatorias que preceden al texto de la autobiografía: un soneto acróstico cuya orla lee "Estevan Gonçalez Honor de Galicia" (68). Antes y después de exponer esta concatenación de coincidencias, en el estudio de Bataillon se van trazando aproximaciones entre lo que nos es dado conocer acerca de la personalidad de Bran y la conocido, como el vicario general H. Calenus (Van Caelen), que firma la Approbatio, se prestase a "burlas" de ese tipo. [Sobre la personalidad de Van Caelen cf. ahora la nota Prels.6 de nuestra nueva éd.] 10 Sobre esta carta de Bran, cf. ya nuestra éd., p. 542. No era, por otra parte, acertada la suposición de que otros dos autores de composiciones preliminares laudatorias —Francisco de la Cruz y Francisco de Ali—, que se titulan de "Criado de su Alteza", fueran servidores del Archiduque Leopoldo de Austria y no del Cardenal Infante. Ambos figuran en la nómina de criados del hermano de Felipe IV que a su muerte se remitió de Bruselas a Madrid (cf. Archivo General de Simancas, Estado, legs. 2058 y 2250). 34 JESUS ANTONIO CID Criticón, 47,1989 del héroe de la novela. Así, el posible origen hispano-italiano del capitán sería responsable del carácter híbrido de "español transplantado en italiano y gallego enjerto en romano" (70) del personaje, con que el autor gusta de ironizar n. Del mismo modo, cabría establecer una relación entre las ocupaciones profesionales de Bran, proveedor mayor del ejército, y la obsesión omnipresente en Estebanillo por los oficios "tocantes a la bocólica": pinche, criado de cocineros y colaborador en sus fraudes, explotador de vivanderos y vivandero él mismo a su vez, vendedor de empanadas, aguador, mercader ocasional de limones, etc., actividades todas ellas muy alejadas a las del arquetipo picaresco. La traza de la mixtificación incluiría, además, que en el retrato de Estebanillo (un espléndido grabado de Vorsterman) se representasen algunos rasgos identifícables del verdadero autor. En el cotejo que realiza Bataillon entre este grabado y el del retrato de Bran estima que al menos no existe contradicción, atendiendo a los diferentes ángulos y atuendos con que aparecen los dos personajes. Por último, dentro de la farsa cabría, incluso, el que existiese en la servidumbre de Piccolomini un Estebanillo o Stefaniglio real, fuera o no bufón, sobre cuyos hombros se cargaría burlescamente la responsabilidad de la obra y de cuya experiencia vital se tomaría la materia para algunas de las aventuras relatadas 12. El autor, en suma, superponiendo experiencias propias y ajenas, lecturas y relatos que oyó contar a otros, ni más ni menos que cualquier novelista, habría creado un personaje en el que todo ello se integra. Pero al pretender que el conjunto pase por memorias auténticas en todo y por todo, la amalgama dejaría entrever sus fisuras y a través de ellas podrá vislumbrarse la auténtica personalidad del autor. Ese era el camino que iniciaba brillantemente el maestro Bataillon, quien concluía augurando la posibilidad de hallazgos importantes, para una solución definitiva del problema, en la investigación documental de archivos españoles, belgas e italianos. Pero siempre a condición de superar la ilusión realista: Les situations, relations et occupations d'Estebanillo dans le roman de sa vie devront être analysées en rapport avec les expériences vérifiables de l'auteur supposé, sans prétendre voir dans celles-là des fragments d'autobiographie, mais en traitant celles-ci comme des sources (parmi d'autres) de l'élaboration littéraire de celles-là 13 . 11 He de confesar, sin embargo, que se me hace difícil seguir a Bataillon en sus indagaciones —y en las relaciones que establece— en torno al topónimo Bran, existente en Galicia, el capitán italiano, y un posible descendiente alemán de los siglos XVIII y XIX. Deberá tenerse en cuenta, en cualquier caso, que el apellido del capitán aparece escrito a veces como Brand, Brant o Brande, lo cual (ya en la vía de buscar conexiones remotas e improbables) le pondría en relación, por ejemplo, con autores flamencos de gusto españolizante, como Jhr. H. F. van den Brant (que escribía hacia 1675), o Geeraerdt van den Brande, autor de diversas imitaciones de comedias españolas que se representaban en Amberes hacia 1641-1644. Cf. J. A. van Praag, La Comedia espagnole aux Pays-Bas au XVIIe et au XVIIIe siècle (Amsterdam 1923), y del mismo autor,"Algo más sobre una adaptación flamenca de La Gitanilla de Cervantes", BRAE, XVII (1930), pp. 132-3. 12 Cf. M. Bataillon, art cit., p. 39. Se alude ahí a datos de Archivo, dados a conocer por J. Jamin del Pino en un mémoire de maîtrise de 1969-1970, que demuestran taxativamente la existencia de un Stefanillo o Stefaniglio en el séquito de Piccolomini. [Varios otros testimonios sobre el personaje histórico recojo en el trabajo "La personalidad real de Stefaniglio. Documentos sobre el personaje y presunto autor de La vida y hechos de Estebanillo González" publicado en este mismo número de CriticónAl (1989), pp. 7-28]. 13 M. Bataillon, art. cit., pp. 40-1. 'CENTAURO A LO PICARO' Y VOZ DE SU AMO 35 Hasta aquí la síntesis, con alguna que otra "glosa", de las principales ideas y nuevos datos contenidos en el trabajo de Bataillon. Por mi parte, ya en los trabajos preparatorios de nuestra edición había experimentado un parejo escepticismo en tomo a la identidad del personaje-autor. Tal escepticismo quedó reflejado en la primera parte de una memoria de licenciatura 14, y sirvió de punto de partida para una investigación documental en distintos archivos de España [Italia y Checoslovaquia] que llevé a cabo en los siguientes años. El trabajo de archivo se combinó con el estudio estilístico del Estebanillo y su cotejo con varias obras españolas publicadas o escritas en Flandes entre 1630 y 1660 como límites. [Los resultados finales obtenidos —ya en fecha ulterior a la primera redacción de este trabajo— confirman plenamente, a mi juicio, la intuición y la tesis básica de Bataillon, con la salvedad de proporcionar una explicación de la génesis y composición del Estebanillo más compleja aún que la imaginada por el maestro francés l5. Es cierto que los aspectos más particularizados de la argumentación de Bataillon se nos presentan ahora, casi todos ellos, como hipótesis descartables. Creemos demostrado que no responden a la realidad la propuesta de la autoría de Gerónimo de Bran ni la concepción de la obra como burla gratuita dirigida a un círculo de iniciados, ni aspectos menores como la complicada justificación a las andanzas de Estebanillo en Polonia. Pero, como en Calderón, poco importa errar lo menos si se acierta en lo que es más, en este caso la tesis de que el personaje histórico llamado Esteban González no es la misma persona que escribió la autobiografía publicada en 1646]. 3. Cuatro poemas antifranceses de 1636-1638 El autor del Estebanillo se manifiesta en varias ocasiones como fácil versificador, y alterna su prosa con poemas de muy diverso género y tono. Buen conocedor de los recursos del culteranismo, poco agresivo ya y en su vertiente más vulgarizada, puede utilizarlos con toda seriedad en varias composiciones laudatorias o funerales; pero puede emplearlos también para satirizar sus excesos y reducirlos al absurdo en un soneto que se integra, con evidente retraso, en la polémica antigongorina. En otro registro de todavía menor calidad aparece el rimador interesado por artificios formales como los acrósticos, el eco, o el tour de force aún más pueril de prescindir de una determinada vocal —"la más importante, que es la o "— en la elaboración de un romance. La vena a que mejor se adapta el autor-poeta, y el tono de la obra, se encuentra en una serie de composiciones "epistolares" germanescas que siguen de cerca las huellas de Quevedo y cuyo modelo se había popularizado extraordinariamente a través de los romanceros tardíos, los pliegos de cordel o, incluso, el teatro. Independientemente de su calidad, parece improbable que un metrificador de la facundia que exhibe el autor del Estebanillo hubiese limitado sus experiencias poéticas a los versos que tuvieron 14 "Composición 'condicionada' y ruptura o aprovechamiento de fórmulas en el Estebanillo González". La memoria, de la que fue ponente D. Rafael Lapesa, fue presentada en la Facultad de Letras de la Univ. Complutense en septiembre de 1971. [En un comentario de texto incluido en nuestra éd. (pp. 517-532), se afirmaba: "Nuestro bufón —o quien quiera que fuese, dado que hasta la fecha no ha sido posible encontrar evidencia alguna que descarte la posibilidad de hallarnos ante una de las más geniales mixtificaciones de la literatura española—...". El último párrafo lo reproduce Bataillon al principio de su estudio (1973), acotando "Cette hypothèse est justement ma thèse" (art. cit., p. 25). Y lo hago notar a los únicos efectos de corregir en un punto la sumaria y muy inexacta cronología de la crítica sobre el Estebanillo que proporciona M. G. Chiesa en "Estebanillo González e gli ebrei", Rassegna Iberistica, 11 (1981), pp. 3-4]. 15 [Cf. el post scriptum a este trabajo, con remisión a estudios publicados o en prensa]. 3 6 JESÚS ANTONIO CID Criticón, 47,1989 cabida en la novela. De ahí mi interés al localizar en los índices de la "Colección Salazar", de la Academia de la Historia, la referencia a unos poemas manuscritos entre los que se encontraba uno con el incipit "Dio Fernando entre arreboles". En la comprobación in situ pude advertir que efectivamente se trataba de los mismos ovillejos, más completos, que Estebanillo dice haber compuesto con ocasión de una mejoría que experimentó el Cardenal Infante en la enfermedad que poco después le llevaría al sepulcro. Pero más importancia aún tiene el hecho de que ese poema forme parte de un conjunto. Con la misma letra y en el mismo papel aparecen copiadas otras tres composiciones cuyas características formales, al margen de su contigüidad con la impresa en la novela, me persuaden a atribuirlas sin vacilación al autor del Estebanitlo 16. El manuscrito forma parte de un volumen en folio donde se reúnen varios escritos, sin unidad cronológica ni temática, que estaban ya agrupados en fecha anterior a 1677, como lo atestigua el Catálogo de la biblioteca de su primer poseedor, impreso ese año 17. Los poemas, sin datos externos que permitan averiguar su procedencia directa, ocupan tres folios escritos por ambos lados y sin dejar espacios libres. Es muy posible que el texto sea autógrafo, aunque todo parece indicar que se trata de una copia en limpio, no muy esmerada, sacada de un primer original. Uno de los textos, el más extenso, está fechado en Bruselas a fines de 1638, y los demás pueden datarse con facilidad en 1636, por tratarse de poemas de circunstancias, "noticiosos", sobre hechos militares bien conocidos de esa campaña, segunda de la guerra hispano-francesa en Flandes. Pese a la pequeña distancia cronológica que separa a estos últimos textos, los hechos a que se refieren (enfermedad del Infante, pérdida de Corbie, y paso del río Somme) se sucedieron en orden inverso al que van copiados los poemas en el manuscrito. Al aparecer, además, precedidos por la composición fechada dos años después, se hace evidente que no nos hallamos ante originales de primera mano, y eso mismo es corroborado por la ausencia casi total de tachaduras. El primero de los poemas es una larga Sátira contra los monsiures de Francia, de enorme ferocidad, inspirada por —y concebida como ampliación a— otro poema muy conocido, el romance de La toma de Valles Ronces o "Jácara al mal francés", atribuido y negado a Quevedo varias veces, y cuyo último editor se inclina a asignársela, con pleno acierto a mi juicio, definitivamente 18. El romance quevedesco fue escrito en 1636, año de gran euforia para los frentes militares españoles. En Flandes, tras resistir con éxito al ataque simultáneo de franceses y holandeses del año anterior, el Cardenal Infante invadió la Picardía, tomó varias plazas fuertes y llegó a amenazar con incursiones de la caballería los alrededores de la propia ciudad de París. Estos sucesos llenaron de 16 Cf. B. Cuarteto y Huerta y A. de Vargas-Zúniga, índice de la Colección de Don Luis de Salazar y Castro, XXXVm (M 1967), pp. 262-3. El tomo (9/ 1028 en signatura actual) era el vol. XXIV (N.24) de las "Misceláneas en folio" del Marqués de Montealegre. En la ordenación particular del volumen, los poemas corresponden a los núms. 19 a 23 (60.937-60.940, en el conjunto de la Colección Salazar). 17 Cf. Ioseph Maldonado y Pardo, Museo o Biblioteca selecta de el Excmo. Señor Don Pedro Núftez de Guzmán, Marqués de Montealegre (Madrid 1677), f. 180 r9: "Sátira contra los Monsiures de Francia que se escrivió en Bruselas, año 1638. fol. 114". 18 Cf. Quevedo, Obra poética, m éd. J.M. Blecua (M 1971), pp. 455 y ss.; y, ya antes, tras algunas vacilaciones, en la reed. de Quevedo, Obras completas: I, Poesía original (B 1968), pp. 1365 y ss. La opinión de otro especialista, James O. Crosby, parece ser negativa, al no incluir la jácara en su trabajo "La cronología de unos trescientos poemas". En torno a la poesía de Quevedo (M 1967), pp. 95 y ss.; es de suponer que, dada su fácil datación, el poema habría sido incluido en la lista en caso de considerarlo obra de Quevedo. Cabe señalar, sin embargo, que la prudencia de Crosby es excesiva en alguna ocasión. Fechar, por ejemplo, los tres sonetos contra Richelieu (pp. 133 y 166) entre 1624 y 1642 -años de su ascenso a la privanza y muerte- es decir muy poco respecto a unos poemas que sólo pudieron escribirse en fecha posterior e inmediata a la declaración de guerra de junio de 1635. 'CENTAURO A LO PICARO'Y VOZ DE SU AMO 37 optimismo tanto a publicistas ilustres (Palafox y Mendoza, Pellicer, etc.) como a oscuros redactores de relaciones y panfletos. Pero La toma de Valles Ronces no se limitaba a celebrar con hipérbole las victorias obtenidas; su autor se extiende en ataques personales de gusto dudoso, similares a los de la Carla a Luis XIII que provocarían la reacción airada de Jáuregui19, contra diversos personajes de la corte francesa entre los que será Richelieu, naturalmente, el que sale peor parado. En los manuscritos más tardíos que han transmitido el poema se añade un extenso comentario, de distinto autor, que no manifiesta excesiva agudeza en la explicación de versos problemáticos y se ocupa, sobre todo, en allegar informaciones sobre los hechos históricos men- cionados 20. También es romance la "continuación" que atribuimos aquí al autor del Estebanillo González . Empieza con una dedicatoria o "envío" al "señor de Valles Ronces", es decir Quevedo (o 'Díaz Plantel1, si no es su alias), donde el poeta se excusa por la tosquedad de su pluma, achacable a las condiciones bélicas en que se mueven las musas de Flandes. Sigue, como en La toma..., la narración burlesca de una junta del Parlamento de Paris, terminada aquí en borrachera general. La composición reproduce, y amplía, las alusiones maldicientes a Richelieu y otros personajes que ya constaban en el poema anterior, pero incidiendo más en aspectos políticos, sobre todo en lo que atañe a Flandes. Casi todas las referencias a sucesos históricos o habladurías sobre la corte francesa se aclaran fácilmente con ayuda del citado "comento" al poema de Quevedo, y las crónicas militares contemporáneas de Vincart, Luna y Mora, etc. La siguiente composición del manuscrito, A una enfermedad que tuvo su Alteza del sr. Infante Cardenal en Flandes, ya nos era conocida, como indicábamos, por haber sido publicada parcialmente en la novela de 1646 (pp. 367-8). Además de ofrecer alguna lectura diferente, y preferible, a las del Estebanillo, el nuevo texto presenta dos estrofas que fueron omitidas en 1646. Sobre los motivos que pudo tener el autor para abreviar, o censurar, el poema discurriremos más adelante; así como sobre el hecho no menos significativo de haberse falseado y retrasado en cinco años la verdadera fecha de su composición. En el tercer poema, en quintillas, un Coloquio entre el rey de Francia y Rochelí, el autor trata de restar importancia a la pérdida de Corbie mediante un diálogo que se finge entre Luis XIII y Richelieu, achacándose el mal suceso a la pasada enfermedad del Infante, ahora ya restablecido para temor de sus enemigos. El último producto de nuestro poeta, inédito también, cae dentro del gusto por los virtuosismos formales de que se hace gala en otros versos de la novela. Se trata de una taracea de versos conocidos de romances nuevos y viejos, puestos a contribución para narrar en forma muy forzada La battalla que tubo el Príncipe Thomas al pasar la rivera de Soma y retira[da] de noche del Conde de Suayson. El lector del Estebanillo González advertirá de inmediato la estrecha semejanza en cuanto a léxico, citas literarias, metáforas y otros procedimientos estilísticos, que existe entre la 19 Cf. J. M. Blecua, éd. cit. de 1971, p. 456, con remisión a la monografía de Jordán de Urríes sobre Jáuregui (M 1899), p. 50 [y 74-6], donde se alude al Memorial contra la Carta de Quevedo. 20 El "Comento" fue publicado por primera vez, junto con el poema, por F. Janer, Obras de Quevedo, m (BAE, LXDC), pp. 528-542. Puede leerse ahora en la ed. de Blecua (1971),realizada a la vista de todos los mss. conservados, pp. 464-493. El "Comento" es atribuido a Pellicer, con razones convincentes, por A. López Ruiz, "Pellicer comentador de Quevedo", PSA, XVII (1972), núm. lxiv, pp. 155-170. Es evidente, en cualquier caso, que quien lo escribió seguía muy de cerca para la explicación de varias estrofas la Defensa de España contra las calumnias de Francia, de Pellicer. 3 8 JESUS ANTONIO CID Criticón, 47,1989 autobiografía y los nuevos poemas. Muy especialmente en el caso de la Sátira contra los monsiures, donde apenas hay párrafo para el que no se puedan allegar paralelos significativos, que se multiplican en el cotejo con otros dos romances del libro: el de la despedida a la corte de Bruse- las, con el que se cierra la obra (501-3), y el que se supone dirigido al protagonista por boca de una cortesana de Ñapóles (433-5). Además de presentar los tres poemas la misma asonancia, en ú-a, rara en todas las épocas, y algunos versos idénticos, vemos desplegar ahí todo el vocabulario germanesco, tan grato al anónimo autor, así como varios de los latines y citas literarias implícitas que aparecían en la novela Una elemental reserva crítica hará reparar en que si el autor del Estebanillo hubiera insertado en su obra versos de pluma ajena, como bien pudo hacerlo, los paralelos de estilo entre unos y otros poemas serían una prueba insuficiente para la cuestión de autoría que ahora nos ocupa. Volveremos sobre ello, pero baste señalar por ahora que algunas de las coincidencias más 'probatorias' se producen, precisamente, entre los poemas del manuscrito de la Academia de la Historia y pasajes en prosa de la novela. Sin más preámbulos, editamos las cuatro composiciones, anotando las lecturas de la novela en que se presentan las correspondencias más significativas 21. Aunque el despojo no es en absoluto exhaustivo, creo ofrecer una muestra suficientemente amplia de todo lo que puede abonar la identidad de autoría. Incluyo las expresiones lexicalizadas y fórmulas comunes a la lengua literaria de otros autores contemporáneos, pues también esos clichés pueden ser reveladores por su presencia o ausencia. Sobre todo cuando puede trazarse una dependencia respecto a Quevedo, por haber sido éste (junto con Góngora) el escritor imitado con más ahínco por el anónimo autor de La vida y he- chos de Estebanillo González. [f. 114 rto.] [1] Sátira contra los monsiures de Francia, que se escribió en Bruselas, fin de 638 años 1 Señor el de Valles Ronces, pues nos recrean sus musas, oyga [a] aquesta que a beuido en las estigias lagunas. 21 Los textos manuscritos se reproducen con la autorización de la Academia de la Historia. A la amistad de D. Julio Caro Baroja debo [debí, en su día] la rapidez en la resolución de los trámites reglamentarios. He seguido un criterio de transcripción ligeramente más estrecho que el utilizado en nuestra ed. del Estebanillo González, con vistas a facilitar un posible cotejo de los hábitos gráficos del autor.

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donde se registra también el derivado botoral,y S. Gili Gaya, Tesoro Lexicográfico). CRITICÓN. Núm. 47 (1989). Jesús Antonio CID. «Centauro a lo
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