Estaban unidos por un profundo vínculo que les convertía en dos gemelos excepcionales, capaces de simular fácilmente la identidad del otro. Con semejante talento, sumado al innegable don de la seducción aprendido con los años, no era de extrañar que a los hermanos Christopher y Nicholas Hatton se les considerara los solteros más atractivos en las altas esferas de la aristocracia inglesa. Pero, pese a que pocos eran los que podían distinguirles, para lord Henry Hatton, padre de ambos, sí existía una diferencia radical entre los gemelos: habían nacido con más de un día de diferencia, y mientras lord Hatton veía en Christopher a su primogénito y heredero, en Nicholas sólo apreciaba al vástago maldito, cuyo tortuoso nacimiento se había llevado la vida de su esposa. Un repudio paternal que, como bien sabía Alexandra Sheffield, amiga de los Hatton y enamorada de Nick desde la adolescencia, jamás conseguiría hacer mella en el noble espíritu del menor de los hermanos. Aunque el tiempo sí le sometería a la más dura de las pruebas, cuando Nicholas descubriera que su progenitor había pactado el enlace matrimonial entre la hermosa Alexandra y su hermano. Un duro golpe al que se sumaría un trágico incidente: durante una partida de caza, Christopher disparará accidental y mortalmente a su padre, y Nicholas se sentirá obligado a encubrirle a toda costa, aunque el precio sea distanciarse de Alexandra