•'? T: A :<# > ^ v¡- >• .. «r^. •^< - #:> CARTAS LOS JESUÍTAS El Celebre Monsieur laurent, Profesor de la üniverddad de Gante. TRAnUCIIX\S POR PRIMERA VEZ AL CASTELLANO. ----^OOÍ«<>5íi'C- GUATEMALA: TIPOGKAFIA DE "EL PROGRESO, CALLE DE Guadalupe, N.*^ 14. 1876. Colección LuisLujanMuPk)2 UnlvtfiididFranciscoMarroqu»n wv»w>ufm.edu*Guatemala PRIMERA PARTE (ÍQUE SON LOS JESUÍTAS? INTRODUCCIÓN El sentimiento religioso es innatoen el corazón del hom- l)r«^ Li creencia en Dios, en la inmortalidad del alma, en to- do lo que es ideal, infinito, eterno no puede destruirse en él sin destruir la parte espiritual de suser, sin destruirsu razón. El hombre lia sido hechopara pensar y para amar. S6 pena de veral hombre estraviarse fuera delas sendas de la verdad^ es preciso dar alimento á aquella sed de amary de conocer, que es la esencia de su naturaleza espiritual. Le- jos (le destruir las grandes ideas morales en cuya vivificante atmósfera respira únicamente el espíritu con libertad, es me- nester separarlas de la mezcla grosera en que las ha envuelto un falso catolicismo. Kl tiende a debilitar la verdadera religión, que ha sido ])r.)stituida por los que han pretendido hacer de ella el ins- trumento de su dominación. Así es (pie en ninguna parte está tan debilitado el senti- miento religioso como allá dondeha sido mas completa la del (jlero fanático yultramontano. Así es que en ninguna parte donde, por el contrario, la doctrina religiosa no prebende abrazar la sociedad política, el sentimiento religioso es mas puro ymas elevado. Nada es mas lógico y mus natural. Pero los fanáticos no cambian deprincipios. Son los que INTRODlTClOxX. se rebelan contra el siglo,losque trj.ban la lucha contrala so- ciedad civil, los que anatematizan la civilización. Contando con los hábitos y las supersticiones, confiando en la imbecilidad de las masas, se atreven á llamarse santos paraperseguir, á nombrede lareligión, la libertady para pros- cribir el pensamiento. Las constituciones de los pueblos modernos proclaman que el estado es el órgano de la soberanía nacioi.al, mientras que el ultramontanismo establece al lado del estado otro po- der soberano. Todos los ultramontanos reconocen la supre- macía de la iglesia, y todos profesan como un d(>gma la doc- trina que se atrevió á vertir en el pulpito de la catedral de San Salvador su actual obispo diocesano en el último aniver- sario de la independencia de Centro América, á saber: que el estado está subardinado á la igla^ia y qve el Gobierno ea depen- diente delpapa. Esto es negar el prmcipio fundamental de las institucio- nes representativas, que atribuyen la soberanía á la nación sin restricción ni subordinación ninguna. El cantorberianismo ha transportado, pues, á la iglesia — la soberanía, que pertenece al pueblo. Sus mas formidables combatientes son los jesuítas. Según el credo de estos, el fin santifica los medios: funesta doctrina que consagró el genio de Maquiavelo. Pero Maquiavelo perseguía un fin legítimo y santo, la independencia de Italia, mientras que el objeto de los jesuítas es restablecer la dominación de laiglesia sobrelos individuos y sobre la sociedad. Esto es para ellos la mayor gloria de Dios. Devorados de ambición, trabajan por hacer al papa señor del mundo para dominar á éste por medio áh aquel. Preten- den santificar esa ambición confundiéndola con el triunfo de la iglesia. Su principal trabajo es destruir los grandes principios de la civilización moderna, las libertades que tiene de Dios:1a libertad política, la libertad religiosa, la libertad del pensa- miento, la libertad dela prensa. Arrojan el guante á la razón y pretenden imponer sus doctrinas al siglo dieznueve. La debilidad ha temido, laindiferenciaha desdeñadodis- INTHODriNTOX. III (íutir los pensaiTiieiitos q\w la 8Uperst.icio»i H.-una dogmas reli- giosos y en los que la i«^noi-;intna ve una eosa siigrada. Es menester que (;l puel)lo conozca el verdiidero cristia- nismo y lo distingíi del tejido de leyendas creadas por el fa- natismo y tiasmitilas de siglo en siglo por la credulidad de las misas. El espíritu humano seahoga dentro de la estrecha cái'cel que le c )astruy(ri los dogmis de laiglesiaromana. La ciencia, en otro tiempo el privilegio de unos pocos, ha venido á ser el patrimonio de todos y los métodos que emplea, la posesión de las verdades que ella enseñaengendran unaimlecible aver- si<m por doctrinas que son una temeraria negación de la ra- zón y déla libertad. El ultramontanismo trabaja por reconquistar sus preten- didos derechos, y en países como el nuestro, donde tiene tinto imperio la tradición, encuentra armas y se inspira de esperanzas. Con la mira do combatiresostr.'tbajosvamosá traducir u- naobraque pinta,cual ningunoloh-i hechotodavín., á losglan- des atletas del cantorberiínis.no. E-ta obra es La.^ (Jurtua so- bre /o.s' JeMiitan del célebre escritor y publicista belga Lanrent: obra (pie no ha sido traducida al castellano. Esperamos que los verdaderos amigos de las libei^tade.-* públicasy del pr.)gTeso moderno nos agradezcan estetrabajo. Él podrá ser útil no solo en Centro América, .sino en las demás repúblicas hispano a>ii-i'icanas, donde el ultramonta- nismo trabaja con las mismas urmas y cuenta con el mismo apoyo. La historiarecuerda que muchas veces en ellas uno de tantos ambiciosos seha vestido de repeute un dia con un bri- llante uniforme y reclutando cierto numen) de aventureros se ha hecho proclamar Gefe Supremo, Presidente ó Dictador de su patria, encontrandosu mas firme apoyo en el partido faná- tico-clerical, siempre dispuesto á aliarse con cuantos se pr«». pongan ahogarlas libertadesde un pueblo. El ultramontanis- mo no vacila en estos casos en poner todos sus recursos del lado del militarismo. Cuanto mas vuelo toma, cuanto mas se estiendo eu nn país la libertad, tanto mas espuesto está al yuyo de la repre- sión. No hay que dudarlo, los partidos reaccionnrios no pne- IV INTRODUCí^TON. den perdonar á un pueblo que establece un régimen liberal. No es un atentado, no, protejer el orden público y tratai" de organizar en una nación un gobierno estable, que son los pretestos á que apelan los hombres de espada para apoderar- se del mando; pero sí es un atentado sobreponerse con gol- pes ciegos á todos los respetos humanos, sí es un atentado atacar las leyes establecidas, atropellar la justicia, violar los principios y falsearlas instituciones. En todos los triunfos de tales hombres hay abuso é in- tervención de bastardas pasiones, ora los consigan en el pa- lenque electoral, ora en el campo de la fuerza, oraen los con- ciliábulos de la diplomacia. Por eso cada día tienen que re- currir á nuevos subterfugios y represiones para afianzarse er el poder viendo que, aunque los apoye el oscurantismo, les vuelven la espalda cuantos desean h libertad s^n C!<C€sos t/ el orden sin ¡a intimidación. Guatemala, Diciembre 27 de 1876. El Tradüctou.