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Cali: terratenientes, mineros y comerciantes PDF

194 Pages·1975·2.062 MB·Spanish
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Germán Colmenares Cali: terratenientes, mineros y comerciantes Universidad del Valle. División de Humanidades. Cali, 1975 ÍNDICE ABREVIATURAS UTILIZADAS INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE: LA ECONOMÍA Capítulo I - Orígenes y evolución del latifundio en el Valle del Cauca (ss. XVI y XVII) Capítulo II - Las haciendas de Cali en el s. XVIII Capítulo III - Elementos de las haciendas Capitulo IV - El crédito en una economía agrícola SEGUNDA PARTE: LA CIUDAD Y SUS HABITANTES Capitulo V - Las minas y el comercio Capítulo VI - La ciudad Capítulo VII - La sociedad Capítulo VIII - La política APÉNDICE Haciendas y propiedades de vecinos de Cali. 2 ABREVIATURAS UTILIZADAS MUV. Microfilm Universidad del Valle. La mayor parte del material de este trabajo proviene de los libros de escribanos de la ciudad de Cali que fueron microfilmados por el Departamento de Historia de la Universidad del Valle. Este trabajo estuvo a cargo mucho tiempo del Profesor Francisco Zuluaga. Como las citas son demasiado frecuentes se ha reducido la referencia al rollo (r.) y al folio (f.), recto (r.) o verso (v.). En los libros originales la referencia puede identificarse por el año y el día o por el folio. AJ 1o. CCC. Archivo Judicial del Circuito Civil lo. de Cali. Este archivo se conserva en un gran desorden en un depósito en el Edificio del Gobierno Nacional en Cali. La Universidad del Valle ha intentado iniciar su microfilmación pero se ha tropezado con una infinidad de pequeños obstáculos. AHNB. Archivo Histórico Nacional de Bogotá. AGI. Archivo General de Indias. ACC. Archivo Central del Cauca. HAHR. Hispanic American Historical Review. BCBLAA Boletín Cultural y Bibliográfico. Biblioteca Luis Angel Arango. 3 A mi esposa, Marinita, a mi hija, Luz Amalia, a mis amigos Aníbal Patiño –que me ha enseñado tantas cosas sobre el Valle del Cauca–, Álvaro Camacho y Fernando Garavito. 4 INTRODUCCIÓN La ausencia de estudios concretos sobre la formación económico-social colombiana hace posible posturas dogmáticas, a veces un poco infantiles cuando se ven confrontadas con la necesidad de realizar un trabajo serio y paciente. Los esquemas más generales y abstractos tienden a sustituir de una manera fácil este tipo de trabajo con el pretexto de una ortodoxia y de la urgencia de tomar posiciones. En Colombia, al menos, no parece haber llegado el momento de distinguir claramente entre el trabajo intelectual y una acción política más o menos caótica. De allí resulta una cierta incapacidad de plantearse un problema en presencia de una información adecuada. La labor de reflexión parece ociosa si no se la pone a prueba inmediatamente en alguna escaramuza política. Y ni siquiera los conceptos se elaboran para orientar la acción sino para aplastar a algún adversario, real o supuesto. Cuando se habla, con gran solemnidad, sobre la "metodología correcta" se está hablando, en el fondo, de una profesión de fe. Con ello no se pretende otra cosa que ignorar las bases reales de una discusión para reducirla a nociones entresacadas de lecturas caprichosas y mal digeridas. A menudo, el uso arbitrario de "categorías" que tienen una gran relevancia en otros contextos impide ver los elementos más obvios de una realidad que se nos ofrece como material de investigación y no simplemente como una ocasión de reemplazar esa realidad viva por el cascarón vacío de una categoría sacrosanta. El falseamiento de la realidad que resulta de allí inhibe por anticipado a un acercamiento más concienzudo, tachándolo de empirismo. Cuáles son, por ejemplo, los contornos reales de conceptos como "hacienda" y "plantación"? En ningún caso se trata de entidades abstractas o de conceptos "universales", en los que pueda hacerse encajar a la fuerza una realidad viva y actuante. Tampoco podemos reducirlos a una infinita particularidad en la que los "casos" cobren más importancia que el concepto. Esta tensión entre lo general y lo particular es propia del conocimiento histórico. Si rehusamos aproximarnos a una realidad concreta so pretexto de afirmar una certidumbre preestablecida o la "validez" intemporal de un concepto, estamos privándonos de la posibilidad de modificarlos y de actuar de una manera adecuada sobre la realidad. En el trabajo histórico la validez conceptual es siempre provisoria. Se mantiene hasta el momento en que los matices nos ayudan a percibir un concepto más comprensivo, es decir, más universal. No se trata entonces, como podría creerse, que el examen de lo particular desintegre la validez conceptual hasta reducirla a un empirismo. 5 La pretensión de alcanzar de un salto la comprensión global de la totalidad histórica elimina todo proceso de elaboración conceptual y se encierra en el manejo de una jerga cuyos contenidos sólo se revelan a los iniciados. La creencia de que no existe una historia nacional (creencia muy difundida entre las últimas generaciones de estudiantes universitarios en Colombia) sino simplemente una sucesión de etapas de dependencia colonial, cuyo solo examen en términos de comercio internacional bastaría para la comprensión de nuestro pasado, ha reducido a la nada el interés que debería suscitarse en torno a desarrollos regionales. A primera vista, un país como Colombia presenta tal diversidad regional que la simplificación excesiva que conlleva la tesis de la "dependencia colonial" ha debido parecer sospechosa. Esto no quiere decir, entiéndase bien, que pretenda negarse la existencia de nexos de dependencia económica. Pero en cada caso su valor explicativo es diferente con respecto a elementos originales de subsistemas regionales. No puede pretenderse, por ejemplo, que el tipo de conexiones de una región portuaria con una metrópoli son los mismos que los de una región aislada y sometida al régimen de una economía casi natural, o que una región minera atrae de la misma manera artículos manufacturados que una región dedicada exclusivamente a la agricultura. Tampoco es lícito extrapolar aspectos que presentan un tipo de dependencia histórica, más o menos reciente, a una etapa más remota, sin plantearse previamente ciertos problemas relativos al grado de integración económica, a las magnitudes, a las distancias o a las técnicas, es decir, a las condiciones empíricas dentro de las cuales se establecen las relaciones económicas. Aunque, a partir del siglo XVI, cuando se inicia en Europa un proceso de "acumulación primitiva de capital", podría postularse de una manera muy general que las economías locales más remotas del mundo colonial se "articulan" de alguna manera a este proceso de economía mundial - o, en otros términos, que en una determinada fase de la expansión capitalista este sistema somete a sus exigencias los rincones más distantes del globo y éstos, a su vez, no pueden escapar de los tentáculos del modo de producción dominante-, vale la pena preguntarnos todavía cómo es posible esta "articulación", a través de qué sector -o sectores- de la producción y cómo los restantes se vinculan a su turno, qué importancia tienen los mercados regionales y cómo se organizan en provecho de esa "acumulación primitiva" tan distante. Por fortuna, últimamente han venido en auxilio de estos temas las investigaciones de Salomón Kalmanovitz, para quien - parafraseando a Marx- "...la base de todo análisis materialista de la historia y de la economía colombiana debe partir de las relaciones que se dan dentro de una población dada, del ordenamiento social que se desprende del modo de producción, 6 es decir, de la población dividida en clases, de la forma como trabajan y como toma lugar la división social del trabajo, seguidamente, cómo circulan y se cambian los resultados de este trabajo en la sociedad y el mercado mundial; finalmente, qué formas asume el Estado y cómo influye en la Producción".1 Este viraje metodológico, que privilegia el análisis de la producción misma y de sus formas sociales antes que los fenómenos del mercado internacional, debe conducir a la investigación de "parcelas" de la realidad, y no simplemente por "nacionalismo" o por regionalismo provinciano, sino con el fin de sustentar una teoría más adecuada de la formación económico- social. Aún más, las preocupaciones de historiadores europeos tienden a descartar la aplicación indiscriminada de categorías "clásicas" a las formaciones peculiares precapitalistas y se encaminan a deducir, por ejemplo, de una manera concreta, una "teoría económica del sistema feudal" a partir de investigaciones empíricas. El historiador polaco Wiltold Kula, que ha emprendido esta tarea con respecto a la Polonia del siglo XVIII, advierte que "...entre las tesis que pueden formularse sobre el obrar económico humano, no pocas tienen diferentes grados de aplicación cronológica y geográfica..." E insiste: "...parece sin embargo cierta la tesis marxista de que la mayor parte de las leyes económicas, y justamente las más ricas en contenido, tienen un alcance especial y temporal limitado, circunscrito por lo general a un determinado sistema socio-económico..." Frente a esa comprobación vale la pena preguntarse una vez más, cuál era el sistema socio-económico imperante en América durante la época colonial? Sobre este punto está lejos de llegarse a un acuerdo debido, sobretodo, a que ni siquiera se ha llegado a identificar con alguna precisión los elementos que intervienen en el problema. Muchos han insistido en la tesis tradicional según la cual la existencia de una metrópoli encadenaba a sus necesidades (sobretodo de orden fiscal) el ordenamiento de los factores productivos de sus colonias. Pero el carácter ambiguo de la metrópoli española acumula obstáculos a esta tesis, que subraya sobretodo el carácter "mercantilista" de las relaciones coloniales. En efecto, ya a comienzos del siglo XVII el "monopolio" sevillano había dejado de ser español y las relaciones comerciales con las colonias americanas estaban dominadas por un mercantilismo europeo, sobretodo francés. 3 De esta manera se introduce una instancia más que obliga al análisis detallado del crecimiento capitalista en su conjunto. Pero, de otro lado, en las colonias se maduró un complejo social en el que los españoles americanos gozaron de privilegios inauditos y llegaron a constituir un dolor de cabeza permanente para el rey y sus funcionarios coloniales. Se trataba entonces de simples intermediarios entre sistemas productivos arcaicos y las 7 instancias sucesivas que encadenaban esos sistemas a un proceso de acumulación capitalista que se centraba en Europa? O, de alguna manera, su existencia misma explica las formas peculiares de dominación mediante las cuales se explotó el mundo colonial americano? 4 De otro lado, qué decir del transplante de instituciones que tuvieron que adaptarse a las condiciones americanas y que ya ni siquiera en España podían calificarse de "feudales"? Los vínculos personales de una jerarquía militar, mantenidos para empresas guerreras y no para subordinar mano de obra como factor productivo, se disolvieron en América una vez repartidos los frutos de la conquista. En América, ningún español trabajaba para otro sin un salario pues para eso estaban los indígenas y, en su ausencia, los esclavos. De esta manera, nexos propiamente "feudales", es decir, formas de subordinación del trabajo mediante una sujeción extraeconómica, se crearon sólo en el momento en el que desaparecieron los últimos vestigios de un sistema productivo americano y en el que un mestizaje "libre" y desposeído había alcanzado un potencial demográfico considerable. Es indudable, por otra parte, que América contribuyó a la acumulación capitalista original y que el continente, junto con los otros continentes explotados desde el siglo de los "descubrimientos", se inserto en un sistema mercantilista mundial. A este nivel, la discusión sobre el papel de las colonias americanas en el surgimiento del capitalismo -o de la transición de un capitalismo mercantil a un capitalismo industrial- tiene plena validez. Para el siglo XVI, Earl J. Hamilton ha examinado el impacto de los metales americanos en la coyuntura europea. Esta explicación se da en términos puramente monetarios, es cierto, y tanto por sus fuentes como por su problemática busca respuestas a una situación europea específica. Queda por abordar el aspecto propiamente americano, el problema de formaciones económico-sociales asentadas en regiones que tenían unos determinados recursos de minas, tierras y mano de obra. 5 Se trataba acaso de meras prolongaciones de un sistema mercantil a escala mundial? O, no vale la pena más bien, antes que hacerlas desaparecer en el análisis mediante una simple cuantificación de su "aporte", considerar primero estas formaciones en su peculiaridad teniendo en cuenta, eso si, que los mercados regionales podían inscribirse en una red mucho más vasta de intercambios? Para precisar el punto de intersección entre las economías regionales y el sistema mercantilista se requiere conocer los mecanismos que subordinaban unas actividades económicas a otras y que no siempre tenían una expresión política adecuada. Usualmente se presume, por ejemplo, que lo que encadenaba a las economías coloniales era una decisión política de la 8 metrópoli. De allí que se especule interminablemente -y sin someter a crítica alguna- sobre los presuntos efectos desastrosos de prohibiciones tales como la del cultivo de la vid, del olivo o de la morera. Para darse cuenta de la inocuidad de estas prohibiciones bastaría preguntarse qué hubiera ocurrido si lo que se hubiera prohibido fuera el cultivo del algodón, de la caña y la producción de aguardiente. Y a este respecto cabe preguntarse también cuántos trabajos serios se han producido sobre el problema del estanco del aguardiente. Es posible que, en virtud de la necesaria conexión de las economías locales con un sistema mundial (o economía-mundo, como la llama P. Chaunu), hayan existido actividades privilegiadas, desde el punto de vista de los intercambios, tales como el comercio. Pero no es cierto en la misma medida que el comercio, o mejor, los comerciantes, hayan gozado de privilegios políticos a nivel local. La estructura política local privilegiaba de una manera natural a los "vecinos" con un fuerte arraigo y una tradición familiar terrateniente. Los comerciantes mismos buscaron este arraigo convirtiéndose en terratenientes y vinculándose al patriciado local mediante nexos matrimoniales. 6 La otra alternativa del problema, la del "feudalismo americano", debe clarificarse también teniendo en cuenta datos concretos de los sistemas agrarios de Hispanoamérica. Cuando se habla de feudalismo -o mejor, modo de producción feudal- no se está haciendo una mera referencia cronológica. Por eso, posiblemente, América esté más lejos del feudalismo en el siglo XVI que en el XVIII. Y la realidad de los siglos XVIII y XIX es incomparable con la que se ha creado en nuestro propio siglo. La categoría modo de producción feudal no se evidencia en el mero trasplante de instituciones más o menos medievales sino que requiere el examen empírico de cómo estaban organizados los factores de producción. Como se sabe, en el siglo XVI fueron los metales preciosos (que se daban en abundancia y podían explotarse con una mano de obra barata) los que integraron las colonias españolas a un circuito mundial. Las formas de producción no eran por eso capitalistas pero tampoco (piénsese en la incorporación de mano de obra esclava) eran feudales. En los siglos XVIII y XIX, en cambio, cuando los ciclos metalíferos agotaban sus posibilidades, muchas explotaciones agrícolas se cerraban sobre sí mismas y creaban formas de coacción con respecto a una mano de obra "libre" pero escasa. Estos momentos de "encerramiento" han sido frecuentes en todos los países de Latinoamérica. Ha habido, es cierto, episodios de oro, del cacao, del tabaco, del azúcar o del café, pero sólo han sido eso: episodios. Para muchas regiones la actividad de una agricultura de mera subsistencia -o de un radio de comercialización muy limitado- ha sido la regla. En Colombia, regiones como Antioquia, o el Valle del Magdalena (y con éste, 9 en parte Santa Fe) vieron disminuir su importancia en el en el siglo XVIII, en tanto que el Valle del Cauca y la antigua provincia de Popayán conocían un nuevo ciclo del oro y las regiones de Vélez y de Girón desarrollaban una actividad manufacturera en torno a los obrajes tradicionales. El siglo XIX, con el tabaco, presenció un nuevo resurgimiento -efímero esta vez- de una actividad colonial en el Valle del Magdalena, en tanto que la provincia de Popayán entró en una crisis secular hasta que, a comienzos de este siglo y ya bajo un signo claramente capitalista, volvió a resurgir una economía agrícola en el Valle del Cauca. Estos altibajos regionales no pueden estudiarse, evidentemente, sin una referencia precisa a las oportunidades de un mercado mundial. Y esto es cierto con respecto no sólo a una producción contemporánea, claramente capitalista, sino también a épocas más arcaicas, en las que dominan tipos de producción "tradicionales" o "arcaicos", es decir, precapitalistas. Pero, entonces como ahora, por qué unas regiones y no otras? Se trataba, acaso, del mero azar en la presencia de unos recursos que de pronto encontraban acogida en los mercados internacionales? La respuesta se encuentra sin duda del lado de la comprensión del fenómeno capitalista mismo y de sus espejismos financieros. El guano chileno-peruano, el salitre chileno o el caucho amazónico estuvieron, como el oro y la plata, en el origen de fortunas efímeras, de ciclos de prosperidad repentina que parecían señalar los límites más propicios de la actividad productiva de estos países en el suministro de materias primas. Pero estos son casos extremos. Sobre estos ciclos existió, más o menos velada, la esperanza (si no la formulación explícita de una teoría) de que serian un primer motor, capaz de dar un impulso inicial a otras actividades menos azarosas. Si de un lado estaba el mercado internacional que favorecía estos espejismos, del otro persistían estructuras sociales y económicas que asimilaban el episodio -oro, tabaco, o lo que fuera - y que, una vez transcurrido, permanecían. La cohesión de estas últimas no estaba dada entonces por las conexiones evidentes entre un tipo de producción de materias primas o de frutos tropicales y un sistema capitalista ya desarrollado sino por un sistema político y social cuyos fundamentos económicos más profundos quedan por examinar. Finalmente, si se toma como referencia el modelo de una sociedad feudal clásica para interpretar lo que ocurría en América en los periodos de "encerramiento", habría que desconocer las referencias empíricas más evidentes. La formación, por ejemplo, de lo que Marc Bloch ha llamado "vínculos de dependencia" -es decir, formas de subordinación personal difiere tanto del modelo europeo que una generalización de éste resulta inadecuada. En unos casos se trataba de mestizos y mulatos sin tierras que se 10

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