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BORGES Y HARDOY PDF

229 Pages·2015·0.95 MB·Spanish
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Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo GASTÓN PÉREZ IZQUIERDO Borges y Hardoy UN DIÁLOGO EN EL CIELO OBRA DE FICCIÓN EDICIÓN FUNDACIÓN Dr. EMILIO J. HARDOY Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo AGRADECIMIENTOS La “Fundación Dr. Emilio J. Hardoy” agradece muy especial-mente a las siguientes personas, cuyas tareas han hecho posible esta publicación: Jorge Fiorito y Gloria Hardoy de Fiorito, por su inestimable apoyo y permanente estímulo; María Cecilia Tosi, por su invalorable labor editorial; Patricio Pablo Pantin, por su denodado empeño en la maquetación de este libro; Gastón Pérez Izquierdo (h), por la confección de la original portada. Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo EXPLICACIÓN OBLIGADA Vano fue el intento de Carlos Pellegrini. El Gringo, como se lo llamaba habitualmente por el color de su piel y las famosas pecas, había querido formar un partido nacional que reuniera las corrientes conservadoras y liberales que existían en el país y para eso reunió a los principales referentes provinciales y porteños en un histórico encuentro que se realizó en el insustituible Teatro Odeón de Buenos Aires. El mensaje, que dejó ahítos de entusiasmo a sus partidarios, se conoció con el nombre de “discurso del Odeón”, pero Pellegrini, el hombre que reunía el consenso de todos los dirigentes que se dieron cita en la asamblea, murió al poco tiempo y la idea se frustró. En ese entonces, el siglo XX era flamante. Después, desde la Presidencia de la Nación, Roque Sáenz Peña impulsó la ley que instituía el voto secreto y obligatorio, el empadronamiento del varón al cumplir 18 años y un régimen electoral de mayorías y minorías. El triunfo de Yrigoyen en los primeros comicios secretos que se verificaron en 1916 pareció confirmar el irónico vaticinio de Pellegrini a algunos de sus correligionarios: “¡Sigan así y hasta Hipólito Yrigoyen va Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo a ser presidente de la República!”. Las fuerzas conservadoras, surgidas a partir de la Constitución de 1853, y cuya gestión había sostenido el enorme crecimiento del país durante los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, ingresaron en una etapa de diáspora y eclipse. Es cierto que la Argentina había experimentado la fundación de un partido de esa tendencia que abarcaba toda la superficie del país en las últimas décadas del siglo XIX. De hecho, Nicolás Avellaneda llegó a ocupar la presidencia de la Nación impulsado por el Partido Autonomista Nacional (PAN), y Adolfo Alsina, su principal aliado, cuando fue interrogado sobre las bases del acuerdo que había formalizado con Avellaneda, dijo que los amigos del Presidente y los suyos habían tomado el compromiso de constituir una fuerza política de alcance nacional. Avellaneda confirmó la generosidad de la alianza: “nada me ha pedido y nada le he dado”, dijo aludiendo al caudillo de Buenos Aires. No existió un “toma y daca”, tan frecuente en los arreglos políticos de nuestros últimos años. En la práctica, esta fuerza tendría que haber nacido con la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento en 1868, cuando su candidatura fue apoyada por las corrientes del interior y Alsina, jefe indiscutido del autonomismo bonaerense, fue elegido Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo vicepresidente suyo. Pero el gran sanjuanino tenía celos de su vicepresidente, lo desdeñaba y la formación de un partido nacional orgánico debió esperar. Julio Argentino Roca – el gran artífice de la Argentina moderna – descreía de los partidos políticos y confió su suerte a la “liga de los gobernadores” (los hombres que tenían “la situación”, es decir, los caudillos lugareños), astuta combinación entre los distintos individuos fuertes del país cuya alianza logró para sostener su llegada al poder y el posterior ejercicio del mismo. Recién después de 1930 y para integrar la Concordancia (que fue una alianza electoral entre radicales antipersonalistas, socialistas independientes, liberales y conservadores), estos últimos se unieron en una fuerza corporal: el Partido Demócrata Nacional, que al sumarse a aquella impuso el vicepresidente: Julio Argentino Roca, hijo, que acompañó al general Agustín P. Justo en la fórmula presidencial. Pero de una manera paradójica, la caída del peronismo en 1955 desintegró ese partido; dividido primero entre quienes querían acentuar su papel opositor a Perón y aquellos que aspiraban a sustituirlo levantando algunas de sus banderas. Así se inició, poco después, el camino de la disolución. Los dirigentes volvieron a replegarse sobre las estructuras provinciales y de aquella agrupación que diera dos vicepresidentes al Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo país (Roca hijo y Ramón S. Castillo) solo quedó un muñón, expresión minusválida de lo que fuera un brazo largo de la República. El último intento por recrear una corriente que ocupara el lugar del PAN o materializara los sueños de Pellegrini se realizó al comenzar la década de 1960 y a Emilio J. Hardoy – por entonces referente obligado del conservadorismo de Buenos Aires – correspondió ocupar un lugar preeminente. Fue uno de los fundadores de la Federación Nacional de Partidos de Centro, la corriente postrera que asumiera sin beneficio de inventario todo lo bueno y todo lo malo; todo lo digno de aprobación y lo que mereciera reproche, tanto de los gobiernos que instalaron “el orden conservador”, como lo llamara Natalio Botana, cuanto de los que participaran de la reconstrucción del país después de la crisis mundial de 1930. Pero, ¿por qué se hace esta introducción, en apariencia desconectada del resto de lo que viene escrito? Lo que ocurre es sencillo de explicar. Este libro es editado por la Fundación Dr. Emilio J. Hardoy y a su patrono le cupo una importante tarea, como ha sido dicho, de dar forma nacional a las corrientes políticas que el público identificó como “las fuerzas conservadoras”. En realidad, se trató de las agrupaciones de pensamiento liberal y conservador que Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo hicieron de la Argentina un gran país. Borges y Hardoy se vieron varias veces. El encuentro que ilustra la fotografía que sirve de tapa a este libro se produjo cuando Hardoy presidía la Federación Nacional de Partidos de Centro y entrevistó a Borges en su casa para afiliarlo “al conservadorismo”. Borges esperaba esa distinción y recibió la “ficha” como un halago. No dudó un instante en volcar su apoyo a ese partido político. De ese momento quedaron solo versiones parciales; apenas una fotografía, algunos recuerdos, unas explicaciones pobremente vagas. Eran tiempos en que la política se ejercía con una cuota indudable de recato y la incorporación de figuras que habían sobresalido en actividades diferentes a la militancia se llevaba a cabo con discreción, empleando el decoro necesario para preservar la trayectoria del nuevo afiliado, jamás para servirse de él. Nunca se elegiría a un campeón en cualquier área del deporte para hacerlo candidato o un artista para convertirlo en funcionario público. Esa etapa vino después… y así le va a la República. Pero ya que no fue posible congelar ese momento con los recursos técnicos existentes (filmación, grabación de lo conversado o, al menos, testimonios que pudieran ofrecer a la posteridad los protagonistas), la relación entre ambos intelectuales Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo será recogida por sus contemporáneos; al menos, es lo que intenta esta pretendida obra de ficción. A partir de la efímera vida de esa Federación se verifica la historia que relata este trabajo, en parte, recopilación de afirmaciones efectuadas por los protagonistas; en algunos de sus tramos, expresión de la lógica convicción de los personajes involucrados y, por momentos, registrados por la imaginación del escritor. Es obvio que este autor, modesto fabricante de párrafos y oraciones, hubiera querido escuchar las palabras que se expresan en este libro de boca de dos hombres grandes: uno, al que está ligado por la admiración y el cariño; otro, al que se encuentra atado por el aturdimiento que despierta su majestuosa pluma. No pudo y debió conformarse con imaginarlo. Volver al índice Borges y Hardoy, un diálogo en el cielo INDICE 1. Agradecimiento 3 2. Explicación Obligada 4 3. Í N D I C E 10 4. Eternidad en el Cielo 11 5. Un Encuentro en el Paraiso 17 6. ¿Vale la Pena la Política? 47 7. La Vida de Dos Porteños 69 8. Esa Década de Infamia 86 9. Dios 106 10. Los Derechos Humanos 121 11. Gardel 140 12. ¿Fueron Periodistas? 155 13. El Deporte, los Mitos, el Laberinto, los Espejos, la Ficción 175 14. Los Conservadores 200 EL AUTOR – Gastón PÉREZ IZQUIERDO 228 Volver al índice

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gentileza de no hacer ningún comentario, que con todo gusto ahora le .. pensamiento de Napoleón: “La política es el destino mismo de la Mal que deba confrontar a Maquiavelo, el fin contestó Hardoy = también hice algo de tenis, pero, exponentes como Lord Byron y tuvo en Bonaparte su.
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