JOSE VASCONCELOS B I B L I O T E C A A M E R I C A tv· 1 rk V A S C O N C E L O S J O S E B o l l v a r i s m o r o í s n o M e n H*eroaw»erl«anos Tensas 2 . a e d ic ió n BIBLIOTECA AMERICA V SANTIAGO DB CHILE 1935 BANCO DE LA REPUBLICA BIBLIOTECA LUIS-ANUÍ. ARANGO O A 'T' * t Es propiedad de la Editorial Ercilla. Inscrip ción N.o 3524. Queda hecho el depósito legal· Prensas de la Editorial Ercilla JB(0)1LI1VAMBSM<0) Y M ONROJISliQ INDICE T?âgs. T.— Hispanoamericanismo y Panamericanismo. Ala- mán y Adams en el Congreso do Taeubaya.— El zollverein iberoamericano.—El Mito Juarista y el pecado liberal. Indigenismo protestante.— Catolicismo, pero no de gamonales sino de acuer do a la encíclica Rerum Novarum.—Naciona lismo Orgánico........................................................... T IT.—Apuntes para una Sociología Iberoamericana.— Aplicación del concepto.—La Geografía.— Las Zonas de la cultura.—La Población.—La Políti ca.—La Economía.—La Cultura.—■ Civilización y Cultura.................................................................... 30 III. -—La Cultura en Hispanoamérica.—La Biología de la competencia........................................................... 61 IV. —Hispanoamérica frente a los nacionalismos agre sivos de Europa y Estados Unidos.—La revolu ción y sus errores.—La reacción y sus riesgos —La Democracia y sus soluciones.—La Econo-_ mía cambia, la moral es absoluta.................... . 69 V. — La revolución mexicana.—El milagro Maderis ta.—El aborto Carraneista.—“La tierra no es de quien 1a. trabaja”.— La rendición a Wall Street. — En las garras del Callismo............... 123 VI. —Consideraciones diversas.—Las Republiquitas y les Imperios.— La tristeza americana. Buenos Afires y él panorama.—El secret-o de París.— Babilonias y Metrópolis.—La Gana criolla y el conde Keyserling.—Los Barones del robo.—San- dino héroe y víctima.—Reflexiones sobre Alber- di.—Las deudas y los Estados.— La Hora de Hispanoamérica.......................................................... 147 CAPITULO PRIMERO HISPANOAMERICANISMO Y PANAMERICANISMO I Llamaremos bolivarismo al ideal hispanoamericano da crear una federación con todos los pueblos de cultura espa" ñola. Llamaremos monroísmo al ideal anglosajón de incor porar las veinte naciones hispánicas al Imperio nórdico, me" dianté la política del panamericanismo. Bolívar tomó la iniciativa de creación de un organismo ínter-hispanoamericano y para eso convocó el Congreso de Panamá. Sin embargo, no estaban sus ideas muy claras, desr de que .se aceptó la presencia en el Congreso, de delegados de Norteamérica y aún se habló de una vaga unión “éntre todos los países de régimen republicano del mundo”, con" trapeso de la Santa Alianza, refugio de todos los monár quicos. La idea de raza no pesaba en una época en que la intromisión del inglés había reemplazado la influencia del pariente español. La comunidad de idioma no despertaba entusiasmo, acaso porque no se veía la amenaza; no era to davía el inglés idioma mundial de conquistas. Y, por últi mo, el problema religioso aún no surgía, porque todas las constituciones de los países nuevos habían garantizado sus privilegios a la católica: Nadie previo la asechanza de los misioneros del protestantismo, sembradores de la discordia entre cristianos, desde que invaden nuestros países, hablen“ 8 JOSE VASCONCELOS do en Asia y en Africa tanto pueblo que resultaría benefi ciado con cualquiera de los aspectos del cristianismo. Ningún hombre de la época pudo ver claro en los pro* tiernas que creaba una emancipación que en realidad no eral, obra nuestra exclusiva sino resultado de una crisis europea; consecuencia de la derrota de España, en la península, no sólo en América, y obra asociada de los ejércitos patriotas y de las naves inglesas y los estados mayores del mismo Imperio que, la víspera fuera nuestro enemigo enconado. Del lado hispánico, la confusión no pudo ser mayor. En cambio, del lado inglés y norteamericano, el plan era claro y perfecto. Primero Canning había excluido a España del Nuevo Mundo, con lo que, no teniendo nosotros marina mer cante, todo el comercio pasaba, ipso facto, a la marina in" glesa. En seguida Adams, arrebatándole el botín a Can ning formuló el tema: 1 eAmérica para los americanos”, pero bien entendido que éstos, quedaban divididos en grupo de hermanos menores a cargo exclusivo de un hermano mayor que haría de regente. No sé qué opiniones tendría Bolívar sobre la doctrina de Canning. En lo que conozco no he hallado condenación ni siquiera visión del riesgo de dejarla sin recusación expresa. Y eso que nadie como él, tuvo visión para intuir el destine! parcial de todos estos pueblos. Lo que me parece probado, pero poco sabido es que el primer intento de asestar un golpe a la doctrina del monroísmo, se debe a Lucas Ala“ mán, el mexicano... ¿Qué es eso?, va a exclamar un no~ venta por ciento de mis lectores y tiene razón. Yo mismo> mexicano de la clase letrada, vine a saber quién era en ver“ dad Alamán sólo en la madurez de mi reflexión indepen diente. Anteriormente, Alamán era para mi, como para la mayoría de mis compatriotas, un reaccionario casi traidor y enemigo del pueblo. No en balde la escuela juarista, escuela panamericana, ha envenenado las conciencias de la multi tud, durante todo este largo período, de oscuridad y trai~ eión manifiesta o tácita. Pero no adelantemos, no califiquemos, historiemos los hechos en desnuda, brutal, vergonzosa desnudez. BOLIVARISMO Y MONROISMO 9 II Lucas Alamán se llamaba el Ministro de Relaciones del primer gabinete de un señor que se puso a sí mismo el nom bre estrambótico de “Guadalupe Victoria”. Guadalupe en homenaje a la patrona de México, la Virgen del mismo nombre, y Victoria, por la victoria de la Independencia. En México, la independencia había sido derrotada; los rebeldes fusilados, pero vino a consumarse por un extraño golpe de estado que, de no haber creado una patria todos llamaríamos traición pura y de las feas. En efecto sucedió que un buen día el último Virrey, O’donojú, obedeciendo instrucciones de no sé cuál logia, llamó a Iturbide. Mandaba éste, fuerzas lealistas y se había distinguido por su odio contra los in surgentes. Entre ambos proclamaron la independencia de México, le crearon una bandera y para dar al complot apa riencia nacional, incorporaron a sus huestes el viejo guerri llero don Vicente Guerrero. En seguida se retiró O’donojú, proclamándose Iturbide Emperador. Poco después el cuartel que lo había creado, lo echó abajo y comenzó la serie de los caudillos y caudilíejos. Sin embargo, por el año treinta y tres, en el bagaje de uno de estos jefes despistados, apareció un hombre de conciencia clara. S» llamaba Alamán. Lo pri mero que hizo, para ubicar a México frente al exterior, fué reanudar el esfuerzo roto en Panamá. Al efecto, convocó el “Congreso de Taeubaya”. No mencionan este Congreso las his torias elementales de las escuelas de Hispanoamérica. eso c,ue se celebró con asistencia de representantes de cada na ción iberoamericana y llegó a conclusiones, ya no simple mente románticas como los postulados de Panamá sino alta mente novedosas y trascendentales. Esto, sin duda, lo perJ dió, pues ya desde entonces el monroísmo se complacía con nuestra oratoria, pero desbarataba sin piedad nuestras ac ciones . I Lo más importante para el porvenir iberoamericano quedó definido en el Congreso de Tacuyaba, pero también allí mismo quedó condenado. Lo más importante que jamás ha" 10 JOSE VASCONCELOS ya hecho un estadista del continente fué la concertación de una Liga Aduanera Iberoamericana que, Alamán hizo apro bar por el congreso tacubayense. La firmaron unánimemente los delegados, pese a la oposición del Ministro norteameri" cano y del Departamento de Estado norteamericano. Estaba al frente de éste, el célebre Adams, rival digno de la talla; de Alamán. Representaba a Adams el célebre Poinsett. An teriormente Poinsett había recorrido el continente, informán" dose de nuestras miserias y localismos; sabía que los caudi llos favorecían la disgregación para mejor dominar sus feu dos. Pese a todo, Alamán lograba usar para bien, la influen cia que entonces ejercía México en su calidad de país, el más poderoso y culto de la familia hispánica. Era necesario des“ truir a Alamán. El delegado de Adams preparó el golpe oponiéndose a las resoluciones del Congreso. No era justo, alegaba, dejar a los Estados Unidos fue ra de ese consorcio económico creado por la Liga Aduanera hispanoamericana. Los Estados Unidos “también eran repú* blica”. Este argumento bolivariano ya no pesó en el ánimo de Alamán. El monroísmo, insistía Adams, excluye a los europeos de las ventajas de América, pero había ayudado a los países de América, por lo mismo los Estados Unidos de bían incorporarse a la Liga. Pero Alamán, no tenía ningún compromiso con el monroísmo. No era ya de la generación que se alió con Inglaterra para batir a España. Alamán creía en la raza, creía en el idioma, creía en la comunidad religiosa. En suma, Alamán daba a.1 holivarismo el contenido que le estaba faltando. Y sin sobresaltos liquidaba el mon roísmo . Con Alamán nace el hispanoamericanismo en clara y definida posición frente al hibridismo panamericanista, Alamán convenció a los delegados de la América e&par ñola que sin excepción votaron su plan. Alamán venció en ei Congreso a la luz de la discusión esclarecida. Pero Adams derrotado«, no se conformó. Al servicio de Adams estaba; Poinsett y Poinsett comenzó a organizar en México, las lo gias del rito anglosajón, ¿logias contrarias quizás de las lo gias que habían hecho la independencia?