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boletin del instituto estudios asturianos n.° 120 PDF

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CONSEJERIA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N.° 120 Noviembre 1986 AÑO XL OVIEDO Diciembre S U M A R I O Págs. Un Regente impopular y arbitrario en Asturias: Don Antonio Joseph de Cepeda, por Jesús Martínez Fernández .............................................. 1.019 Una carta de recomendación a Madrid, desde la Vetusta de “Clarín”, por José M.a Gómez-Tabanera ....................................................................... 1.069 Lo excepcional de Santa María de Naranco, por José María Fernández- Pajares ..................................................................................................................... 1.075 El trabajo de la mujer en la mina: Un problema social, por Juan Ma­ nuel Mejica y Antonio Lucas ....................................................................... 1.085 El impacto romano sobre el hábitat del Noroeste. (Estado de la cuestión sobre los fenómenos de transición y articulación del territorio), por Carmen Fernández Ochoa ............................................................................... 1.099 El concejo de Valdés según el Catastro de la Ensenada. III. (Departa­ mento de la capital de aldés), por Ramona Pérez de Castro ............ 1.125 La poesía de Félix Gavito Pedregal, por José Ignacio Gracia Noriega ... 1.169 Piñole, pintor de Asturias, por Luciano Castavón ......................................... 1.187 El poblamiento en Asturias a través de los índices de dispersión-concen- tración, por Luisa Utanda Moreno y Francisco Feo Parrondo ............ 1.207 Colección de adivinanzas. Cosadielles, por José Ramón López Blanco ... 1.221 Breves notas sobre dinámica de la población asturiana, por José Luis Sanz .......................................................................................................................... 1.247 La cueva sepulcral de Trespando (Corao, Cangas de Onís, Asturias), por Pablo Arias Cabal, Alberto Martínez Villa y Carlos Pérez Suárez ... 1.259 Los orígenes de la sociedad industrial en la zona occidental asturiana: Castropol y Vegadeo, por José Estarán Molinero ................................. 1.291 Transmigraciones asturianas. Asturianos en el descubrimiento de Amé­ rica.—Lección inaugural del curso en el I.D.E.A. ll-XI-1986, por Jesús E. Casariego .................................................................................... 1.313 Toponimia berciana y del occidente asturiano, por Serafín Bodelón ... 1.331 CONSEJERIA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N.° 120 AÑO XI OVIEDO Noviembre 1986 Diciembre Depósito Legal: O. 43-1958 I. S. B. N. 0020-0384 Imprenta “LA CRUZ” Hijos de Rogelio Labrador Pedregal Granda-Siero (Oviedo), 1986 B O L E T I N DEL I N S T I T U T O DE E S T U D I O S A S T U R I A N O S Año x l Noviembre-Diciembre Núm. 120 UN REGENTE IMPOPULAR Y ARBITRARIO EN ASTURIAS: DON ANTONIO JOSEPH DE CEPEDA POR JESUS MARTINEZ FERNANDEZ Al profesor Gonzalo Anes, maestro y amigo. I) LA SITUACION NACIONAL EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII. FELIPE V. Al empezar el siglo XVIII se entronizó en España la dinastía de los Borbones, siendo coronado Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y de su esposa María Teresa de Austria, con el nombre de Felipe V. Su reinado duró desde 1700 hasta 1746 (1). Pese a la inexperiencia de los pocos años, el nuevo Rey supo hacerse impermeable a los consejos más o menos interesados de su abuelo o a las sugerencias e intrigas de validos o allegados (2). (1) La nueva dinastía que cancelaba la supremacía de la Casa de Hatsbur- go alcanzó legalmente el trono en virtud del último testamento de Carlos II el Hechizado, firmado momentos antes de la muerte. Felipe entró en Madrid el 14 de julio de 1701, jurándole fidelidad las Cortes el 8 de mayo. (2) El Rey Sol siempre le asesoró honestamente aunque sopesara también alguna vez en sus dictámenes las propias conveniencias: “No os dejéis go­ bernar” —le escribió en cierta ocasión—, “sed siempre amo”, “no tengáis fa­ vorito ni primer ministro”. (Marques de Lozoya: “Historia de España”, T° 5, 1969, pág. 149). Lo que hizo el nieto fue limitar y escoger los consejeros. El Marqués de la Ensenada, Patiño, Carbajal, etc., figuran entre los nombres nada desdeñables del Real entorno. 1.020 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ Y no tardó en imponerse planificando desde una España al borde de la ruina nuevos modelos estructurales del Reino, con un crite­ rio muy personal y asumiendo la independencia de sus decisiones. Si su misantropía y abulia congénitas lo inclinaban a la pasividad y al aburrimiento, su instinto político y la consciencia de sus res­ ponsabilidades —que fue adquiriendo con el andar del tiempo— le indujeron a asesorarse con un pequeño círculo de colaboradores inteligentes (3). Recuérdese a la Princesa de los Ursinos y al ambi­ cioso y trepador Alberoni, que tanto influyeron, respectivamente, en muchas decisiones oficiales de la etapa del primer matrimonio del Rey con María Luisa de Saboya, y en la de las segundas nupcias con Isabel de Farnesio; influencias en verdad positivas, porque el vecino país y los demás europeos desarrollaban programas políti­ cos, económicos y sociales, mucho más dinámicos y avanzados que los nuestros. La sabiduría del joven monarca consistió en afinar su receptividad para aprovechar o copiar lo bueno y perfectible de las naciones extranjeras, erradicar los seculares defectos naciona­ les y construir desde la base un nuevo edificio estatal. Su primer empeño fue acaudillar, siquiera simbólicamente, la eme se llamó Guerra de Sucesión, en la que contendieron contra España y Francia la alianza formada por Inglaterra, Austria y los Países Bajos, recelosos de una preponderancia de los primeros que parecía cobrar cuerpo con la consolidación del trono español. Las hostilidades finiquitaron con la firma del Tratado de Utrecht. Real­ mente. se disputaban algo más cue prevalencias dinásticas porque, en el fondo, se perseguían equilibrios militares para ventilar los últimos reductos del imperio continental español, la hegemonía de los mares y el control de las rutas comerciales. Después, las espinas de Gibraltar, Ceuta y Orán, enclaves usurpados por los ingleses y la morisma, y las prevenciones y preocupaciones de las colonias ultramarinas. Fronteras adentro, hubo de sofocar las pretensiones a la Corona del Archiduque Carlos de Austria, proclamado Rey de España en Viena en 1703 con el nombre de Carlos III, reinando en algunas regiones peninsulares durante la Guerra de Sucesión. (3) Las alteraciones caracterologías y depresivas alcanzaron su paroxis­ mo con motivo de la muerte de la Reina, que había sabido conquistar con su tacto y talento el corazón del monarca. El cansancio y los desequilibrios psíouicos lo impulsaron a abdicar en su hijo D. Luis, Príncipe de Asturias (1724\ que inició a los 16 años un reinado tan efímero que apenas duró un año, pues falleció el 31 de agosto de 1724 a causa de viruela y neumonía. Vallejo Nágera en “Locos Egregios”, 1936, págs. 183-184, describe minuciosa­ mente su psicopatía cicloide. UN REGENTE IMPOPULAR Y ARBITRARIO EN ASTURIAS 1.021 Todo esto acarreó tremendas implicaciones en el orden políti­ co-administrativo para reforzar la autoridad, sanear las finanzas y organizar los ejércitos. Las autonomías de municipios y regiones se fueron sustituyendo por un centralismo progresivo (4). El absolutismo y robustecimien­ to del poder, frenaron anarquías y desmanes. El Rey persiguió obsesivamente la unidad nacional y la respetabilidad exterior e in­ terior. Se promulgaron leyes coactivas para contener los delitos y garantizar las seguridades individuales y colectivas. La reorganización de la hacienda ocupó muchos años, intervi­ niendo los mejores expertos y economistas para revitalizar las depauperadas arcas Reales (5). Ante la urgencia de poner en pie de guerra un ejército eficaz y operativo, había que recrearlo prácticamente, reorganizarlo desde las unidades primarias y dotarlo de recursos humanos abundantes y de medios materiales modernos. Ello impuso la fortificación de costas y puertos, construcción de fábricas y almacenes de armas y municiones, renovación de indumentaria y pertrechos, fundación de astilleros, redacción de nuevas Ordenanzas militares para los soldados y nuevas normas para los nombramientos de Virreyes, Gobernadores y Jefes. Por último, era menester sacar de su marasmo a las instituciones culturales, promoviendo las manifestaciones artísticas e intelectua­ les, las obras de creación, las tertulias ilustradas y la publicación de producciones científicas y literarias, despertando en todos los niveles sociales un ansia de progreso acumulando saberes y expe­ riencias. Lo que en cierta ocasión hemos llamado «hazaña genera­ cional de una minoría» fue la consecuencia de las inquietudes (4) Menendez Pidal, R.: “Historia de España (1700-1759)”, T° XXIX, 1985. En las páginas 181 y siguientes, José María García Marín hace un pro­ lijo análisis de la administración territorial y local. La España moderna surge de los Decretos de “Nueva planta de Felipe V” (1707-1716), concedidos en principio para Cataluña. (5) En la organización del sistema tributario y fiscal intervinieron las mentes más lúcidas de la Corte (Patiño, Macanaz, etc.). Sobre la propia orga­ nización político-administrativa, vide Gonzalo Anes, “Historia de España. El antiguo Régimen. Los Borbones” (1975), págs. 295 y sgs. La composición de los estamentos sociales la desglosa así el Marqués de Lozo3Ta (Op. cit., pág. 198): Aristócratas, 400.000; eclesiásticos, 170.000; mi­ litares y burócratas, 110.000; fabricantes y artesanos, 310.000; comerciantes, 25.000; labradores y jornales campesinos, 1.800.000; criados, 280.000. 1.022 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ despertadas, materializadas en los brillantes frutos de los hombres excepcionales que formaron la vanguardia estudiosa (6). Alcanzar estos objetivos en el decurso de medio siglo impri­ miendo una vuelta total a la faz del país, representó una acción constante de gobierno cerebral y sensato, que enalteció los nom­ bres de sus ejecutores con la Real Majestad a la cabeza. Que no fue pequeña mutación sancionar las guerras, garantizar la paz pú­ blica, potenciar los caudales oficiales y dar a las fuerzas armadas un rango logístico apreciable a tener en cuenta a la hora de las componendas estratégicas internacionales (7). II) LA SITUACION EN ASTURIAS. ESTAMENTOS SOCIALES. La tónica pesimista general imperante en la transición del siglo XVII al XVIII dejó sentir sus efectos desoladores en toda España con un cortejo impresionante de enfermedades (epidemias de pes­ te), mortalidad, rigores meteorológicos, hundimiento de las co­ sechas, empobrecimiento de la ya raquítica ganadería, presión tributaria acuciada por las guerras y, consiguientemente, hambre y miseria. Luego, el corolario de las situaciones antedichas con una cadena de atentados contra las personas o las propiedades, que hacían realmente precaria la convivencia. Parece inconcebible que del apogeo alcanzado globalmente por todas las manifestaciones humanas materiales y espirituales en nuestro siglo dorado, se pudiera pasar a la esterilidad que carac­ terizó sus postrimerías. El fenómeno afectó a la mayoría de las regiones aunque sus repercusiones no fueran iguales en todas ellas. En Asturias revistió caracteres muy peculiares debido a las especiales condiciones geográficas y climatológicas, a la composi­ ción del tejido social y a la intercurrencia de episodios colaterales que turbaron el ritmo cotidiano y tranquilo de la vida de muchos (6) Así denominamos la actuación de los protagonistas que dieron este primer paso trascendental para sofocar la penuria cultural. (Martínez Fer­ nandez, Jesús: “Perfil de Gaspar Casal”, 1961, págs. 43-48). Fueron ellos, entre otros, el P. Feijoo, el P. Sarmiento, Torres Villarroel, el P. Isla, Fernández de Moratín, Gaspar Casal, García de la Huerta, Ramón de la Cruz y, ya entre este siglo y el XIX, Jovellanos, Meléndez Valdés, Rodríguez de Campomanes, Martínez Marina, Samaniego, etc. (7) Sobre la situación de España tras el Tratado de Utrecht, vide en Me- néndez Pidal (Op. cit., págs. 434-436) el capítulo de J.M. Gómez Zamora y Elena Hernández Sandoica. UN REGENTE IMPOPULAR Y ARBITRARIO EN ASTURIAS 1.023 concejos. Tal ocurrió con la visita pesquisidora del Oidor de S.M. en la Real Chancillería de Valladolid D. Antonio Joseph de Cepeda, que se inició en 1708 y duró hasta 1718, llegando el eco de sus co­ letazos hasta el último cuarto de la centuria. El malestar surgió de los apuros a que se vieron sometidas las clases más necesitadas —superiores en número, inferiores en ca­ pacidad adquisitiva y fuerza decisoria— representantes de las dos terceras partes de la población. En el tercio restante se agrupaban la nobleza y los servidores de la Iglesia, verdaderos acaparadores de prebendas, tierra y dinero (8). Desde el punto de vista de esta distribución estamental, poco variaron las cosas desde la postroma­ nidad hasta ahora; si acaso, cambiaron las cantidades de riqueza detentadas por los unos y de pobreza acumuladas por los otros, alterando la clásica proporcionalidad. Pero ¿eran realmente ricos los ricos y verdaderamente pobres los pobres? ¿Fue tan dramática la situación en Asturias como la pintaron los historiadores de la época? La nobleza (Grandes, Títulos, Caballeros, Hidalgos) y el clero (Párrocos, Clérigos, Abades) en el vértice de la pirámide social, fueron, ciertamente, los dueños de la situación (9). Los pecheros trabajaban para los demás en las tierras, persiguiendo una ascen- (8) Esta estructura social responde al modelo medieval y podríamos decir que perduró hasta la desamortización de Mendizábal (año 1837). (9) Gonzalo Anes en “Historia de Asturias”, T° 7, cap. VIII, pág. 181, 1977, hace un detallado estudio sobre el número, clases, privilegios y característi­ cas de los Señoríos. El mismo autor en “Los Señoríos Asturianos” (1980) se­ ñala (pág. 18) que en 1797 entre 3.569 núcleos de Realengo (inclusa Navia), existían aún en Asturias 400 Señoríos y 16 Cotos redondos. En la página 23 hay amplias referencias a los nobles del concejo de Navia. En el siglo XVIII existieron por lo menos 42 casas blasonadas, muchas de ellas identificables actualmente: Vide, Jesús Martínez Fernández, nuestros trabajos en BIDEA, núms. 52, 96 y 97, relativos a los siglos XVI, XVII y XVIII. Respecto a la Iglesia aducimos como muestra de su poderío material el testimonio de Gonzalo Anes (Op. cit., 1980, págs. 107-110), explicitando entre otros el impresionante volumen rentístico y jurisdiccional del monasterio de Cornellana en el siglo XVIII. En nuestro libro “Navia medieval” (cap. 5, d) hacemos ponderaciones someras pero muy ilustrativas de las riquezas de nuestros monasterios, destacando la acumulada por Corias y otras institucio­ nes religiosas. Las mismas iglesias locales, dentro de las habituales escaseces crónicas y de las carencias circunstanciales más graves, tenían bienes, pro­ piedades e ingresos que garantizaban sus funciones. (Jesús Martínez: Ant. cit., siglos XVI-XVIII). 1.024 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ sión en el escalafón ciudadano para no caer en una absoluta indigencia (10). Si la riqueza se apoyaba en la magnitud de los patrimonios, es lógico que los Señores y la Iglesia disfrutaran de la suerte de po­ seerla. Pero salvo casos excepcionales de propietarios despóticos impulsados por un afán patológico de dominio, es evidente tam­ bién que Nobles e Iglesia extendieran sus roturaciones y cultivos creando riqueza y dando empleo y oportunidades a muchos hom­ bres que vivían bajo su protección. En alguna ocasión ya hemos valorado esta contribución nobi­ liaria al desarrollo económico con las situaciones de amparo y dependencia que proporcionaban los empleos agrícolas a los arren­ datarios y braceros. Lo cual nos lleva a concluir con C. Martínez que los Señores «no eran muchos ni opresores» (12). Añadiendo nosotros que los ricos quizás fueran más ricos de lo que se pensaba y los pobres no tan pobres como se creía. También es insostenible el «tópico de la pobreza asturiana» (13), reminiscencia de las leyendas de los historiadores clásicos (Estra- bón, etc.) sobre los habitantes del Septentrión, vistos por los ultramontanos de la meseta como misteriosos, anacrónicos, rudos y bestiales confinados en un aislamiento proverbial. A fines del siglo XVII el P. Carballo afirmaba que la impene­ trable espesura de árboles y plantas de estas montañas, donde las lluvias, nieves y variedades del tiempo son muy grandes y muy frecuentes, no indica fertilidad doméstica ni amable de la tierra: (10) Como los Señores eran los dueños de las tierras, los labradores resul­ taban forzosamente arrendatarios de las mismas pagando en dinero o produc­ tos agrícolas las rentas estipuladas. El número de jornaleros fue bajo en Asturias (25%) en comparación con otras regiones españolas (Andalucía v.g.) en que representó un 75%. (Vicens Vives, J.: “Historia social y económica de España y América”, 1957). En el distrito costero de Navia, a mediados del siglo, se censaron 3 jornaleros, 246 criados (100 sirvientes y 146 sirvientas) y 30 pobres de solemnidad. (Jesús Martínez, Op. cit., siglos XVIII, pág. 27). (11) Martínez Fernandez, Jesús: “La concesión del coto de Anleo en el siglo XVI”, BIDEA, núm. 109-110, pág. 719, 1983. En la nota 11 se resalta este aspecto positivo de la contribución señorial al desenvolvimiento local, mejo­ rando y ampliando sus explotaciones en beneficio de los trabajadores, que llegaban así a la tenencia de tierras propias y a la obtención de una conside­ ración social que les reportó el consiguiente prestigio, para alcanzar cargos públicos importantes. Todo lo cual no excluía los afanes señoriales de enrique­ cimiento personal o las aspiraciones a ciertos derechos jurisdiccionales, he­ chos señalados por Gonzalo Anes (Op. cit.. 1980, pág. 21). (12) Martínez, Carlos: “Historia de Asturias”, 1969, pág. 238. (13) Martínez, Carlos: Op. cit., pág. 237.

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(1) La nueva dinastía que cancelaba la supremacía de la Casa de Hatsbur- go alcanzó .. La Junta tomó posiciones y envió a la provincia a D. Antonio .. Avilés, Oviedo, Grado y Pravia), acumuló los bienes procedentes aprendiz. 36.aA la treinta y seis que en dicho término de las seis parro.
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