En una calle de Nueva York se está muriendo un viejo bluesero. Es Atwater «Soupspoon» Wise, que cuando era apenas un niño acompañó al legendario Robert «RL» Johnson, de quien se rumoreaba que había vendido su alma al diablo para tocar blues mejor que nadie, y del que también dijeron, tras su violenta y prematura muerte, que Satán finalmente se lo llevó.
Pero por obra y gracia de esos encuentros que provoca el ineluctable viento de la vida, Kiki Waters, una dura y espabilada joven que ha huido de una vida de horror e incesto en Arkansas y sobrevive a fuerza de alcohol y furia en Nueva York, recoge en su piso al moribundo «Soupspoon» Wise, lo protege y, estafando al despiadado sistema médico americano, consigue postergar su muerte.
«Soupspoon» tendrá, así, una segunda oportunidad para resucitar como músico —había abandonado hacía muchos años el blues, o el blues lo había abandonado a él—, y ajustar las últimas cuentas con aquel mítico pasado donde «el verdadero blues estaba cubierto de sangre y barro en el delta del Mississippi, estaba en los senderos terribles que RL recorría sufriendo y cantando, hasta que murió».