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Beccaria, César. Tratado De Los Delitos Y De Las Penas [EPL] [1794] [ 2013] PDF

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De los delitos y las penas (Dei delitti e delle pene) es un en‐ sayo jurídico escrito por el italiano Cesare Beccaria en 1764. Está considerado como uno de los libros más influyentes en la reforma del derecho penal europea de inspiración ilustra‐ da. En esta obra se exponen ideas que hoy se asocian con fre‐ cuencia a los fundamentos del derecho, pero que en el marco social donde fue escrita resultaban ser una propuesta de re‐ formas casi revolucionarias. El libro se publicó, de hecho, en forma muy discreta, aunque su enorme éxito hizo que se di‐ fundiera por toda Europa (la primera edición española data de 1774). 2 César Beccaria TRATADO DE LOS DELITOS Y DE LAS PENAS ePub r1.1 Moro 05.07.13 EDICIÓN DIGITAL 3 Título original: Dei delitti e delle pene César Beccaria, 1764 Traducción: Juan Antonio de las Casas Editor digital: Moro ePub base r1.0 Edición digital: ePubLibre, 2013 Conversión PDF: FS, 2020 4 BECCARIA Y SU OBRA POR GUILLERMO CABANELLAS de TORRES 5 I TRAYECTORIA DE LA TESIS PUNITIVA En un momento como el presente en que resurgen con es‐ plendores mayestáticos viejas instituciones punitivas que parecían del todo abolidas; en el que lo arbitrario cobra nue‐ vas prerrogativas y la ley del Talion decide las acciones de muchos hombres y en el que el más fuerte impone con la violencia sus decisiones, viene bien el reiterar aquellas ideas y doctrinas que, como piqueta demoledora, surgieron para destruir mucho que era necesario acabar. Es posible hacer un parangón con un ayer, no tan lejano por la distancia que en el tiempo nos separa de él, sino por el que se da en el actual proceso mental que describe la Huma‐ nidad. Pasa la negra noche de Medioevo, transcurren las ale‐ gres primaveras del Renacimiento y surge la Edad Moderna en la que se vuelve a vivir en el Derecho represivo páginas semejantes, tal como si el pensamiento —en realidad cons‐ truido por minorías— elucubrara viejas estampas en las que aparecen sistemas que por la acción de grupos minoritarios imponen, con la fuerza de sus ukases, un sistema represivo en el que hay de todo: prisiones sin delitos, tormentos, casti‐ gos sin proceso previo, muerte civil, responsabilidades man‐ comunadas y solidarias, fusilamiento de rehenes, todo aque‐ llo que se creyó definitivamente abolido, pero que hoy revi‐ 6 ve con nuevos bríos por la acción de minorías bien dispuesta a destruir lo que responde a la necesaria convivencia y al mutuo respeto. Es por ello cierto el nuevo interés que despierta la obra del milanés César Bonesana, marqués de Beccaria. El delito y la pena a través de la concepción tenida hasta finales del siglo XVIII revierte en el presente en idénticos impulsos hu‐ manitarios, en igual visión plena de emociones, en la misma tesis sensitiva, surgida más del corazón que de la inteligen‐ cia. Es que el proceso se hace similar por cuanto, aún a pesar de los avances experimentados por la ciencia del Derecho, no ha habido otra piedra miliar en la construcción del orde‐ namiento jurídico por ese conjunto de juristas que, a partir de Beccaria, lograron el nuevo Derecho Penal y que han es‐ crito bellas páginas que humanizaron la Penología. Desde que Beccaria pronuncia su primera palabra huma‐ nitaria han transcurrido más de dos siglos; sin embargo, sus ecos permanecen aún vibrando, quizás ahora con acentos más firmes, como si desde entonces no hubiera habido otro grito más fuerte en las estepas frías en las que hasta enton‐ ces militaban las sanciones contra el delito. Empero, pese a lo dicho, la confusión actual está justifica‐ da en varios extremos. La delimitación no es exacta entre el delito común y el delito político. De ahí nace, como conse‐ cuencia perniciosa, el castigo que trata de ser ejemplar del segundo y la casi exaltación del primero. La violencia que ha adquirido, desgraciadamente, carta de ciudadanía en el pro‐ ceso vertical de gobiernos de minoría, anida en ese confusio‐ nismo, el cual es preciso que desaparezca, si es que de ver‐ dad se quiere hacer obra aprovechable. La diferenciación, que en los hechos es absoluta, no puede ser apreciable en sus 7 límites dada la situación ambiente. Mientras tanto tenemos hoy, con pruebas fehacientes, una valorización difícil de ta‐ mizar. En tanto que los hombres de laboratorio siguen ac‐ tuando, fuera, en la calle se escucha el eco que viene de los despachos en los que se fragua el ordenamiento jurídico que restablece el hacha del verdugo, el fusilamiento de rehenes, la confiscación de bienes, los campos de concentración, las deportaciones en masa y las ejecuciones sin previo proceso. Del viejo principio penal que establece la necesidad de una ley previa que castigue el delito nada queda en muchos países. Se olvida para ello que el hombre es artífice del mismo hombre. La ciencia, que avanza en casi todos los ór‐ denes de la vida, no logra cimentarse en fuertes e inamovi‐ bles bases en cuanto hace relación con el derecho a castigar, hegemonía de los seres humanos para ser empleada contra otros seres de su misma especie. La sanción más rigurosa, si cabe, no es dirigida contra el delincuente común, contra el malhechor cargado de crímenes, sino contra seres inocentes, que sufren en carne propia los hechos de otros o, lo que es aún peor, presuntos hechos, o, simplemente, situaciones ideológicas que habían sido admitidas como lícitas. La obra de Beccaria hoy se actualiza. Es ella como la carti‐ lla primaria que indica el trato, la conducta, la idea principal acerca de millares de seres que tejen su existencia repartidos por centenares de celdas, como sanción por hechos a ellos no imputables. Pero al mismo tiempo es aviso pleno de an‐ gustias en esa diferenciación que habrá de definirse en forma absoluta. No es posible, por más tiempo, el confusio‐ nismo imperante, como no es posible tampoco el manteni‐ miento de una ley que surge de voluntades alejadas diame‐ tralmente de la razón y del medio ambiente. 8 Las zonas grises, hacen que la diferenciación del delito, entre políticos y comunes, sea difícil, lo que facilita aquél confusionismo que sirve para crear la obra disgregadora del Derecho, forjando la psiquis, afortunadamente momentánea, que persigue la impunidad de los hechos delictuosos, so pre‐ texto de que los fines autorizan el empleo de toda clase de medios. Las generaciones que han nacido a la vida del enten‐ dimiento en la posguerra del año 1918 contemplaron un mundo revuelto desde su propia base —la de la vida institu‐ cional—, lo que hizo posible la formación de mentalidades que defienden, con múltiples razones, las mayores atrocida‐ des, exaltando los más bajos instintos, descomponiendo el orden establecido, no en provecho de mejores conquistas so‐ ciales, sino en el propio y exclusivo beneficio de los hombres o de los partidos encaramados al poder. Tales situaciones de hecho provocan en el ánimo la natu‐ ral incertidumbre y nos llevan, como una última esperanza, al pensamiento de que; en el proceso que la Humanidad en‐ tera describe, el actual momento histórico no es otra cosa que un fenómeno propio a toda evolución demasiado rápida, por lo menos en lo que se refiere al orden político. En el presente no se sabe, en los recorridos emprendidos, si en realidad seguimos un camino de avance o de retroceso, en que parece la cultura europea estar en plena crisis y ban‐ carrota y en que se hace más que necesario, imprescindible, un recuento de lo que se ha hecho para determinar la revi‐ sión de mucho falso que obscurece el verdadero mérito; por ello es conveniente volver al pensamiento de hombres que, como Beccaria, han representado la gloria de servir a la jus‐ ticia aportando las luces de su entendimiento y su compren‐ sión. 9 II DE NUEVO, EL OCASO DEL DERECHO Después de los magníficos estudios de Saldaña, Bernaldo de Quiros, Calamandrei y Francisco P. Laplaza parecía atre‐ vimiento sin atenuante el insistir en publicar el que lleva el atrevido título de Beccaria y su obra. Más de tres décadas han transcurrido desde que lo escribiera, lo que ha hecho que mucho de lo que allí se dijo haya sido barrido por los huracanes desencadenados en este mundo lleno de convul‐ siones que nos toca vivir. De Mariano Ruiz Funes son estas palabras tan amargas como certeras: «Al publicarse en este mismo año (1950) la segunda edición comentada de Calamandrei, esta actualidad de Beccaria, que alumbraba las conciencias en las malas horas de la guerra, se conserva viva. Se ha ganado la guerra militar. Una paz, que apenas es un armisticio, está a punto de quebrarse de nuevo. Con el triunfo de las armas no se ha asegurado todavía el de las conciencias libres. Si la guerra, en contra de la opinión de Churchill, fue una guerra de ideo‐ logías, en la lucha de la democracia y la libertad contra el fascismo y el nazismo, puede afirmarse que no se ha logrado la victoria».[1] ¡Qué habríamos de decir después, años más tarde, ante el panorama de crímenes, odios, lágrimas y fango! Ya sólo se 10

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