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Bartolina Sisa. La virreina aimara de murió por la libertad de los indios PDF

108 Pages·1978·2.365 MB·Spanish
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COLECCION: ALIPIO TRADICION | VALENCIA HISTORIA VEGA ALIPIO VALENCIA VEGA BARTOLINA SISA LA VIRREINA AYMARA QUE MURIO POR LA LIBERTAD DE LOS INDIOS LIBRERIA EDITORIAL ' J U V E N T U D ” La Paz — Bolivia Es propiedad del Editor. Quedan Reservados los Derechos de acuerdo a Ley. Empresa Editora “Urquizo” S. A. Impreso en Bolivia — Printed in Bolivia LA MUJER EN EL TAHUANTINSUYU Y EN LA CONQUISTA. La de los historiadores en el mundo, con referencia al rol desempeñado por la mujer en el desarro­ llo social, ha sido de subestimación, asignando solamente a los carones los papeles fundamentales de la historia y del progreso. Recién en los tiempos contemporáneos, se ha iniciado una obra de reivindicación de la importancia femenina en la afirmación y crecimiento de los grupos sociales humanos. En este sentido, tanto vale la tarea que cumple la mujer como la que realiza el varón en aque­ llos aspectos. Cuando los españoles descubrieron el Nuevo Mun­ do, este continente estaba profusamente poblado por so­ ciedades de cultura desigual, según el ambiente geográ­ fico en que se habían desenvuelto. En los bosques tro­ picales de las bajas llanuras atravesadas por largos y cau­ dalosos ríos, los grupos humanos, de acuerdo a la tipi­ ficación cultural del sociólogo Lewis H. Morgan y de Sal­ vador Canals Frau, no habían pasado de la gran etapa del salvajismo. En las praderas norteamericanas donde abundaban las manadas de bisontes, ya los pieles rojas llegaron hasta el estadio medio de la barbarie, y en las mesetas altas del continente como el Anahuac, Cundina- marca o el Altiplano interandino, hubo sociedades que alcanzaron el estadio superior de la barbarie. Nadie ha­ bía llegado, sin embargo, como los europeos y los asiáti­ cos, a la etapa de la civilización moderna. En la América del Sur, en la región del Perú, com­ prendida entre el río Angasmayo por el norte, hasta el río Maulé por el sur, y desde las faldas orientales de la Cordillera Andina en el este, hasta la costa del Océano Pacífico en el oeste, se constituyó el Tahuaníinsuyu, po­ deroso Estado monárquico - teocrático, que fue llamado Imperio Incaico por los españoles, con un sistema eco­ nómico - social afirmado en el colectivismo agrario y en la igualdad de los hombres por el trabajo y la posesión de la tierra. La sociedad incaica, basada territorialmente en ti ayllu o comunidad local, practicaba la distribución de la tierra a todos los habitantes, en cuanto integraban fami­ lias, para que la trabajaran y obtuvieran de ella los re­ cursos de su subsistencia. Nadie dejaba de recibir su par­ cela suficiente para sus necesidades, ni tampoco nadie po­ día dejar de cultivarla para subsistir. La familia: padre, madre e hijos, era esencial para recibir la parcela corres­ pondiente, porque a cada miembro de ella, se le daba 8 — su porción: al padre un tupu ('), a la madre medio tupu, a cada hijo un tupu y a cada hija medio tupu. En la familia incaica, el padre indudablemente, era el jefe, y la madre y los hijos le debían obediencia, peí o no es evidente lo que contaron algunos cronistas españo­ les en sentido de que la mujer era esclava del marido y estaba en situación de terrible inferioridad. Lo evidente es que siendo la tierra que distribuían las autoridades del ayllu, la gran fuente de recursos para la familia, todos sus miembros: padre, madre, hijos e hijas tenían que culti­ varla y trabajarla para hacerla fructificar y subsistir con su producción. Los hijos, solamente cuando eran niños, eran destinados al cuidado de los rebaños de llamas y alpacas que tampoco eran de propiedad individual, sino de propiedad colectiva porque pertenecían al ayllu o co­ munidad agraria. La mujer en el hogar kechua o aymara no era me­ nospreciada ni maltratada. Ocupaba su lugar; subordina­ da indudablemente al esposo que era jefe natural de la familia, era acreedora a consideraciones; el marido siem­ pre requería el consejo de la mujer y no podía ni debía pegar ni tratar despectivamente a la esposa. Era igual que su esposo, y esta igualdad se establecía concretamente en el trabajo; la mujer cultivaba la tierra en las mismas con­ diciones que el marido; le ayudaba a preparar la tierra, (1) “Tupa”, en kichua y aymará, no es una extensión fija como la hectárea, sino que esa extensión es variable., determinada por el grado de fertilidad del suelo y las necesidades que debe cubrir el sujeto humano que re­ cibe la parcela de tierra. 9 — — a arar los campos, a abrir los surcos, a echar las semillas, a cuidar los cultivos, a deshierbar y aporcar, a cosechar los frutos. En estas condiciones había armonía en la fa­ milia y las necesidades del mantenimiento de los cultivos de la tierra, conducían a la práctica de la monogamia. La mujer, en consecuencia, era realmente la mitad del hogar, y marido y mujer lo complementaban, estableciendo un gran concepto de dignidad de ambos consortes en el matrim> nio. En la misma forma eran respetados los hijos varo­ nes y mujeres, y éstos obedecían y veneraban a sus padres. En realidad, fue la Conquista española la que intro­ dujo un criterio de rebajamiento de la dignidad de la mujer en la sociedad. Desde luego, si el Descubrimien­ to fue un hecho consumado por su propia naturaleza, solamente por elemento masculino, las tareas de conquis­ ta y dominación de las nuevas tierras y sus poblaciones, fueron realizadas también solamente por guerreros, todos los cuales, de acuerdo al criterio y a la organización de la sociedad europea, no podían ser sino varones. De estos oficios: marineros, descubridores, guerreros, conquistado­ res, quedaban excluidas las mujeres, porque a éstas, ha­ cía ya siglos que en la cultura occidental, se las conside­ raba integrantes de un sexo eminentemente débil, incapaz de realizar ni participar de acciones fuertes, correspon­ dientes solamente al sexo masculino, o sea a los varones De aquí, de esta situación, es que los conquistado­ res, al encontrarse, no con combatientes varones sola­ mente en las tierras nuevas, sino con vastas sociedades completas, aparecieron como exponentes de una sociedad civilizada, adelantada con relación a las sociedades indí­ 10 — genas, pero no sociedad integrada, con varones, mujeres, niños y ancianos, sino solamente con varones fuertes y guerreros, frente a sociedades nativas íntegras y densa­ mente pobladas. No eran solamente guerreros aztecas o muiscas o tahuantinsuyus que se ponían en contacto con ellos, sino grupos vastos y complejos de guerreros y de otros sectores sociales, varones, mujeres, niños, jóvenes y viejos indígenas. Es decir, que en todo conjunto de gue­ rreros conquistadores, los españoles eran solamente varo­ nes que se pusieron en contacto, al conquistar y sojuzgar, con las poblaciones indígenas íntegras en todo el Nuevo Mundo. La Conquista no tuvo, pues, aspecto femenino. 11 —

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