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ay, pena, penita, pena PDF

48 Pages·2012·0.7 MB·Spanish
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CAPÍTULO 1 LA COPLA EL SENTIMIENTO RACIAL La copla es el género musical que más y mejor (y más y peor) ha trata- do el asunto del desamor en los confines del solar patrio. Y de una ma - ne ra brutal y desgarradora. No podía esperarse otra cosa de una cultu- ra entre cuyos puntales se cuentan la fiesta de los toros y personajes co - mo Don Quijote, loco de amor y de historias fantásticas, y Carmen, la ci garrera lianta con una preocupante tendencia a provocar dramones sangrientos. Bien es verdad que la pena de amores no ha sido su único tema. La copla ha tratado todos los tópicos de la españolidad más tópica: ha can- tado a los toreros, a las vírgenes y los santos, a los reyes y las taberne- ras, a las señoronas que se enamoran de efebos juncales, a las flores re - ventonas y a ciudades ilustres, a casi todo lo que pudiera quedar boni- to o conmovedor en una postal turística. No hay que olvidar que la co- pla es especialmente protegida y promocionada durante los años del franquismo en que todos los valores tradicionales de este género musi- cal coinciden con los que defiende el régimen de Franco. Hasta tal pun to que lo que debiera haber sido la copla andaluza se define como canción española, o copla española, identificando la totalidad de Espa- ña con lo andaluz y sus clichés. Pero cuando alcanza su máxima expre- sión es cuando relata los amores contrariados. En el arte meridional español y, por consiguiente en la copla, se mez- clan con gran acierto (o al menos con gran efecto) la imaginería reli- giosa (invocaciones a Dios, a una variedad de vírgenes, a Jesucristo y a todos los santos son frecuentes en las letras), la pasión descontrolada («Yo te mato, ¡te mato!» exclama la andaluza con sangre en las venas a poquito que le hagas. Por ejemplo, perderle un dedal), la exhuberancia natural (flores de aroma embriagador, frutas aromáticas, noches sofo- cantes, lunas plateadas…) y la magia heredada de los antepasados (los símbolos, el paganismo, el sacrificio cruento de la venganza…) Con todos estos ingredientes es inevitable que la sangre sea un ele- mento básico. Sangre que se derrama (verbalmente, claro) en diferen- tes formas de agresión justiciera y, sobre todo, de autolesión en las más diversas formas como acto desesperado para llamar la atención o hacer gala de un amor que no conoce límites a la hora de demostrar que va más allá de la estima a la propia vida. Los ojos son, junto con el aparato circulatorio, la región corporal en la que pone el énfasis la copla. Ojos testigos de actos inconfesables, irre - sistibles ojos verdes, ojos enmarcados en ojeras violáceas y pestañas de azabache, ojos que no se pueden retirar del objeto de amor, ojos que se ofrecen en sacrificio o se ponen como garantes del amor… La copla cen tra su atención en los ojos porque son el espejo del alma y cree que la mirada no miente, que siempre desvela los sentimientos más íntimos. La copla, de la que se ha repetido tanto que es una ópera de tres minutos que ya no sabemos si lo dijo Plácido Domingo, Menéndez Pidal o Violeta la Burra, exige que sus intérpretes sean una magníficas actrices. La cantante de copla tiene que ser una gran histriona para contar esas historias. A la habilidad para cantar, con todo lo que supo- ne de técnica de respiración y emisión, la cantante de copla tiene que añadirle quiebros, gemidos, jipidos y quejas que subrayan con cejas fruncidas, miradas extraviadas, manos engarfiadas y otros recursos de expresión corporal según requiera la historia. Se puede decir sin temor a error que todas y todos los cantantes que aparecen en la siguiente selección pertenecen a esta categoría de artistas tan versátiles que son capaces de pasar de la comedia a la tragedia en cuestión de minutos. Este género se ha curtido en una trayectoria accidentada. Surgió du- rante la república en los cafés cantantes tan de moda en la época y de allí pasó a los teatros de variedades de donde salta a la cultura popular a través de la radio. Decae en los años sesenta y setenta, con la llegada del pop y la canción comprometida. Los progres reniegan de ella por lo que se consideraba que tenía de símbolo franquista y reaccionario. Se la tacha de apolillada, de frívola, de innecesaria… Durante unos años se refugia en los ambientes clandestinos gays, en los bares de travestís 20 que las eligen como sus canciones favoritas, y en la memoria de las marías que siguen tarareándolas en voz baja mientras hacen las camas y sacuden las alfombras. Una nueva hornada de artistas jóvenes y pro- gresistas la rescatan y le dan vida nueva restituyéndole su auténtico valor. Hoy es respetada por una gran parte de los profesionales de la canción y se hacen versiones nuevas constantemente. Es inevitable que algunos nombres se repitan en esta selección, tanto de autores como de intérpretes. El trío formado por León, Quintero y Quiroga forma el olimpo de los compositores de copla, y como tal, la mayor parte de las canciones seleccionadas son suyas. Hay un estilo de canción española que sin ajustarse a los cánones ortodoxos de la copla, continúa su tradición. Por eso he dejado en este apartado las canciones de Manuel Alejandro que son una especie de copla moderna. Lo cierto es que también lo son canciones considera- das del pop, como Penélopede Serrat y Algueró o Tómame o déjamede Juan Carlos Calderón, pero por su entorno he preferido mantenerlas en el apartado de música pop. 21 AY, PENA, PENITA, PENA Letra: Rafael de León, Antonio Quintero. Música:Manuel Quiroga Si en el firmamento poder yo tuviera, Es un potro desbocado Esta noche negra lo mismo que un pozo, Que no sabe dónde va Con un cuchillito de luna lunera, Es un desierto de arena, pena, Cortaría los hierros de tu calabozo Es mi gloria en un pená. Si yo fuera reina de la luz del día, ¡Ay, pená! ¡Ay, pená! Del viento y del mar, ¡Ay, pena, penita, pena! Cordeles de esclava yo me ceñiría Por tu libertad Yo no quiero flores, dinero, ni palmas, Quiero que me dejen llorar tus pesares ¡Ay, pena, penita, pena, pena, Y estar a tu vera, cariño del alma, Pena de mi corazón, Bebiéndome el llanto de tus soleares Que me corre por las venas, pena, Me duelen los ojos de mirar sin verte, Con la fuerza de un ciclón! Reniego de mí, Es lo mismo que un nublado Que tienen la culpa de tu mala suerte De tiniebla y pedernal Mis rosas de abril. PRINCIPIOS ACTIVOS Esta canción es a la copla lo que el ácido acetilsalicílico a la Aspirina: un genérico. No hay en el título ni símiles, ni tropos, ni paños calien- tes. Dice lo que tiene que decir a saco. Una de las coplas más tristes y directas. Su título lo dice todo, y por triplicado. Está claro que el oyente no va a encontrar alegría entre sus versos. Encontramos componentes poéticos como la mención a las tinieblas como metáfora frecuente de la soledad, que veremos en muchas otras composiciones. A tener en cuenta la figura lorquiana del cuchillito de luna lunera. Por cosas como ésta (más concretamente por “Ojos Ver- des”) Rafael de León tuvo que defender su derecho a la poesía ante Federico García Lorca, al que recordó que no tenía el monopolio del verde, ni de los cuchillos, ni de la luna. En esta canción es definitivo el sutil elemento carcelario, las referen- cias a la privación de libertad y a la oferta que hace el amante libre de 22 canjearse por el amante reo, lo que nos llevaría a la paradoja de volver a encontrar a los amantes nuevamente separados en la situación inver- sa. Pero el amor es así: irreflexivo. La copla, que como ya hemos dicho se ha atrevido con todo, elige en algunos casos una temática de bajos fondos que podríamos calificar de “copla carcelera” apropiándonos del término del flamenco. Así como antes decíamos que el título es pura prosa directa, en la letra abunda la figura poética, aparte de las ya mencionadas alegorías lorquianas (¡perdón maestro!, es para entendernos) y el símil carcela- rio. En el estribillo se desata un torrente de símiles para expresar la pena: desde una impagable metáfora meteorológica-vascular que con- tinúa haciéndose más meteorológica-catastrófica, hasta la compara- ción equina, de gran efecto y fortuna. La segunda estrofa rebosa de imágenes extraordinarias de la pena, pero contiene el verso de oro: “bebiéndome el llanto de tus soleares”. Qué barbaridad, qué belleza. Si es que le dan a uno ganas de ponerse una copa… de lágrimas. INDICACIONES A pesar del elemento penitenciario ya mencionado, no es necesario tener al ser amado en la cárcel para disfrutar de los beneficios de este tema. Cualquier situación similar es válida: separaciones a larga dis- tancia, prohibiciones familiares, engaños maritales, votos de casti- dad…. Todas aquellas que se puedan comparar a una cárcel, sea físico o anímico, pueden expresarse con esta copla. CONTRAINDICACIONES No conviene abusar, pero tampoco es de las que más daño hacen, si se contrarrestan sus efectos con una correcta administración. CORRECTA ADMINISTRACIÓN Consumir con una o dos botellas de manzanilla y unos tacos de jamón a la vieja usanza, que consuelan mucho. La navaja en la liga es opcio- nal. La mantilla negra, larga y densa como la pena no es de obligado cumplimiento pero ayuda mucho. INFORMACIÓN ADICIONAL Escrita a principios de la década de 1950 para que la estrenara Luisa Ortega, quién la paseó en un espectáculo teatral, en 1953 se incluye en 23 la película que lleva el mismo título que la canción, protagonizada por Lola Flores, que lanza a “La Faraona” a la popularidad. Sin quitar mérito a la versión de su intérprete original, que lo tiene, sobre todo por su sobriedad exquisita, la versión que hizo Lola para la película de Miguel Morayta le aporta el valor añadido de una interpretación ator- mentada. Sólo la banda sonora es desgarradora, pero es aconsejable ver la secuencia que juega con un clásico del drama con canciones: el per- sonaje tiene que salir a cantar en una situación de derrumbe emocional y vuelca todo su sentimiento en la interpretación de la canción. Más adelante lo veremos en todos los demás géneros, desde el tango a la chansony en películas como Funny Girlo Love or Leave Me. Lola interpreta esta canción en el papel de Carmela, una gitana que canta en un cafetín (vamos de clásico en clásico) y viaja a México para reunirse con su novio torero (¡el que faltaba!) donde éste le da la con- sabida patada. Con el corazón hecho trizas, sale al escenario del café español en el que trabaja y canta esta maravillosa copla salpicada de la - mentos y gemíos, y aderezada con una expresión corporal dolorida entre la desmesura y la contención que es gloria pura. Sin necesidad de imágenes, la interpretación de Lola es inmejorable y de efectos contundentes. Joan Manuel Serrat la recuperó para rendir homenaje a la Flores en los años noventa en un programa de televisión [“Homenaje a Lola Flo- res”, Antena 3, 1994], donde hizo mención a las sempiternas imágenes de las radios sonando por los patios de las casas de vecinos y las seño- ras haciendo las camas mientras la cantaban. Su versión es muy senci- lla de orquestación, con el único acompañamiento de un piano, emoti- va y muy lenta. Indicada para los pacientes de reacción lenta. Además, al ser un buque insignia de la copla, tanto las intérpretes clásicas como los nuevos coplistas han hecho sus versiones: Carlos Cano, Lolita, Isabel Pantoja, Antonio Vega, La Shica… A pesar de que el objetivo de este libro son las canciones por sus le - tras particularmente desgarradoras, y no tanto por sus músicas (bási- camente por los límites auditivos de los libros), hay una versión del violinista multiuso Ara Malikian que no podía quedarse fuera. Es tre- mebunda. Es tremecedora. Es peluznante. 24 CINCO FAROLAS Letra: José Antonio Ochaíta, Xandro Valerio. Música:Juan Solano Yo no escucho lo que dicen Yo no quiero ni saberlo vecina, Las lenguas de vecindonas Cierre la boca Porque de sobra ya sé Y no me venga a decir Por quién está su persona Que él va a casarse con otra Cinco luceros azules Los cinco añitos cabales Alumbran cinco farolas Queriéndole hora tras hora, Desde su casa a mi casa, Son un cordel en mi cuello Desde su boca a mi boca Que la garganta me ahoga Cinco añitos que le quiero, Con carbones encendidos Cinco añitos que me adora, Que le quemen esa boca ¡La mala gente qué sabe! Al que juró tantas veces Qué sabe de nuestras cosas Que estaba por mi persona Si yo sé que me quiere, como le quiero Se apagaron las cinco, cinco farolas A qué darle tres cuartos al pregonero Pa que nadie me vea llorando a solas. Desde su puerta misma hasta mi puerta ¡Ay que penita madre! madre que pena La vereíta verde, madre, no cría yerba La vereíta verde, cuajá de yerba No cría yerba. Cuajá de yerba. PRINCIPIOS ACTIVOS Maledicencia, tienes nombre de purga. ¡Y cuánto daño has hecho! No hay nada peor que las vecinas aburridas apalancadas detrás de los visillos y con ganas de cotilleo. Y lo malo es que, claro, con ese exce- so de información, acaban por acertar. Y al final, lo que debería per- manecer en el ámbito de lo privado o, en el mejor de los casos (para el que se lo embolsa), a buen precio en un programa de Tele 5, lo comen- ta todo el pueblo, como muy bien dice la canción, sin ni siquiera darle tres cuartos al pregonero, que es la versión rural y decimonónica de Jorge Javier Vázquez. 25 Si bien es cierto que León, Quintero y Quiroga eran los maestros de la copla poética, el trío de autores que firman este clásico no se queda- ba muy atrás. Además veremos que hubo trasvases de talentos, cam- bios de pareja y amancebamientos autoriles entre ellos con resultados más que interesantes. En esta canción los maestros Ochaíta, Valerio y Solano echan el resto en letra y música. A destacar el contraste de la gran orquestación dra- mática abundante en metales y cuerdas con tempo marcado de la intro- ducción que da paso a un violín solitario que da repelucos. Qué bonita la metáfora de los cinco farolas, esos cinco luceros azules (indudablemente eran farolas de gas), comparados con los cinco años de amor correspondido. Y sobre todo, la referencia a la hierba del ca - mino que durante cinco años no ha crecido del trajín que llevaban de acá para allá. Y qué horror al descubrir que no lo era tanto, qué sólo era una diversión mientras encontraba a la chica adecuada, que segura- mente será más fina, más rica y de mejor familia. Y hasta más rubia. Es importante señalar en esta canción que sí existe la referencia a la mutilación, a la tortura, con esos carbones encendidos que han de que- marle la boca, ello no la hace victimista ni masoca. No. Es revanchista. Que le quemen esa boca al cabrón falsario, pide ya desquiciada la pobre víctima del engaño. Que una ya tiene bastante con que la hayan tenido en la inopia cinco añazos que podía haber aprovechado hasta pa ra estudiar derecho y meterle en el trullo por incumplimiento de contrato verbal. INDICACIONES Compromisos rotos unilateralmente, mejor entre vecinos de chalets con parcela o casas en el campo. Si el espacio que le separa a uno del ser amado está cubierto de asfalto o de adoquines no produce el mismo efecto. También la barbacoa del jardín viene bien a la hora de echar man o de los carbones encendidos. CONTRAINDICACIONES Periodistas del corazón. Jardineros de urbanizaciones descuidados en sus obligaciones. CORRECTA ADMINISTRACIÓN Neutralizar el amargo trago con un trago dulce. Un anisado (anisete 26 francés para las más finas y recio chinchón seco para las más duras) une a la dulzura y el alcohol el efecto carminativo. Oye, que las ruptu- ras tienen muchos efectos psicosomáticos y los gases no es el menos importante de ellos. INFORMACIÓN ADICIONAL La versión más conocida es la de Concha Piquer, con toda la presencia orquestal que exigía la copla en sus días de esplendor. Dramatismo en el arreglo y garra en la interpretación vocal. La Piquer alterna tonos pianísimos de íntima tristeza con frases fortísimas de desesperación desgarrada. Todo un recital de la valenciana que cumple con la misión de hacer de una sencilla copla toda una ópera de cuatro minutos. Un clásico. La rivalidad (digamos que deportiva y amistosa) entre Rocío Jurado e Isabel Pantoja tiene en este tema una muestra interesante. La versión de Pantoja es profunda, de tonos graves, de cuerdas densas, y un tempo ralentizado, deliberadamente premioso. Los jipíos de la mejor ca lidad, las aceleraciones y los trémolos de un gran efecto. La última estrofa cantada a media voz, con esa flauta que suena solitaria subra- yando los versos más tristes… y el final contundente. Toda una inter- pretación que mantiene el espíritu clásico de la copla. ¡Qué distinta la de la Jurado! Mucho más moderna, con un piano que flirtea con el jazz. Los tonos altos, la guitarra sola y los redobles de caja. Los rompimientos de la voz son menos académicos, más arries- gados y suenan más auténticos. Ojito a la versión de Miguel de los Reyes y su Ballet de Arte Espa- ñol, que a pesar de ser un ballet tiene una presencia sonora que pasma. Los componentes del mencionado ballet sustituyen con palmas y sus propias voces a la rica orquestación que acompañaba la versión origi- nal de doña Concha. Tiene además una autenticidad racial muy reco- mendable (por ejemplo el verso que se convierte en “que la garganta me ajoga” le da un toque de canción veritéinconmensurable. Impres- cindible. 27

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toda la bragadura. Pero la clave está en «jamás pensamos nunca en el invierno», esa redundancia en la negación adverbial que habitualmente se
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