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Arte De Cultivar El Olivo (1840) PDF

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^^^3 DE CULTIVAR W •A\1?¥ ¿líA AM Al imiiii Método teórico y práctico y económicamente rural de dar las la- bores con la debida intelijencia, siguiendo en todo paso á paso la marcha de la naturaleza. 0. CeletJomo flojo pavo Diente. *fc IMPRENTA de CABRERIZO. 1840. Es propiedad de la casa de Cabrerizo. S6 3t>7 Rfo señores qce han examinado el arte de cultivar el olivo, y han sido de dictamen unánimemente que se IMPRIMA. El Eaccmo. Sr. D. Juan Aharez Guerra, ex-ministro y actual director jeneral de Correos. El Eoccmo. Sr. Duque de Rivas. El Sr. marques de Arco-hermoso. D. Claudio Boutelon catedrático de Agricultura y , Botánica. D. Fernando su hijo, director jeneral de Bosques, , Montes y jardines Reales. D. Pedro Ureta hacendado propietario. , D. Manuel Pateño canónigo del Sahador. , D. Manuel López Cepero, canónigo de la Patriarcal. D Manuel María Calderón presidente de la Dipu- % , tación Provincial y propietario. D. José María Benjumea propietario. , D. Pedro Nante del comercioy propietario. , D. Felipe de Cepeda gran propietario de olivos. , D. Juan Camarero presbíteroy propietario. , D. Vicente Ferrer abogado y propietario. , D. Manuel Mellado boticario y propietario. , D. Fernando Santos , catedrático de Botánica en la sociedad Médica. PHOLOGO, M ucho tiempo ha que conociendo y convencido de la gran necesidad que habia en nuestra España de un buen tratado ó arte de cultivar el olivo, me dediqué á ratos perdidos á recojer y entresacar de cuantos autores jeopó- nicos he podido haber á las manos, antiguos y modernos, estranjeros y nacionales, lo mas selecto y filosófico que han escrito acerca de los mejores métodos de beneficiar este precioso árbol, el primero y el mas útil entre todos, como dice nuestro sabio Columela con el fin de formar , un cuerpo doctrinal en la materia, que pudiese servir de norma a los grandes y pequeños labradores, para que tras- mitiéndola estos á los obreros rutineros, resultase en su ínteres personal, en beneficio común y del estado. A pesar del escrupuloso cuidado con que he procurado reunir las observaciones y prácticas de los escritores jeo- pónicos , siempre he tenido por guía la marcha de la na- turaleza, sin perder de vista la física vejetal; y siendo és- ta y aquella únicas en sus fines , sencillas en su marcha, y mas sencillas aun en sus medios, nunca se nos presen- tan compuestas y complicadas , sino cuando no las com- prendemos, ó cuando equivocamos nuestras ideas en sus operaciones: asi, pues, el hombre de razón no se debe VIII dejar deslumhrar de promesas brillantes, y principalmen- te por los escritos de los autores que con un rasgo culti- van las rocas escarpadas, desaguan los pantanos, levantan los terrenos, fertilizan la arcilla con la arena, y la arena con la arcilla. ¡Pero que diferencia hay entre el propieta- rio y el escritor! Aquel, siempre llenode dudas y de deu- das, ycargadode impuestos, no tiene medios para desmon- tar y labrar una yugada en un año; y aquel otro, repito, con la pluma en la mano desmonta y abre en menos de un cuarto de hora leguas enteras de terreno, siendo su pluma una varita de virtudes, que produce encantos, maravillas y metamorfosis. Los autores agrónomos veo que no han con- siderado bastante la situación precaria del labrador cuan- do hablan de este modo. La naturaleza, en fin, que si bien se la examina y si- gue en todas sus huellas, contiene el jérmen fecundo de la felicidad agraria, es pues por decirlo asi, el verdadero , recreo del jénero humano. ¡Que perspectiva tan benéfica y halagüeña nos presentada si la agricultura se ejerciese Y con intelijencia filosófica! la señal mas cierta de que en un pais se vive con felicidad, es que se vaya acrecen- tando en su seno: imitémosla, separándonos de las rutinas ignorantes, puesto que es el verdadero y sencillo princi- pio de la naturaleza, y entonces se llamará tratarla filo- sóficamente. En el siglo de Fernando é Isabel la Católica y en el de su sucesor, echó bellos cimientos de ella nues- tro sabio estremeño D. Gabriel Alonso de Herrera : no los desamparemos pues sobre los del cultivo del olivo ; nos dejó buenas y sólidas lecciones filosóficas dignas de , nuestra imitación y aprecio. IX Por querer adelentar en la agricultura han abrazado muchos con ansia las novedades antes de haber aprendido á conocer bien los métodos antiguos creen unos haber : llegado al fin, por haber dado á conocer á los cultivado- res algunas plantas y semillas de una especie nueva: otros por haber propuesto instrumentos de nueva invención ú otro método de labrar, etc. A mí me parece al contrario, que ante todas cosas se deberia comenzar por conocer per- fectamente la naturaleza del terreno en que se ha de plan- tar; los medios prácticos por los mas laboriosos y mas in- dustriosos ecónomos del pais y entonces sin preocupa- : , ción y entusiasmo por la novedad, decidirse en favor de lo mas útil. Últimamente seria de desear que se encontrase algún método para escitar la emulación entre los labradores. Según mi modo de pensar, este seria el medio mas fá- cil de restablecer el estado feliz de la agricultura; pues el mas limitado puede seguir el ejemplo, sin que ningún obstáculo le detenga; mientras que, cuando se trata de nuevas invenciones, se presentan miles dificultades. Unos creerán que adoptándolas insultan la memoria de sus an- tepasados, no siguiendo en un todo su ejemplo, prácticas y doctrinas: convendrán otros en que estos inventos pue- den ser buenos para ciertos países, pero no del todo con- venientes al suyo: otros, en fin, opondrán que todos los métodos tienen ventajas en ciertos puntos; pero que su su- perioridad al método usado es tan equívoca, que se les puede mirar, al menos, como inútiles. En vez de que pro- poniendo el método con que los ecónomos laboriosos cul- tivan, cada uno podrá convencerse de su utilidad: porque X á la verdad, los nuevos invenios, por muy buenos que sean, tardan en producir sus buenos efectos, y para con- seguirlo se necesita absolutamente que se conviertan en costumbre. El convencer al labrador de las ventajas que se le pro- ponen al hacer que se desprenda de las rancias preocu- paciones', y el apartarle de la rutina heredada de sus pa- dres, es efecto del tiempo, del ejemploy de la persuasión. Uno de los medios de cortar muchos abusos seria que el gobierno y los labradores se prestasen mutuamente la mano para concurrir al bien eneral, y fijar la verdadera j fuente de la felicidad pública proporcionando la mayor , abundancia y variedad de frutos de la tierra, para preser- var á los pueblos de los estragos de la miseria. Entonces las luces dirijirian las manos laboriosas de los cultivadores, y habría pocos paises que no bastasen á mantener sus ha- bitantes. Seria también de desear que á los párrocos, ademas de sus cursos de teolojía dogmática, se les agregasendos años de botánica y otros dos de agricultura; y á lo mismo se debería obligar á todos los que sigan otras carreras cientí- ficas y de este modo aquellos, ademas de enseñar á sus : fieles el dogma y la moral, siempre hermosa y persuasiva, hablarían con preferencia á sus fieles de su agricultura, de sus labores y de sus campos, dándoles buenos y prácticos consejos; y en esto se interesarían los hombres de luces y de letras, esponiéndoles de una manera bastante clara y sencilla el modo de conducirse; amonestándoles ademas, que la esencia de la piedad consiste en Henar exactamen- te para con el prójimo los deberes de la justicia; y que XI el que fiel á la probidad y constante en su trabajo come el pan con el sudor de su frente, es el único que puede pro- meterse del Todopoderoso la bendición y la pública esti- mación. Resultando que un cultivador instruido y labo- rioso nunca conocerá año malo, y nada puede alterarle la tranquilidad que disfruta; y el holgazán, por el contrario, todo lo espera del cielo, y lo atribuye á su mala suerte el haber cojido menos que el que ha sido mas constante y aplicado á su trabajo, y tomado los consejos y prácticas que le han suministrado los peritos intelijentes. Lo que Columela decia á los romanos repetiré yo tam- bién á mis conciudadanos españoles: >>Unos piensan, les »decia, que el arte de cultivar no supone estudio prelimi- »nar, y que todo lo sabe el labrador. Otros, por el contra- rio, convienen en la necesidad de aprender y reunir la ^práctica á la teórica, pero no se cuidan en estudiarla. »La tercera clase conoce la agricultura por los libros, ha- »bla doctamente de ella al parecer, y decide de todo con »raajisterio sin idea del campo, ni haber salido de su ga- »binete. La cuarta clase es la de los rutineros que culti- »van sin reflexión ni principios, labrando la tierra como »su padre la ha trabajado y podado los árboles y olivos. »La tercera clase es la mas funesta y perniciosa á la »agricultura, porque proponiendo esperiencias que no ha »ejecutado, y reformas sobre reformas, arruina muchas »veces al labrador, que se ha dejado deslumhrar de bri- llantes razonamientos y promesas maravillosas." El labrador debe seguir la esperiencia, sin la cual la mas brillante teoría no es mas que una quimera sin fun- damento, y sobre ella estriba la base principal de todo XII cuanto espongo y anolo en el cuerpo doctrinal de este ar- te', todo lo demás es un charlatanismo ó ignorancia de los que deciden sin haber visto jamás el campo. Si por medio de aplicaciones á los sabios princi- pios teóricos y prácticos que prescribo en mi arte cimen- , tados en la esperiencia, se consiguen felices resultados, entonces es cuando se han de combatir sin compasión las funestas y defectuosas costumbres agrícolas y destruir , para siempre los abusos y mostrar á los labradores y ha- j bitantes del pais los yerros y absurdos de sus cultivos. Prediquemos ejemplos y no palabras: esta es la instruc- ción massóliday la únicaque se debe dar á los labradores. Cuando se habla de la agricultura, parece que se tra- Y ta de una de las artes mas bajas y viles. ¿cual será la causa de semejante desprecio? Creo no ser otra que ver á los pobres y toscos aldeanos y lugareños con sus manos callosas encorvados sus cuerpos y dedos de tantas fatigas, , penalidades y sudores, y quienes apenas se sustentan mi- serabilísimamente con un poco de mal pan, moreno y á veces mugriento y mal condimentado. No la entendían asi los primeros tiempos de las repúblicas romana y griega, estimándola por la mas importante de sus estados. En una palabra, no habia en aquellos ningún arte mas recomenda- ble y mas honroso. Jenofonte, en su diálogo, hace ver cuan provechoso seria para un estado, si el príncipe premiase al que se aventajase en el cultivo de la tierra. Ipsa agricultura, di- ce, magnum incrementum sumeret siquis velperagros, 3 vel per ricos optimé terrarn excolentibus proemia cons- titueret.

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