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Arqueología y Sociedad: interacción y acción desde la teoría crítica PDF

471 Pages·2016·48.41 MB·Spanish
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA TESIS DOCTORAL Arqueología y sociedad: interacción y acción desde la teoría crítica Archaeology and society: interaction and action from critical theory MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Jaime Almansa Sánchez Directores Víctor M. Fernández Martínez Juan M. Vicent García Madrid, 2018 © Jaime Almansa Sánchez, 2017 Universidad Complutense Madrid Arqueología y Sociedad: Interacción y Acción desde la Teoría Crítica Archaeology and Society: Interaction and Action from Critical Theory Autor: JAIME ALMANSA SÁNCHEZ Directores: DR. VÍCTOR M. FERNÁNDEZ MARTÍNEZ DR. JUAN M. VICENT GARCÍA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA “You never change things by fighting the existing reality. To change something, build a new model that makes the existing model obsolete” Buckminster Fuller by BANKSY AGRADECIMIENTOS Echo la vista atrás y veo que han pasado ya diez años desde que comencé a esbozar esta tesis doctoral. He de reconocer que ha cambiado mucho desde entonces, aunque siempre creí tener claro lo que quería hacer. Dilatar tanto en el tiempo una empresa como esta te hace pensar demasiado, pero también te hace actuar. Por eso, en estos años he podido publicar algunas de las cosas que quería decir aquí y he tenido tiempo de desechar muchas otras. Al final, los primeros esbozos poco tienen que ver con el resultado final, pero el espíritu y el objetivo no han variado. He dedicado la mitad de mi vida a la arqueología, un tercio con esta tesis doctoral en la cabeza. En todo ese tiempo han pasado muchas personas por mi vida y, en mayor o menor medida, se han ganado un hueco en estos agradecimientos. Es muy posible que me olvide de alguien, seguro que lo hago, pero creo que esta lista es bastante exhaustiva. Mi abuela Filomena fue como una madre para mí. Desde pequeño me crió con un amor incondicional. Era analfabeta y conocía el valor de los libros mejor que muchos. A ella le debo mucho de lo que soy hoy y a ella le dedico de forma especial esta tesis y sus «santos». Mi abuelo Alipio siempre prefirió que trabajara en El Corte Inglés porque al menos allí llevaría traje. Él sabe bien lo que es trabajar en el campo y no quería que hiciera una carrera para terminar embarrado y machacado. A pesar de todo, siempre ha cuidado de mi y me ha inculcado el principal valor que se necesita en esta vida, el del trabajo. Mis padres quedan en un segundo plano, eclipsados por mis abuelos, aunque han sido el principal apoyo en mi vida. Esta tesis jamás habría sido posible sin ellos, pero tampoco nada de lo que he hecho mientras tanto. En mi casa nunca ha habido demasiados libros hasta que yo empecé a inundar las estanterías. Me han proporcionado la mejor educación que han podido, sin escatimar en nada. Hoy aún me proporcionan todo lo que necesito y han tratado de hacer que mi única preocupación sea acabar esta tesis, por muy enrevesado que haya sido el camino. Cualquier cosa que diga se quedará corta. Dicen que no eliges a la familia. La mía termina aquí y no la cambiaba por nada. El Cabaco tiene un espacio especial en estas páginas. Allí están mis mejores amigos, amigos con mayúsculas. José Andrés, Mabel, Chema, Estela, Noel, Leticia, David, Lorena, Mario, María, Jony, Helena, Mikel, Luis, Javi, Germán, César… La lista podría seguir y cuenta incluso con un doctor, David Castillo. Ellos han sido una vía de escape a la rutina de la arqueología. Hoy estarán orgullosos de mi por llegar a esto, pero yo también lo estoy de ellos, simplemente por estar ahí. Las historias que hemos vivido juntos son algunos de los mejores momentos de mi vida, casi siempre libres de arqueología. Ellos me han acompañado en este camino y me seguirán acompañando de aquí en adelante, así que esta tesis es y será también suya, como lo es en cierto modo de vecinas como Tía Cándida y Alfonsina, mis principales lectoras, siempre interesadas por los derroteros de mi vida, o Pepi y Antonio, que siempre se acuerdan de dejar en casa unos níscalos para alegrarme la noche. Si tuviera que recorrer el pueblo entero me quedaba sin espacio. En El Cabaco sigo, aunque voy pasando al ámbito académico. Allí, María Ruiz del Árbol me dejó escarbar en un yacimiento arqueológico y convirtió a un historiador en potencia en un arqueólogo. Ella merece un agradecimiento especial, pero también ayudaron Javier, Pachula, Óscar, David, Candela, María Cruz, Noemí… Con ellos di mis primeros pasos en este mundo y estoy seguro de que sentaron las bases del arqueólogo que escribe estas líneas. Desde luego, facilitaron mucho mi aprendizaje. Por aquellas fechas yo estaba aún en el colegio y no podría seguir sin recordar a tres profesores. Elena, que me castigó con las matemáticas y sin yo saberlo me enseñó lo que pocos. Paco, que me animó a leer como no he leído nunca. Gaspar, que se doctoró cuando yo estaba en 3º de BUP y me enseñó a pensar. Suena fuerte, pero siempre recordaré ese día y esa conversación. Mi interés por la Filosofía surgió en ese momento y mi actitud crítica también, así que supongo que le debo un agradecimiento especial en estas líneas. Así llegué a la facultad y al departamento. No he tenido la ocasión de compartir clases con todos, pero cuando miras atrás guardas algún momento con cada uno, siempre los buenos. Empecé en el laboratorio con Teresa Chapa por recomendación de David Oliver. Ella fue mi primera directora y una de las mejores profesoras que tuve. Allí, Antonio Madrigal y Antonio Uriarte me enseñaron a dibujar y ¡vaya si dibujé! Ese mismo año cursé Gestión del Patrimonio Cultural con Nines Querol y todavía pienso que esta tesis empezó allí. Marisa Ruiz Gálvez firmó mi primer pase de investigador para la biblioteca. Desde entonces (tercero si no recuerdo mal), no salí de los depósitos. Almudena Hernando me presentó a Juan Vicent y ha sido un apoyo sin saberlo. De sus clases, todo el mundo recuerda a los bonobos, pero creo que yo me he quedado con otras cosas. Víctor Fernández me abrió la puerta a un mundo que me cambió la vida, Etiopía. Sin faltar al respeto del maestro, en todos estos años ha pasado a ser más un amigo. En 2006 tuve la beca de colaboración en el departamento y poco a poco tuve la ocasión de ir compartiendo pequeños momentos con todos. Durante un par de años compartí espacio con Carlos Junquera que me puso un sobresaliente «porque le salía de los cojones». Con Manuel Domínguez Rodrigo pasé horas retocando la web y probando un módulo para rectificar dibujos en perspectiva en AutoCAD. Paquita Hernández, paisana, me dirigió el Trabajo de Segundo Ciclo y compartimos un viaje inolvidable, también con Gonzalo Ruiz Zapatero, a la frontera portuguesa. Gonzalo y Alfredo Jimeno estuvieron en mi DEA y me sacaron las castañas del fuego con Nines. Un día descubrí que Luis Ángel Sánchez es vecino de mi barrio y siempre me he quedado con ganas de haber hecho algo más con él. A Gerardo Vega le daba a escondidas las clases de Método en cuarto y aún me recuerda algún compañero la previa al examen cuando nos vemos. En el debate de mi primera comunicación me dijo que la Universidad no estaba aquí para formar y entonces lo comprendí todo. Con Alicia Castillo he discutido mucho y aún lo hago. Recuerdo especialmente los largos debates de Dublín, porque me ayudaron a aclarar las ideas aunque no haya cambiado el discurso. Con ella y con Nines sigo discutiendo, con cariño y con ganas, porque al fin y al cabo esta tesis tiene que pasar también por sus manos y, en cierto modo, ya ha pasado. Compartimos proyectos y espero que los sigamos compartiendo. Con Jesús Álvarez Sanchís apenas he cruzado algunas palabras en estos años, pero firmé algunos justificantes de sus exámenes y siempre me alegraba la tarde con su sonrisa. De Marisa Cerdeño, recuerdo siempre la dedicatoria de Carlos Marín en las sesiones de tercer ciclo que montamos hace un tiempo, pero por encima de todo una frase; «eso está en los libros», que en primero no entendí, pero ahora entiendo muy bien. A Mariano Torres y a Martín Almagro siempre los veía por el departamento, pero nunca llegamos a hablar demasiado. Supongo que nuestros intereses nunca se cruzaron más allá de la asignatura que me impartieron. Cuando volví de Inglaterra me enteré de que Josete había entrado en el departamento y me alegro, porque desde que le conocí me pareció un grandísimo profesional. Pero creo que la persona con la que más tiempo he compartido, después de Víctor, ha sido Luis Corzo. Nunca hemos hablado de arqueología y lo agradezco, porque era un respiro pasar los ratos muertos charlando con él. Creo que sólo me dejo a Emilio Hornero, pero igual que veía a Garrido paseando con la pipa, le veía a él del despacho al laboratorio. Por allí paró mucha gente también, entre otros Gianluca y Christian, del CAI, con los que compartí muy buenos momentos. En este departamento he pasado mucho tiempo y he hecho buenos amigos, primero en clase y después fuera. José María Señorán, Lucía Moragón, Jorge de Torres, Paloma de la Peña, David Javaloyas, Beatriz del Mazo, Manuel Fernández, David González y Sandra Lozano han sido mi «quinta», pero pronto se sumaron Beatriz Marín, Manuel Sánchez- Elipe, Cristina Charro, Nuria Gallego, Carlos Marín y otros que no han sido tan cercanos, pero con los que he podido compartir buenos momentos. Fuera del departamento tengo que recordar también a muchos otros; Ana, Ernesto, Bea, Elisa, Pedro, Cristina, Rosa y una larga lista de compañeros. Muchos de ellos ya no están por aquí… ¡Maldita crisis! Y malditas prioridades. Fuera de la facultad el círculo se amplió y tuve ocasión de trabajar con otros compañeros en campañas de verano y en el mundo de la empresa. Nuria Gallego e Iván González fueron mis primeros «jefes», hoy amigos. Con ellos y con una veintena más pasé nueve meses infernales en el Estanque de Tormentas del Butarque, que se compensaron entre risas y conversaciones sin fin. Olga, Polo, Virgi, Miguel, Andrea, Isra, Tere, Risco, Rebe, Rachel, María… se sumaron a una lista ya de por sí larga. Del periplo nacional conservo buenos amigos, especialmente en Barcelona. Willy, Nuria, Walter y Silvia merecen mención especial, porque con ellos seguía al día la situación catalana. Nombrar a todos los demás sería llenar más páginas de nombres, pero todos los que compartieron cata conmigo están en el recuerdo. Nada más salir de Butarque me embarqué en la mayor aventura de mi vida, Etiopía. Tengo que volver a agradecerle a Víctor la oportunidad. Jorge me acompañó en el primer viaje. Después Carlos, Cristina, Bea, Christian y Gianluca. Nunca llegué a coincidir con Edu, pero resultamos amigos después. Y la conexión etíope me acercó también a Salomé y Alfredo, entre otros. Pero allí tengo más gente que mencionar: Abebe, Yitayew, Dawit, Gashaw, Berhane y Yonas me acompañaron en Addis y Gondar, haciendo posible que empezara a trabajar también por mi cuenta. Tafalegas, Birara y Workneh fueron como hermanos desde el primer año y en conjunto tengo un rincón especial en el corazón para toda la comunidad de Tekle Haymanot, en Azazo. Gracias a ellos creo que llegué a ser mejor persona. A la vuelta de Etiopía me adentré en el inframundo de la arqueología desde las entrañas del Colegio de Doctores y Licenciados. La Junta Directiva confió en mí durante unos años y salí de ella con uno de los mejores amigos que puedo contar hoy en el mundo de la arqueología; Óscar Blázquez. Nuestras conversaciones en el bar nunca cayeron en saco roto, a pesar de discrepar mucho y en muchos temas. Del CDL llegamos a AMTTA y a viejos amigos trabajando juntos por una arqueología mejor. Más nombres para la lista, en especial Alicia Torija y María Luisa García, que no aparecen en otras listas y han compartido mucho en los últimos años. La siguiente parada es Londres, un pequeño retiro espiritual que me valió un máster en arqueología pública. Allí conocí a Akira Matsuda, uno de mis «ídolos», ruborizado por el abrazo que le di el día que nos conocimos, y a Tim Schadla-Hall, que me abrió nuevas perspectivas entre el desorden de su despacho y la mesa del restaurante italiano donde comimos tantas veces. Con Amara, Francesco, Hilary, Brian, Andrew y Steve compartí buenos ratos en PIA. Con Amanda, Nicola, Andreas, Alice, Jessica, Kostas, Irene, Anastasia, Sarah, James… pasé buenos ratos en clase, pero supongo que debo mencionar de forma especial a Fernanda Kalazich, Gabe Moshenska y Lorna Richardson. Con Tim Williams y Annette Snapp disfruté de las clases. En Ifor Evans conocí el surrealismo británico y a mucha buena gente. Marie, Colas, Viggo, Tamara, Badi, Ryan, JC y Brigita. Con Dan McDermott compartí muchas ideas y proyectos, por supuesto ninguno arqueológico y ninguno que se llegara a consumar. El de Jason S. Ganesan se consumó y ha corregido muchos de los trabajos que han pasado por mis manos. De allí me traje también a Elena Papagiannopoulou, cuya atención al detalle nunca se me pegará del todo, por desgracia, pero que ha sido y es una gran compañera y amiga, ya hermana. Al Gobierno le agradezco que no me diera la beca FPU, porque entonces, al volver de Londres, nada de lo que ha pasado habría llegado a pasar. En medio de ese proceso, debo hacer mención a la conexión gallega. Arancha Fernández Quintas siempre estuvo ahí, incluso en los momentos malos, igual que Olalla López Costas. Lo que hemos tenido que aguantar el uno del otro no se agradece en una línea. A ambas las conocí el mismo día que a Bea Comendador, a pesar de haber compartido un blog con ella durante más de un año. Los cuatro días que pasé con ellas en Galicia me ayudaron más de lo que nunca les podré agradecer. Antes de volver a Castilla aprovecho para recordar a Felipe Criado, David Barreiro, Xurxo Ayán, Rocío Varela, medio Incipit y, en especial a Eva Parga-Dans. Ella me ha ahorrado mucho trabajo y seguiremos compartiendo arqueología en el futuro. Una de las principales razones por las que he tardado tanto en terminar esta tesis doctoral ha sido JAS Arqueología, mi empresa. Con ella me embarqué en un torrente de trabajo, a veces incluso académico, que fue retrasando indefinidamente lo inevitable. Gracias a la empresa he tenido ocasión de conocer a mucha gente, que de un modo u otro también se merece una mención especial en estas páginas de agradecimiento. Supongo que sería injusto no mencionar a Raquel, por los buenos años. Riccardo Frigoli fue el primer autor de la editorial y ya ha publicado por partida doble. Nunca dejará de sorprenderme y le deseo lo mejor en Brasil, o donde termine. Con El futuro de la arqueología en España tiré de valentía para contactar con media agenda, y más. Poco a poco tuve la ocasión de compartir debates con todos y lo crean o no, tienen un papel importante en esta tesis. A Ignacio Rodríguez Temiño le tengo que agradecer muchas cosas, pero sobre todo la confianza. A Pablo Guerra le mimaré todo lo que pueda, a ver si nos hacemos ricos con Lancaster Williams. Compartiendo carretera hemos discutido lo suficiente como para creer un poco más en los objetivos de esta tesis. Después llegó Daniel García Raso, mi sustituto en ArqueoWeb y hoy además mi corrector junto a David. Mientras preparaba Arqueología Pública en España surgieron nuevos proyectos y poco a poco llegamos a 2015, con nuevos autores y nuevos amigos; Juani, Pablo, Cristobal, Laurent, Yannis, Xurxo, Pedro... la lista crece para bien de la editorial y mal de mi bolsillo. Aún así, una de las cosas que me permitió la empresa fue viajar y compartir congreso con mucha gente. De ellos me quedo con todos «los JIA», incluso los de Estrat Jove, pero sobre todo con Teje, Clara, Juani, Gemma, Mayca, Sergio, ¡Evaristo! y después con muchos otros compañeros de todo el mundo con los que me crucé de forma especial en otros congresos: Gerry Wait, Paul Belford, Rachael Kiddey, Chiara Bonacci, Alexandra Ion, Chiara Zuanni, Carina Jofré, Cristobal Gnecco, Randy McGuire o Rui Gomes, destacan entre muchos. Ya fuera paseando bajo la lluvia, con una cerveza en la mano o en largos correos electrónicos, hemos compartido buenas reflexiones. Miguel Ángel, Juan Antonio y José León son seguramente mis tres principales clientes. Un médico, un bacteriólogo y un arquitecto. No hemos hablado mucho sobre arqueología, pero sí de gestión y de investigación, incluso de esta tesis que en parte también han pagado. Isabel, Juanan y Edu se han llevado buena parte del dinero, pero gracias a su trabajo la empresa sigue adelante. Y uno nunca gana para sorpresas. Cuando piensas que ya puedes cerrar una lista, sigue apareciendo gente. Porque si bien los sitios se repiten, compartir Junta Directiva con César, Pablo, Markel, Ernesto y Pepe está siendo una experiencia fabulosa en mi vuelta al Colegio (de Arqueólogos); con Elena empecé una revista en 2010 y de ella han salido historias interesantes, además de buenos —algunos viejos— compañeros como Dom, Amanda, Kaitlyn, Alexandra y Alejandra. Gracias a Javier Andreu llegué a conocer a Lorena y Elena, que han sido como Arancha y Olalla en su día, pero en estos últimos meses. En el Departamento coincidí con algunos nuevos alumnos que se han ido quedando en mi vida como Rafa, Alejandra, Quique, Guillermo, Ana, Sonia o Nekhbet. A ella le debo algo muy importante, que es el desahogo que me ha dado con su eficiencia, clave para poderme sentar a escribir. Dentro de poco le tocará a ella pasar por esto y estaré ahí. Ana Pastor ha sido la última sorpresa de esta lista; un «fichaje». Echo la vista atrás y sé que me faltan nombres, unos por la mala memoria y las prisas, otros por traición del subconsciente. Patricia simplemente no encaja en ninguna de las categorías, aunque estuvo en casi todos los lugares. Aún así, ocupa un lugar muy especial y se merece un par de líneas ahora, fuera de la algarabía que ha sido mi vida. Gracias y punto. Por último quiero hacer un agradecimiento especial a mis directores. Teresa Chapa lo fue durante mucho tiempo y a pesar de no entendernos en alguna ocasión, siempre estuvo ahí. Hoy sólo puedo tener buenas palabras para ella. Víctor Fernández fue un relevo lógico después de tantos años. Me costó bastante convencerle de hacer cosas en Azazo y al final le gustó. Espero haberle podido devolver algo de todo lo que me ha enseñado en estos años. ¡Sobre todo de jazz! Pero también espero que no se arrepienta de haberme aceptado y que esta tesis le haya sorprendido, para bien. No soy el mejor de los alumnos. Desde el día que conocí a Juan Vicent tuve claro que quería que fuese mi director. Esta tesis

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