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Aristotelous peri poiētikēs = Aristotelis Ars poetica = Poética de Aristóteles PDF

452 Pages·1974·14.109 MB·English
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APIZT0TEA0Y2 ITEPI nOIHTIKHS ARISTOTELIS ARS POETICA POÉTICA DE ARISTÓTELES EDICIÓN TRILINGÜE POR VALENTÍN GARCÍA YEBRA f e BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL CREDOS MADRID BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA Fundada por DÁMASO ALONSO IV. TEXTOS, 8 © VALENTÍN GARCÍA YEBRA, 1974. EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 85, Madrid, Primera edición, 1974. 3.a REIMPRESIÓN. Depósito Legal; M. 7489-1999. ISBN 84-249-1200-4. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A. Esteban Tenadas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid), 1999. INTRODUCCIÓN Las obras de Aristóteles se dividen tradicionalmente en «exotéricas» y «esotéricas». Las últimas se llaman también desde antiguo «acroamáticas». Ninguno de estos términos procede de Aristóteles mismo, quien, refiriéndose a sus pro­ pios escritos, habla sólo de £K&£6o[iévoi Xóyoi «escritos publi­ cados» {Poética 54b 18)x, contraponiéndolos implícitamente a los aún «no publicados». Probablemente, los «publicados» correspondían a los que más tarde se llamaron «exotéricos», término que figura ya en Cicerón, quien, en De finibus V 5, 12, menciona dos géneros de escritos morales aristotélicos: «De summo bono, quia dúo genera librorum sunt, unum popula- riter scriptum, quod é^tórepiKÓv appellabant, alterum lima- tius, quod in commentariis reliquerunt...». Cicerón se refiere juntamente a Aristóteles y a Teofrasto, de quienes dice que hdy, acerca del bien supremo, dos géneros de libros, uno escrito «popularmente», es decir, en estilo sencillo, de lectura fácil, destinado al público (género «exotérico»), y otro «más limado», de mayor rigor científico, sin concesiones al lector simplemente aficionado. Ambos autores habían dejado este segundo género de libros en «comentarios», término equiva­ lente al griego óteojív^cctcc, por el cual debe entenderse un conjunto de notas destinadas a «traer a la mente», es decir, a recordar, los temas a que tales escritos se referían. Los libros de este segundo género eran sin duda los llamados i Al citar pasajes de la Poética me refiero siempre, según costumbre internacional, a la paginación de I. Bekker; cf. infra, pág. 22 y n. 31. 8 Poética de Aristóteles por los primeros comentaristas de Aristóteles «esotéricos» o « acroamáticos ». No conocemos bien el uso que de tales libros se hacía en la escuela peripatética. El hecho de que se los llamara «acroamáticos» (áicpoa^cmKÓ:, de ccKpoáojioa «oír», «escuchar») parece indicar que estaban destinados a «ser oídos», es decir, que no andaban en manos de lectores, sino que probable­ mente servían de guía al maestro para sus lecciones, en el curso de las cuales ampliaría las notas consignadas en el libro. Esto explicaría el carácter aparentemente incompleto, fragmentario, a veces inconexo, de algunos de estos escritos. Los libros «exotéricos» o publicados en vida de Aristó­ teles —a los cuales se refieren sin duda los conocidos elogios de Cicerón: «flumen orationis aureum fundens» (Acad. 2, 119), «dicendi incredibili quadam cum copia tum suavitate» (Top. 1, 3)— se perdieron, sin que sepamos con seguridad cuándo ni por qué2. Ya a mediados del siglo i a. de C. andaban sin duda bastante olvidados, pues Cicerón afirma que, en su tiempo, ni siquiera conocían a Aristóteles los filósofos, excepto muy pocos: «Minime sum admira tus eum rhetori non esse cognitum, qui ab ipsis philosophis, praeter admodum paucos, ignoratur» (Top. 3); pasaje que comenta con su tino habitual el padre Feijoo: «El comercio de Roma con Atenas en aquel tiempo era mucho; con que, aunque Cicerón hablase solo de los Filósofos Romanos, se infiere lo olvidado que estaba en una y otra parte Aristóteles: pues no podía tener nombre considerable en Atenas, quien casi totalmente era ignorado en Roma»3. 2 Se ha querido explicar esta pérdida por una supuesta creencia gene­ ralizada de que las obras acroamáticas o esotéricas eran las que contenían la verdadera doctrina de Aristóteles, la que el maestro había enseñado secretamente a sus discípulos, lo cual habría movido a copiarlas y estu­ diarlas intensamente, mientras que se dejaría a las exotéricas caer en el olvido y finalmente perderse (cf. G. F. Else, Aristotle. Poetics. Translated, with Jntrod. and Notes. Ann Arbor, 1967, pág. 10). Otros atribuyen su pér­ dida a cierta oposición que el público vería entre Aristóteles y Platón, de quien, en efecto, se han conservado casi todos los escritos exotéricos o publicados. Mas no parece que esto pudiera ser obstáculo para que se conservaran también los de Aristóteles. 3 Teatro Crítico Universal. «Discurso Séptimo». Tomo Quarto. Nueva Introducción 9 Las palabras de Cicerón deben aplicarse a todas las obras de Aristóteles, tanto exotéricas como esotéricas o acroamáti­ cas. Éstas, según cierta tradición recogida por Estrabón (608-609) y Plutarco (Sulla 26), estuvieron perdidas durante los dos siglos y medio que siguieron a la muerte de su autor, hasta que reaparecieron en Roma sin gran repercusión inme­ diata. El padre Feijoo resume así la conocida historia: «Por lo que toca á la corrupción de las Obras de Aristóteles, es cuento largo, y se necesita de desenvolver un pedazo de his­ toria, el que tomarémos de dos grandes Autores, Estrabon, y Plutarco. Es de saber, que Aristóteles al tiempo de morir entregó todos sus libros á su discípulo Teofrasto, como tam­ bién la Presidencia del Lycéo. Teofrasto los entregó con el resto de su Biblioteca á su discípulo Neléo. Este hizo trans­ portarlos á Scepsis, Ciudad de la Troade, Patria suya, y los dexó á sus herederos: los quales viendo la ardiente solicitud con que los Reyes de Pergamo, de quienes eran vasallos, bus­ caban todo genero de libros, y mucho mas los de mayor estimación, para hacer una rica, y numerosísima Biblioteca, no queriendo enagenarse de los de Aristóteles, que conside­ raban como una porcion preciosa de su herencia, los escon­ dieron debaxo de tierra, donde estuvieron sepultados cerca de ciento y setenta años, al cabo de cuyo espacio de tiempo fueron extraídos por la posteridad de Neléo, de aquella obs­ cura prisión; pero muy maltratados, porque por una parte la humedad destiñendo el pergamino habia borrado mucho; por otra los gusanos los habían roído en varias partes. En este estado fueron vendidos á Apelicón Teyo, rico vecino de Atenas, y muy codicioso de libros, el qual los hizo copiar; pero los Copiantes, que carecían de ía habilidad necesaria, llenaron incongruamente los vacíos, supliendo según su capricho, los pasajes que estaban borrados ó comidos. Des* pues de la muerte de Apelicón, su Biblioteca fue transportada á Roma por el dictador Syla, y en ella los libros de Aristó­ teles, los quales fueron comunicados por el Bibliotecario de Impresión, en la Imprenta de Blas Román. Madrid, 1778, pág. 139. (Conservo la ortografía de la época.) 10 Poética de Aristóteles Syla al Gramático Tyranion, que era amigo suyo, y de las manos de este pasaron a las de Andrónico Rodio, que hizo sacar varias copias de ellos»4. Según Ing. Düring («Aristó­ teles», Paulys Realencyclopadie der Class. Altertumswiss., Supplementband XI, 196), «hoy los investigadores miran la historia del hallazgo de Escepsis con desconfianza injusti­ ficada. Se considera increíble que Andrónico pudiera tener, 300 años después de morir Aristóteles, acceso directo a sus manuscritos originales». Sin embargo, a juicio de Düring, «los hechos fundamentales están bien atestiguados». La Poética pertenece al grupo de los escritos acroamá­ ticos. Es uno de los que presentan en mayor grado el carác­ ter fragmentario y a veces aparentemente inconexo a que antes me refería. Frente a este aparente desorden del texto pueden adoptarse varias posturas. La supuesta falta de cohe­ rencia puede explicarse diciendo que, por ser en general las obras esotéricas algo así como cuadernos de notas para uso privado del autor, éste sólo anotó lo que le parecía conve­ niente o necesario: la conexión completa la establecería en cada caso al desarrollar, de viva voz o por escrito, estos apuntes previos. Pero también puede suceder que la oscuri­ dad o incoherencia del texto parezca deberse a la presencia de una o de varias frases, quizá de un pasaje entero, con cuya eliminación el texto se tornaría transparente. El proce­ dimiento más fácil sería entonces suprimir tales estorbos. Y no han faltado quienes han recurrido a semejante expe­ diente, aunque la frase o frases o el pasaje en cuestión figu­ ren en todos los manuscritos conservados. En no pocos casos se ha dado por supuesto que una nota marginal, quizá del propio Aristóteles, se ha deslizado al texto, o que se han combinado en éste dos versiones alternativas. En la faena de limpiar de tales aditamentos el texto de la Poética han sobresalido Daniel de Montmollin (La Poétigue d’Avistóte. Texte primitif et additions ultérieures. Neuchátel, 1951) y, con más moderación, Gerald F. Else (Aristotíe’s 4 O. c„ pág. 152-153. Introducción 11 Poetics. The Argument. Cambridge Mass., 1951, y Aristotle. Poetics, ya citado). Sería largo enumerar todos los pasajes suprimidos por uno u otro; me limitaré a indicar, refirién­ dome a la traducción española, aquellos en cuya supresión coinciden ambos: 48b6-8: «y se diferencia... sus primeros conocimientos»; 48bl2-19: «Y también es causa de esto... o por alguna otra causa semejante»; 49al0-13: «—tanto ella como la comedia... en muchas ciudades—»; 49a31-36: «La comedia... sin dolor»; 54a37-54bl5: «Es, pues, evidente... Agatón y Homero»; todo el cap, 16; 55b24 - 56al0: «Toda tragedia tiene... sean siempre aplaudidas»; 59b7-16: «Además, en cuanto a las especies... los supera a todos». En general se ha considerado excesiva la libertad con que estos autores han manejado el texto aristotélico. Una pronta y mesurada reacción frente a ia obra de Montmolün puede verse en la reseña (en francés) de Leopoldo E. Palacios en The Phoenix, The Journal of the Classical Association of Cañada, Vol. VI, n.° 2, 1952, pág. 75: «la hipótesis de las notas marginales es atendible para explicar ciertas dificultades del texto», pero Montmollin «se ha servido de ella con prodiga­ lidad. Si en ciertos casos [...] nos parece que tiene razón el autor, estimamos que es puramente gratuito ver en otros no.tas marginales. Y, en cuanto a la doble redacción super­ puesta, que se funda en el cap. 25, nos negamos absoluta­ mente a admitirla». Más recientemente, Ingemar Düring, en el artículo citado, col. 229, después de admitir que el texto de la Poética está entreverado de notas marginales y peque­ ñas adiciones, afirma que «es una ilusión creer que pueda establecerse siempre una separación neta entre la redacción original y los aditamentos posteriores». La inclusión de la presente edición de la Poética en la Biblioteca Románica Hispánica hace innecesarios el esfuerzo y la aventura de «purificar» así el texto de Aristóteles. A los lectores atraídos por los temas habitualmente estudiados en esta Biblioteca les interesa sobre todo la obra aristotélica tal como la conocieron los grandes escritores y preceptistas europeos que basaron en ella su práctica o sus teorías desde el Renacimiento hasta el Romanticismo. Algunos de aquellos 12 Poética de Aristóteles escritores o preceptistas leyeron y estudiaron la Poética direc­ tamente en griego. Otros, más numerosos, la conocieron en alguna de las traducciones latinas que se multiplicaron por Europa desde fines del siglo xv. Hoy los más preferirán leerla en su propia lengua. Pero a todos les agradará, y aun les ayudará a calar hondo en el pensamiento de Aristóteles, poder confrontar con la traducció'n moderna el texto griego, o la versión latina, casi siempre más próxima a él que cual­ quier traducción moderna. Para facilitarles la tarea hemos llevado a cabo la presente edición trilingüe. I EL TEXTO GRIEGO 1. La tradición manuscrita La Poética parece haber sido casi desconocida en la anti­ güedad, incluso después de haberse publicado los escritos acroamáticos de Aristóteles. Es cierto que gramáticos y crí­ ticos transmitieron las ideas en ella contenidas sobre la tra­ gedia; pero no consta que conocieran directamente el trata­ do. Tampoco Horacio parece haberlo conocido, aunque los principios fundamentales de su Ars Poética proceden sin duda de obras inspiradas en las doctrinas aristotélicas. Porfi- rión (pág. 162 H) dice del Venusino: «congessit praecepta Neoptolemi tou ílapiavoO 5 de arte poética, non quidem om- nia, sed eminentissima»6. Este Neoptólemo, que vivió a fines del siglo ni a. de C., habría expuesto los principios de la 5 No, como suele escribirse, de Paro o Paros (nápoO» una de las Cicladas, sino de Parió (nápiov), ciudad de la Propóntide, en Asia Menor. 6 Parece que Neoptólemo seguía en sus teorías poéticas !a tradición del Liceo y utilizaba en su exposición términos peripatéticos, sin que por ello haya de ser forzosamente adscrito a la escuela aristotélica (cf. H. J, Mette, «Neoptolemos», Paulys Realenc. d. Cl. Altertumswiss., 1. Reihe, 32. Halbband, 2470.

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