Sessa, Leandro Aprismo y apristas en Argentina: Derivas de una experiencia antiimperialista en la "encrucijada" ideológica y política de los años treinta Tesis presentada para la obtención del grado de Doctor en Historia Director: Bisso, Andrés CITA SUGERIDA: Sessa, L. (2013). Aprismo y apristas en Argentina: Derivas de una experiencia antiimperialista en la "encrucijada" ideológica y política de los años treinta [en línea]. Tesis de posgrado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.824/te.824.pdf Documento disponible para su consulta y descarga en Memoria Académica, repositorio institucional de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE) de la Universidad Nacional de La Plata. Gestionado por Bibhuma, biblioteca de la FaHCE. Para más información consulte los sitios: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar http://www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar Esta obra está bajo licencia 2.5 de Creative Commons Argentina. Atribución-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Universidad Nacional de La Plata Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Secretaría de Posgrado Aprismo y apristas en la Argentina. Derivas de una experiencia antiimperialista en la “encrucijada” ideológica y política de los años treinta Leandro Sessa Tesis para optar por el grado de Doctor en Historia Director: Andrés Bisso, UNLP. La Plata, 22 de Febrero de 2013 Índice Presentación. Itinerarios de una investigación 4 Introducción 9 Capítulo 1: ¿Qué es el APRA? 27 El APRA 34 El aprismo 45 El Antiimperialismo y el APRA 52 El Partido Aprista 61 Capítulo 2: El aprismo en la Argentina entre dos décadas 71 El aprismo en la Argentina en la década de los veinte 71 El aprismo en la Argentina de los treinta 87 Las redes del “segundo exilio” aprista en Argentina 91 El CAP de Buenos Aires y la campaña en favor de Haya de la Torre 97 La reorganización del Comité Aprista Peruano de Buenos Aires 106 Una “comunidad latinoamericana”, todavía 111 Consideraciones finales 115 Capítulo 3: El lugar del aprismo en las encrucijadas del socialismo argentino durante la década de los treinta, a través de Claridad 117 La Revista Claridad 118 1 El aprismo en Claridad durante la primera mitad de la década de los treinta 120 La lucha antifascista: el “nuevo entrelugar” del aprismo en la Argentina 128 El “antifascismo liberal-socialista” y el “ala izquierda” 129 Claridad, el aprismo y la lucha antifascista 132 Otras dimensiones del “entrelugar”: el “intelectual aprista” en Claridad 141 De agrónomo a “cuco”: la “metamorfosis” de Luis Heysen a través de su presencia en la Argentina 146 El aprismo frente a la Segunda Guerra Mundial: hacia la unidad americana contra el fascismo 151 Capítulo 4: El “aprismo argentino”: sus organizaciones y militantes 155 La investigación 158 Los militantes 159 El Sindicato Aprista de Estudiantes 162 El Partido Aprista Argentino 170 Capítulo 5: “De Lisandro a Haya de la Torre”. El aprismo en Santa Fe durante la segunda mitad de la década de los treinta 181 El PDP, ¿un partido antiimperialista? 181 Una campaña antiimperialista en las redes del PDP 185 Un Subcomité aprista en Rosario 189 El Partido Aprista Argentino: entre la política regional, nacional y continental 190 “Votan a los socialistas los apristas” 197 2 Consideraciones finales 200 Capítulo 6: “Itinerarios del aprismo en la Argentina: FORJA y el “aprismo argentino” 201 FORJA y el APRA 202 FORJA, antiimperialismo e yrigoyenismo 209 Francisco Capelli, ¿un “forjista indoamericano”? 215 “Semillas en tierras estériles” 222 La construcción de un “aprismo argentino” 228 Consideraciones finales 233 Conclusiones 236 Bibliografía 245 3 Presentación Itinerarios de una investigación Sobre la avenida 28 de Julio, en la ciudad de Lima, se encuentran dos estatuas separadas por unos escasos cincuenta metros. Una representa la imagen de José Carlos Mariátegui, sentado, con el codo del brazo izquierdo apoyado sobre la pierna y la mano abierta hacia arriba, como acompañando una explicación. La mano derecha está apoyada sobre el muslo de la pierna que le había sido parcialmente amputada. La otra escultura es la recreación de Víctor Raúl Haya de la Torre. El principal referente de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) está parado, apoyado sobre un estrado, con gesto de orador. No lo mira a Mariátegui sino que interpela a quienes transitan por la avenida. Tiene gesto adusto, como si pronunciara palabras graves en un discurso enfático, y su cuerpo se asoma por el estrado, con la intención de acercarse a su auditorio. La mano izquierda es la que lo sostiene, la que impide que el cuerpo erguido se lance hacia abajo. La mano derecha está alzada y acompaña la oración con un saludo. Un observador agudo podrá notar que el gesto que formaba parte del ritual de confraternización de los militantes del aprismo era un saludo con el brazo izquierdo alzado. ¿Habrá sido un descuido del escultor? La escena de las dos esculturas es en sí misma una buena clase de historia. Representa a dos protagonistas indiscutibles de un período intenso de renovación generacional en el clima intelectual, y a dos actores, con trayectorias dispares, de la vida política. Muestra a Mariátegui reflexivo, con un gesto y una pose al que lo condenan sus trastornos físicos. Haya de la Torre está retratado como un orador cautivante, que desborda el estrado desde el que pronuncia el discurso y se halla inclinado hacia su auditorio. Los dos personajes están situados en la misma senda, pero no se miran. Cada uno atiende su juego. Están juntos, pero a la vez distanciados. Se enfrentan, pero no confrontan. ¿Habrá sido intención de los escultores? La escena está inmortalizada en Lima, pero ¿quién puede negar la trascendencia de estos dos personajes en América Latina? Cuando en los años sesenta, al calor del impacto continental de la Revolución Cubana, políticos e intelectuales se lanzaron a la búsqueda de referencias de los vínculos de las izquierdas con el antiimperialismo latinoamericano, las miradas se posaron sobre la figura de José Carlos Mariátegui. Su obra, inconclusa por su temprana 4 muerte, ofrecía una serie de indicios para vincular antiimperialismo, socialismo e indigenismo, que interpelaban a las vanguardias políticas de todo el continente. En ese contexto, el APRA había pasado a formar parte de las referencias de los movimientos políticos “populistas”. Pero, ¿qué había sido el APRA? ¿Por qué Mariátegui había formado parte de esa experiencia durante sus primeros años? ¿Por qué no había despertado tanto interés entre los investigadores esa experiencia política continental cuyos fundamentos ideológicos remitían a una variante del “marxismo latinoamericano”? Poco tiempo después de terminar mis estudios de grado llegó a mis manos el libro de Horacio Tarcus, Mariátegui en la Argentina. El texto no sólo me sorprendió por la elección del tema, sino porque el enfoque ofrecía un acercamiento a un grupo de intelectuales y militantes políticos no tan recordados, que habían sido los primeros difusores del mariateguismo en nuestro país. Esa reconstrucción profundizó mi inclinación hacia otras inquietudes: ¿Y el APRA? ¿Cuál era el itinerario en la Argentina de esa experiencia, difícil de encuadrar dentro de las izquierdas latinoamericanas? Había allí un espacio para trabajar, preguntas para responder. La memoria de Haya de la Torre, el fundador y principal referente del APRA, todavía persiste en la Argentina, a través de múltiples y diferentes evocaciones. Una placa en el Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata lo recuerda como un líder del movimiento de la Reforma Universitaria. Su nombre fue invocado recientemente en un discurso parlamentario como referente de un filón ideológico nacionalista, junto con presidentes argentinos como Hipólito Yrigoyen o Juan D. Perón.1 Su figura, sin embargo, parece agigantarse aún más si se recorre el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada, en donde el retrato de Haya de la Torre se encuentra junto con el de personalidades como Simón Bolívar o José de San Martín. Efectivamente había algo interesante en esa personalidad y en el movimiento político que lo tuvo como referente hasta su muerte en 1979. Su presencia en nuestro país, a través de estas dispares evocaciones, prometía un pasado de vínculos intensos entre el Perú y la Argentina. Las charlas con Andrés Bisso acerca del tema me orientaron hacia la revista Claridad, que era una publicación con la que Andrés había trabajado. Poco tiempo después descubrí allí un “tesoro documental”: las referencias al aprismo en esa 1 Ver: http://infosur.info/el-discurso-de-pino-solanas-en-el-congreso-sobre-ypf/ 5 publicación superaron las expectativas con las que me había acercado al tema. El rastreo bibliográfico inicial y las primeras jornadas de consulta de la revista en el Cedinci me pusieron en contacto con Martín Bergel. Además de las charlas y el intercambio de material originado en el mutuo interés por el tema del APRA, sus preguntas desplegadas en los trabajos, que comenzaba a publicar, sobre el exilio aprista en los años veinte alimentaron mis conocimientos del tema y despertaron nuevas preguntas sobre los años treinta. Esa década me interesaba particularmente, por el desafío que suponía develar la vida política que se escondía entre las “telarañas” que ofrecían las imágenes de las letras de los tangos y la “infamia” de los gobiernos, más o menos autoritarios. “Aprismo y apristas en la Argentina, en la década de los treinta”: surgió así un problema histórico contundente, capaz de conjugar inquietudes provenientes de diferentes vertientes que me habían movilizado desde mis últimos años en la escuela secundaria, durante los años noventa. Había en el tema una respiración de la política con una cadencia diferente al ahogo que se vivía en aquella década, cuando se había despertado mi interés por la Historia. Y fundamentalmente había una dimensión latinoamericana, que, para qué negarlo, me vinculaba con un registro político-cultural de los años sesenta, que es la “zona de sombras” de mi historia personal: la juventud de mis padres, proyectada en los sonidos e imágenes de mi infancia durante el período pos dictadura. Hoy, cuando aquellos recuerdos de los noventa suenan algo lejanos porque los separa todo el período de mi formación como historiador, todavía creo que una investigación debe estar alimentada por un impulso en el que se entremezcla el cálculo intelectual con un registro personal y emotivo. En estos años de mi carrera académica, y particularmente en el período en el que desarrollé esta investigación, aprendí algo que considero también muy importante para mi formación y que se lo debo completamente a mi director, Andrés Bisso: se puede ser historiador sin ser solemne. Andrés no sólo tuvo la virtud de brindarme un trato personal despojado de la excesiva formalidad que a veces tienen los espacios académicos, sino que esa distancia de lo solemne le permitió a él una creatividad artística para desplegar preguntas en sus investigaciones, que recorren temas serios desde perspectivas originales. Si bien no estoy seguro de haber podido trasladar esas virtudes de mi director a esta investigación, sembraron algo que, espero, florecerá a lo largo de este camino que comienzo a recorrer. El mayor aporte de Andrés, sin embargo, tal vez se encuentre en el apoyo personal, inseparable de la amistad, que apuntaló mi trabajo y superó ampliamente las tareas de un Director. 6 Debo agradecer al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) que financió, a través del Programa de Becas, los cinco años del Doctorado en Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. En el marco de dicha carrera tuve la posibilidad de cursar seminarios con excelentes profesores, como Horacio Tarcus, Alejandra Mailhe, Ernesto Bohoslavsky y Osvaldo Graciano. En cada uno de ellos encontré nuevas perspectivas y reflexiones, que de alguna manera enriquecieron la investigación. Mi formación tuvo una escala trascendente en México. Allí disfruté de un intenso semestre en el Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, y de la hospitalidad del Dr. Ricardo Melgar Bao. Más allá de su condición de referente en los estudios sobre intelectuales y política, peruana y latinoamericana, Ricardo resultó un amable anfitrión y un generoso guía para los avances de mi trabajo. Esos meses en México fueron muy agradables, también, gracias a la posibilidad de haberlos compartido con Mariana Coronel, Florencia Magaril, Sabrina Villegas, Emilio Seveso, Florencia Páez, Mariana Rodríguez y Soledad Lastra. Otra instancia importante en el desarrollo de esta investigación fue el paso por Lima. Allí tuve, también, excelentes anfitriones, como Fabiola Vergara, Martín Romero y Martín Monsalve. A este último debo la posibilidad de haber contado con el espacio del Centro de Investigaciones de la Universidad del Pacífico para mi estancia de investigación. Con André Samplonius y Germán Peralta compartí charlas y recorridas por Quilca, para rescatar libros sobre el APRA perdidos en alguna polvorienta estantería. En la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, que es el espacio en el que crecí, y particularmente en el Centro de Investigaciones Socio Históricas (CISH), desarrollé mis actividades cotidianas de estudio y escritura de este trabajo. En ese marco, recibí valiosos comentarios del Profesor Adrián Celentano, siempre dispuesto a ofrecerse como lector de los avances de mi investigación. Enrique Garguín y Ricardo Rivas, ambos Profesores del Departamento de Historia, y Sebastián Giménez, también enriquecieron el trabajo con sugerencias y recomendaciones. Las charlas con Emmanuel Kahan me ayudaron a resolver dudas e inquietudes, fundamentalmente porque derivaban siempre en una necesaria reflexión sobre la experiencia personal del tránsito por el mundo académico, y por la vida en general. Con Marcelo Starcenbaum compartí también charlas académicas y amistosas, además del espacio de representación en el que, desde hace cuatro años, 7 desplegamos un esfuerzo conjunto para construir un espacio con los graduados de la carrera. En el CISH encontré, además de colegas, amigos con los que resulta agradable compartir un lugar de trabajo, como Lucía Abbatista, Martín Retamozo, José Moreno, Santiago Cueto Rúa, Pablo Ghigliani y Juan Carnagui. Con algunos de ellos me une, además, la pasión por el fútbol, a través de la cual pudimos escribir, tal vez, las páginas más gloriosas del centro de investigación. El trayecto dentro de los espacios académicos supone un sinuoso recorrido para aprender a aprender, a enseñar y a desenvolverse dentro de un mundo con sus propias reglas y modos. Pude transitar ese camino gracias a la confianza, el apoyo y la cariñosa guía de Ana Julia Ramírez, con quien trabajo en la cátedra de Historia General V. Tengo la suerte de compartir ese espacio también con Fernanda Tocho, con quien nos acodamos año a año para desarrollar las tareas de enseñanza. Los reconocimientos finales son para las personas que me rodearon estos años, y que fueron muy importantes para poder concretar el trabajo. Javier Guiamet, además de colaborar con su lectura y comentarios sobre el texto, navegó conmigo mucho más allá, hacia los horizontes de la expresión más profunda de la amistad. Javier, Matías Iucci, Alfonso Carmona, Lisandro Lafuente, Diego Gómez Paulos, Charo Martínez y Pablo Sarachu son amigos que de diferentes maneras formaron parte del camino recorrido. Cada uno de ellos merece un reconocimiento que supera el que puedo expresar en este marco. Mariel Giacomone leyó también partes del trabajo, pero fundamentalmente me acompañó con amor y paciencia en los momentos más turbulentos de la tarea de escritura. La finalización de una tesis doctoral no es un trabajo que se pueda atravesar sin un fuerte compromiso personal, que conmueve todos los aspectos de la vida. En ese tránsito se reafirma el cariño hacia los que están al lado: Milo, Horacio, Esther, Martín, Kari, Manu y Cami. Con ellos, y especialmente con mi vieja, Elsa, que enseña con el dolor de su enfermedad las cosas importantes de la vida, comparto este trabajo. 8
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