Antropología y desarrollo Encuentros y desencuentros COLECCIÓN PUNTO DE PARTIDA Selección de lecturas Compilación y prólogo MS.c. Guillermo Julián Hernández Centro Nacional de Superación para la Cultura, La Habana, 2010 Antropología y desarrollo. Encuentros y desencuentros. COLECCIÓN PUNTO DE PARTIDA Selección de lecturas Edición: Aymeé Borroto Rubio Diagramación: Iriana Carrillo Marrero Mario Ríos Argüelles Diseño de cubierta: Impresión: © Centro Nacional de Superación para la Cultura, 2010. Todos los derechos reservados. El contenido de este libro no podrá ser repro- ducido, copiado o transmitido sin permiso escrito. ISBN: Centro Nacional de Superación para la Cultura Calle 15, entre Paseo y 2, Plaza de la Revolución, Ciudad de la Habana, Cuba. Email: [email protected] Sitio web: http://www.superacion.cult.cu Índice Prólogo Guillermo Julián Hernández / 5 Antropología y desarrollo Arturo Escobar / 29 Antropología, desarrollo y poblaciones indígenas. Una perspectiva crítica Ana María Spadafora / 59 El espejo invertido de la realidad: del discurso del desarrollo a la apología de la gestión ambiental Omar Ramírez / 77 El desarrollo. Problema antropológico Álvaro Andrés Villegas Vélez / 89 Antropología y Desarrollo: bases para una Reflexión Jesús Castro Suárez / 103 La cultura en el desarrollo Alain Basail Rodríguez /111 Cultura y desarrollo Osvaldo Martínez /121 Desigualdad y política social en Cuba hoy Mayra Espina Prieto /127 Sobre los autores /143 Prólogo Guillermo Julián Hernández I. Las nuevas tecnologías de comunicación permiten la difusión de diferentes saberes científicos de forma vertiginosa; sobre cualquier tema se puede encon- trar múltiples investigaciones, ensayos y artículos contentivos de disímiles pun- tos de vista y filiaciones teóricas, ya sea en redes electrónicas, bibliotecas, centros de información o bancos de datos de entidades privadas y colecciones particulares, inclusive. La antropología y el desarrollo no constituyen una ex- cepción. La presente compilación se concibe como apoyatura bibliográfica básica de un curso sobre la antropología y el desarrollo a nivel de maestría, aunque sus contenidos se pueden adecuar y utilizar también en estudios de pregrado. En sentido más preciso, ofrece información sobre la antropología para el desa- rrollo y la antropología del desarrollo, relaciones con significados muy dife- rentes, o como señala Arturo Escobar, uno de los autores incluidos en el libro; «tendencias opuestas que, aunque se superponen en parte, no resulta nada fácil conciliarlas». También se hace énfasis en el binomio cultura y desarrollo y en el desa- rrollo, propiamente dicho, y su amplio campo relacional: diferentes nomenclatu- ras de desarrollo, pobreza, riqueza, entre otros. II. Los autores seleccionados tienen distintas miradas sobre el tema, aunque se trató de seleccionar materiales que expresaran una idea transversal coherente que permitiera su mejor comprensión. Cuenta este volumen con textos de Arturo Escobar, colombiano y Catedrá- tico Adjunto de Antropología de la Universidad de Massachusetts, EEUU; Álvaro Andrés Villegas Vélez, antropólogo de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia; Ana María Spadafora, Investigadora del Consejo Nacional de In- vestigación Científica y Técnica y Docente de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina; Omar J. Ramírez, Investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI) de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina; María Cecilia Múnera López, Profesora Asociada, adscri- ta a la Escuela del Hábitat-Cehap, Facultad de Arquitectura, Universidad Na- cional de Colombia, Sede Medellín. Y los cubanos Mayra Paula Espina Prieto, Investigadora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) 5 y Profesora Titular del Dpto. de Sociología de la Universidad de La Habana; Osvaldo Martínez, economista, investigador y Director del Centro de Investi- gaciones de la Economía Mundial (CIEM) y Alain Basail, sociólogo y profesor del Dpto. de Sociología de la Universidad de La Habana. Todos con una reco- nocida trayectoria de estudio e investigación sobre los temas. «Vale señalar que todos los artículos se encuentran publicados en libros, periódicos o en sitios web y revistas electrónicas de amplia circulación.» III. En sociología, antropología y otras ciencias se suelen formular binomios o ecuaciones categoriales que, al separarse por distintas preposiciones, adquie- ren un significado otro. Por ejemplo, entre las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX, la UNESCO y otras agencias de la ONU solían utilizar en sus textos las relaciones «cultura para todos», y «cultura por todos». La prime- ra planteaba, en apretada síntesis, la posibilidad de que la totalidad de la pobla- ción tuviera facilidades para acceder a los diferentes procesos socioculturales e institucionales, dentro de un modelo de democratización cultural, privilegiando el acceso. La segunda proyectaba un alcance mayor, en tanto su propuesta se sustenta en procesos participativos, búsqueda del ente protagónico y la autogestión, en el contexto de un modelo de democracia cultural, privilegiando la participación activa y el compromiso del ciudadano, en aras de contribuir a la construcción de su desarrollo local y el mejoramiento de la calidad de vida. Evidentemente, el cambio de preposición implica una connotación otra en el significado, a diferentes relaciones, desiguales contenidos, enfoques críticos, discursos y análisis. Las nociones, definiciones y/o conceptos de antropología para el desa- rrollo y antropología del desarrollo pasan por idénticos procesos y diferen- cias semánticas, en dependencia de la óptica o tendencia desde la cual se ex- pongan. IV. Como es conocido la antropología es una ciencia que, como todas, nace de sentimientos de curiosidad, de sospecha, de duda; del afán del hombre por tratar de encontrar y demostrar lo que se esconde detrás de lo desconocido, de las «cosas extrañas» - mejor dicho, que puedan parecer extrañas para las con- cepciones de «los otros» – con las cuales la humanidad viene lidiando desde los tiempos más remotos. No obstante, la antropología se afana por la búsqueda de fórmulas que contribuyan a la transformación y el mejoramiento del hábitat, en el sentido más optimista y eufemístico de la expresión, en medio de un proceso planetario de cambio climático provocado, en buena parte, por la relación irra- cional del hombre con la naturaleza. Por citar solo un ejemplo, vale la pena recordar que: 6 Según datos del Departamento de Energía de Estados Unidos, la economía de esta nación mantiene niveles de demanda por encima de los 20 millones de barriles diarios de petróleo, equivalentes a cerca del 25 % del consumo mun- dial, lo cual contrasta con las políticas de ahorro y eficiencia energética implementadas en varios países. 1 No resulta difícil comprender que el uso irracional de los combustibles fósi- les es uno de los coadyuvantes al aumento de la temperatura global y al deterio- ro del cambio climático del planeta, cuyos sistemas que sustentan la vida se encuentran en crisis galopante. Retomando la idea del origen de la antropología y sin que prevalezca el interés por exacerbar viejas disquisiciones en cuanto a su existencia o no en el período grecolatino, es muy difícil negar que en esa fase histórica tan importan- te para la cultura universal y en particular para occidente, no se hayan «produ- cido» las preocupaciones por parte de los viajeros, historiadores, militares y filósofos, los cuales tenían la oportunidad de conocer y constatar en países y lugares diferentes las heterogeneidades, no solamente físicas – apuntadas por Herodoto (484-425 a.n.e.) en su momento -; sino culturales, las cuales se ma- nifestaban en los pueblos dominados y sojuzgados, la mayor parte de las veces. Algunos autores consideran a Aristóteles como uno de los primeros en utili- zar la palabra antropología, lo cual tiene mucha lógica, pero también es impor- tante conocer que, a pesar de la fuerte tendencia a «decir que la antropología empieza con Tylor – o Helvetius o Aristóteles - .El principio de la antropología es muy similar al comienzo de la misma humanidad…» (Bohannan P. y Glazer: 2003: p. xii) Y es que la antropología tiene un corpus teórico tan abarcador, en tanto se ocupa del estudio del hombre en sus dimensiones bio- psico y social, que resulta prácticamente imposible abordarla desde un simple enfoque disciplinar y por ende, reduccionista y lineal, como nos enseñó la modernidad. V. En contraposición a lo anterior, los estudios actuales de la antropología se podrían sustentar perfectamente sobre la base de los presupuestos contenidos en las ciencias de la complejidad (Reyes Galindo, R.:2009), a tenor de enfoques transdisciplinarios, hologramáticos y relacionales; con el propósito de superar el reduccionismo - que no ve más que las partes -; y el holismo, incluso – que no ve más allá del todo; para asumirla a manera de holograma, o sea, comprender y proyectar capacidades para analizar las partes en el todo y el todo en las partes. 1 Contreras, Rafael. (2009) «Petróleo: suben los precios». En Semanario Orbe, 13 al 19 de junio, p. 10, La Habana, Cuba. 7 Para ser consecuentes con este nuevo enfoque de las ciencias, el abordaje de la antropología no se debería continuar haciendo de manera independiente, ya sea desde la antropología física o desde la antropología cultural o sociocultural, como se conoce esta última en nuestro país. Ambas miradas, sustentadas modélicamente desde el pensamiento ilustrado, no dejan de ser reduccionistas, lineales y dicotómicas. Es cierto que en el discurso teórico se asume la propuesta integradora con relativa facilidadI. Sin embargo, es hora de que se interprete con más profundi- dad en el lenguaje diario de la praxis, porque para nadie es un secreto que el hombre y la mujer constituyen una unidad en sí mismos y su estudio hay que abordarlo desde todas sus dimensiones: biológica, psíquica y culturalmente. En este sentido, vale citar nuevamente a Rafael Reyes Galindo: La antropología se hace compleja, no se puede estudiar al hombre sólo desde la biología, o desde el mundo físico, o desde el cosmos. Debe ser «antropo – bio – cosmológica». Si la humanidad se reconoce en sus raíces podrá, enton- ces, reconocer su único destino terreno2. VI. En su bregar evolutivo hasta convertirse en ciencia, la antropología encon- tró no pocos escollos. Tras emerger como «curiosidad de viajeros» en la época de griegos y romanos, tropieza con el valladar de la Edad Media, también cono- cida como período oscuroII y la influencia que sobre el conocimiento ejerció en occidente la religión judeocristiana y su cuerpo de instituciones: catedrales, iglesias y monasterios; alta, mediana y baja clerecía y por supuesto la Santa Inquisición, con las torturas a fuerza de hierro y hoguera. Significativo avance alcanzó la producción de conocimiento a partir del Humanismo. Los estudios de anatomía, astronomía - el sistema heliocéntrico de Nicolás Copérnico (1473-1543) -, los aportes de los racionalistas René Des- cartes (1596-1650) y B. Spinoza (1632-1677) a la filosofía moderna y la biolo- gía, entre otros que harían muy extensa la lista, contribuyeron a crear las con- diciones intelectuales para un siglo XVIII, que se ha dado en llamar, con más o menos razón por los mismos intelectuales que lo conformaban, Siglo de las Luces, en donde «la idea de progreso» se sustentaba, no solamente en la adquisición de saberes a partir de la razón, sino también en el alcance y conso- lidación de un cuerpo de valores morales, de algún modo un ethos, acorde con la época. 2 Reyes Galindo, Rafael (2009) «Introducción General al Pensamiento Complejo, desde los planteamientos de Edgar Morin». En: Pontificia Universidad Javeriana. Centro Universidad Abierta. http: //www.javeriana.edu.co/ cuafapel/ Introducc%F3n%20Pensamiento%20 Complejo.pdf: Fecha de acceso: 19 mayo 2009. 8 Toda esta producción de conocimientos «ilustrados y enciclopédicos», pro- pia del siglo XVIII, a la cual también contribuye el discernimiento, como valor añadido, que viene aparejado gracias al incremento de los viajes trasatlánticos y contactos con diferentes pueblos y culturas, fundamentalmente africanos y de la zona del Mar Pacífico, crea las condiciones para un notorio basamento intelectual que facilita la consolidación de la antropología cultural como ciencia a mediados del siglo XIX, cuyas principales corrientes de pensamiento se ex- pondrán a continuación en apretada síntesis. VII. En ese contexto surge – bajo la influencia de las teorías darwinistasIII sobre la evolución de las especies y la selección natural y las consecuentes adecua- ciones en el campo de lo social - lo que se ha dado en llamar corriente del pensamiento antropológico o matriz teórica evolucionista, la cual constituye el primer intento científico por explicar las diferencias culturales. A los ingleses Herbert Spencer, Edward Tylor y al norteamericano Henry J. Morgan, se les deben los primeros aportes en este campo, en el cual se destaca la definición de cultura formulada por Tylor: La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio es aquel todo comple- jo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad.3 Resulta imposible obviar de un plumazo la importancia y repercusión de la definición tylorista sobre cultura – expresado en su artículo «Cultura Primitiva» - para los estudios sucesivos de la antropología y otras ciencias. Tal es su relevancia que algunos autores la consideran «la única que la mayoría de los antropólogos pueden citar correctamente, y la única a la que recurren cuando otras resultan demasiado molestas.» (Bohannan P. y Glazer: 2003: p.62) Para evitar en todo momento los planteamientos absolutos y las miradas unidimensionales desde determinadas ciencias, me parece oportuno considerar en este punto que, no obstante reconocer la importancia que desempeñó y desempeña el concepto tylorista dentro del espectro de las numerosas defini- ciones y concepciones sobre la cultura4; incluso, cuando se reconoce su in- fluencia en la formulación del concepto antológico planteado y asumido por la UNESCO en la reunión de MONDIACULT, celebrada en México en 1982IV, y 3 Taylor, E. B.- El Concepto de Cultura. En: Kahn, J.S, «Textos Fundamentales», p. 29, Edit. Anagrama, Barcelona, 1975. 4 Ver Kroeber, Alfred y Clyde Kluckhohn. «Culture: a critical review of concepts and definitions», en el cual se incluyen más de 300 definiciones del concepto cultura. 9 otros foros internacionalesV; también es conveniente dejar sentado que a partir de la segunda mitad del siglo XX se vienen realizando profundas investigacio- nes – desde los estudios culturales y la sociología de la cultura - que no siempre coinciden con los postulados tyloristas y unesquianosVI. Sucesivamente a la matriz evolucionista surgen nuevas corrientes del pen- samiento antropológico que, como es de suponer, se mueven, en una dirección más o menos cronológica, desde el difusionismo – L. Frobenius y W. Schmidt - , al particularismo histórico o relativismo cultural, liderado por la figura monu- mental del germano norteamericano Franz Boas (1858-1942) y sus aportes sobre la introducción del trabajo de campo en las investigaciones, el razona- miento sobre la existencia de una sola raza, los estudios sobre las limitaciones del método comparativo evolucionista y la diversidad cultural: Cada sociedad, insistió Boas, posee su cultura singular y privativa y la apa- rente semejanza en ciertos trazos que varias de ellas exhiben bien pueden obe-decer a motivaciones, circunstancias ambientales o actitudes dispares. Si dos o más culturas resuelven ciertos problemas fundamentales en forma pare- cida, ello se debe no necesa-riamente a contactos o préstamos sino a la iden- tidad de la estructura mental del hombre.5 El propio proceso de desarrollo de la antropología conduce a que el antropólogo británico de origen polaco Bronislaw Malinowski (1884-1942) lidere la corriente conocida como Funcionalismo, la cual se consolida en Inglaterra alrededor de 1920. Malinoswki inicia el camino de la antropología científica y perfecciona el trabajo de campo, al cual le concedió un papel muy relevante. La escuela funcionalista destaca la significación de las instituciones y las nece- sidades básicas del hombre. De igual modo, parte del hecho de que la cultura es una totalidad orgánica en las que sus diversos elementos son inseparables. Asimismo, los importantes aportes de Claude Levi Strauss (1908-2009), fa- llecido recientemente a la edad de 101 años, quien funda la matriz teórica cono- cida como Estructuralismo Cultural, - el cual se nutre de los estudios de Ferdinand de Saussure (1857-1913), y Emile Durkheim (1858-1917), fundadores ambos de la lingüística y la sociología modernasVII, respectivamente -; adelanta crite- rios muy importantes en el sentido de buscar la estructura de la sociedad y las unidades básicas de la cultura en el pensamiento de los individuos, amén de sus estudios sobre la teoría de la alianza y los aspectos estructurales de la mitolo- gía. También el Neoevolucionismo constituyó una corriente de pensamiento antropológico de singular importancia, en cuyo grupo se destaca la presencia de Leslie White (1900-1975), quien puso especial acento en el uso del símbolo por parte de las civilizacionesVIII y en la ecuación basada en la tesis de que la 5 Boas, Franz. «Cuestiones Fundamentales de la Antropología Cultural». EDICIONES SOLAR y LIBRERÍA HACHETTE S. A, p.12, noviembre de 1964 10 progresiva complejidad de las sociedades tiene como componente básico la utilización de nuevas fuentes de energía; para lo cual establece una interesante relación sustentada en la fórmula siguiente: Al desarrollarse y madurar las artes agrícolas; al mejorar las plantas me- diante una cría selectiva; al introducirse y mejorar nuevas técnicas de cultivo, irrigación, drenaje, rotación de cultivos, fertilización, etc., la cantidad de comida producida aumentó. Al aumentar la comida aumentó la población. Las tribus pequeñas se convirtieron en tribus grandes y estas en naciones e imperios; los pueblos se convirtieron en ciudades, y éstas en grandes ciuda- des.6 Por otro lado, la corriente del pensamiento antropológico conocida como el Materialismo Cultural - en la cual se destaca el antropólogo y sociólogo estado- unidense Marvin Harris (1927-2001) -, se caracteriza por enfatizar el enfoque «etic» como punto de partida de todo análisis cultural. No obstante, es válido reconocer que, a pesar de las diferencias de esta corriente antropológica con el materialismo dialéctico, buena parte de la estrategia en la cual se sustenta ha- bía sido anticipada por Carlos Marx en su conocida afirmación: El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual, en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser; por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia.7 La llamada antropología aplicada tiene un extenso campo de acción y se relaciona con el término «antropólogo práctico», surgido en la década de los setenta del siglo pasado (Willigen, John van: 2001; pp. 49-51). Esta relación se establece en la medida en que se caracterice el papel que se espera desempe- ñe el antropólogo en la solución de problemas prácticos en ámbitos determina- dos, tales como la salud, la educación, el transporte, el desarrollo, el turismo, incluso el arte, entre otros. Willigen nos adelanta un grupo de desempeños inhe- rentes al antropólogo: Entre estos roles cabe incluir, en general, el de investigador de intervencio- nes, evaluador, asesor de impacto, planificador, analista investigador, promo- tor, preparador, agente de cultura, diseñador de programas, administrador y terapeuta, entre otros muchos, y la gama aumenta día a día.8 6 White, Leslie A. «La energía y la evolución de la cultura». En: Bohannan P. y Glazer. «Antropología. Lecturas.» 2da. Edic. Editorial Félix Varela, La Habana. 2003, p.358. 7 Marx, Carlos. «Contribución a la crítica de la Economía Política». Instituto Cubano del Libro. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1973, p. 12. 8 Willigen, John Van (2001) «Antropología Aplicada». Tomado de Thomas Barfield (ed.). Diccionario de Antropología, Ediciones Bellaterra. Barcelona, pp. 49-51. En: Antropología Social. Selección de Lecturas. Editorial Félix Varela, p.88. La Habana, 2003. 11
Description: