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Antropología metafísica $b: la estructura empírica de la vida humana PDF

316 Pages·2012·7.913 MB·Spanish
by  Marías
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JULIÁN MARÍAS ANTROPOLOGÍA M E T A F í S I C A La estructura empírica de la vida humana Ediciones de la Revista de Occidente, S. A, Bárbara de Braganzn, i?. M A D K 11) Traducción inglesa: Metaphysical Anthropology (Pemisylvania State University Press. En prensa). Traducción portuguesa: Antropología metafísica (Duas Cidades, Sao Paulo. En preparación). © Copyright by Julián Marías - 1970 Editorial Revista de Occidente, S. A. - Madrid (España) - 1970 Depósito legal: M. 10.144-1970 Printed in Spain - Impreso en España Talleres Gráficos de EDICIONES CASTILLA, S. A. - Maestro Alonso, 23 - Madrid Í N D I CE Págs. Prólogo 9 I. La visión responsable 11 II. Los dos mundos 17 III. De los dioses a Dios 25 IV. La creación y la nada 33 V. Persona y yo 41 VI. La experiencia de la realidad 49 VIL La realidad de la vida humana 57 VIII. Interpretación, teoría, razón 65 IX. Aparición del hombre ... 75 X. La estructura empírica 85 XI. Las formas de instalación 97 XII. La estructura vectorial de la vida 107 XIII. La mundanidad 117 XIV. La sensibilidad como transparencia 127 XV. La estructura sensorial del mundo 137 XVI. La instalación corpórea 147 XVII. La condición sexuada 159 XVIII. El rostro humano ... ... 171 XIX. La figura viril de la vida humana 181 XX. La figura de la mujer ... 191 XXI. Razón vital: masculina y femenina ... 201 XXII. La condición amorosa 211 XXIII. Amor y enamoramiento ... 223 8 índice Págs. XXIV. El temple de la vida 235 XXV. El tiempo humano 245 XXVI. Azar, imaginación y libertad 257 XXVII. Decir, lenguaje y lengua 269 XXVIII. La felicidad, imposible necesario 279 XXIX. La mortalidad humana 291 XXX. Muerte y proyecto 301 índice de nombres y materias 313 PRÓLOGO Este libro ha sido pensado a lo largo de veinte años; su tema me acompaña desde que inicié la exploración filosófica de la realidad humana; como verá el lector, su tema es su mayor novedad intelectual: el descubrimien to de ese nivel de realidad que llamo la estructura em pírica de la vida humana. He escrito esta Antropología metafísica desde diciem bre de 1968, en dieciséis meses sin interrupción, a pesar de mis desplazamientos: en Madrid, en Soria, en India na, otra vez en Madrid. Lo he escrito en un solo movi miento mental, exigido por el carácter sistemático de su teoría y por su forma literaria. Y he tratado de que, a pesar de su complejidad, sea un libro relativamente breve, porque requiere ser leído y no meramente hojea do o consultado: la. razón es su estructura dramática, la que corresponde a la teoría filosófica. Su puesto dentro del conjunto de mi obra es claro: a la presentación del pasado filosófico (Historia de la Filosofía), que nos permite ser actuales, hubo de seguir la puesta en marcha concreta de la filosofía como teoría de la vida humana (Introducción a la Filosofía); fue me nester después la visión de esa vida en su concreción co lectiva (La estructura social); ahora, este paso más in tenta comprender la vida humana en su estructura 10 Prólogo empírica, tal como la encontramos realizada en «el hom bre». El haber expuesto minuciosamente, en tantos libros, la genealogía total de mi pensamiento, me autoriza a des cargar de referencias este libro para presentar exenta y clara su trayectoria. Julián Marías Madrid, 23 de marzo de 1970. I LA VISIÓN RESPONSABLE La filosofía no se puede dar nunca por supuesta; en la medida en que así acontece, deja de funcionar como filosofía. Esto explica un extraño fenómeno histórico: la detención o interrupción de la filosofía en algunas sociedades en ciertos momentos de la historia, sin que se vean razones eficaces que lo justifiquen. A la filosofía se llega; en rigor, se está siempre llegando. Consiste pri mariamente en un cambio de óptica o perspectiva, pero lo interesante es que luego se cae en la cuenta de que, a lo largo de toda su existencia, la filosofía mantiene los caracteres de la perspectiva cuando cambia; si se quie re una expresión sencilla, diríamos que siempre está empezando a mirar. El que entra en la filosofía, cuando realmente ha pe netrado en ella hace la experiencia de lo que es la des orientación; penetrar en la filosofía significa perderse; pero luego descubre que antes estaba desorientado: desde la desorientación que es la filosofía, el anterior estado «normal» se le presenta como una desorientación más profunda y radical, porque ni siquiera se da cuen ta de sí misma. El origen inmediato, vivido, de esa des orientación filosófica es que se cae en la cuenta de que las cosas son más complejas de lo que se pensaba, y sobre todo que están en conexiones recíprocas; por tanto, que hay que tenerlas en cuenta a la vez. Por tres veces ha recurrido, en diferentes fórmulas, la palabra 12 Antropología metafísica «cuenta» en pocas líneas; pronto veremos la significa ción filosófica de esos giros de la lengua hablada. Se advierte que hay, en lugar de la estructura lineal con que usualmente procede el pensamiento, una estructu ra circular: cada uno de los elementos o ingredientes, ni tiene sentido por sí solo, ni se apoya solo en los «an teriores», sino también en los «posteriores», con lo cual pierde sentido claro esta noción de anterioridad y pos terioridad. Esa estructura circular —que habrá que lla mar en su momento sistemática—• impone un movimien to de ida y vuelta o, mejor aún, un constante recorrido de la realidad. Por eso, la mirada filosófica nunca se queda quieta, va y viene, tiene que justificarse. La ver dad filosófica no sirve si no se está evidenciando, si no exhibe sus títulos o porqué. Podríamos decir que nin guna verdad es filosófica si no es evidente. Esto reclama un esfuerzo como parte integrante de toda relación con la filosofía, aun aquella que renuncia se a todo carácter creador. La pasividad es incompati ble con la filosofía, la cual consiste en pensar y repen sar; apropiarse de una doctrina ajena significa seguir aquel movimiento interno por el cual pudo ser origina da y hacer así, de paso, que deje de ser ajena. La con dición de recorrer la realidad, en que consiste, como vimos, la mirada filosófica, tiene una consecuencia: el carácter «transitable» de toda doctrina filosófica, y por tanto la posibilidad de usarla creadoramente. Más aún: yo diría que todo uso filosófico de una doctrina es nece sariamente creador, porque si no lo es, no es un uso filosófico. Tener acceso filosófico a una filosofía cual quiera es transitar por ella, vivirla ejecutivamente, usar la como se usa una lengua, moviéndose, en un caso y en otro, en la realidad. Puede entenderse la permanente desconfianza fren te a la filosofía, que con raras excepciones domina la his toria y reaparece en formas distintas, que sería suges- La visión responsable 13 tivo explorar y filiar. Una «historia del recelo y la hos tilidad frente a la filosofía» iluminaría todo un lado de la realidad humana. El filósofo es un hombre inquieto e inquietante. Tiene, claro es, una enorme audacia; su riesgo permanente e ineludible es la soberbia; pero esta se cura solo con que el filósofo siga siéndolo, con que acepte su condición y su destino hasta sus últimas consecuencias; entonces desemboca en la más radical humildad, en la única verdadera humildad: aceptar la realidad. El filósofo no parte nunca de la ignorancia, sino del saber: de un repertorio de interpretaciones y creencias recibidas, en las que estaba instalado y que resultan insostenibles o insuficientes; por eso la fórmu la general de la tesis filosófica no es nunca del tipo «A es B», sino «A no es B, sino C». Lo mejor sería —quién lo duda— no tener que hacer filosofía; solo se justifi ca la inevitable, la irremediable. Mientras la vida flu ye, no hace falta. El hombre sabe siempre muchas co sas, va haciendo su camino sobre la tierra, pero está rodeado de oscuridad. Esto no importa demasiado; cuenta con ello, lo toma como parte de su vida, como ingrediente de ella. Lo patente —una breve isla de pre sente manifiesto— está rodeado de un océano de laten- cia: lo que está más allá, lo recóndito, lo olvidado, lo futuro, lo posible. $óai; xxjikTsoOat cptXeí, physis kryptesthai phi- lel (la naturaleza gusta de ocultarse), decía Heráclito. La contrapartida es la revelación de lo latente, cuando quiere, mediante los oráculos o la moira. En todo caso, el hombre es llevado, conducido dentro de una unidad, la sociedad tradicional, en cuyo seno viaja, encapsulado en la cual cruza la vida. No quiere esto decir que no tenga problemas, preguntas, decisiones que tomar; pero todo eso queda localizado en el interior de una gran certidumbre primaria, que le permite saber a qué atenerse. 14 Antropología metafísica En este contexto es donde aparece con claridad la significación de los términos que presiden el nacimien to de la filosofía en Grecia: la háta (dóxa) y la «Xr¡6sta (alé- theia), que suelen traducirse «opinión» y «verdad». Voy a tratar de emplear las menos palabras griegas y los menos neologismos posibles. Los «términos», definidos o estipulados, son en rigor lo contrario de las palabras, que no son resultado de ninguna convención sino que, por el contrario, preexisten a toda situación locuente, de manera que nos encontramos ya con ellas y con su significación. La palabra debe abrirse y derramar su significación, que es lo contrario de la función del tér mino o del neologismo forjado. La palabra hermética, la «palabra-quiste», es lo inverso de la filosofía. Otra cosa es que una palabra siga derramando nuevas signi ficaciones, como el rostro que siempre se puede seguir mirando y es siempre nuevo. Intentemos abrir esas dos palabras griegas. El ori gen de dóxa es el verbo §oxéco (dokéo), que quiere decir primero «esperar», y solo secundariamente parecer; dóxa, en la lengua homérica, significa «expectativa»: oüS'dTtó Uíf¡Q (oud' apó dóxes) (II. X. 324; Od. XI. 344) quiere decir «no de otro modo que como se esperaba». Solo después de Homero viene dóxa a significar «no* ción», «opinión», «juicio», sea o no bien fundado, sea o no verdadero. De ahí se pasa al sentido de «mera» opi nión o conjetura; en forma más específica, opinión de los mortales (x&v ppo-cwv bota, ton hrotón dóxa, Parménides); o bien opinión de los demás, es decir, estimación, repu tación, fama; un paso más es el sentido de gloria o es plendor (§o5« év ¿(jjíoToic; 6eu>, dóxa en hypsístois theó = glo ria in excelsis Deo). La dóxa es lo que se esperaba, aquello con lo que se cuenta. El sentido de «opinión» es poste rior al fallo de la dóxa o expectativa: cuando no pasa lo que se esperaba o las cosas no son como se esperaba,

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