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Antonio Miguel Bañón Hernández PDF

109 Pages·2001·0.32 MB·Spanish
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Página 1 de 1 APUNTES SOBRE EL TRATAMIENTO APELATIVO EN EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL Antonio Miguel Bañón Hernández (Universidad de Almería) 1. PRESENTACIÓN 2. SOBRE ALGUNAS APELACIONES FRECUENTES EN EL TRATO COTIDIANO 2.1. DEL SEÑOREARSE Y SUS VARIANTES 2.2. AL MARGEN DEL SEÑOREARSE 2.3. SOBRE ALGUNOS VOCATIVOS QUE ATIENDEN AL PARÁMETRO EDAD 2.4. SOBRE ALGUNOS VOCATIVOS QUE ATIENDEN AL ÁMBITO RURAL 3. APELACIÓN Y PERSUASIVIDAD COTIDIANA EN LOS TEXTOS ANALIZADOS 4. FAMILIARIDAD, COFAMILIARIDAD Y PSEUDOFAMILIARIDAD EN LA APELACIÓN COTIDIANA 5. SOBRE ALGUNAS APELACIONES QUE ATIENDEN AL DOMINIO LABORAL 6. SOBRE EL TRATAMIENTO DEPRECIATIVO EN EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL 6.1. EL DOMINIO DE LA RELIGIÓN EN EL TRATAMIENTO DEPRECIATIVO 6.2. INSULTOS REFERIDOS A LA CALIDAD MENTAL 6.3. INSULTOS REFERIDOS A LA CALIDAD MORAL BIBLIOGRAFÍA 1. PRESENTACIÓN El estudio de determinadas estructuras comunicativas a través de los datos proporcionados por la literatura es un procedimiento habitual tanto para quienes pretenden conocer mejor el hecho literario como para quienes, con las debidas precauciones, extrapolan a la realidad social la dinámica interactiva representada por el arte. La Sociología de la literatura, la Sociolingüística, la Teoría literaria, la Historia de la literatura o el Análisis del discurso oral son disciplinas y metodologías de análisis que rentabilizan, con distintos intereses, este tipo de aproximaciones. Desde el último enfoque mencionado, por ejemplo, se destaca la utilidad de cierto tipo de literatura para el reconocimiento de las constantes semiolingüísticas propias del habla coloquial. Es obligado, en este contexto, hacer mención, para el caso del español, al ya clásico trabajo de Werner Beinhauer, seguido posteriormente por otros muchos que aprovecharon las pautas por él propuestas1. Las expresiones vocativas y las fórmulas de tratamiento han ocupado siempre un lugar estelar en este marco. Fausto Díaz Padilla, por ejemplo, en su libro El habla coloquial en el teatro de Antonio Gala dedica un extenso apartado a este tema (desde la página 23 hasta la 66)2. En otras ocasiones, encontramos monográficos sobre el sistema de tratamiento apelativo utilizado por ciertos personajes literarios entre sí como técnica para mejorar el conocimiento de sus relaciones. En 1937, Helen Phipps Houck publicó un trabajo sobre los vocativos que intercambian 1 Cfr. Luis Cortés, 1994. 2 Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985. www.tonosdigital.com Página 2 de 2 Don Quijote y Sancho Panza3; mucho más recientemente, Emilio de Miguel, por ejemplo, ha estudiado los apelativos dirigidos a Celestina4. Para su trabajo sobre las "Fórmulas de tratamiento en la lengua de Buenos Aires", Frida Weber se servía de textos literarios5. En ocasiones, el trabajo consiste en la aproximación a algún tipo de tratamiento apelativo a través de la literatura: sobre el tratamiento en la relación amorosa ha reflexionado Elizabeth M. Rigatuso6 y a propósito de los insultos hizo lo propio José Joaquín Montes Giraldo7. Los ejemplos podrían sucederse, en relación a nuestra lengua y también a otras lenguas, por supuesto8. De lo que no cabe duda es de que los escritores, además de creadores, son observadores de los usos lingüísticos y de su correlación con determinados factores sociales, actividad que, en ocasiones, hacen explícita. En un fragmento de la famosa composición reivindicativa del siglo XIII elaborada por el trovador Guiraut Riquier y titulada Aiso es suplicatio que fe Guirautz Riquier al rey de Castela per lo nom d(e) joglars l'an [MCC] LXXIIII, por ejemplo, se nos informa detalladamente sobre las categorías sociales de la época y del trato, apelativo o no, por ellas recibido. He aquí, siguiendo la traducción de Carlos Alvar en sus Textos trovadorescos sobre España y Portugal (1978:158:163), la expresión de un punto de partida cercano al de sus contemporáneos modistae y, en cierto sentido, también al que con posterioridad expusiese Sánchez de las Brozas: (132-147) Está establecido que según la naturaleza de cada uno, tenga un nombre distinto y varios apelativos, por los que uno se puede dirigir a ellos y ellos responden, según el estrato al que pertenecen o sus condiciones; todos sabemos que quieren poseer estos apelativos. Para que se pueda juzgar, todos los hombres somos de carne por naturaleza; pero por la condición, cada uno se agrupa bajo aquellos nombres que os he citado antes. Serafín Estébanez Calderón, por poner un caso más próximo a nuestro tiempo, iniciaba así el relato titulado La literata: "Antes de entrar en materia (lenguaje teológico) es menester, amables lectoras mías (frase de revista de Madrid o de crónica de modas), hacer ciertas salvedades (esta palabra no es de recibo)". Nuestra intención en este trabajo es circunscribirnos al Siglo de Oro 3 "Substantive Address used between Don Quijote and Sancho Panza", Hispanic Review, vol.5,1, págs.60-72. 4 "A propósito de los apelativos dirigidos a Celestina", Studia Philologica Salmanticensia, 1979, 3, págs.193- 209. 5 Revista de Filología Hispánica, III, 2, 1941, págs. 105-139. 6 "Las fórmulas de tratamiento en la relación amorosa del español bonaerense: una visión Diacrónica (1830- 1930)", Anuario de Lingüística Hispánica, 1993, IX, págs.257-287. 7 "Insultos en algunos textos de la literatura colombiana", Thesaurus. Boletin del Instituto Caro y Cuervo, XXII,3, 1967, págs. 345-358. 8 Sobre el último asunto mencionado (los insultos en la representación literaria) podríamos mencionar por su extensión e interés, la contribución que para el árabe ha realizado Salvador Peña: "Insultar en árabe standard moderno: diglosia y diálogo narrativo en las novelas de Mahfuz", incluido en AA.VV., Realidad y fantasía en Naguib Mahfuz, Granada, Universidad, 1991, págs. 227-306. www.tonosdigital.com Página 3 de 3 español y utilizar para su descripción el siguiente corpus9: obras anónimas: Vida y hechos de Estebanillo González, Lazarillo de Tormes; obras de Calderón: Saber del mal y del bien, Casa con dos puertas, mala es de guardar; obras de Cervantes: Entremés de la guarda cuidadosa, Entremés del juez de los divorcios, Entremés del Retablo de las Maravillas, Entremés del vizcaíno fingido, Entremés del viejo celoso, Entremés de la cueva de Salamanca, Entremés del rufián viudo llamado Trampagos, Entremés de la elección de los alcaldes de Daganzo, Rinconete y Cortadillo, La gitanilla, El licenciado Vidriera, La ilustre fregona; obra de Enríquez Gómez: Vida de D. Gregorio Guadaña; obras de Lope de Vega: El galán de la membrilla, El dómine Lucas, El acero de Madrid, La discreta enamorada, La corona merecida, Quien ama no haga fieros, Las flores de don Juan, El mejor alcalde, el rey, Los Tellos de Meneses, Los Tellos de Meneses II, El molino, Los melindres de Belisa, Los embustes de Celauro, Los locos de Valencia, Al pasar del arroyo, Las batuecas del duque de Alba, El premio del bien hablar, La dama boba, El bobo del colegio, Servir a señor discreto, La pobreza estimada, El sol parado, El alcalde mayor; obras de Moreto: El caballero, De fuera vendrá..., Las travesuras de Pantoja, El lindo don Diego, El licenciado Vidriera, Los jueces de Castilla, En el mayor imposible, nadie pierda la esperanza, La ocasión hace al ladrón, La fuerza de la ley, San Francisco de Sena, No puede ser..., La misma conciencia acusa, Don Juan de Trampa adelante, La fuerza del natural; obra de Quevedo: La culta latiniparla y catecismo para instruir a las mujeres cultas y hembrilatinas; obra de Agustín de Rojas: El viaje entretenido; obras de Francisco de Rojas: Entre bobos anda el juego, Del Rey abajo, ninguno; obras de Tirso de Molina: El condenado por desconfiado, Habladme en entrando, Bellaco sóis, Gómez. Los tratamientos apelativos vigentes en el siglo de oro para los textos escritos, fundamentalmente epistolares, están ya recogidos en el Manual de escribientes (1552) de Antonio de Torquemada. Treinta años más tarde, casi en el umbral del siglo XVII, Lucas Gracián Dantisco, secretario de Felipe II, publicó el Galateo español, obra muy leída en su momento, entre otras razones por la acertada combinación de impagables anécdotas y fina ironía10. Gracián Dantisco critica con gracia particular en el capítulo XII: "Ceremonia por obligación" el exceso en que habitualmente caían los ciudadanos españoles de la época al seleccionar unos vocativos marginales de las cartas con los que alimentaban en demasía el ego del alter, consiguiendo de paso una 9 He aquí las ediciones a las que pertenencen las distinas obras: ANÓNIMO (1950): Vida y hechos de Estebanillo González. ANÓNIMO (1982): El Lazarillo de Tormes. PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA (1944): Obras de don Pedro Calderón de la Barca I. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1981): Entremeses. MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1981): Novelas ejemplares. ALONSO ENRÍQUEZ GÓMEZ (1950): Vida de d. Gregorio Guadaña. FRANCISCO LÓPEZ DE ÚBEDA (1950): La pícara Justina. TIRSO DE MOLINA (1971): Obras de Tirso de Molina VII. TIRSO DE MOLINA (1982): El condenado por desconfiado. AGUSTÍN MORETO Y CABAÑA (1950): Comedias escogidas. AGUSTÍN MORETO Y CABAÑA (1983): El lindo don Diego. FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS (1951): Obras de Quevedo II. FRANCISCO DE ROJAS (1982): Entre bobos anda el juego. Del rey abajo, ninguno. AGUSTÍN DE ROJAS Y VILLASANDRO (1979): El viaje entretenido. LOPE DE VEGA Y CARPIO (1946): Comedias escogidas I. LOPE DE VEGA Y CARPIO (1967): Comedias de Autores Españoles. 10Fortunas de las que no siempre es último responsable puesto que este libro es, en parte, un traslado al español del Trattato nel quele solto la persona d'un vecchio idiota ammaestrante un suo giovinetto si ragione de'modi che si debbono o tenere o se chiafare nella comune conversazione, cognominato Galateo ovvero de'costumi, elaborado por Della Casa y conocido en España como el Galateo italiano. www.tonosdigital.com Página 4 de 4 predisposición siempre favorable del vanagloriado alocutario (1943:60-62): Hasta que han dado tal baja con el tiempo, que se ha levantado la comunidad de gente ordinaria con los títulos de ilustres, con tanta fuerza y conjuración, que los pobres nobles y muy nobles, magníficos y muy magníficos que solían usar, andan ya huidos y desterrados de su antigua patria y nación. Y así, viendo esto la nobleza de caballeros y gente calificada, se han aprovechado de subirse un grado o dos más arriba, para poderse diferenciar, especialmente en las cartas, de esta generación robadora de sus ilustres titulos. Diré, pues, a este propósito, lo que aconteció a un gentilhombre cortesano que, escribiendo a un particular una carta con el titulo de muy magnífico señor (que era el que le pertenecía según su estado), le respondió, pareciéndole poco por no haber puesto ilustre, que sabía poco de cortesanía pues le ponía aquel título. A lo cual, replicando el cortesano con otra carta, le dejó la cortesía en blanco, diciendo: ponga vuesa merced en ese vacío la cortesía que fuese servido, que ya yo se la envío en blanco firmada de mi nombre (...). Otros algunos hay que, de puro descuidados, pecan por carta de más, al que escriben, por sí o por no, dos o tres grados más de lo que conviene, mayormente cuando le han menester para algo. Y llámanle ilustrísimo y aun serenísimo que es cortesía de príncipes, si acaso no lo pusiesen por donaire como un caballero que, por que andaba su hijo de noche, le llamaba el "Serenísimo". Preguntado por qué, respondió que, siendo tan amigo del sereno, había recogido tanto en la cabeza que no le podía llamar menos que serenísismo11. Con ese mismo tono divertido se plantea otro tema candente en la época: la lucha entre el tratamiento vocativo dicho en latín o dicho en romance en aquellos contextos de oralidad discursivamente estereotipados (1943:91- 92): A este propósito, tomando sólo el sentido literal, hizo un catedrático, en Alcalá, una graciosa interpretación dando un 11 "En el Galateo (53-65) y en otras muchas obras italianas del mismo período se deprecan las ceremonias superfluas que se habían introducido en Italia por obra de los poderosos vecinos. No es éste el lugar de decidir la validez de estas quejas. Baste por ahora constatar que Gracián Dantisco se queda corto respecto a su modelo en la enumeración de los títulos de cortesía, y que éstos se le antojan como ridículos en su forma gramatical (o sea como no del todo "recibidos" en el idioma) y por su ambigüedad semántica. Un examen más detenido y objetivo de los elementos verbales que contribuyó cada uno de los pueblos a la creación, aceptación y difusión de las formas de cortesía y de amaneramiento contribuiría a puntualizar este aspecto importante en las relaciones entre Italia y España y a poner la tan traida y llevada materia de las "ceremonias" sobre una base de entrecruzamiento cultural más bien que del "dar y haber" (fragmento de "Una obra de cortesanía en tono menor: El Galateo español, de Lucas Gracián Dantisco", de Margherita Morreale, Boletín de la Real Academia, tomo XLII, cuaderno CLXV, págs. 83-84). www.tonosdigital.com Página 5 de 5 examen. El cual habiendo de comenzar en romance, como es costumbre, dijo el preámbulo en latín; es a saber: Amplisime Rector, Gravisimi Doctores, Nobilis Juventus; que es como decir: Amplísimo Rector, Gravísimos doctores, noble juventud. Pues, como comenzó en latín, dieron muchos golpes y patadas, en señal de que hablase en romance. El porfió a decirlo así, diciendo: "Miren, vuestras mercedes, que no suena tan bien en romance como en latín"; y viendo que pateaban tanto, comenzó en romance con el sonido literal de esta forma: "Muy ancho señor rector, pesadazos doctores, noble mancebía", echando los ojos a las mujeres que estaban en las ventanas del teatro, en la cual entrada tuvo donaire y agudeza el interpretar el sonido solo, y así fue recibido por mote y dicho gracioso. Pero lo cierto es que, exagerados o no, los tratamientos al uso debían ser asumidos si no se quería llegar a conflictos interlocutivos graves; ese era, al menos, el consejo de Dantisco (1943:52-53): Son, pues, las ceremonias, si queremos mirar la intención de aquellos que las usan, una vana significación de honra y reverencia acerca de aquel a quien se hace acatamiento y está puesta, así en el semblante y meneo, como en las palabras con títulos y ofertas. Y digo vana, en cuanto nosotros honramos con la vista y apariencia a aquellos que con el corazón no les haríamos acatamiento; y con todo eso la usamos por no salir de la costumbre, y a unos llamamos el ilustre o el muy ilustre señor Fulano, y a estos nos ofreceremos por sus servidores y criados a los que no es nuestra intención servir. Y así, no sólo tengo por mentira las ceremonias semejantes pero por una cierta falsedad y traición. Y andan de tal suerte estas tales, en estos titulos de ilustre, y los demás ceremoniosos de quien íbamos diciendo, que, sin mirar a los méritos, ni a la nobleza, ni al estado y calidad, los vemos poner a cualquiera que sea, tanto que los oficiales no se distinguen, muchas veces, en la manera del trato y crianza que se usa con ellos, de los nobles y calificados. Y así como sea verdad que antiguamente había títulos determinados y distintos del Papa o Emperador para cada uno, los cuales no se podían dejar de decir sin hacer desacato al titulado, ni menos se podía atribuir, sin menos precio, a los que no tenían aquel privilegio, ahora, en nuestros tiempos, vemos que se pueden usar más liberalmente los tales títulos y significaciones de honra. Porque el uso es más poderoso señor, pues los tiene más largamente privilegiados. Este uso, que por defuera parece bueno, es por dentro vano, y consiste en semblantes sin efecto y, en palabras sin www.tonosdigital.com Página 6 de 6 significación. Empero por ese no nos es lícito mudarlo, antes le debemos seguir, pues no es pecado nuestro, sino del siglo en que estamos, aunque se debe hacer discretamente. En definitiva, el autoascenso, ese "pecado del siglo", creó una creciente bola de nieve difícil de atajar al estar respaldada de continuo por el rigor casi legislativo de la costumbre, lo que hizo necesaria la intervención del rey a través de una premática recogida por Pedro Madrigal en 1594 en Capítulos de las Cortes del año de mil y quinientos y ochenta y ocho, y titulada "Premática en que se manda guardar la de los tratamientos y cortesías, y se acrecientan las penas contra los transgressores de lo en ella, y en esta contenido: y que se proceda de oficio no aviendo denunciador, o no proponiendo la causa: y la justicia que no lo hiziere y tuviera cuidado de executarlo, pague de sus bienes las penas que avian de pagar los condenados y sea suspendido de oficio por dos años". Su mera promulgación refleja la puntillosidad de una sociedad como la española de entonces (a decir de don Rafael Lapesa, 1970:147), readvierte sobre los inconvenientes del desorden y abuso de los tratamientos en nuestro país, y confirma en cierto sentido la preocupación de Felipe II por severidad de las formas; las sanciones iban desde veinte mil maravedíes (que en una premática anterior eran diez mil) hasta cuarenta mil e incluso ochenta mil y destierro para quienes reincidían manifiestamente en la incorrección del trato: Sepades que aviendosenos suplicado por los procuradores de Cortes de las ciudades, y villas destos nros. Reynos, en las que mandamos celebrar en la noble villa de Madrid el año passado de mil y quinientos y ochenta y cinco, fuessemos servido mandar proveer de remedio necessario y conveniente cerca de la desorden y abuso que avia en el tratamiento de palabra y por escrito, por aver venido a ser tan grande el excesso, y legado a tal punto que se ayan ya visto algunos inconvenientes, y cada día se podían esperar mayores, si no se atajasse y reformasse, reduziendolo a algun buen orden y termino antiguo, pues la verdadera honra no consiste en variedad de titulos, dados por escrito, y por palabra, sino en otras causas mayores a que estos ni añaden, ni quitan. La pretendida simplificación propuesta para el uso de los tratamientos comienza por la propia casa real: Primeramente, como quiera que no era necessario tratar se en esto de nos, ni de las otraspersonas Reales, toda via porque mejor se guarde, cumpla y observe lo que toca a los demás: queremos, y mandamos, que de aquí adelante, en lo alto de la carta, o papel que se nos escriviere, no se ponga otro algun titulo mas que señor, ni en el remate de la carta mas de Dios guarde la Católica persona de V.M. www.tonosdigital.com Página 7 de 7 La oscilación del trato es un indicio más del tipo de sociedad ante la que nos encontramos: una sociedad insatisfecha, vanidosa, muy preocupada por las apariencias (el honor, uno de los tópicos dramáticos de la época, así como el tratamiento, son conceptos heterónomos, difíciles de entender acudiendo únicamente a quienes quieren, deben o pueden poseerlo, y marginando a quienes quieren, deben o pueden juzgar y confirmar tales posesiones12, muy jerarquizada y básicamente injusta; una sociedad, al fin, especialmente abonada para las tensiones: Con tales estructuras, con la existencia de privilegios irritantes por injustos, con el desnivel entre la masa de deseheredados y el puñado de poderosos, con el hecho de la extrema fragilidad de los que podríamos denominar clases medias comerciantes, profesionales, algunos gremios de artesanos, las tensiones eran inevitables (Fernández Alvarez, 1989:169). En la mayor parte de los epígrafes que siguen nos hemos decidido por el uso de determinadas variables-tensemas como rasgos aglutinadores relevantes para el análisis de una determinada serie de variantes. Esas variables han sido, especialmente, las referidas a edad, familia, trabajo y axiologización negativa. 2. SOBRE ALGUNAS APELACIONES FRECUENTES EN EL TRATO COTIDIANO 2.1. DEL SEÑOREARSE Y SUS VARIANTES Sobradamente conocido es que entre los españoles de la época, como entre los europeos de la época, el señorearse era moneda de uso corriente en las conversaciones cotidianas a la hora de cumplir con los requisitos del tratamiento apelativo; no en vano, los sustantivos señor y señora (junto con sus variantes) son vocablos que, aunque en el campo de los tratamientos expresen fundamentalmente, al hilo de su relación sémica con la "posesión" y con el "dominio", contactos asimétricos inferior-superior en cualesquiera parámetros de la escala social, pueden ser utilizados igualmente, como advierte en su sexta acepción el Diccionario de Autoridades (1984:87), con alocutarios de igual e incluso de inferior estatuto social. Las apelaciones a la colectividad encuentran un estereotipo casi siempre pertinente en el seno de esta parcela genérica del tratamiento: CHANFALLA. -Señores, Vuestras mercedes vengan, que todo está a punto, y no falta más que comenzar (Cervantes, Entremés del Retablo de las Maravillas, 1982:120). Son expresiones, en definitiva, cuya frecuencia de aparición es directamente 12 La actual expresión tutearse equivale al ponerse a tú por tú de la época. Francisco de Quevedo, en Cuento de cuentos, donde se leen juntas las vulgaridades rústicas, que aun duran en nuestra habla (BAE n1 48, 1951:1114) dice: "a tu por tu: Descompuestamente y sin respeto: por los que riñen de tal modo que pierden la cortesía, apeándose el tratamiento y tratandose mutuamente con desprecio, de tú a tú". www.tonosdigital.com Página 8 de 8 proporcional a su capacidad para servir como aparentes intersecciones en las interacciones tanto simétricas como asimétricas. Y decimos aparentes porque al ser humano vivir en la neutralidad absoluta le supone un alto coste, mitigado en el caso de señor y sus variantes por la especificación generada a través de epítetos o complementos (habitualmente acompañantes suyos y léxico semánticamente referidos a función, situación, posición o profesión social de alguna de las instancias locutivas o de ambas), por nombres propios y apellidos o, finalmente, por la combinación de ambos. En cualquier caso, la extensión del vocativo resultante incide directamente en el grado de persuasividad deseado y, por ende, en el grado de sumisión contextual del locutor para con su alocutario. Un ejemplo de combinación de señor + función social lo tenemos en el señor vecino o similares. Cristina utiliza con resolución esta fórmula de tratamiento en el Entremés del vizcaíno fingido (1982:106) con un platero que vivía cerca de su casa: CRISTINA.-Basta, señor vecino, vaya con Dios, que yo haré lo que me deja mandado; yo la llevaré, y entretendré dos horas más, si fuera menester; que bien sé que no podrá dañar una hora más de entretenimiento. Otra Cristina, esta vez la criada de Cañizares en el Entremés del viejo celoso (1982:150), utiliza idéntica expresión ante el pavor del viejo que creía ver (no sin razón) en tal denominación una premonición fatal para su honor, por lo que pide a la muchacha que cambie el tipo de apelación, requerimiento sólo parcialmente atendido: CRISTINA.-¿Y qué quiere, señora vecina?. CAÑIZARES.-El nombre de vecina me turba y sobresalta: llámala por su propio nombre, Cristina. CRISTINA.- Responda ¿y qué quieres, señora Ortigosa?. ORTIGOSA.- Al señor Cañizares quiero suplicar un poco, en que me va la honra, la vida y el alma. ................................................................. CRISTINA.-Entre, señora vecina. CAÑIZARES.-¡Nombre fatal para mí es el de vecina!. También la pícara Justina apelará en estos términos a sus compañeras de charla (1950:153): ¿No es verdad, señoras vecinas, que era mi abuela una bendita?. En una sociedad tan repleta de pobreza, la profesión o la función social desarrollada era todo un "título" para quienes las poseían. Por eso, la combinación señor + profesión o función aparece tan a menudo, ya sea para referirse al ámbito eclesiástico, como sucede con el tratamiento ofrecido por Rinconete al sacristán que poco antes había "desplumado": www.tonosdigital.com Página 9 de 9 -Con su pan se lo coma -dijo Rincón a este punto-; no le arriendo la ganancia: día de juicio hay, donde todo saldrá en la colada, y entonces se verá quien fue Callejas y el atrevido que se atrevió a tomar, hurtar y menoscabar el tercio de la capellanía. Y ¿cuánto renta cada año?. Dígame, señor sacristán, por su vida (Cervantes, Rinconete y Cortadillo, 1981:242). como al artesano: SOLDADO.- (...) Escuche vuestra merced, señor zapatero, que quiero glosar aquí de repente este verso, que me ha salido medido: Chinela de mis entrañas (Cervantes, Entremés de la Guarda cuidadosa, 1982:89). al creativo-literario: señor autor y señora autora son llamados Chanfalla y Chirinos en El Retablo de las Maravillas (1982:115): RABELIN.-¿Hase de hacer algo en este pueblo, señor Autor? Que ya me muevo porque vuestra merced vea que no me tomé a carga cerrada. al militar: DON FELIX.-¿Qué digo, Señor soldado, el de la pluma y tahalí... (Lope de Vega, El galán de la Membrilla , 1967:341). al universitario: un alférez, representante de las armas, llama señor letrado a un licenciado, para dejar claro el ya tradicional contraste (y a veces complemento) de ambas ocupaciones: ALFEREZ.- Oiga, señor letrado: El reñir no le excusa un hombre honrado (Moreto, De fuera vendrá..., 1950:75). o a las distintas ocupaciones político-administrativas. Una buena muestra de estas fórmulas apelativas de tratamiento podemos encontrar en el famoso entremés cervantino del retablo de las maravillas. Benito Repollo, por ejemplo, es llamado por Chanfalla señor alcalde, y Chirinos llama al gobernador de la localidad señor gobernador. El colectivo de las autoridades es apelado por Chirinos señores justicias. Pero también aparecen apelaciones en las que la especificación contigua al señor no es sólo la función desempeñada, sino que a ésta se le une igualmente nombres propios, apellidos, o ambos. No hay que ocultar la intención persuasiva de estas extensiones, ni la irónico-burlesca que a buen seguro movió a Cervantes para presentarnos unos personajes cuyo hiperbólico tratamiento correspondía a su no menos exagerada ingenuidad. Señor regidor Juan Castrado llama el gobernador al regidor y señor alcalde Repollo llama Chanfalla al alcalde. En ocasiones "bastaba" tratar al interlocutor www.tonosdigital.com Página 10 de 10 con señor+nombre propio y apellido: señor Pedro Capacho llama el regidor al escribano, y éste llama al alcalde señor Benito Repollo. El señor o señora13 y el nombre propio "nada más" también eran fórmulas normales en contextos menos retóricos. Señora Ortigosa es el vocativo que Lorenza lanza a su vecina en el Entremés del viejo celoso. El don, como comenta Marcellin Defourneaux (1983:43), acabó por generalizarse sobre todo entre quienes habían alcanzado cierto nivel en la escala social pero carecían de título de nobleza. En El caballero, obra de Moreto (1950:298), don Enríquez se dirige al viejo Juan de Toledo con un señor don Juan, y otro don Lope, nombre atribuido en esta ocasión por Moreto, en Las travesuras de Pantoja (1959:393), a un viejo, es el que utiliza una fórmula parecida al hablar con Pedro Pantoja, el personaje central, pero incluyendo en esta ocasión también el apellido: señor don Pedro Pantoja. Si nosotros oyésemos en la actualidad expresiones vocativas como las de señor María o señora hermosa pensaríamos inmediatamente en especificaciones con nombre propio o adjetivo de valoración positiva, respectivamente. Lo cierto es que, además de eso, ambos vocativos tenían una caracterización funcional en el Siglo de Oro, dado que eran los tratamientos tópicos con los que los huéspedes de entonces se dirigían a las mesoneras (algo parecido al Buddy de los taxistas mencionado por Brown y Ford). Esta es la reflexión sobre el asunto por boca de la pícara Justina (1950:73): -Y luego les veréis esquilar diciendo: Señora María, que no hay huésped que no llame María a toda moza de mesón, como si todas nacieran la mañana de las tres Marías, o si no, dicen señora hermosa, que, como dijo el otro, para que una vieja sea moza, no hay otro remedio mejor que ser mesonera o ajusticiada; porque a la del mesón, no hay pasajero que no diga: Hola, señora hermosa, y si a una mujer la sacan a justiciar, luego dicen: la más linda mujer y de más bellas carnes que se vio jamás. Bastaría acudir a los datos proporcionados por el Diccionario de Autoridades para comprobar que los límites entre especificación individual- personal, funcional-profesional o posicional-situacional no son siempre nítidos. En muchos casos nos enfrentamos con polisemas semántico-interpretativas que sólo el contexto concreto pudiera resolvernos adecuadamente. Vocativos como señora doncella, señor caballero, señor galán, señor gentilhombre, señor hidalgo o, en otros ámbitos, señor maeso (maestro o maese), señor doctor (dotor), señor bachiller o señor licenciado, todos ellos muy utilizados en el siglo de oro español, así lo confirman. Pasemos ahora a la ejemplificación de estos vocativos en algunos fragmentos literarios. La preciosa gitanilla de 13 Curiosa variante es dómina aparecida, por ejemplo, en la página cincuenta y uno de El dómine Lucas (1946) de Lope de Vega, cuando Floriano se dirige a Lucrecia. Sobre su uso medieval en el ámbito de la docencia, Werner Beinhauer (1968:220, nota 90) comenta: "Antiguamente los maestros de escuela estaban tan mal pagados que se hizo proverbial lo roto y denominado de su indumentaria. Dómine es el vocativo latino de dominus, con el que se dirigían los alumnos al maestro en la Edad Media". www.tonosdigital.com

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punta de cacos, y su es no es de truhanes. Si sus amos. (que así llaman ellos a los que llevan en sus mulas) son boquimuelles, hacen más suertes en
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