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Antonio Elio Brailovsky HISTORIA ECOLÓGICA DE IBEROAMÉRICA 2 PDF

266 Pages·2011·1.66 MB·Spanish
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Antonio Elio Brailovsky HISTORIA ECOLÓGICA DE IBEROAMÉRICA º 2 Tomo: De la Independencia a la Globalización Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 1 Independencia a la Globalización 1. INTRODUCCIÓN: LA HISTORIA ECOLÓGICA, UNA APROXIMACIÓN A LA COMPLEJIDAD. “El imperativo para nosotros no es como para el antiguo y el europeo “conócete a ti mismo”, sino “conoce tu paisaje”, pues para los primeros la historia es geografía urbanizada y para nosotros el paisaje es cultura en potencia”. Eduardo Caballero Calderón: “El hombre y el paisaje sudamericanos”1. POR QUÉ INVESTIGAMOS LA HISTORIA ECOLÓGICA Éste es el segundo y último tomo de mi obra “Historia ecológica de Iberoamérica”. La historia ecológica es un campo del conocimiento relativamente nuevo, que analiza el desarrollo de las relaciones naturaleza-sociedad en el transcurso del tiempo. Cada una de las formas de organización de los seres humanos tiene una peculiar manera de relacionarse con la naturaleza. Y por consiguiente, genera impactos ambientales específicos. Por sus propias características, implica un enfoque transdisciplinario. Es decir, la utilización y cruzamiento de informaciones producidas por ciencias diferentes, Si la noción misma de ambiente pone en cuestión nuestra manera tradicional de entender las ciencias, la historia del ambiente agrega nuevos matices a esa complejidad. Los desarrollos teóricos sobre el tema son muy amplios y no es objeto de este libro analizarlos en profundidad. En este libro se pone el acento en exponer los resultados de la investigación realizada, antes que en desarrollar o adherir a determinadas posturas teóricas. Los cambios ambientales sufridos por América Latina y el Caribe en los últimos siglos fueron muy profundos. “Durante ese período, el continente experimentó una ocupación generalizada y creciente de amplias zonas acompañada de una urbanización acelerada que aumentó el tamaño de varias de sus pequeñas ciudades al de grandes metrópolis de varios millones de habitantes. Como resultado de estos cambios, gran parte de los ecosistemas nativos fueron profundamente transformados: los bosques se volvieron sabanas y zonas agrícolas; los pastizales fueron absorbidos por las tierras de cultivos y en algunos casos, plantados con monocultivos arbóreos; algunas zonas desérticas fueron irrigadas; numerosos acuíferos sobreexplotados; los ríos, lagos y aguas costeras contaminados; la biodiversidad bajo ataque constante y la calidad de vida deteriorada. De ese modo, uno de los continentes más ricos en diversidades naturales y culturales, que poseía una de las bases de recursos más importantes del mundo, la ha venido perdiendo aceleradamente en forma alarmante. La preocupación más seria es que el proceso no se está enlentenciendo sino que, por el contrario, parece aumentar su ritmo cada día”2. La complejidad de estos procesos hace que no puedan ser comprendidos en una perspectiva de tiempo relativamente breve. Se trata de fenómenos de larga Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 2 Independencia a la Globalización duración y cualquier intento de reducir la escala temporal del análisis puede llevar a una simple acumulación de datos, sin los suficientes elementos para integrarlos. Con lo cual, la gestión ambiental puede estar condenada al fracaso, por simple incomprensión de la realidad que tiene que abordar. Al mismo tiempo, son muchos los fenómenos sociales que resultan poco comprensibles si no se tiene en cuenta el contexto del medio natural en el que se desarrollan. Hablar de historia ecológica suele entrar en conflicto con las formas tradicionales de ver, tanto la historia como la ecología. Con respecto a la historia, investigar la evolución de nuestras relaciones con la naturaleza parece estar fuera de tema, o, a lo sumo, quedar relegado al campo de las curiosidades de la historia. "Una pesada y densa tradición nos bloquea el paso. Los historiadores nunca han creído que fuera su tarea considerar la relación entre la humanidad y la naturaleza. En la década de 1950, el historiador británico Sir Lewis Namier escribió que "la sustancia de la historia es asuntos humanos, hombres en acción". Esa definición traía un eco de principios del siglo XIX. El historiador alemán Leopold von Ranke, por ejemplo, considerado el padre de la Historia Moderna, se había referido a esa disciplina en la década de 1830 como la labor de "adquirir conocimiento sobre actividades humanas". Estos hombres consideraron el pasado como una preocupación exclusivamente humana, ignorando por completo el mundo no humano. Únicamente las personas --y sólo las occidentales--, tenían una historia, ajena a la tierra, al mar y a los otros seres vivos. Su historia debe ocuparse úni- camente de relaciones sociales, políticas o económicas. Para ellos, los humanos viven separados de la naturaleza, y por encima de ella"3. La expresión "sólo las occidentales" hizo que durante mucho tiempo la evolución de los otros pueblos fuera tratada por la antropología y no por la historia. Tal vez de allí venga esa terrible palabra usada para denominarlos. A pesar de las manipulaciones etimológicas (incluyendo las de la Real Academia española) "aborigen" significa exactamente eso: "el que no tiene origen", es decir, el que carece de historia4. Con lo cual son coherentes los museos de ciencias naturales que conservan tanto restos arqueológicos de aborígenes como restos paleontológicos. A nadie se le ocurriría, sin embargo, poner la Venus de Milo junto a fósiles de dinosaurios. En cambio, se hace con mucha frecuencia, con testimonios físicos de la vida de los aborígenes. Pero también a menudo encontramos en la formación de algunos ecólogos prejuicios simétricos a los que aparecen en los historiadores tradicionales. La descripción que hacen de los ecosistemas, "a menudo parece irreal y contradictoria al historiador. Se suele describir los ecosistemas como conjuntos autoestructurados de plantas y animales que evolucionan a través del tiempo, sin la presencia de los seres humanos. Este concepto ignora el hecho de que muchos de los ecosistemas en nuestro mundo también han sido desde hace mucho tiempo el hogar de los humanos. Esa descripción carece de toda conexión con la historia humana: sus contingencias, sus accidentes, sus ciclos, ideas y fuerzas sociales. Con demasiada frecuencia, la ciencia parece ignorar el hecho de que los seres humanos han venido interactuando con la naturaleza desde hace uno o dos millones de años. Lo que Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 3 Independencia a la Globalización entendemos por naturaleza es, en alguna medida, el producto de esa influencia humana en la historia"5. La influencia de las sociedades humanas sobre el ambiente no es, sin embargo, ni cuantitativa, ni lineal. Una aproximación intuitiva al tema sugiere que el impacto ambiental de las actividades humanas será mayor a medida que aumente la población y se desarrollen tecnologías industriales, lo que permite sustentar puntos de vista tan frecuentes (aún en el ámbito académico) como el siguiente: “Por ello hay que señalar que este análisis prolongado en el tiempo del "fenómeno ecohistórico", debe ser abordado atendiendo a tres momentos en la relación hombre-naturaleza: “1) Un primer momento de armonía en la dicha relación, en el que la depredación del hombre sobre la naturaleza es mínima y está en función de una cuestión de supervivencia. “2) Un segundo momento de aprovechamiento de los recursos naturales a gran escala, en el que el impacto sobre el medio es mayor y en el que la idea del beneficio económico impera y condiciona la dicha relación. “3) Un tercer momento de explotación intensiva y acelerada de los recursos naturales, provocando desequilibrios ecológicos profundos. Esta tercera fase está relacionada con la implantación de las innovaciones de la Revolución Industrial del XIX en los diferentes marcos geográficos objeto de estudio”6. Pero lo que parece obvio al pensar las cosas desde la generalidad, deja de serlo al avanzar en una investigación de detalle. Un análisis histórico minucioso nos permite superar esta aproximación intuitiva y encontrar la especificidad de cada sociedad en su relación con la naturaleza. Esta especificidad no se refiere a la intensidad de la industrialización sino a un modelo complejo que requiere un análisis particular cada vez. Basta con recordar el colapso de las sociedades de Babilonia y Teotihuacán, provocado en ambos casos por la sobreexplotación del sistema de riego, para encontrarnos con desequilibrios profundos en la relación naturaleza-sociedad que no tienen nada que ver con la Revolución Industrial 7, 8. Estos errores son frecuentes cada vez que se habla de la relación hombre- naturaleza y van asociados a esa concepción. Si en vez de hablar de la relación hombre-naturaleza, pensamos en términos de interrelaciones entre naturaleza y sociedad, nos vamos aproximando más a la comprensión del tema. Los seres humanos individuales no se relacionan con la naturaleza. Lo hacen mediatizados por su propia cultura, ya que la cultura es el habitat del hombre. Un punto de vista adicional es el que destaca la evolución histórica en el tratamiento del ambiente y pone el acento en las diferencias de disciplinas que abordan los problemas detectados. Al respecto, sostiene Verónica Paiva que: “Mayoritariamente, la bibliografía sobre historia ambiental e historia del ambiente producida en los últimos treinta y cinco años ha abordado la problemática desde la perspectiva ecológica y ecologista. Es decir, desde una mirada que toma categorías actuales del debate ambiental, investigando en cuanto los diferentes estilos de desarrollo de las sociedades históricamente consideradas, contribuyeron a forjar manejos más o menos cuidadosos del ambiente a lo largo de Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 4 Independencia a la Globalización la historia”. “A mi criterio, este tipo de "historia ecológica" resulta útil para responder a preocupaciones "actuales" del investigador ecologista, tales como evaluar la sostenibilidad del ambiente a lo largo del tiempo, pero en ocasiones cae en extrapolaciones conceptuales y en anacronismos al designar como "ecológicas" a medidas de ordenamiento urbano que fueron ideadas y puestas en práctica desde concepciones científicas y objetivos de intervención muy diferentes a los actuales, y muy lejanos a lo que hoy se entiende por "problemática ambiental". Desde este lugar, mi hipótesis es que si bien la preocupación de las profesiones por la calidad del entorno urbano existió desde antaño en los profesionales de la ciudad, lo cierto es que los "problemas", las "ópticas científicas y disciplinares" y los "objetivos de intervención" que guiaron la práctica profesional por aquel entonces eran radicalmente diferentes a las actuales, y que resulta necesario rescatar la problemática desde su respectiva dimensión histórico temporal”9. Al respecto, podemos decir que la entrada por profesiones o por la historia de las disciplinas profesionales que se ocupan de los temas que hoy llamamos ambientales es un aporte válido, siempre que se la enmarque en los procesos históricos generales que permiten su comprensión. La historia de la ciencia no es sólo la historia de la evolución de los conocimientos, sino que es –y muy especialmente- la historia de lo que las sociedades humanas hacen con esos conocimientos. Coincidimos en que los objetivos de las intervenciones sobre el ambiente varían en distintas etapas históricas, pero las variables explicativas no están en las disciplinas que intervienen sobre el ambiente sino en las sociedades que construyen esas disciplinas. Y en el modo en que las respectivas estructuras de poder utilizaron los conocimientos para reproducir la estructura de poder que los beneficiaba. En este libro vamos a ver algunos de esos condicionamientos sociales en la aplicación de los conocimientos. Para dar ahora un solo ejemplo, veremos de qué modo la discusión económica sobre si mejorar o no el habitat de los esclavos condicionó al pensamiento científico-sanitario de la época y su forma de explicar las diferentes epidemias. En esta obra analizamos la relación sociedad-naturaleza, dado que la relación de nuestra especie con el medio natural sólo puede darse a través de sus diferentes maneras de organización social. De modo que en este texto estudiaremos la especificidad de las condiciones ambientales en diversos contextos históricos, sin atarnos al preconcepto que vincula el grado de desarrollo de las fuerzas productivas con el daño ambiental. Simplemente veremos en cuáles casos podemos considerar que esa proporcionalidad existe y en cuáles no encontramos que se registre. Trabajar sobre historia ecológica nos permite superar la vieja noción de considerar a la naturaleza solamente como un conjunto de recursos naturales apropiables y podemos poner el acento en la coevolución naturaleza sociedad. El desarrollo de las sociedades humanas genera cambios en el medio natural en el que están insertos. Y a su vez, los cambios en los ecosistemas condicionan modificaciones en el modo de vida de los seres humanos. Tal vez una de las modificaciones más espectaculares haya sido el pasaje de la vida nómade a la vida sedentaria, al final del neolítico, cuando la disminución de las piezas de caza forzó Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 5 Independencia a la Globalización a los humanos a dedicarse a la agricultura. De allí en adelante, cada etapa de la vida de las sociedades humanas generó cambios en los ecosistemas, los que a su vez incidieron en acelerar nuevas formas de organización social. De este modo, las sociedades humanas y los ecosistemas coevolucionan. La noción de coevolución fue desarrollada inicialmente para analizar los cambios recíprocos que se producen entre especies analizadas, las que a veces se descubren cuando la extinción de una especie provoca la de otra especie asociada. ¿Qué significa realmente la extinción de una especie animal o vegetal? En principio, todos creemos conocer la respuesta: desaparecen todos los ejemplares de esa especie y se pierde para siempre una determinada forma de vida. Esto es lo obvio. Solamente que la realidad es mucho más compleja, porque nosotros estamos habituados a pensar en especies aisladas, y nos cuesta trabajo imaginar su rol en la trama de la vida. Por ejemplo, las asombrosas formas de adaptación entre ciertas plantas y los insectos que las polinizan. El modo en que una planta que es ciega desarrolla colores brillantes para atraer determinados insectos y el modo en que esos insectos se especializan en alimentarse de esa planta al tiempo que la polinizan. En estos casos, el insecto no se adapta a la planta ni la planta al insecto sino que se modifican mutuamente. Se han desarrollado juntos y la extinción de uno de ellos amenazará la existencia del otro. Sin embargo, las implicancias políticas de las teorías de Darwin (basadas en la competencia y la supervivencia de los más aptos) desplazaron el estudio de los fenómenos asociativos entre los seres vivientes, de los cuales la simbiosis es la más representativa para esta analogía que queremos hacer. La idea del hombre que domina la naturaleza es coherente con la ideología darwiniana del triunfo de los pueblos fuertes sobre los débiles. Pero la de Darwin es una biología de las especies tomadas en forma individual, en tanto que la ecología pone el acento en las relaciones. Este enfoque relacional nos lleva a pensar en las interacciones entre especies diferentes como uno de los motores de la evolución. Y esas interacciones llevan a modificaciones en los ecosistemas. Esto que ocurre en las relaciones entre diversas especies vivientes, también sucede con las relaciones entre las sociedades humanas y los ecosistemas, aunque esta interacción es, aún mucho menos conocida. El objeto de estudio de la historia ecológica es esa coevolución entre naturaleza y sociedad10. Es decir, que las sociedades humanas transforman su medio natural y esas modificaciones las llevan a producir cambios en las estructuras sociales, para adaptarse a las nuevas realidades de su soporte natural. La escala de trabajo de esta investigación (un continente entero) requiere de un comentario adicional. ¿Hasta dónde podemos pensar en los países y hacer historia de los países cuando los ecosistemas no reconocen límites políticos? En opinión de un autor, "un tema que los historiadores ambientales no han confrontado sistemáticamente es el de la escala. Los historiadores han tenido durante más de cien años una fuerte tendencia a usar el concepto Estado-Nación como su unidad de análisis preferida. Los Estados burocráticos fueron buenos almacenadores y conservadores de archivos, pero para muchos tipos de historia, incluyendo la mayoría de la historia ambiental, el concepto Estado-Nación es una escala de operación equivocada. Los procesos ecológicos despliegan sin tener en Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 6 Independencia a la Globalización cuenta las fronteras, y las tendencias culturales e intelectuales lo hacen casi con el mismo descuido. La única variedad de historia ambiental para la que tiene sentido el formato Estado-Nación es la historia política y de costumbres". "La elección de una escala apropiada al tema requiere siempre consideraciones cuidadosas. Los historiadores ambientales, en virtud de sus roces ocasionales con los geógrafos (quienes son muy conscientes de los problemas de escala), están entre los mejor preparados para quitar a la profesión de historiadores su confianza en el formato Estado-Nación. La historia puede escribirse a cualquier escala, desde la más pequeña hasta la global (¡e incluso más allá!)"11. Sin embargo, las vivencias humanas se encuentran ligadas a los respectivos países, con lo cual el abandono de la escala nacional es, también, un forzamiento de las cosas, aunque en un sentido diferente. Por eso, el uso de la escala latinoamericana en este libro apunta a crear un marco general en el cual se facilite la investigación de las respectivas historias locales y nacionales de América Latina. HISTORIA ECOLÓGICA Y ACTUALIDAD POLÍTICA. Inicialmente, la historia ecológica era un tema que interesaba sólo a unos pocos eruditos y su ámbito era el del debate académico. Sin embargo, la aparición de la noción de deuda ecológica modificó la visión y los alcances de la historia ecológica. Para esta corriente de pensamiento, “la deuda ecológica es la deuda contraída por los países industrializados con el resto a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales, los impactos ambientales exportados y la libre utilización del espacio ambiental global para depositar residuos”12. Por supuesto que no se trata de una deuda reconocida, sino de una serie de conductas del Norte que resultaron perjudiciales para el Sur y sobre las cuales muchos teóricos del Sur sostienen que generan una obligación por parte de quienes cometieron esos daños. Este punto de vista ha sustentado un amplio desarrollo doctrinario que contrasta la deuda financiera del Tercer Mundo con el daño ambiental y el saqueo de los recursos naturales realizado por las grandes potencias. El argumento es que es necesario cuantificar el valor económico del daño ambiental que el Norte le ha hecho al Sur y utilizarlo para compensar la deuda externa del Sur. El tema fue tratado por investigadores y académicos como John Dilla, Joan Martínez Alier y Walter Pengue13, 14, 15 y también por dirigentes políticos como Fidel Castro y Néstor Kirchner16, 17, quienes coincidieron en que el Norte había provocado serios daños ambientales en el Sur y debía pagar por ello. La única manera de conocer ese daño es reconstruyendo la historia de esos daños ambientales, la cual no puede separarse del resto de las relaciones naturaleza-sociedad. Por este camino, la historia ecológica ingresó a la política. El V Foro Social Mundial (FSM), reunido en Porto Alegre, Brasil, los días 26 al 31 de enero de 2005, incluyó en sus conclusiones “la contundente consideración de una deuda ecológica adquirida por los países del Norte hacia los del Sur”18. En las mismas expresaba: “Fomentar la conciencia de los pueblos del Sur, de que ellos son los pueblos acreedores de las deudas históricas, sociales y ecológicas, a fin de fortalecer la Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 7 Independencia a la Globalización resistencia y defender los derechos humanos sociales, culturales, colectivos y ambientales, a través de: a) Recuperar la historia ecológica de nuestros pueblos. b) Identificar y hacer visible las deudas históricas, sociales y ecológicas. c) Impulsar campañas sobre la ilegitimidad de la deuda externa y promover auditorias integrales. d) Alertar sobre la propuesta de que el intercambio de la deuda por proyectos sociales o ambientales, por si solo, no es el camino. e) Promover espacios de reflexión y debate sobre las deudas históricas, sociales y ecológicas a nivel local, nacional e internacional. f) Crear articulaciones Sur-Sur y Sur-Norte para exigir la anulación de la deuda externa y el reconocimiento de las deudas del Norte en relación al Sur”. De este modo, un tema que parecía estrictamente académico pasa a ocupar un lugar de primer orden en la discusión política y social internacional. DE QUÉ HABLA ESTE LIBRO. El primer tomo de esta obra19 (subtitulado “De los mayas al Quijote”) analiza las condiciones ambientales de la Península Ibérica durante la Edad Media y los cambios que implicó el Renacimiento, y trabaja las diferentes miradas sobre el ambiente que tenían sus habitantes cristianos, moros y judíos. Este modo de ver la naturaleza contrasta con el de una gran cantidad de pueblos, que hoy llamamos americanos. Se trata de una enorme diversidad de culturas, que incluye tanto a quienes realizaron el prodigio de la construcción de la papa y el maíz, como a los habitantes de los fríos del Norte y del Sur y también a quienes aprendieron a aprovechar la sucesión ecológica en las selvas tropicales. Allé se analiza el impacto ambiental de la conquista y las características ambientales de las ciudades españolas y portuguesas edificadas de este lado de la Mar Océana. Las duras condiciones del trabajo minero, de la economía esclavista de plantación y de la vida en las grandes llanuras. Y la obra cierra con el rebote de todo este proceso sobre la vieja Europa. Es decir, con el impacto ambiental que la conquista y colonización tuvieron sobre Europa. Este segundo y último tomo (“De la Independencia a la Globalización”), se refiere sustancialmente a los procesos y condiciones ambientales de los países latinoamericanos durante los siglos XIX y XX, y a las expectativas de futuro que surgen de esa evolución. Analiza las condiciones ambientales durante el difícil período de guerras de la Independencia y de conflictos internos para la formación de los respectivos Estados Nacionales. Guerras que asumieron características diferentes en aquellos territorios cuya relación con el medio natural era la de una economía esclavista de plantación, que en los que tenían otro tipo de relación con su entorno. El libro detalla después la relación con los recursos naturales y el ambiente durante el período de europeización (desde mediados del siglo XIX hasta los Antonio Elio Brailovsky – Historia Ecológica de Iberoamérica – Tomo II, De la 8 Independencia a la Globalización primeros años del XX), en el cual la mayoría de las clases dirigentes del continente eligieron imitar a sus equivalentes del Hemisferio Norte. La ilusión de que bastaba con copiar las formas externas de los países ricos, sin desarrollar una industria propia, domina este período. Se caracteriza por la inserción de las economías latinoamericanas en la división internacional del trabajo como productores de materias primas. Las migraciones internacionales y la extensión de las líneas ferroviarias son algunas de las piezas claves de este proceso. La etapa siguiente, de sustitución de importaciones, es la más heterogénea, e incluye nuevas formas de relación entre la sociedad y el Estado y de estos con los recursos naturales. Incluye situaciones tales como la nacionalización del petróleo en México bajo Lázaro Cárdenas o el proceso de industrialización en Argentina durante el peronismo. Las migraciones internas, el rápido crecimiento de las ciudades y la contaminación industrial caracterizan a esta etapa. Es frecuente la presencia de dictaduras militares con un extremo nivel de violencia. La última etapa, de globalización, se desarrolla a partir de los procesos de privatizaciones y desindustrialización iniciados a fines del siglo XX con un marcado deterioro de las condiciones de vida de grandes sectores de la población. A diferencia de la etapa anterior, las condiciones de capitalismo salvaje se consolidan en contextos de democracia formal. En varios países se adoptan estrategias de atracción de inversiones contaminantes, con el pretexto de ampliar las fuentes de trabajo. PERIODIZACIÓN Y FASES DE DESARROLLO. La periodización es uno de los aspectos más complejos a definir cuando se trabaja con un objeto de estudio histórico heterogéneo. Estamos analizando a diversos países, en los cuales han ocurrido fenómenos históricos comparables, pero que no han ocurrido en forma simultánea. El sólo hecho de la emancipación marca diferencias profundas. La gestión de los recursos naturales y del ambiente es diferente si estamos en una colonia subordinada a los dictados de su Metrópoli que si se trata de una nación soberana. Sin embargo, entre la independencia de Haití (1804) y la de Cuba (1898) tenemos casi un siglo. Y aún hoy existen en América territorios coloniales, como Puerto Rico o las Islas Malvinas. Esto hace que la cronología sea necesariamente imprecisa. ¿Cómo periodizar sobre fenómenos comparables, pero que han ocurrido en momentos diferentes? Está claro que cualquier respuesta a esta pregunta será casi arbitraria. Por otra parte, como veremos en su momento, periodizar significa una toma de posición ideológica sobre lo que consideramos más importante frente a lo que pensamos como menos importante. Por ejemplo, ¿comenzamos la etapa independiente con los conflictos que tuvieron con la Metrópoli los terratenientes esclavistas de Caracas y los comerciantes contrabandistas de Buenos Aires? ¿O lo hacemos a partir de la emancipación de los esclavos? Y en este último caso, ¿lo hacemos a partir del momento en que los criollos de la dieron o cuando los esclavos la tomaron por su propia mano? UTILIZAMOS LA NOCIÓN DE FASES DE DESARROLLO

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“El derecho de la guerra hace esclavos a los prisioneros entre .. El impacto ambiental y sanitario de la Guerra de la Independencia es lo http://cecap.anep.edu.uy/documentos/articulos_2004/Documentos_art/pdf/ Proliferan tóxicos y parásitos (como la Ancylostoma duodenale, que en los.
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