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antología de la poesía cósmica cubana PDF

411 Pages·2006·8.88 MB·Spanish
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ANTOLOGÍA DE LA POES A CÓSMICA CUBANA Í Tomo II Prólogo y análisis arquetípico de Fredo Arias de la Canal FRENTE DE AFIRMACIÓN HISPANISTA, A. C. MÉXICO, 2001 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA CÓSMICA CUBANA Tomo II Prólogo y análisis arquetípico de Fredo Arias de la Canal FRENTE DE AFIRMACIÓN HISPANISTA, A. C. MÉxico, 2001 © FRENTEDE AFIRMACIÓN HISPANISTA, A. C. Castillo del Morro # 114 Lomas Reforma 11930 México, D. F. Tel. 55-96-24-26 E-mail: [email protected] MÉXICO Portada: Primer mapa de América hecho en 1500 por el piloto real Juan de la Cosa. (Museo Nacional de Madrid) PRÓLOGO LA CULTURA HISPÁNICA Marcelino Menéndez y Pelayo (1775-1854) en el Cap. III del tomo IV de Historia de las ideas estéticas, consigna la opinión que Federico Schlegel (1772-1829) tenía del corpus literario de España: Del Poema del Cid dijo que tenía más valor que bibliote- cas enteras de simples producciones del ingenio y de la fantasía, sin contenido de interés nacional. Bajo este aspecto de nacionalidad, dio a nuestra literatura el lugar primero entre las de Europa, y a la inglesa el segundo. El Quijote fue a sus ojos una especie de poema épico, de género particular y nuevo, cuadro riquísimo de la vida, costumbres y genio de su nación. T. S. Eliot (1888-1965) en su ensayo Los clásicos y el hombre de letras (1982) de su libro To Criticize de Critic and other Writings (1965), expresó: Por lo general estamos inclinados a aceptar que la creación literaria, especialmente la poesía, depende simplemente de una aparición -impredictible en el tiempo- de escritores de genio. El genio no puede aparecer en el mundo a voluntad, y cuando aparece posiblemente rompe todas las reglas en el sentido de que ningún sistema de educación puede desarrollarlo ni tampoco restringirlo. Esta es la imagen que adoptaríamos si contemplamos la literatura como una mera sucesión de grandes escritores, en lugar de observar la literatura de una lengua europea como algo que conforma una significación integral. VII Cuando fui a ver a Salvador de Madariaga a Oxford en 1970, me habló de la cultura hispánica en forma alegórica. Me dijo: Es como el tronco de un árbol hasta 1492. Desde esa fecha nacen dos ramas, la hispano-americana y la española: Y el otro aspecto de la actividad de ustedes, sería el sostener aquello que es común a la cultura de España y México. Por ejemplo, la literatura mejicana hasta Cortés que es el primer literato mejicano en la Historia. La literatura mejicana o hispanomejicana, anterior a Cortés, la constituyen los clásicos españoles precortesianos. Es evidente que Cervantes es ya español, y no mejicano, pero el Arcipreste de Hita es tan mejicano como español, está en el tronco y ese tronco al llegar a cierta altura se separa en México, España, Argentina, etc. Pero todo lo que ha estado más cerca de la raíz que de la bifurcación, pertene- ce a todos, de modo que el Arcipreste de Hita es un autor mejicano, tal vez tan mejicano como español, porque está en el tronco. Y entonces la labor de ustedes sería sostener lo que hay de común en la cultura hispánica y en la cultura española. La historia de la filosofia indica firmemente que la cultura occidental nace en Grecia, cuyos pensadores han ejercido un poder intelectual ininterrumpido durante dos milenios y medio. Si Cicerón escribió La República y Las leyes fue para divulgar la versión práctica versus la utópica de Platón. Refiriéndose a la oratoria dijo: Con tal instrumento se regirá a las naciones, reforzará las leyes, castigará a los perversos, protegerá a los buenos, alabará a los eminentes, instruirá sobre la seguridad y prestigio de la lengua para persuadir a los conciudadanos, inspirarlos a acciones honorables y salvarlos de la deshon- ra; para consolar a los afligidos, divulgar las hazañas y VIII consejos de hombres valientes y sabios así como las infamias de los malvados en palabras eternas. Esos son los poderes, tan variados y tan actuales que pueden descubrirse en el ser humano por aquellos que desean conocerse a sí mismos. La madre y nodriza de esos poderes es la sabiduría. La biblioteca de Aristóteles la heredó su sucesor Teofrasto. Luego pasó a Apelicón de Teos de quien fue confiscada como botín de guerra por Sula cuando conquistó Atenas en 84 a. C., la que llevó a Roma, donde fue disfrutada por el gran bibliófilo Cicerón, cuyas epístolas -por cierto- descubrió Petrarca en el siglo XIV. (Enciclopedia Británica. Macropedia, libro 10, p. 857). Cuando fue destruido el Imperio romano de occidente en el siglo V, los tesoros bibliográficos greco-romanos habían sido transferidos por Constantino el Grande a la Biblioteca Imperial de Bizancio en el siglo IV, fundada por él. Los tesoros bibliográficos de Bizancio empezaron a llegar a Europa en el siglo XIII. La Metafísica de Aristóteles fue estudiada en París por Alberto Magno y Tomás Aquino. Este último propuso en Suma teológica una conciliación entre el razonamiento aristotélico y los dogmas cristianos, iniciando el movimiento escolástico, el cual repudiaron los filósofos europeos Luis Vives, Benito Espinosa y Emanuel Kant, entre otros. Alfred North Whitehead (1861-1947), matemático y filósofo inglés de la Escuela de Hume, en el capítulo IX: Ciencia y filosofía de su libroAdventures of Ideas (The Free Press, 1993), aclaró: Desde luego que ni Platón ni Aristóteles iniciaron sus líneas particulares de pensamiento. Los precedía una historia de tres o cuatro generaciones de pensadores como IX Tales y Pitágoras y aun anteriores a estos. También Aristóteles estudió veinte años en la Academia de Platón y derivó reflexiones de ese grupo activo e imaginador de pensadores, a quienes el mundo actual debe su especula- ción, criticismo, sus ciencias deductivas e inductivas y la civilidad de sus conceptos religiosos. Fueron ellos el estrecho canal por el que pasaron las confusas tradiciones de Egipto, Mesopotamia, Siria y la civilización griega marítima. De esta Academia y su rama aristotélica, emer- gieron las diversas líneas de pensamiento, que las conse- cuentes escuelas de Alejandría derivaron hacia la primera etapa de la ciencia moderna: tanto la natural como la humana. Sin duda, la humanidad perdió su dinámica porque los profetas fueron suplantados por profesores, cuando el movimiento [cultural] se redujo a un hábito pensante, y la crítica debilitó la convicción intuitiva. Pero a pesar de todas las limitaciones humanas, la imaginación siguió brillando en el vasto universo y la sabiduría reformó la vida humana, cobijando dicha virtud [de la imaginación] la que requiere sujetarse al análisis intelec- tual. En capítulo VII: Las leyes de la naturaleza, del mismo libro, consignó lo siguiente: En el Imperio romano occidental, la Iglesia cristiana armada con el pensamiento helenístico, capturó el intelecto de los bárbaros victoriosos [germanos] y civilizó a Europa hasta el Océano Ártico. En el litoral mediterráneo los conquistadores mahometanos portaron la inteligencia helenística [que se diferencia de la griega antigua] de África a España, de árabes, judíos y persas. En España, la corriente árabe y judía hizo contacto con la corriente cristiana de la cultura alejandrina. Esta fusión produjo X -como brillante culminación- la escolástica cristiana del siglo XIII; y en el siglo XVII a Espinoza. En el capítulo V: De la fuerza a la persuasión, abundó Whitehead: Los bizantinos y los mahometanos representaban a la civilización; su cultura contenía sus energías intrínsecas, sostenidas por su [carácter del aventura fisica y espiritual. Comerciaron con el Lejano Oriente: se expandieron hacia el oeste [Hispania], codificaron las leyes, desarrollaron nuevas formas de arte; elaboraron teologías; transformaron las matemáticas y perfeccionaron la medicina. En el capítulo XIX: Aventura, dijo el filósofo que ésta "pertenece a la esencia de la civilización" : El vigor de la raza se dirige hacia la aventura de la imaginación como anticipando las aventuras fisicas de la exploración. El mundo sueña con el porvenir y en su momento se eleva hacia su realización. (...) Antes que Colón navegara a América, había soñado en el Lejano Oriente, en un mundo esférico y un océano enigmático. La aventura, rara vez alcanza su fin predeterminado: Colón jamás llegó a China, pero descubrió América. (...) Tales aventuras son las señales del cambio de una clase de civilización, por la cual una cierta época mantiene su dinámica. (...) Una raza conserva su vigor siempre y cuando contraste lo que ha sido con lo que puede llegar a ser y siempre y cuando tenga la tensión vigorosa de la aventura por encima de la seguridad del pasado. Sin aventura la civilización cae en plena decadencia. XI

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