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Analisis De La Belleza PDF

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WTLLIAM HOGARTH ANÁLISIS DE LA BELLEZA Kdición tic MIGUEL CERECEDA Traducción de MIGUEL CERECEDA Y ROSA M.» CRIADO TALAYERA Visor Libros 1997 Discurso Artístico/2 Colección dirigida por Francisco Calvo Serraller Título original: Annlysis ollieuuly, 1753 O VISOR LIBROS, S.L. Isnac Peral, 18 - 2.8015 Madrid I.S.B.N.: 84-7522-499-7 Depósito Legal: M. 40.986-1997 Impreso un España - Prinled in Spoiu Gráficas Muricl, S.A. Cl Buhigas s/n 28903 Ocíale (Madrid) ÍNDICE PRÓLOGO, de Miguel Cereceda ......................................................................... 9 PREFACIO ..................................................................................................................... 25 INTRODUCCIÓN .................................................................................................... 39 CAPITULO I ............................................................................................................... 47 De la Adecuación CAPITULO II .............................................................................................................. 50 De la Variedad CAPITULO III ............................................................................................................. 51 De la Uniformidad, Regularidad, o simetría CAPITULO IV ............................................................................................................. 53 De la Sencillez o Distinción CAPITULO V ............................................................................................................... 56 De la Complejidad CAPITULO VI ........................................................................................................... 60 De la Cantidad CAPITULO VII ........................................................................................................... 66 De las líneas CAPITULO VIH ......................................................................................................... 68 De qué partes y cómo están compuestas l¿s Formas agradables 7 CAPITULO IX ............................................................................................................... 75 De la Composición con la línea ondulante CAPITULO X ................................................................................................................. 77 De la Composición con la iínca serpentina CAPÍTULO XI ............................................................................................................... 88 De la Proporción CAPITULO XII .............................................................................................................. 106 De la Luz y las Sombras y del modo en que los objetos se despliegan ante el ojo mediante ellas , CAPITULO XIII ........................................................................................................... 116 De la Composición con respecto a la Luz, !a Sombra y los Colores CAPITULO XIV ............................................................................................................ 121 Del Color CAPITULO XV ............................................................................................................. 128 De la Cara 1. Según el güito más refinado y su contraria 2. Como carácter y expresión 3- Del modo en que ¡os rasgos faciales cambian desde ia infancia, mos­ trando las diferentes edades CAPITULO XVI ............................................................................................................ 138 De !a Actitud CAPITULO XVil ......................................................................................................... 141 De ¡a Acción 1. Nuevo método de adquirir gracia y soltura en el movimiento de las manos y de los brazos, 2. De la cabeza, etc. 3. De la danza, y en particular del minueto 4. De la contradanza y. pin último, de la acción dramática 8 PRÓLOGO Miguel Cereceda Biografía Wiliiam Hogarth nació en Londres el 10 de noviembre de 1697. Hijo de un maestro de latines y gerente de una coffe-house, reci­ bió a pesar de ello una educación un poco deficiente, debido a las necesidades económicas de la familia. Cuando tenía siete años, su padre fue enviado a Ja cárcel por deudas. Por eso le mandó muy pronto su familia a trabajar con un orfebre, grabador de escudos nobiliarios. Será precisamente en este arte del grabado en el que empieza a mostrar el joven Hogarth sus aptitudes como dibujante, al tener que trazar arabescos y ornamentos heráldicos sobre platos, armas y otros objetos de producción scmi-índustrial. Poco después se establece por su cuenta y realiza trabajos como grabador de li­ bros en la década de 1720. Su interés por 1a pintura le llevó a la academia de Sir James 'Fhornhill, pintor de cámara del Rey, del que no sólo aprendió las técnicas de la pintura al óleo y al fresco, sino que también se convirtió en su yerno, bien qué a pesar de la vo­ luntad de Sir James, raptando a su hija y casándose con ella en 1729- En su Painting in Bricain 1530 to 1 7 9 0 Ellis Waterhouse hace una divertida valoración de la ambiciosa biografía de Hogarth tal como él se la pintaba a sí mismo, en las constantes campañas pu­ blicitarias que hacía acerca de su propio trabajo, para difundir y ven­ der sus grabados. Gracias a ellas Hogarth llega a ser considerado en muchas historias de la pintura como «el padre de la pintura britá­ nica», lo que es, ciertamente, un poco exagerado. Según Waterhou­ se, la ambición fundamental de Hogarth fue la de llegar a emular a Thornhill y llegar a sustituirle. Por eso comienza su carrera casán­ dose con su hija y la continúa defendiendo posiciones fuertemente 1 WATERHOUSE, Eilis, Painting in Britain ¡530 to 1790, Pcnguin Books, Harmondsworch, 1953. 9 nacionalistas en pintura (posiciones que habían desempeñado un im­ portante papel en el éxito de Thornhill, como pintor de cámara del Rey) y atacando a los viejos maestros italianos. La muerte de su suegro le llevó a intentar la pintura historicis- ta, aunque no consiguió para ello ningún encargo, por lo que se volvió hacia su verdadera fuente de ingresos que eran el grabado y el retrato de tamaño natural. Por desgracia para él, tampoco triun­ fó específicamente como retratista, pues sus retratos no podían ocul­ tar nunca un cierto impulso, caricaturesco, que desagradaba a los comitentes. Pero si es un poco exagerado hacer de William Hogarth ei padre de la pintura inglesa, no lo es sin embargo el considerarle como uno de los primeros en exigir una mejor valoración del arte inglés, pues el hecho es que la Inglaterra de mediados del s. XVIII estaba casi por completo dominada por pintores extranjeros. Pocos pintores de origen inglés habían alcanzado alguna noto­ riedad: algunos retratistas como William Dobson (1610-1646), John Riiey (1646-1691), Jonathan Richardson (1666-1745) y el suegro de Hogarth, James Thornhill (1675-1734). Por el contrario, desde el s. XVI numerosos pintores extranjeros habían alcanzado gran popula­ ridad en Inglaterra, y algunos se habían establecido allí definitiva­ mente. Bástenos citar a los más importantes. En 1526 llega Hans Holbein a landres y se convierte en el pintor favorito de Enrique VIII, permaneciendo en esta misma ciudad hasra su muerte en 1541. Rubens, que en 1629 vino ert una embajada, decoró para jacobo I la Sala de Banquetes del Whitehall Palace. Después Van Dyck, quien ya había estado en Inglaterra en 1620, volvió en 1632 para estable­ cerse definitivamente en Londres, donde murió en 1641. Van Dyck desarrolló el gusto por la pintura entre la aristocracia inglesa y formó a numerosos discípulos, por lo que también se le ha llamado el padre del arte inglés. Durante la vida del propio Hogarth, Van Loo llegó de Francia en 1737, conquistando de inmediato al público inglés, mientras que el veneciano Canaletto, residiendo eri Inglaterra a me­ diados del s. XVIII, alcanzaba un éxito triunfal2. Por ello no es de extrañar el que William Hogarth se hiciese impulsor de una cierta concepción nacional de la pintura, que pre­ tendía desterrar no sólo el dominio extranjero, sino sobre todo, la ~ BRUNET, Olivicr, Introduction a L'analyse de la beattté de William Ho- garth, A.G. Nizet, París, 1963; pág. 25. 10 perniciosa influencia del italianismo. Esto es lo que ha podido hacer de Hogarth una especie de padre de la pintura inglesa. Aunque tai vez su nacionalismo pictórico, o su reivindicación de una pintura nacional inglesa, tenga más que ver con ia intro­ ducción de una cierta actitud iconoclasta de origen anglicano, en el sentido sugerido por Ronald Paulson en su Breaking and Rema- king. Aesthetic Practiee in England, 1700- .1820-’. En este libro se su­ giere una interpretación general de la obra de Hogarth a partir de la reacción iconoclasta puritana del s. XVI, según la cual en su obra se pueden advertir dos tipos de crítica iconoclasta: por una parte, a la idolatría católica, con su culto a las imágenes y a los santos y, por otra, a la idolatría del culto a la mujer, tal como se advierte en sus series de grabados satírico-moralizantes. Las palabras de Calvi- no, «si es intolerable la representación corporal de Dios, aún más intolerable ha de ser el culto de tales representaciones en lugar de a Dios, o el culto a Dios en ellas», parecían rener todavía plena vi­ gencia en la Inglaterra del s. XVIII. «Las únicas cosas que, en con­ secuencia, deben pintarse o esculpirse —afirma Calvino—, son cosas que pueden presentarse ante la vista... Las representaciones visibles son de dos clases, a saber: históricas, que representan aconteci­ mientos, y pictóricas, que únicamente muestran formas corporales y figuras. Las primeras sirven para la admonición y la instrucción, y las últimas, por lo que a mí se me alcanza, son tan sólo adecua­ das para la diversión» . La consecuencia de esto fue una especie de realismo sacramen­ tal que redujo las representaciones pictóricas de los siglos diecisie­ te y dieciocho en Inglaterra a la representación de retratos, paisa­ jes, naturalezas muertas y a la historia local y contemporánea. Este realismo sacramental encontró en Wiliiam Hogarth a su portavoz. De ahí algunas características importantes de su pintura, como por ejemplo, ei carácter satírico-moralizante o sus mordaces críticas a determinados tipos de pintura religiosa4. En este contexto también 1 PAULSON, Ronald, Breaking and Reniaking. Aesthetic Prttctice in Enghind, 1700-1820, Rutgcrs Umversity Press, New Bittnswick and Loadon, 1989. ^ Citado en PAULSON, Ronald, op, cít., pp. 1 53-54. ^ Estas críticas se dirigían particularmente a las representaciones de la ico­ nografía católica y a su cuito a las imágenes. Como muestra de esta crítica puede verse la burla que el propio Hogarth hace de las representaciones católicas de los ángeles. 11 se debe situar su doble reación contra los amnoisseurs y su simpa­ tía por ios autores satíricos de su tiempo: especialmente su amistad con Ficlding y su admiración por Jonathan Swift. La relación de Wiiliam Hogarth con la literatura satírico mo­ ralizante de su tiempo —y en particular con Fielding y Swift- ha sido brillantemente estudiada por Frederick Antal en un trabajo sobre las intenciones moralistas de su arte, en el que no sólo se muestra la influencia que recibió la obra de Hogacth de las nove­ las satíricas y de los panfletos reformistas de éstos, sino también la influencia que ejerció sobre la obra literaria dei propio Fielding, que era unos diez años más joven que Hogarth. «Esta relación —afirma Antal- es casi única. No ha habido, según creo, en la vida cultu­ ral inglesa ninguna otra tan íntima y tan importante entre un gran pintor y un gran escritor (ni siquiera !a que hubo entre Reynolds, y el Dr. Johnson). Tan consciente era Fielding de esta relación que en Tmn Jones, obra maestra del realismo psicológico, se sirvió de al­ gunos personajes de los ciclos de Hogarth, con ei fin de darle a sus caracteres mayor verismo y hondura, tina mayor relevancia y un fundamento visual con el que estaban familiarizados todos sus lec­ tores. Por su parre Hogarth ilustró obras de Fielding y dio expre­ sión pictórica a sus opiniones sociales» . Pues lo cierro es que su Análisis de la Belleza se muestra más preocupado por elaborar una doctrina artística de la belleza, contra las doctrinas dominantes de la belleza moral, que de hacer crítica satírica o moralizante. En este sentido, la tarea que emprende ei libro de Wiiliam Hogarth es doble: por un parte someter a crítica rodas aquellas doctrinas de la belleza, como las de Shatesbury y su discípulo Hutcheson, que llegaron a ser tan populares en su tiem­ po y que consideraban el problema de la belleza más desde el punto de vista moral que desde el punto de vista plástico o artístico; y por otra, desacreditar todas aquellas doctrinas compositivas de la belleza que pretendían reducir la composición armoniosa a rígidos esquemas matemáticos de proporción. Así, ya desde el Prefacio muestra Wiiliam Hogarth claramente sus intenciones: remitir el problema de! análisis de la belleza ai ám­ bito puramente estético y artístico, separándolo de las cuestiones morales. Con ello trataba de distanciarse de ia principal corriente AN TAL, Frederick, «The Moral Parpóse of Hogartli’s Aro>, Journal ofWar- burg and Courtauld Insittutcs, vui. XV, Londres, Í952, pág. 169. 12 de investigación de la belleza en la Inglaterra de su época: funda- mentalmente ia iniciada por el discípulo de Locke, Anthony Ash- ley Coopcr, Conde de Shaftesbury (1671-1713), quien en cierto modo elaboró toda su doctrina filosófica —un platonismo de nuevo cufio— para criticar ias consecuencias materialistas del pensamiento de Thomas Hobbes y de su discípulo Bernard de Mandeville. Por eso su doctrina de la belleza estaba más bien interesada en dar un soporte a su crítica moral, que en buscar un fundamento para la comprensión de la belleza de las obras de arte. Las ideas de Shaf­ tesbury fueron sistematizadas y difundidas por Francis Hutcheson en su Inquiry into the Original of our Ideas of Beauty and Virtue (Londres, 1725), en la que defendía la existencia de un sentimien­ to moral, de tipo estético, que nos llevaba a percibir intuitivamen­ te lo bueno y lo malo, en el mismo sentido en que percibimos lo bello y lo feo. La gramática del arte Por eso es por lo que Hogarth reivindica en primer lugar, para entrar a discutir el problema de !a belleza, un conocimiento prác­ tico de la pintura, pues considera que esta cuestión no ha sido nunca correctamente tratada por ios filósofos, ni mucho menos por ios meros aficionados a la pintura. Aunque esto ie plantea un nuevo problema: cómo es posible que, precisamente aquellos que se han dedicado explícitamente al arte de la pintura, no nos hayan pro­ porcionado las reglas o los criterios de la belleza. Hogarth sugiere que elfo se debe en parte a que se han redu­ cido a imitar las bellezas de la naturaleza y de los modelos clásicos, sin hacer una investigación específica por su cuenta. Por tanto, lo que él está buscando son los criterios formales de la belleza o, como se dice en ia Introducción: «los principios de la naturaleza por los que llamamos bellas a las formas de ciertos cuerpos y feas a las de otros (...), haciendo una consideración mucho más minuciosa de lo que hasta ahora se ha hecho de la naturaleza y diferentes com­ binaciones de ias líneas, que hacen surgir en ia mente las ideas de toda ia variedad de formas imaginable»7. Es decir, lo que Llogarth 7 Análiíis de U belleza. Introducción, pág. 22 13 se propone es una especie de «gramática de la belleza», según el proyecto por é1 alumbrado en su juventud de descubrir la gramá­ tica del arte, esto es, una especie de alfabeto de los elementos cons­ titutivos de la belleza. Lo que él se propuso fue: en lugar de copiar líneas, internar leer ei lenguaje y, si fuese posible, descubrir la gramática del arre, recogiendo las diversas observaciones que había hecho e internando posteriormente ver sobre el lienzo hasta qué punto mi método me permitiría combinarlas y llevarlas a 1a prác­ tica. Con esta intención, consideré de qué diversos modos y a qué diversos fines podría aplicar la memoria, y encontré uno que se ade­ cuaba bastante bien a mi situación y a mi carácter perezoso. Por ello establecí como axioma que, quien de algún modo pudiera adquirir y conservar en la memoria la idea perfecta de los temas que se propu­ siese dibujar, tendría un conocimiento de la figura humana tan dis­ tinto, como el que un hombre que sabe escribir puede tener de las veinticuatro letras del aliabeto y de sus infinitas combinaciones (¿pues no se trata de líneas en ambos casos?) y sería en consecuencia un di­ bujante irreprochable. Me esforcé por ello en acostumbrarme al ejer­ cicio de una especie de memoria técnica, y repitiendo mentalmente las partes de las que se componían ios objetos, fui poco a poco capaz de reproducirlas y de combinarlas con mi lápiz8. De ahí el que su obra se titule precisamente Análisis, como si de un análisis gramatical se tratase, y no Investigación o Ensayo, como muchos de los trabajos sobre la belleza de la Inglaterra del s. XVIII. Por ello Hogarth sugiere en el Análisis de la belleza que no sólo es posible establecer las reglas de la gramática del arte, sino también las normas del buen gusto. Esta gramática del arte es la que permitiría reducir las normas de la composición a una serie de líneas, líneas que son consideradas precisamente por este motivo desde el pinito de vista de su valor compositivo. Así se considera, por ejemplo la du­ dosa belleza de las líneas rectas y de las líneas simples en general (cur­ vas simples o circunferencias), frenre a la belleza superior de las lí­ neas compuestas. Este es el origen de su célebre teoría de las líneas de la gracia y la belleza: las líneas serpentina y ondulante, que arras­ tran al ojo a tina especie de excitante cacería o persecución, ¡o cual produce en nuestra mente -en su opinión- un efecto muy placen­ tero. La línea de la belleza parece así desempeñar un papel cemral s Las notas autobiográficas de Hogarth están publicadas en la edición de }o- seph Burke del Anatysis of Beauty, Oxford, 1955- 14

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