Versión digitalizada para su difusión en medios electrónicos por la Arquitecta Yesica Soledad Lamanna 1 2 3 ANALES del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas 4 5 6 INSTITUTO DE ARTE AMERICANO E INVESTIGACIONES ESTÉTICAS Director: MARIO J. BUSCHIAZZO Secretario: HÉCTOR H. SCHENONE 7 NUEVAS OBRAS Y NUEVOS MAESTROS EN LA PINTURA DEL ALTO PERÚ El Maestro P. (1634) E L arte barroco incursiona tanto en América como en el viejo continente con la fuerza de su claroscuro, la novedad de su composición y la exaltación de todos los valores que significan una manifestación de Contrarreforma. Las fechas exactas de la introducción del barroco en Indias, en lo que concierne a la pintura, no se han podido dar aún. De hecho, en el Alto Perú nos encontramos con pintores renacentistas casi hasta 1620. Tenemos el caso de Gamarra y otros seguidores de Bitti que en el conjunto de sus obras son algo posterior a 1610. Los pintores limeños, de quienes se podría pensar estuviesen más avanzados, por su mayor proximidad a las corrientes culturales de la península, aún en 1626 no han salido del romanismo. Tal es el caso de la Magdalena de Mermejo (actualmente en el convento de Santa Teresa de Sucre) fechada en 1626 y firmada en la Capital del Virreinato. El barroco debió llegar al Perú mediante envíos de pinturas, especialmente de escuela sevillana, que se hacían desde la península, como aquel magnífico apostolado de Zurbarán en San Francisco de Lima. Su fecha de llegada al Perú es, según Lozoya, entre 1620 y 16431, según Marco en 16252, según Soria entre los años 1637-16383. Sobradamente conocida es la amplia difusión de esta serie de 15 pinturas, lo mejor de Zurbarán en el Perú. No vamos a insistir sobre la repercusión en Charcas de estas piezas y el estilo zurbaranesco en general, pues ya lo hizo 1 JUAN DE CONTRERAS, MARQUÉZ DE LOZOYA: Zurbarán en el Perú, en Archivo Español de Arte, n° 55, pág. 3. Madrid, 1943. 2 DIEGO ANGULO: Historia del Arte Hispanoamericano, tomo n, pág. 477. Madrid, 1950. 3 MARTÍN S. SORIA: The Paintings of Zurbaran, pág. 168. Cat. n° 144. London, 1953. 8 oportunamente Schenone4. Fuera de la citada serie y de varias obras dispersas sin locación alguna, fecha ni autor conocido, nada conocemos publicado acerca de maestros peruanos o españoles que trabajaran en el Perú antes de 1660, pintando dentro del estilo de la escuela española del XVII. Por esto es difícil dilucidar en qué momento se produce la transición entre el romanismo manierista y el pleno barroco, época completamente indocumentada en el Virreinato Peruano. ¿Qué produjo ese cambio aparentemente brusco, entre los años de 1630 y 1640? Parecen haber sido los lienzos de la escuela sevillana, especialmente los de Zurbarán, o la venida de algún o algunos maestros españoles tenebristas y barrocos. Hace poco tiempo vimos en una colección particular (Ayala Moreira) de La Paz, un cuadro fechado y firmado con una inicial que tiene las características propias de los maestros españoles y contribuye a aclarar el problema de la fecha de introducción del barroco en el Alto Perú. Se trata de un cuadro sobre el mártir romano San Feliciano (fig. 1). La composición del cuadro, su técnica y su concepto son en todo, los de un pleno barroco. Se destaca el santo en la típica actitud marcial, exaltadora de lo heroico. La cabeza está en la característica pose de las estatuas griegas popularizadas por el renacimiento y que se emplearon tanto en la pintura barroca. Sobre un fondo oscuro emerge la figura, con gran riqueza de tonos: rosa y cárdeno en el manto, violeta y plata en la banda que cruza la armadura. Las carnaciones de rico y jugoso empaste, algo pálidas, nos dicen de la maestría en el uso del color que distingue al pintor del. San Feliciano. El dibujo es de calidad; hay destreza en el delineado, está bien logrado el escorzo de la cabeza, y es perfecto el plegado de paños, ricos en reflejos, especialmente en los colgantes de la banda militar. 4 HÉCTOR SCHENONE: Pinturas zurbaranescas y esculturas de escuela sevillana en Sucre, Bolivia. Anales del Instituto de Arte Americano, n° 4, págs. 61-68. Buenos Aires, 1951. 9
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