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Amar como Jesús nos ama. Teresa de Lisieux y la caridad PDF

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CAURIENSIA, Vol. II (2007) 279-304, ISSN: 1886-4945 amar como Jesús nos ama. teresa de lisieUX Y la caridad eMilio j. Martínez González, ocd. Instituto Superior de Ciencias Morales (Madrid) resuMen Teresa de Lisieux ha experimentado a Dios como Amor misericordioso manifesta- do así definitivamente en Cristo, al que ella ha accedido en la meditación de sus Miste- rios y en la celebración eucarística. Esta experiencia intensa del amor que es Dios reve- lado en Cristo, ha sanado y vivificado humana y espiritualmente a Teresa, animándola a una vivencia de la caridad al estilo de Jesús por encima de todas las dificultades que se le han presentado en la vida, particularmente al interior de su comunidad religiosa. Desde su experiencia mística, ella es maestra autorizada en el conocimiento del Dios Amor que nos llama al amor. Palabras clave: Caridad, Espiritualidad, Teresa de Lisieux abstract Therese of Lisieux has felt God’s merciful love inside in just the same way Christ did. She reached this love through the meditation of her Mysteries and Euchatistic ce- lebrations. This intense experience of love, which is again God reflected on Jesuschrist, has healed and refreshed Teresa in human and spiritual ways. Thus encouraging her to live charity just like Jesus did, going through countless difficulties in life, particularly those within his religious community. Therefore, it is due to her mystical experience that we can consider her proficient all the knowledge concerning the love of God on us. Key words: Charity, Spirituality, Therese of Lisieux. 80 eMilio j. Martínez González “¿Y cómo amó Jesús a sus discípulos y por qué los amó? No, no eran sus cuali- dades naturales las que podrían atraerle. entre ellos y él la distancia era infinita. El era la Ciencia, la Sabiduría eterna; ellos eran unos pobres pescadores, igno- rantes. Sin embargo Jesús los llama sus amigos, sus hermanos. quiere verles reinar con él en el reino de su Padre, y, para abrirles las puertas de ese reino, quiere morir en una cruz, pues dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”1. Cuando Teresa del Niño Jesús (1873-1897) escribe estas palabras, le que- dan apenas unos meses de vida. Invadida por la tuberculosis, la peste de finales del XIX, sabe que para ella las esperanzas de curación son muy escasas, cuando no nulas. Así lo sospecha también su hermana, sor Inés de Jesús, quien pide a la priora, Madre María de san Luis Gonzaga, que permita a Teresa continuar con el relato de su vida que había compuesto entre 1895 y 1896, siendo priora sor Inés. La Madre Gonzaga de su aprobación y, en este último cuaderno escrito por Teresa, la reflexión espiritual se impone a la mera narración cronológica, tratando la joven carmelita algunos temas que son de su interés y adornándolos con recuerdos de su vida conventual. Uno de los más importantes es el de la caridad2. Para iluminar su experiencia acerca del amor fraterno, Santa Teresita, en páginas escritas con sabor a testamento espiritual, reflexiona acerca del man- dato del Señor en la Última Cena (cf. Jn 13, 34-35). Para ella el mandamiento nuevo no es tan sólo una bella sentencia, ni siquiera es simplemente un impe- rativo. Para Teresa, si Jesús nos pidió que nos amáramos como él nos amó, es porque ello debe ser posible y debe, por tanto, convertirse en el objetivo funda- mental de nuestra vida cristiana3. 1 teresa de lisieux, Obras completas, Burgos, Monte Carmelo, 1996, 287 (es traducción de la edición francesa: Thérèse de Lisieux, œuvres complètes, Paris, Cerf – DDB, 1992). Citaremos siempre por esta edición en español, usando las siglas que aparecen en las pp. 1345-1347 y que son las comúnmente utilizadas para citas las obras de santa Teresita. Según ellas, el texto traído se citaría: Ms C 12r. 2 Según sor Inés, santa Teresa de Lisieux habría querido dedicar este último escrito exclusi- vamente al tema de la caridad (cf. Procès Apostolique, 1915-1917, Roma, Teresianum, 173). De los Procesos hay una traducción parcial al español: Teresa de Lisieux. Procesos de Beatificación y Cano- nización (selección), Burgos, Monte Carmelo, 1996). Pero sor María de la Trinidad, novicia y amiga de la Santa, afirma que ella tenía en mente hacer un comentario al Cantar de los Cantares (cf. nota 70 al Ms C en la edición de Obras completas citada más arriba, p. 1069). En cualquier caso, el tema del amor aparece como nervio principal de la inspiración teresiana en estas páginas. 3 El razonamiento de la Santa puede parecer simple o evidente. Si rastreamos nuestra concien- cia para descubrir hasta qué punto nuestro obrar cristiano está –o no– motivado por amar a los demás como Él nos amó; y si reflexionamos acerca de qué significa amar como Jesús amó, entonces nos daremos cuenta de que los planteamientos de Teresa no son nada fútiles sino, por el contrario, absolu- tamente decisivos para definirnos como creyentes en Cristo Jesús. CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 Amar como Jesús nos ama. Teresa de Lisieux y la caridad 81 el primer paso en la reflexión teresiana es contemplar a Jesús, dejarse ins- truir en el silencio interior por sus obras y palabras, preguntarse acerca de sus opciones, actitudes y actos… Como se sigue del texto que hemos traído –así lo va a entender santa Teresita–, el fruto de dicha contemplación es comprender que Jesús no amó a los suyos porque lo mereciesen, sino porque lo necesita- ban… Y ése será el empeño de Teresa: amar a todos con independencia de los méritos que hayan acumulado o no para ser amados. Un proceso de contemplación, reflexión y conclusión operativa aparente- mente sencillo el que vemos en este texto, que nos ilustra acerca de la palabra que Teresa de Lisieux nos va a decir sobre la caridad: para amar en clave cris- tiana es necesario contemplar a Jesús, palabra definitiva del Padre, modelo de amor auténtico según el querer de Dios. Porque, como intentaremos demostrar, para santa Teresa del Niño Jesús el fundamento de la caridad, del amor inter- humano, es el amor divino. Una afirmación que la Santa hará no fundamental- mente desde la especulación y los razonamientos, sino desde una experiencia cordial del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo y brota en la vida de cada creyente empujándonos a amar a los otros. 1. EL VALOR DE LA EXPERIENCIA La palabra que Teresa de Lisieux nos aporta sobre la caridad no es, por tanto, fruto exclusivo de la reflexión racional, sino de la experiencia cualificada de Dios. Se articula en el ámbito de la contemplación de las verdades divinas en la oración y en la vida de cada día, a la luz de la Verdad revelada en la Escritura y de las enseñanzas eclesiales4. Sin estar académicamente preparada para ello, lo cierto es que Teresa meditó con sencillez estas verdades y con ellas iluminó los acontecimientos de su vida, de los que, a su vez, extraía conclusiones que la alentaban en el camino hacia la configuración con Cristo5. 4 Para Teresa la Sagrada Escritura es la fuente esencial de luz, pues en ella se le da al vivo Jesús, su único director (cf. Ms A 33v, 48v, 70r, 76r, 80v…). Y ama apasionadamente el Evangelio (cf. Ms A 83v; puede verse: Agustí Borrell, “Horizontes infinitos. Teresa de Lisieux y la Biblia”, en e. j. Martínez González (coord.), Teresa de Lisieux. Profeta de Dios, doctora de la Iglesia. Actas del Congreso Internacional, Salamanca – ávila, UPSA – CITES, 1999, 241-261). 5 “A pesar de que no tenía preparación y de que carecía de medios adecuados para el estudio y la interpretación de los libros sagrados, Teresa se entregó a la meditación de la palabra de Dios con una fe y un empeño singulares. Bajo el influjo del espíritu logró, para sí y para los demás, un profundo conocimiento de la Revelación. Concentrándose amorosamente en la Escritura -manifestó que le hu- biera gustado conocer el hebreo y el griego para comprender mejor el espíritu y la letra de los libros sagrados- puso de manifiesto la importancia que las fuentes bíblicas tienen en la vida espiritual, desta- có la originalidad y la lozanía del Evangelio, cultivó con sobriedad la exégesis espiritual de la palabra de Dios, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. De esta forma, descubrió tesoros ocultos” (El texto es de la carta apostólica de Juan Pablo II, Divini Amoris Scientia, por la que Santa Teresa del CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 8 eMilio j. Martínez González Un testimonio de este género resulta de enorme calidad para nuestro mun- do hoy. Una sociedad cansada o poco capaz de escuchar discursos de corte racional, en la que la transmisión sociológica de los valores cristianos resulta cada vez más difícil, acoge con facilidad, sin embargo, los testimonios de expe- riencia. Así lo había anticipado Rahner, en cita tan manida como, por lo general, poco comprendida: “Solamente para aclarar el sentido de lo que se va diciendo, y aun a conciencia del descrédito de la palabra «mística» –que bien entendida no implica contraposición alguna con la fe del Espíritu Santo, sino que se iden- tifica con ella–, cabría decir que el cristiano del futuro o será un «místico», es decir, una persona que ha «experimentado» algo, o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales”6. Efectivamente: nuestra sociedad no cree ni unánime, ni evidente, ni pú- blicamente; y lo generalizado en nuestro ambiente no es precisamente el senti- miento religioso. La experiencia, sin embargo, sigue conmoviendo, alentando, llamando. Tiene además un poder transmisor, es contagiosa: el místico, desde su experiencia, induce a la experiencia y Teresa, desde la suya, anima al conoci- miento de Cristo Jesús, ese conocimiento que sólo puede llevar al amor. hablar de experiencia, sin embargo, puede suscitar todavía algunas reti- cencias; nos evoca la palabra el mundo de lo vago, subjetivo, sin anclajes racio- nales suficientemente contrastados… Todas estas objeciones podrían resultar válidas para una vivencia superficial, no comprometida ni verificada. en el caso de santa Teresa del Niño Jesús estamos hablando de una experiencia cualificada hasta el punto de que la Iglesia le ha conferido, en base a esa experiencia reco- gida en sus escritos, el título de Doctor de la Iglesia: tercera mujer y persona más joven que es distinguida con él: “Durante su vida, Teresa descubrió «luces nuevas, significados ocultos y misteriosos» (Ms A 83v) y recibió del Maestro divino la «ciencia del amor», que luego manifestó con particular originalidad en sus escritos (cf. Ms B 1r). Esa ciencia es la expresión luminosa de su co- nocimiento del misterio del Reino y de su experiencia personal de la gracia. Se puede considerar como un carisma particular de sabiduría evangélica que Teresa, como otros santos y maestros de la fe, recibió en la oración (cf. Ms C 36r) […]. Niño Jesús y de la Santa Faz es declarada Doctora de la Iglesia universal, n. 9. En: http://www.vatican. va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_19101997_divini-amoris_sp.html (citaremos DAS seguido del número). 6 k. rahner, “Espiritualidad antigua y actual”, en id., Escritos de Teología VII, Madrid, Tau- rus Ediciones, 1969, 25. CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 Amar como Jesús nos ama. Teresa de Lisieux y la caridad 8 Los pastores de la Iglesia, comenzando por mis predecesores los Sumos Pontífices de este siglo, que propusieron su santidad como ejemplo para todos, también han puesto de relieve que Teresa es maestra de vida espiritual con una doctrina sencilla y, a la vez, profunda que ella tomó de los manantiales del Evangelio bajo la guía del Maestro divino y luego comunicó a sus hermanos y hermanas en la iglesia con amplísima eficacia (cf. Ms B 2v-3r)”7. En un momento en el que comunicar la buena noticia, decir Dios con sen- tido es un problema en el seno de una sociedad que es indiferente al mensaje evangélico –cuando no lo rechaza–, Teresa nos aporta una palabra experiencial cercana y cotidiana, capaz de verter la complejidad del Misterio del Amor de Dios revelado en Cristo en conceptos sencillos, en un lenguaje accesible y muy vital, porque brota de su propia vida: “La misión de Teresa de Lisieux no es literaria, sino religiosa. Si se comprende esto, tal vez se comparta la impresión de la filósofa y carmelita edith Stein cuando a una amiga que le confesaba que no le gustaba el estilo de Teresa le escribía: «Me sorprende lo que me escribes sobre Teresita. hasta ese momento, a mí ni siquiera se me había pasado por la cabeza que pudiésemos acercarnos a ella de esa forma. La única impresión que yo he tenido fue la de encontrarme allí ante una vida humana, única y totalmen- te traspasada hasta el fondo por el amor de Dios. Yo no conozco nada más gran- de, y un poco de eso es lo que yo quisiera trasladar, en la medida de lo posible, a mi propia vida y a la vida de los que me rodean»”8. “Como ocurre siempre con ella [ha dicho h. U. von Balthasar], su vida está plagada de gérmenes doctrinales que la teología sólo tiene que desarrollar para salir ricamente fecundada”9. Así ocurre en la reflexión y presentación al mundo 7 DAS 2-3. “La Positio [volumen en el que se recogen los argumentos teológicos para la concesión del título de Doctor a Teresa] enumera e ilustra algunos capítulos de la teología en los que Teresa se ha convertido en una «auctoritas»: la singular experiencia de la misericordia de Dios y de su paternidad; la gozosa aceptación de la pobreza de la criatura abierta confiadamente a la gracia; la fuerte e inmediata experiencia de la presencia de Cristo y de sus misterios en su vida; la centralidad de las virtudes teologales –fe, esperanza y caridad-, vividas en la madurez de la prueba y en el esplendor del total abandono en manos de Dios; la experiencia de la Iglesia en su dimensión materna, con la concien- cia de ser el cuerpo místico de Cristo, en la belleza de su santidad carismática y de su universalidad misionera; el redescubrimiento evangélico de María, de su camino de fe y de su maternidad espiritual; el sentido dinámico de las realidades últimas y de la comunión de los santos como una comunicación dinámica e ininterrumpida entre el cielo y la tierra, como una participación fecunda de los bienaventu- rados en la vida y en la misión de la Iglesia peregrina en el mundo” (j. castellano, “El doctorado de santa Teresa del Niño Jesús. Una propuesta eclesial”, en e. j. Martínez González (coord.), “Teresa de Lisieux. Profeta…”, o. c., 429). 8 C. de Meester, Dinámica de la confianza. El secreto de Teresa de Lisieux, Burgos, Monte Carmelo, 1998, 19. 9 h. U. Von balthasar, Therese von Lisieux. Geschichte einer Sendung, köln, Hegner, 1950, 132 (hay traducción española: Teresa de Lisieux. Historia de una misión, Barcelona, herder, 1957). CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 84 eMilio j. Martínez González de la virtud cristiana de la caridad iluminada desde su experiencia de Dios, que inmediatamente analizaremos. 2. ENTRE LA LUChA Y LA ESPERANzA. AL ENCUENTRO DE LA CARIDAD .1. el aMor y el dolor Gran parte de la validez de la experiencia teresiana reside, como hemos dicho, en que se trata de una experiencia contrastada con la vida de cada día. En ella, con todos sus lances, luces y sombras, Dios le sale al encuentro como una presencia amorosa y sanadora; presencia que está en la base de la vivencia de la caridad en Teresa de Lisieux, como veremos: “Iluminada por la palabra revela- da, Teresa escribió páginas admirables sobre la unidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo (cf. Ms C 11v-19r)”10. Thérèse Martin Guerin viene al mundo un 2 de enero de 1873 en Alençon. Es la novena y última hija del matrimonio formado por Luis Martin y Celia Guerin; cuatro de sus hermanos (dos varones y dos niñas) han fallecido a eda- des muy tempranas y la propia vida de Teresa corre peligro a los dos meses, por lo que sus padres deciden enviarla con su nodriza al campo. A tan corta edad comienza la pequeña Teresa a saber del poder de la separación. Un año pasa en la granja de Semallé, hasta que el 2 de abril de 1874, con- tando 1 año y 3 meses, vuelve a su casa de Alençon. Separada del campo, ha de adaptarse a su nuevo entorno, rodeada de amor hecho patente en sonrisas y caricias: “Sí, verdaderamente todo me sonreía en la tierra. encontraba flores a cada paso que daba, y mi carácter alegre contribuía también a hacerme agrada- ble la vida”11. Vida que le va a poner delante su cara más trágica muy pronto. A la pri- mera separación de infancia, aparentemente superada en este ambiente de esta- bilidad y ternura, siguen otras muchas, la primera de las cuales y más terrible es la muerte de su madre. Doloroso episodio que abre un nuevo período de su vida, que ya no puede ser contemplada como lugar de gozo, sino como crisol de pruebas y sufrimientos12. Después de contemplar el ataúd de su madre, “muy grande... y muy tris- te...”13, la pequeña se echa en brazos de su hermana Paulina, a quien adopta 10 DAS 9. 11 Ms A, 12r. 12 Cf. ib. 13 Cf. ib., 12 v. CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 Amar como Jesús nos ama. Teresa de Lisieux y la caridad 85 como nueva mamá. Toda la familia sale de Alençon, donde han transcurrido los años de infancia, para trasladarse a Lisieux. Pero también la segunda madre se marcha: a un internado durante los períodos de clase; más tarde, al Carmelo –donde toma el nombre de sor Inés de Jesús–, para no volver jamás14, pese a las promesas hechas a Teresa de que ambas se irían juntas como ermitañas al de- sierto15. A Paulina le seguirá Leonia, la más difícil de las hermanas, quien entra de modo extravagante en un convento de clarisas del que no tardará en salir16. Después será María, la hermana mayor y madrina de bautismo de Teresa, la que ingrese en el Carmelo: “¡El 15 de octubre fue el día de la separación! De la alegre y numerosa familia de los Buissonets [el hogar de Lisieux] ya sólo que- daban las dos últimas hijas... Las palomas habían huido del nido paterno”17. A Teresa le gustan los días de fiesta de descanso, en los que toda la familia permanece unida, casi girando en torno a ella18, pero la tarde del domingo le llena de melancolía: es el preludio de la vuelta a las clases, a la monotonía del trabajo diario. En la Abadía19 Teresa sufre con las clases de cálculo y ortografía; tampoco se entiende con sus compañeras de clase, y Celina –más de tres años mayor que Teresa, su compañera de juegos y sueños– tiene que salir muchas veces en su defensa; no encuentra sino “amargura en las amistades de la tie- rra”20. Papá, Luis Martin, el rey de Teresa, es un hombre bondadoso que vuelca sobre sus hijas toda su ternura. Lleva a su benjamina a pasear o de pesca; juntos acuden a misa a la catedral despertando la admiración de los presentes. Ella le ama profundamente: “¿quién podría decir lo mucho que quería a papá? Todo en él me causaba admiración. Cuando me explicaba sus ideas (como si yo fuese ya una jovencita), yo le decía ingenuamente que seguro que si decía todas esas cosas a los hombres importantes del gobierno, vendrían a buscarlo para hacerlo rey, y entonces Francia sería feliz como no lo había sido nunca...”21. 14 Cf. ib., 25v-26r. 15 “Un día, yo había dicho a Paulina que me gustaría ser solitaria, irme con ella a un desierto lejano. Ella me contestó que ése era también su deseo y que esperaría a que yo fuese mayor para mar- charnos. La verdad es que aquello no lo dijo en serio, pero Teresita sí lo había tomado es serio. Por eso, ¿cuál no sería su dolor al oír un día hablar a su querida Paulina con María de su próxima entrada al Carmelo...?” (Ib., 25v). 16 Cf. ib., 43v. 17 Ib. 18 Cf. ib., 17r. 19 El internado donde estudian todas las hermanas Martin, la Abadía de Nuestra Señora del Prado, un monasterio de benedictinas a las que Napoleón permitió regresar al convento si asociaban a éste alguna obra social (cf. ib., 22rss). 20 Ib., 37r. 21 Ib., 21r-v. CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 8 eMilio j. Martínez González También él las abandona a veces: a París, a Alençon, una vez incluso mar- cha siete semanas, a Constantinopla22. En los paseos con su padre, su corazón se ensancha y siente que hay un lugar donde su alma puede hallar el reposo y la quietud que tanto la seducen23; pero hay que notar que ese sentimiento de lo infinito se dispara al brotar en su interior la melancolía, como ilustra este episo- dio que ella misma nos narra: “La tarde pasaba rápidamente, y pronto había que volver a los Buissonnets. Pero antes de partir, tomaba la merienda que había llevado en mi cestita. La hermosa rebanada de pan con mermelada que tú me habías preparado había cambiado de aspecto: en lugar de su vivo color, ya no veía más que un pálido color rosado, todo rancio y revenido... Entonces la tierra me parecía aún más triste, y comprendía que sólo en el cielo la alegría sería sin nubes...”24. En paralelo, pues, a la nostalgia, al sentimiento de que todo pasa y es fugaz y pasajero, se asienta en el corazón de Teresa la presencia amorosa de un Dios capaz de conservarlo todo, de un Dios que evita que la vida se derrame, que la sostiene entera impidiendo que se quiebre con la fuerza de su amor. .. la caridad en el corazón Pero la irrupción del amor de Dios en el corazón de Teresa ha de abrirse paso a través de un carácter débil, extremadamente sensible. Estos aconteci- mientos –y otros– que venimos narrando, hacen de la pequeña señorita Martin una niña que se relaciona con dificultad, que sólo encuentra consuelo en el ám- bito familiar y que, aun en él, llora por cualquier contrariedad25. 22 Entre agosto y octubre de 1885. 23 “¡qué hermosos eran para mí los días en que mi rey querido me llevaba con él a pescar! ¡Me gustaban tanto el campo, las flores y los pájaros! A veces intentaba pescar con mi cañita. Pero prefería ir a sentarme sola en la hierba florida. entonces mis pensamientos se hacían muy profundos, y sin saber lo que era meditar, mi alma se abismaba en una verdadera oración... Escuchaba los ruidos lejanos... El murmullo del viento y hasta la música difusa de los soldados, cuyo sonido llegaba hasta mí, me llenaban de dulce melancolía el corazón... La tierra me parecía un lugar de destierro y soñaba con el cielo...” (Ib., 14v). 24 Ib. 25 “Tengo que decirte, Madre [habla con su hermana sor Inés –Paulina– quien es la priora del convento de Lisieux cuando Teresa redacta estas páginas], que a partir de la muerte de mamá, mi tem- peramento feliz cambió por completo. Yo, tan vivaracha y efusiva, me hice tímida y callada y extrema- damente sensible. Bastaba una mirada para que prorrumpiese en lágrimas, sólo estaba contenta cuando nadie se ocupaba de mí, no podía soportar la compañía de personas extrañas y sólo en la intimidad del hogar volvía a encontrar mi alegría” (Ib., 13r; cf. ib 44v). La situación se agravó con la entrada de Paulina en el Carmelo, lo que fue casi sin lugar a dudas causa de la extraña enfermedad de naturaleza histérica que sufrió Teresa con sólo 10 años y de la que se supo siempre sanada por la sonrisa de la Virgen María (la narración en ib., 27r-30v). CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 Amar como Jesús nos ama. Teresa de Lisieux y la caridad 8 El 25 de diciembre de 1886, todo cambia. La niña que parece querer atraer la atención de quienes la rodean mostrándose débil, enferma y triste, para así suscitar amor y compasión26, es transformada la noche de Navidad. A la vuelta de la Misa del Gallo, Luis Martin tiene por costumbre, siguiendo la tradición, poner los regalos para sus hijas en la chimenea de la casa familiar de los Buis- sonets; tras la cena, la velada y la misa está, sin duda, cansado y por ello ma- nifiesta su satisfacción pensando que se trata del último año en que tendrá que hacer esta ceremonia, pues Teresa ya tendrá cumplidos los 14 para el próximo. La hipersensibilidad de la benjamina de la casa hacía temer un nuevo estallido a su hermana Celina. Teresa, sin embargo, se comporta con entera normalidad, como si nada hubiera oído, ante la admiración de Celina y de sí misma. Años después, cuando haga el relato de los hechos de aquella noche en su autobiogra- fía –la Historia de un alma–, lo rememorará como una gracia por la que Dios transformó su corazón a imagen del corazón del Encarnado27. Escuchemos su narración: “Pero Teresa ya no era la misma, ¡Jesús había cambiado su corazón! Reprimiendo las lágrimas, bajé rápidamente la escalera, y conteniendo los la- tidos del corazón, cogí los zapatos y, poniéndolos delante de papá, fui sacando alegremente todos los regalos, con el aire feliz de una reina. Papá reía, reco- brado ya su buen humor, y Celina creía estar soñando... Felizmente, era una hermosa realidad: ¡Teresita había vuelto a encontrar la fortaleza de ánimo que había perdido a los cuatro años y medio, y la conservaría ya para siempre...! 26 “Una noche, tuve una experiencia que me abrió mucho los ojos. María (Guérin), que casi siempre estaba enferma, lloriqueaba con frecuencia, y entonces mi tía la mimaba y le prodigaba los nombres más tiernos, sin que por eso mi querida primita dejase de lloriquear y de quejarse de que le dolía la cabeza. Yo, que tenía también casi todos los días dolor de cabeza, y no me quejaba, quise una noche imitar a María y me puse a lloriquear echada en un sillón, en un rincón de la sala. Enseguida Juana y mi tía vinieron solícitas a mi lado, preguntándome qué tenía. Yo les contesté, como María: Me duele la cabeza. Pero al parecer eso de quejarme no se me daba bien, pues no puede convencerlas de que fuese el dolor de cabeza lo que me hacía llorar. En lugar de mimarme, me hablaron como a una persona mayor y Juana me reprochó el que no tuviera confianza con mi tía, pues pensaba que lo que yo tenía era un problema de conciencia... en fin, salí sin más daño que el haber trabajado en balde y muy decidida a no volver a imitar nunca a los demás, y comprendí la fábula de El asno y el perrito. Yo era como el asno, que, viendo las caricias que le hacían al perrito, fue a poner su pesada pata sobre la mesa para recibir también él su ración de besos. Pero, ¡ay!, si no recibí palos, como el pobre animal, recibí realmente el pago que me merecía, y la lección me curó para toda la vida del deseo de atraer sobre mí la atención de los demás. ¡El único intento que hice para ello me costó demasiado caro...!” (Ib., 42 r). 27 Consciente de haber recibido una gracia, Teresa no lo es menos de la necesidad y valor de su esfuerzo para que ella se abra camino. Así lo explicita en un testimonio recogido por su hermana Inés el 8 de agosto de 1897: “hoy he estado pensando en mi vida pasada y en el acto de valor que realicé en aquella Navidad, y me vino a la memoria la alabanza tributada a Judit: «has obrado varonilmente y tu corazón se ha fortalecido». Muchas almas dicen: No tengo fuerzas para hacer tal sacrificio. Pues que hagan lo que yo hice: un gran esfuerzo. Dios nunca niega esta primera gracia que da el valor para actuar; después, el corazón se fortalece y vamos de victoria en victoria” (UC 8.8.3, p. 863 de la edición de Obras completas que manejamos). CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945 88 eMilio j. Martínez González Aquella noche de luz comenzó el tercer período de mi vida, el más hermo- so de todos, el más lleno de gracias del cielo... La obra que yo no había podido realizar en diez años Jesús la consumó en un instante, conformándose con mi buena voluntad, que nunca me había falta- do. Yo podía decirle, igual que los apóstoles: «Señor, me he pasado la noche bregando, y no he cogido nada». Y más misericordioso todavía conmigo que con los apóstoles, Jesús mismo cogió la red, la echó y la sacó repleta de pe- ces... hizo de mí un pescador de almas, y sentí un gran deseo de trabajar por la conversión de los pecadores, deseo que no había sentido antes con tanta in- tensidad... Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui feliz...!”28. A partir de esa fecha Teresa comienza, en efecto, una carrera de gigante29, y esa carrera se inicia, precisamente, cuando la caridad entra en el corazón de Teresa, es decir, cuando, habiendo experimentado el amor de Jesús que aban- dona los palacios celestes para tomar la forma de siervo, cambia el rumbo de su vida para seguirle allá donde vaya. Teresa se referirá siempre a este hecho como su conversión, su metánoia, término griego que expresa esa realidad en los evangelios: un cambio de dirección, una reorientación completa de la vida en el sentido que Dios quiere y que nos ha revelado en Cristo Jesús; cambio de dirección posible solamente en cuanto que hemos comprendido y experimenta- do su amor no sólo como una idea o una verdad de fe, sino como una realidad que nos afecta. habiendo experimentado al Jesús que toma las lágrimas de Teresa para regalarle a ella la alegría, nuestra Santa siente que se inicia para ella una nueva etapa de su vida30, en la que va a descubrir su entrega en el Carmelo como for- ma específica de vivir el misterio de la caridad –amor a Dios y a los hermanos– que brota de haber experimentado el amor de Jesús31; un amor que la libera del egoísmo, de la necesidad de mirarse a sí misma y mendigar el cariño, para 28 Ms A, 45r-v. 29 Cf. ib., 44v. 30 hemos visto más arriba que lo explicita claramente: “Aquella noche de luz comenzó el ter- cer período de mi vida, el más hermoso de todos, el más lleno de gracias del cielo…” (Ib., 45v). 31 “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orienta- ción decisiva” (benedicto xVi, Carta encíclica Deus Caritas est, 1. Usamos la traducción española de la edición típica, publicada por la Librería Editrice Vaticana en la Ciudad del Vaticano –25-12- 2005– y distribuida por Editorial EDICE - Conferencia Episcopal Española. Citaremos DCE seguido del número). CAURIENSIA, Vol. II, 2007 – 279-304, ISSN: 1886-4945

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Teresa de Lisieux ha experimentado a Dios como Amor misericordioso . para santa Teresa del Niño Jesús el fundamento de la caridad, del amor inter- .. 2005– y distribuida por Editorial EDICE - Conferencia Episcopal Española.
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