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Ama a tu lobo como solo tú sabes hacerlo PDF

253 Pages·2017·1.04 MB·Spanish
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Autor: Claire Phillips 2017 Argumento: Criada en el seno de una típica familia de clase media, nadie que observase a Andrea Johanssen podría imaginar ni el mundo en el que vivía ni el secreto que se escondía tras su origen. Con dos hermanos y unos padres miembros de un clan, formaba parte del mismo por vinculación familiar, pero ella nunca había sido como ellos y, en el fondo, eso la hacía sentir de menos ante muchos de los que formaban ese clan, sobre todo ante algunos como los Andrews. Desde luego, su diferencia era algo que ni Din ni River Andrews le hubieron permitido olvidar durante sus años de escuela, convirtiéndola en objeto de sus burlas y bromas y, aunque no dejó que hicieran mella en ella, tampoco podía dejar de lado la verdad de fondo de las mismas. Ella no era ni lobo ni oso como el resto de los miembros del clan. Din Andrews era lo que todos esperarían; Un chico guapo y popular, un perfecto hijo y un perfecto ejemplar de lobo. Sí, él era fuerte, listo, triunfador, pero, en el fondo, se sentía una persona incompleta, una persona a la que le faltaba algo que se negaba a admitir. Crecer sintiendo una desconcertante necesidad por una niña ajena en todo a él y lo que representaba, le mortificaba desde la primera vez que posó sus ojos, su olfato y sus sentidos salvajes en ella. De crío la convirtió en objeto de sus burlas y sus crueles bromas como medio para obligar a su lado salvaje y a sí mismo a apartar las sensaciones que su cercanía le provocaban. De adolescente se negó a admitir la evidencia que su raza, sentidos y naturaleza le gritaban como cierto y evidente, pero, de adulto, no podía ni debía seguir ignorando lo que era imposible ignorar y más aún evitar. Ella era suya, él le pertenecía y debía ganársela aun sabiéndose no merecedor de ella por haberla tratado tan mal durante tantos y tantos años. Contenido Autor: Claire Phillips Argumento: SERIE AMOR EN TIERRA SALVAJE; AMA A TU LOBO COMO SOLO TÚ SABES HACERLO Dedicatoria: CAPITULO I: HOGAR DULCE HOGAR CAPITULO II: REGRESO A CASA CAPITULO III: HAS DE ACEPTARME CAPITULO IV: AHORA SOMOS UNO CAPITULO V: UNA VIDA COMO LA DE LOS DEMÁS, AUNQUE CON NUESTRAS DIFERENCIAS CAPITULO VI; DESCUBRIR LA VERDAD CAPITULO VII: SI ES VERDAD ESO QUE DICEN, ¿CÓMO LA PROTEGERÉ? Epílogo: Fin SERIE AMOR EN TIERRA SALVAJE; AMA A TU LOBO COMO SOLO TÚ SABES HACERLO Dedicatoria: No suelo escribir relatos sobre “seres fantásticos” pero me he dejado convencer por la única de todas mis amigas que no ha alcanzado los veinte años. Sí, Alex, como le gusta que le llamen en vez de Alejandra, apenas si tiene unos “lozanos” diecinueve años, es mi amiga y, también, una fuerza de la naturaleza, imparable, irresistible y tenaz como pocas. Me pidió escribir una historia sobre lobos o animales salvajes con “un puntito romántico y picante”. Supongo es lo que ocurre con la generación que ha crecido con libros como la saga de crepúsculo o eso le digo sabiendo que así la aguijoneo un poco y logro que se ría, sobre todo porque es una ávida lectora, cualquier cosa le gusta. Pues bien, Alex, yo he cumplido mi parte de nuestro acuerdo, ahora te toca a ti el tuyo; luchar, luchar cada día y no dejarte vencer. Eres joven, guapa, lista, inteligente y más terca que una mula y con una familia estupenda a tu lado, lo tienes todo a tu favor y el futuro te espera para que hagas con él lo que quieras. Las chicas del club de “calvas brillantes” estamos contigo y te apoyaremos y ayudaremos, eso seguro. Este libro es para ti, Alex, para ti y para todos los que no se rinden cuando la vida les pone algunos retos de esos que te hacen maldecir y mirar al cielo con gesto de enfado. A tod@s los que lean el libro, gracias por hacerlo y gracias por vuestro apoyo. Gracias por leer, el mío o cualquier libro. Para cualquier escritor, los buenos y los que, como yo, escribimos no por tener talento para ello sino como catarsis, sentimos una especial emoción cuando sabemos que alguien lee lo que hacemos. Gracias de nuevo a tod@s. CAPITULO I: HOGAR DULCE HOGAR Andrea se miró en el espejo y tiró de los bordes de su amplio jersey de lana. Un gesto innato en ella. Suspiró negando con la cabeza. Incluso sin Endira a su lado notaba a su alrededor las increíbles diferencias entre ella y su hermana. La quería, mucho, y la envidiaba, no era una envidia que la hiciera sentir odio o rencor hacia ella pues ¿qué culpa tenía de haber nacido como había nacido igual que qué culpa tenía ella de ser precisamente lo opuesto? A su alrededor, en los estantes y en el lavabo había pruebas inequívocas no solo de los diferentes físicos que tenían ella y Endira, sino incluso de su personalidad. Mientras ella tenía elementos básicos y prosaicos de higiene, su hermana tenía una considerable cantidad de productos de higiene de todos los tipos, marcas y colores y para el cuidado de la piel, el cabello, el cuerpo y, también, miles de “potingues” para maquillarse y arreglarse el cuerpo y el cabello. De nuevo miró su reflejo en el espejo y suspiró. —Te estoy oyendo. —La voz de Endira al otro lado de la puerta del lavabo me hace gemir. Compartíamos el baño, uno que se encontraba entre mi dormitorio y el suyo y por el que entrábamos por puertas parejas, una en la habitación de cada una. —No agudices tus sentidos, chucho cotilla. —Le espeto sin malhumor sino con ese sarcasmo tan propio de todos los de mi familia. —A que entro y te gruño como un chucho de verdad. El comentario me hace reír, como siempre. —Está bien, dejo los suspiros cansinos para que puedas entrar y ducharte, aunque no entiendo para qué lo haces si a primera hora tienes gimnasia. —Voy diciendo mientras camino los tres pasos que me separan de su puerta y abro el pestillo que yo echo en ambas puertas siempre que entro, cosa que ella nunca hace. Enseguida se abre la puerta y aparece mi hermana con sus largas piernas, sus curvas perfectamente formadas y fantásticas desde hacía ya un par de años y eso que aún estamos en el último curso del instituto, y su larga y rizada melena castaña que cubre los hombros que su minúsculo pijama no cubre. —De verdad que no hay mañana que no me despierten tus largos y melancólicos suspiros. Voy a empezar a llamarte doña suspiritos. —En realidad, lo que deberías es dejar de agudizar tus sentidos de chucho y punto. —Voy diciendo caminando en sentido contrario hacia mi habitación con ella siguiéndome los pies—. Además, si no te das prisas te dejo aquí que hoy tengo el dichoso examen de conducir y lo que me faltaba era llegar tarde para hacer enfadar al señor Pinkerton. Mi hermana se ríe a mi espalda. —Te recuerdo que precisamente hasta que el señor Pinkerton te apruebe, soy yo la que te lleva al instituto. —No me lo recuerdes, bruja. A este paso temo que seguirás llevándome de un lado a otro cuando sea una anciana achacosa que incluso olvide mi supuesto destino. —De verdad que eres de un melodramático que roza el más profundo sentido teatral. Tampoco has suspendido tanto. Esta es la tercera vez que te examinas. Carla aprobó a la cuarta. —Carla aprobó a la cuarta no por conducir mal, sino porque le gusta correr. Me dejo caer en el borde de mi cama tomando mis viejas y preferidas converse para ponérmelas pensando en la mejor amiga de mi hermana, Carla, también una belleza destacable, aunque a mí me cae muy mal porque siempre que tiene ocasión me lanza alguna pulla. — ¿A qué hora tienes el examen? —A primera. Para que así me pase todo el día maldiciendo mi suerte y mi trágico destino. Endira suelta una carcajada. — ¿Por qué diantres no te apuntas al club de teatro? Se te da de maravilla el drama. La miro lanzándole puñales con los ojos: —En primer lugar, de sobra sabes que el club de teatro es como un pequeño club de chicos populares. Hay que tener un cierto estatus y un aspecto concreto para poder entrar y yo ni tengo el estatus ni el aspecto adecuados. En segundo lugar, en el club de teatro solo representan musicales, y yo canto de pena. Medio colegio aullaría de dolor durante la representación. Endira se ríe sentándose en la silla frente a mi mesa de estudio. — ¿Te imaginas? Todos los lobos maullando, los osos gruñendo y los pocos humanos de la escuela mirándonos a todos como si hubiésemos salido de una mala película de Hollywood. —Anda, ve a ducharte, chucho tardón, que no quiero ganarme un punto negativo ya antes de sentarme en el dichoso coche. —Llamándome chucho tardón no vas a conseguir mi rápida colaboración, humana. —Dice burlona entrando en el baño. Sonrío negando con la cabeza. Sí, nuestra conversación podría parecer absurda en otro lugar del mundo, pero no en Dowson’s Creep, el pueblo situado al sur de la reserva de Criper en Montana. Al menos no sería absurda para más de la mitad de los habitantes de la zona pues la otra mitad o bien permanece ajena al secreto que viven de modo muy visible la otra mitad de sus habitantes, o bien lo conocen por algún vínculo con ellos. Tomo mi mochila y mi parka carente de formas y dentro de la que suelo esconderme en cuanto salgo de casa y bajo hacia la cocina donde ya escucho la voz de mis padres que parecen mantener una seria conversación sobre algo. Al entrar doy un beso a mi madre en la mejilla, como siempre, y otro a mi padre al acercarme a la mesa y dejar la mochila en el suelo antes de girar para tomar mi barrita de muesli y un poco de mermelada. — ¿Qué ocurre? —Pregunto porque se han quedado callados. Mi madre rueda los ojos con resignación. —Tu hermano, otra vez. —Alzo las cejas y miro a mi padre que niega con la cabeza sonriendo. —Ha escrito la redacción para su primer curso de literatura creativa y le han puesto una gran nota. —Eso es estupendo, ¿no? —Miro a mi madre para que corrobore mi sencilla conclusión. —Lo sería si lo que narra en esa historia fuere creativa de verdad y no solo a los ojos de terceros ajenos a nuestro mundo. Suspiro negando con la cabeza pues ya entiendo el problema. Mi hermano Carl es un gran defensor de no esconder lo que somos ante nadie más que lo necesario, por pura supervivencia, y entiende que, al menos, los habitantes de nuestro pueblo que aún lo desconocen debieran saber quiénes son la mitad de sus vecinos, como muchos otros de los miembros de los dos clanes. —Mamá, mientras su profesora piense que es simplemente una historia imaginativa, ¿qué problema hay? —Pues que quizás los jefes de los clanes acaben considerando que escribir sobre nuestra existencia, aunque sea en una “supuesta historia de narrativa creativa”, deba considerarse una transgresión de los deberes de nuestra especie. — ¿Narra algo peligroso en la historia? No sé, algo sobre puntos débiles, tradiciones reservadas solo a los miembros de los clanes o algo así. Mis padres me miran un instante frunciendo el ceño: —Buena pregunta. —Señala mi padre girando el rostro a mi madre—. Quizás sea del todo inocua y te estés alarmando sin motivo. Mi madre suspira antes de alzar un poco la voz: —Carl, baja y trae contigo tu redacción. —De nuevo nos mira y retomando el tono normal de voz dice—. Comprobémoslo. Mientras tomo mi barrita de muesli y mi vaso de leche desnatada pienso en lo mucho que podría divertirse un guionista de cine de Hollywood, como antes decía Endira, solo con los habitantes de nuestro pequeño pueblo y más si acudiese a la reserva, los cientos de hectáreas que pertenecen a los dos clanes desde hace varias generaciones. Dos clanes de transformantes conviviendo en paz entre ellos y con humanos, en su gran mayoría ignorantes de la naturaleza de sus convecinos. Sonrío y niego con la cabeza pues ciertamente es un poco descabellado. Pertenezco a una familia integrante del clan de los lobos, claro que a diferencia de mis padres y hermanos yo soy una simple y prosaica humana. Hay más de mil miembros reconocidos en la comunidad, aunque en Alaska vive otra rama de la familia que proviene del mismo ancestro común. Son unos pocos menos, no llegan a quinientos, pero son algo más salvajes. En realidad, todos los integrantes del clan siguen unas normas de convivencia básicas para integrarse en el mundo humano pues ciertamente vivir apartados en la época actual es inviable como también dar a conocer su existencia a toda la humanidad pues o los temerían o los buscarían como especie a destruir o con la que experimentar. El otro clan es el de los osos. También transformantes y también regidos por las mismas reglas y el consejo tribal. Ellos son menos en número, no llegan a seiscientos pues su reproducción es más difícil ya que solo pueden tener descendencia entre parejas de la misma especie. Los lobos pueden reproducir con humanos, pero en algunos casos, se ha dado la circunstancia que el bebé ha nacido humano no lobo. Y luego estoy yo. Una humana en una familia de lobos. Con unos padres, una hermana y un hermano, lobos, hermosos y fuertes lobos. Son guapos y hermosos incluso sin transformar. Endira tiene mi edad, diecisiete, Carl tiene dos años menos, y Jacie y Thomas Johanssen, mis padres, mis padres adoptivos, pues ellos me adoptaron cuando apenas tenía unos días de vida. Me hallaron colocada en una especie de cesta cerca de donde se reúne el consejo tribal en medio de la reserva, lo cual supuso un gran escándalo para todos en aquélla época porque el que humanos alcanzaren el interior de la reserva sin que ni osos ni lobos los detectasen fue algo inexplicable y más llevando a una niña recién nacida. Los lobos tienen un agudo sentido del olfato y una audición envidiable, de ahí que todos en mi familia puedan escucharme suspirar incluso desde la otra punta de la casa. Carl aparece con su pelo despeinado y una de sus camisetas de los Rollin Stone. Desde que el tío Joe, el hermano de mi padre, lo llevó a un concierto el pasado verano, está obsesionado con ellos. —Carl, déjame la redacción que has escrito. —Dice mi madre mientras le sirve un plato de huevos con tostadas. Carl saca su block sin decir palabra y se lo entrega empezando a comer con ávido apetito. —Hoy es tu examen de conducir, ¿verdad? —Me pregunta con la boca llena—. He apostado con Pres que apruebas así que no me hagas perder diez dólares. Sonrío negando con la cabeza encantada de saber que apuesta a mi favor: —Dile a Preston que morderá el polvo. Hoy apruebo y con las ganancias te das un homenaje de batidos a mi salud. —Más te vale aprobar, ya he perdido 20 dólares de las dos veces anteriores. He de recuperarme. —Dice con la boca llena. Mi padre me mira animoso: —Tú tranquila, cielo. Tu madre aprobó a la quinta y eso que supuestamente tiene reflejos caninos y vista de lobo. Mi madre se ríe aún con la vista en la redacción: —Intentaré no sentirme ofendida por esa referencia a mis escasas dotes al volante. —El problema es que el señor Pinkerton me odia y no es que lo crea yo, sino que no tiene reparos en burlarse de mí. Dice que si no soy capaz de andar dos pasos sin tropezarme con mis propios pies ¿cómo pretendo conducir un vehículo con un mínimo de seguridad? Carl se ríe: —Ese tipo no sabe con quién se mete. ¿Quieres que Preston y yo le gruñamos un poco? Sonrío negando con la cabeza: —No, quiero que se muerda sus palabras por mis propios méritos. Papá ha estado practicando conmigo toda la semana incluso me ha enseñado a arrancar en cuesta por si le da por pedirme que haga eso en el examen. —Tú, por si acaso, insinúale que tu hermano ha decidido que te quiere de chófer y que si no ve cumplidos sus deseos es capaz de morder al causante de su insatisfacción. Suelto una carcajada: —Desde que te ha dado por sacar tu vena de escritor hablas como uno. ¿El causante de su insatisfacción? ¿En serio? Carl se ríe llevándose al tiempo un nuevo tenedor de revuelto a la boca mientras mi madre se acerca y le devuelve el block. —En fin, creo que es del todo inocuo, pero haznos un favor, Carl, y no tientes a la suerte que el consejo tribal últimamente está muy quisquilloso. —La culpa de eso la tienen los del último curso y su manía de hacer tonterías y retos entre ellos. —Responde él a la defensiva. Miro a mi madre que asiente asertiva pues ella sabe que algunos de los chicos de nuestra clase, en concreto, Allan Carlton, James Griver y River Andrews, los hijos de tres de las familias más respetadas del clan, no hacen sino retarse los unos a los otros con estupideces tales como transformarse en campos de béisbol, incluso en el cine y asustar en su forma de lobo a algunos humanos. —Por eso precisamente. No quiero que empiecen a ponerte en el punto de mira como a ellos. Están en periodo de prueba y otra infracción les supondrá hacer trabajos para el consejo todo el verano y dudo les agraden las tareas que les asignen. Sobre todo, habiendo enfadado tanto a ciertos miembros del consejo a los que ni sus padres han conseguido calmar. —Me parece injusto. A cualquier otro que hubiere hecho la mitad que ellos los habrían sancionado gravemente, pero como ellos son hijos de quienes son hijos, solo les dan un tirón de orejas y un aviso. —Me quejo, aunque sé que predico entre creyentes. —Tú, por si acaso, no digas eso fuera de aquí, Andy, ya sabes cómo se ponen algunos con que seas del clan sin ser lobo. —Dice Endira entrando en la cocina. —Entre ellos el hermano de Carla. De veras que a veces pienso que me odia por no ser como vosotros. Endira hace una mueca sentándose a mi lado: —No le hagas caso. Din Andrews está muy pagado de sí mismo desde que saben que tiene un poder y también River que parece convencido que si su hermano ha desarrollado un poder él también lo hará. Escucho a mi madre suspirar. —Hace mucho tiempo que un joven lobo no da señales de un poder, Endira. Es importante que en la nueva generación aparezca alguno. Muchos empezaban a temer que los lobos perdiesen sus poderes. —Importante o no, eso no le da derecho a menospreciar a Andy por ser humana.

Description:
“potingues” para maquillarse y arreglarse el cuerpo y el cabello. y me lleve a una peluquería o un sitio de esos donde me cubrirán de potingues.
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