Hay personas y momentos de nuestra vida que ni se olvidan ni desaparecen, porque algunos puentes nunca arden.
Un sábado a la noche, mientras hacen la cena, su novio de toda la vida se va de casa tras discutir con Nieves. En los sucesivos días ella espera que regrese, en su lugar, habrá de enfrentarse a la ruptura definitiva, a comprender que vivía atrapada en una relación insana y que es hora de aprender a quererse, de ser ella misma sin que nadie le imponga barreras; también a redescubrir el amor y rescatar del olvido sentimientos que habitaban sepultados en su interior.
En su nueva etapa contará con el apoyo incondicional de su prima Vera, una mujer transexual con un gran talento para el diseño de ropa y, en especial, la creación de encaje. No solo le ayudará a superar la ruptura, sino que junto a ella se ilusionará por una nueva persona que aparece en su camino. Y, aunque Nieves mira hacia adelante, la vida y sus circunstancias le mostrarán que a veces las segundas oportunidades no deben buscarse en lo desconocido, sino en lo que ya se tiene y no se ha sabido ver.
A veces dejamos escapar las cosas por miedo a arriesgar y, en ocasiones, esas oportunidades perdidas no mueren, sino que permanecen esperando a que las veamos y las tomemos. Y es que hay puentes que, aunque se intenten dinamitar, nunca arden.