Cassandra Andrews había hecho alguna que otra estupidez a lo largo de su vida, pero nada podía compararse con la de aquella noche de Halloween. Si alguien le hubiese advertido que del círculo de invocación que había pintado en el suelo de su piso saldría algo más que humo, se habría pensado dos veces el jugar con fuego, sobre todo porque lo que en realidad salió fue un hombre; un demonio, el cual resultó ser su mismísimo Jefe.