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Africanos en América PDF

552 Pages·2008·37.873 MB·Spanish
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Luz María Martínez Montiel O CIENCIAS SOCIALES ^frican os en (ybmérica rocanos en (yfcmérica Luz María Martínez Montiel O EDITORIAL DE CIENCIAS SOCIALES, LA HABANA, 2008 Primera edición publicada con el título Negros en América, edición ampliada y revisada, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008. Edición y diseño interior: Norma Suárez Suárez Diseño de cubierta: Yadyra Rodríguez Gómez Composición digitalizada: Bárbara Alina Fernández Portal © Sobre la presente edición: Luz María Martínez Montiel, 2008 © Editorial de Ciencias Sociales, 2008 ISBN 978-959-06-1132-2 Estimado lector le estaremos agradecidos si nos hace llegar sus opi- niones acerca de nuestras publicaciones. INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO Editorial de Ciencias Sociales Calle 14 # 4104 entre 41 y 43 Playa, Ciudad de La Habana, Cuba editorialmil @ cubarte.cult.cu PROLOGO Por cualquier cosa le meneaban el guarapo, y ¡ay niño! Silbaba la cáscara de vaca o el matanegro sobre las espaldas contraídas. El cuero y el bejuco levantaban salpicaduras de sangre hasta el techo del tumbadero [...] y a veces, cuando el delito era mayor, se aplicaba el "boca abajo llevando cuenta" y el supliciado tenía que contar en alta voz los azotes que recibía. Y si se esquiva- ba, ¡ay niño! El mayoral empezaba de nuevo. ¿Quién comprendía que muchos bozales que traídos por la fuerza desde África directamente, sin hablar español, solo sa- bían contar hasta 25 o 30? Nadie. Los gritos desgarra- ban la garganta: —Ta bueno, mi amo, ta bueno mi amito, ta bueno... Y después, para curar las heridas, las untaban con una mezcla de orinas, aguardiente, tabaco y sal.1 Un verdadero y merecido homenaje a la historia de estos negros en América es el tema que trata este libro. El mejor que se ha escrito sobre la presencia africana en este continente, y no lo discuto. Dice un viejo proverbio africano: Al lado de un arroyo uno no se pone a discutir si el ja- bón hace espuma o no (pues hay agua para probarlo. 1 Alejo Carpentier: Ekuer-Yamba O, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1977. I H lililí IIIII I I IIAtIt l\ I MI'NI I V más que agua nos brinda a borbotones la doctora Luz María Martínez Montiel con esta obra única, singular. El "Índice" y la "Advertencia preliminar" hablan por sí solos. Se trata de un viaje africano por América antes de Colón, aun- que es a partir de la llegada del genovés a las tierras del Nuevo Mundo en que se inicia, en toda su forma, este periplo lleno de desencuentros, encuentros y reencuentros, por medio de los cuales se produce la transformación de las relaciones económicas, socia- les y culturales de tres continentes. No se trata solo de la ruta del esclavo —antojadizo calificati- vo—, sino de la ruta del negro como agente decisorio de la histo- ria, la economía y la cultura de una buena parte de nuestra América y que la autora lo sintetiza en lo que ha dado en llamar La Tercera Raíz. No es una elaboración cómoda y lineal; hay momentos en que el tejido alcanza relieves deslumbrantes y nos convoca a pensar qué hacer y cómo hacer para que la obra no solo perdure sino que también adquiera los ribetes de los nuevos tiempos. La autora convoca a científicos y letrados a ver la ruta desde otra perspectiva. Hasta ahora la historia y la interpretación cultural de América han estado dominadas por la visión eurocén- trica —cuya secuela todavía padecemos— en la que el africano, siguiendo la posición de los esclavistas, solo representa un número en la demografía, una cifra en la fuerza de trabajo y otra más en la cuenta de la plusvalía; así la presencia africana ha sido reducida a un dato demográfico o económico, derivado de la óptica que de- jaron los mismos negreros, que sólo veían en el africano la mano de obra útil que aseguraba la explotación colo- nial y la plusvalía en la compraventa de esclavos. Aun- que parezca mentira hay docentes en las universidades de toda América que consideran que "los negros no tie- nen Historia". Resulta significativo que todavía en el siglo xxi, para el gran público de Occidente, el continente africano constituye solo un lugar I'ltl Hl M . exótico, colmado de fieras y pintorescos habitantes y de calami- dades y enfermedades como el SIDA. A esta visión distorsionada de la región africana han contribuido los medios masivos de co- municación en casi todo el mundo. Cada vez es más insostenible continuar reproduciendo el esque- ma de un Africa que ruge, incapaz de establecerse por sí misma en el concierto de las naciones. Africa nos moldeó, nos hizo cono- cer la diferencia. En nuestros días, resulta de gran importancia que no nos deje- mos manipular por una visión eurocéntrica de la historia de Amé- rica, y nos alejemos de los reflejos condicionados, generados por aquellos que aún hoy continúan imponiendo su hegemonía por medio del poder y la fuerza. En el mundo de hoy, reafirmar los valores constitutivos de nuestras nacionalidades, refuerza la ca- pacidad de nuestros pueblos de preservar la independencia frente a la globalización que pretende enajenarnos y gobernarnos. Desde la conquista hasta nuestros días, las clases dominantes de los países americanos han estado orientando nuestras culturas hacia la asimilación de los valores de Occidente, a pesar de la rebeldía contestataria de nuestros pueblos. En lo que concierne a Africa, cuyos pueblos contribuyeron a la nacionalidad y ala identidad cultural de los pueblos de América, es necesario conocerla, además, como uno de los factores de la civilización universal. No podemos olvidar que el subdesarrollo de Africa contempo- ránea se debe, en gran medida, al comercio de esclavos africanos y ala posterior explotación colonial, y que estos mismos factores determinaron el esplendor del llamado "Occidente Cristiano". América es una en su conjunto, y diversa en su pluralidad. Los movimientos culturales en América nos conducen hacia el reconocimiento de nuestras raíces. A medida que asumimos nues- tra identidad, somos al mismo tiempo, más específicos y más uni- versales. El panorama histórico de los afrodescendientes, después de las independencias latinoamericanas, siguió siendo un tema tabú que aún hoy está pendiente. mu ir i 'Bl'lNi i linluvía e\iste irtinmaa ni tema ionio objeto de investían ión; en machos países no se ensena tina historia en la que estén int Im dos los aportes y la presencia de los africanos en cada región de América; ni siquiera en las universidades existen cursos sistema ticos sobre las culturas de origen africano y mucho menos de los antecedentes africanos. Los prejuicios generados por la esclavitud contribuyeron a negar los valores civilizatorios de la civilización africana y a marginar la historia de Africa de los sistemas de enseñanza en casi todos los niveles, desde la escuela elemental hasta la universidad. Para lograr una enseñanza más integral, consecuente con los elementos formativos de la identidad americana en la realidad internacional contemporánea, se impone un aprendizaje de la his- toria que rechace el eurocentrismo y cualquier tipo de etnocentrismo (sin chovinismo, ni xenofobia) de la enseñanza. En la actualidad, en la mayoría de los países de nuestra Amé- rica, se ha creado un imaginario que no se corresponde de manera coherente con la realidad de nuestros ancestrales antepasados. Contra esa invisibilidad o en el peor de los casos, contra cierta adulteración tan enajenante como desvirtuadora, se ha encami- nado el trabajo de la doctora Martínez Montiel, •buscando el en- foque más justo y estimulando a que otros estudiosos continúen por la misma senda. El libro contribuye a una reinterpretación de nuestra identidad y de sus perspectivas; en este se refleja de manera meridiana y transparente la realidad de lo que somos, y las formas para alcan- zar la plenitud como americanos, y la revalorización de nuestro patrimonio cultural. A lo largo de su lectura encontramos nuevas herramientas de análisis que nos permiten acercarnos más a la construcción de una lógica económica, social, cultural y política entre nuestros pueblos. No debe olvidarse que no fueron los marineros que llegaron n las costas africanas o de lo que se llamó el Nuevo Mundo, quienes elaboraron o aplicaron el racismo. Esta teoría surgió nada menos que en el terreno de los científicos europeos, la misma liuw\m que hoy aplica nuevas fórmulas de racismo a los inmigrantes. I I|'1*M I M ¡t I l.ti mil ora, además de reflexionar sobre estos flagelos, nos re- iiinihi que no debemos olvidar tampoco que actualmente, como en el siglo xvi, hay etnias que mueren violentamente, pobla- ciones enteras en vías de extinción; los actos de genoci- dio se multiplican en un mundo altamente tecnificado. Con frecuencia, el shock biológico —bacilar y viral— entre poblaciones que entran en contacto repentino, causa un descenso dramático en la demografía. A causa del ecocidio generalizado en el planeta, numerosos grupos étnicos se extinguirán antes de alcanzar su florecimien- to y expansión cultural; otros más, privados de sus de- rechos durante siglos, están en pie de lucha impugnando las estructuras políticas y mentales que pretenden man- tenerlos en la marginación, la opresión y la negación de sus valores. Estas son las condiciones en las cuales la mayoría de los pueblos afroamericanos e indoamerica- nos mantienen su resistencia cultural, aferrados ante todo, a su herencia ancestral. ¿Qué nos aporta esta nueva obra de la doctora Montiel? Que aborda otras rutas. El hombre negro africano no fue abso- lutamente esclavo porque no pudieron esclavizar su espíritu, ni su libertad de pensar, de sentir y resistir. Esta realidad nos la de- muestra la historia que aquí se reconstruye. Por lo general, cuando se escribe acerca del llamado "descubri- miento" o "encuentro", se hace referencia al Viejo Continente y al Nuevo Continente. Valdría la pena preguntarse qué categoría le correspondería al continente africano. Se afirma, como una verdad incontrovertible, que Europa tras- mitió a América el esplendoroso acervo de su "cultura occiden- tal"; se escatiman flagrantemente el riquísimo acervo africano. Y es que aún subsiste el miedo y el prejuicio al negro. Al abordar la interrelación de América y Africa vía Europa, la autora se extiende en los aportes del hombre negro, no solo como ente biológico, sino también cultural. Es aquí en la cultura, y desde la cultura donde ella se aparta de la ruta y se atrinchera para I LL'LTMI UTO L I IIAIIDV L'.M'INO lanzarse con su carga cimarrona contra todos los demonios del eurocentrismo, y el nuevo engendro de la globalización. ¿Cómo puede omitirse, ignorarse y olvidarse algo más que las huellas de- jadas por los africanos durante más de cuatro siglos. ¿Se olvida que entre 1492 y 1890, la presencia africana en América fue mucho mayor que la europea y, en ciertas regiones como el Caribe, mayor que la población aborigen a la cual sustituyó? En el acervo cultural de América, la herencia africana debe buscarse en la cultura popular, en la religión y la magia, en la medicina tradicional, en el habla y los cantares, en las formas de cocinar y los hábitos alimentarios, en los refranes y las leyendas, en la preferencia por ciertos colores, en las maneras de bailar y en determinadas creaciones musicales, en el pensamiento emotivo y en la resistencia que no ha tenido una forma, sino varias, siendo el cimarronaje su máxima expresión. No se pueden concebir las luchas por la independencia en los países de América sin tener en cuenta el ejemplo de las rebeliones africanas. La conciencia de independencia nació de la cultura del cimarronaje. Africanos y descendientes crearon una cultura de resistencia que perdura hasta nuestros días. Y cuando de cultura en América se trata, es bueno tener pre- sente lo señalado por el ecuatoriano J. Rahier, al afirmar: Las culturas negras americanas, no son ni culturas africanas, ni culturas europeas, ni culturas amerindias. Para la doctora se trata de Culturas Afroamericanas. Otra de las valiosas contribuciones de este libro se encuentra en el rico inventario que nos muestra la presencia de africanos y afro- descendientes en las distintas regiones y países de nuestro conti- nente. De todo esto, y más, trata esta fecunda obra. En los días actuales en que la cultura ha dejado de ser tema exclusivo de los dedicados a las bellas artes para ocupar un espacio en el debate político, emergen por su importancia trabajos de investigación humanística que, desde el principio, fueron una revelación. La obra pione-

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