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Aforismos Cultura Y Valor PDF

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LUDWIG WITTGENSTEIN AFORISMOS CULTURA Y VALOR COLECCION AUSTRAL PENSAMIENTO/CONTEMPO.RÁNEOS Dirciíífr Editrm&l: Javier dé. Júíitt y Peñalpsa Editora: Pilar Cortés © Btísít BhckweU, ¡9M 0 De esta edición: Espa&ü Cul¡?e, S. A.. J995 Edición original' Vermischtoe Bemerkungen, (977 Traducetún: t.isa Cecilia Erost Edición: tíeorg fíem ik \¿on Wrig/tf, con ia ctJÍuÍHTracfOf.t de Heikki Nytoatt Prologo y traducción uW'Addendum; Javier Sádaba Moqueta de cubierta: Toño R(}dHgue:/INt}fGO, S. A. ilustración portada: Sean Mackaoui Depóiito legal: M, 40310—1995 ISBN M—239— 738!—6 Reservados- todos. los derechos. No se permite reproducir, al­ macenar en sistemas de recuperación déla información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado —electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, e.íó,—* .sin él permiso previo dé los titulares de los derechos de la propiedad inielectual- Impreso en Kyjañu/Prinied in Spedtt Impresión: UNlQRAF, S^L. Editorial Esposa Culpe, S, /I. Carrerera de írúrr ktn 12,200. 28949 Madrid ÍNDICE Prólogo de Javier Sádaba............... 9 Prefacio de Georg HenriL von Wright............. 25 AFORISMOS CULTURA Y VALOR 1914..................................................................... 31 1929 ................................................ .............. 31 1930 .................................................................,. 34 1931 .................................................................. 43 1932 .............................................................. 63 Circo 1932-1934 ............................................... 63 1933 ........................................ 64 1933-1934 .......................................................... 65 1934 ......................................... 66 1934 ó 1937 ........................................................ 67 1937 ..................................................................... 67 1938 ............................................... 80 1939 .................................................................... 81 1939-1940 .............................. 82 1940 .................................................................... 85 8 ÍNDICE 1941 .................... 88 1942 ........................ 91 1943 ........................ 93 1944 ........................ 94 1944 o después . . . 95 Orea 1941-1944 , . 96 Orea 1945 ............. 96 1946 ........................ 97 1947 ........................ 110 1948 ........................ 123 Orea 1947-1948 , , 129 1948 ........................ 130 1949 ......................... . 143 1950 ........................ 151 1951........................ .......................... 156 Addendum .................... 157 1929 ........................ 157 1931 ......................... 157 Orea 1944 ............. 158 Índice analítico ,. 161 PRÓLOGO Las Vermischte Bemerkungen (Aforismos) de L. Wittgens'tein se publicaron por primera vez en ale­ mán en 1977. Pronto, en 1978, se hizo una segunda edición con material añadido; y muy pronto también, en 1980, se tradujo esta segunda edición al inglés. Quien desee tener una idea elemental de su origen y conteni­ do debe leer el breve prólogo de G. H. von Wright. De­ bería leer igualmente lo que al respecto escribe el mis­ mo autor en su conocido libro Wittgenstein. Von Wright nos indica cómo dentro de la obra postuma del maestro, y entre los manuscritos que van del año 1914 al 195 L existen una serie de anotaciones marginales que, en principio, no pertenecen a su obra filosófica considera­ da in toto. No es extraño, por eso, que para publicar los Ultimos escritos sobre Filosofía de la Psicología (1987) se dejó, precisamente, de lado las anotaciones en cuestión, a pesar de encontrarse en el mismo manus­ crito. Se trata de «temas generales» y en modo alguno de una autobiografía en sentido estricto. Temas rela­ cionados con la religión, el arte, la arquitectura, el ju­ daismo, el cristianismo, la historia o la música. Von Wright nos informa que se le encargó a él hacer la se­ ¡o JAVIER SÁDABA lección de dicho material, escoger lo que le pareciera oportuno, para, finalmente, publicarlo. Antes de ir, directamente, al contenido de los Afo­ rismos, notas o apuntes de los que se compone el libro y que, dicho de paso, debería leerse entero sin caer en la fácil tentación de volar por los pasajes que más le in­ teresen a uno, no estará de más, siquiera con brevedad, situar el libro dentro de la producción wittgensteiniana. La primera traducción en español, por cierto, se hizo en 1981, lo que quiere decir que la editorial sudamericana que lo publicó se dio prisa por ofrecer al lector de ha­ bla castellana las páginas de Wittgenstein. Es mucho más dudoso que tales lectores se hayan dado la misma prisa en leerlas. Sea como sea, Von Wright nos confie­ sa que comenzó a hacer la selección en los años 1965- 1966, aunque la acabó en 1974. Todo ello nos indica que tanto la selección como la traducción del material se inscriben en lo más reciente de la obra del filósofo. Y es que, por citar algún ejemplo, el Zettel se publicó en 1967, Sobre la Certeza en 1969 (traducido en 1988), mientras los antes citados escritos sobre filosofía de la psicología comenzaron a publicarse en 1981. Tenemos, por tanto, casi lo último de lo escrito por L. Wittgens­ tein, además de anotaciones mucho más antiguas. Hablábamos antes de una primera tentación a evitar. Otra tentación a la hora de leer el libro consiste en to­ marlo como género menor, una pequeña diversión cul­ tural o simple apoyo para adentrarse en la excéntrica personalidad del autor. O para arrojar alguna luz suple­ mentaria, siempre bienvenida, en la obra sustancial del filósofo. Pero el libro es eso y mucho más. Es lo que va­ mos a intentar mostrar en lo que sigue. Para lo cual se- PRÓLOGO II Ieccionaremos lo que, por nuestra parte, consideramos que es de mayor interés o puede ser de ayuda a la altu­ ra del conocimiento que actualmente se tiene de Witt- genstein. Los Aforismos sitúan a Wittgenstein en rela­ ción directa con la época que le tocó vivir. Pero es oportuno referimos primero a un aspecto muy personal de nuestro autor, su judaismo, para concretar, final­ mente, la vivencia de su tiempo exponiendo lo que en­ tendió y vivió como religión. Podría afirmarse que casi todo en Wittgenstein es judío. La frase, sin duda, tiende a la simplificación. Se trata, sin embargo, de una simplificación importante que orienta sobre el pensamiento y la actitud ante la vida del filósofo. La relación de Wittgenstein con el ju­ daismo es, desde luego, un tema por sí mismo, y a pe­ sar de que, especialmente en los últimos años, se han señalado diversos aspectos de dicha relación, falta aún un estudio detallado del asunto. Los Aforismos son una buena ocasión, en cualquier caso, para retomarlo. Por eso sorprende que el citado editor de las anotaciones wittgensteinianas se limite a insinuar, en uno de sus libros dedicados al maestro, que «en las Vi B. (Aforismos) hay muchas reflexiones sobre el espíritu judío». Añade que el filósofo vivió una épo­ ca marcada por los desgarros de ser judío en Europa central. Todo acaba ahí. Conviene, no obstante, dar al­ gún paso más. Lo primero que hay que señalar es que, efectiva­ mente, Wittgenstein fue judío y que tanto su vida como su obra contienen no poco de lo que, con cierta licen­ cia del lenguaje, llamaremos espíritu judío. Como con­ 12 JAVIER SÁDAtiA tiene Wittgenstein, en su más estricto sentido, sangre judía. El abuelo de Wittgenstein, al igual que su abue­ la, eran judíos. Bien eS verdad que el abuelo Hermann intentó tomar distancias de los hebreos vieneses con­ virtiéndose al catolicismo y añadiendo a su nombre el de Christian. Como es verdad que la familia de Witt­ genstein, y especialmente sus hermanas, trataron, por todos los medios, de quedar exentas de las repugnantes leyes nazis de Niiremberg. Así, recurrieron tanto a la supuesta ilegitimidad de nacimiento del abuelo como al puro uso del dinero de la familia. Nada digno para ésta y un sufrimiento añadido para Wittgenstein, quien por entonces se encontraba en Dublín. Todo ello nos hace ir, aunque con rapidez, a la Aus­ tria que vio nacer al filósofo. Una Austria que, de ser un Imperio extraordinario bajo los Habsburgo, llegará a reducirse, después de constituirse en república, a un apéndice de Alemania. Hitler, con su Anschluss (Ane­ xión), previa utilización del nazismo como intromisión interna, colocó a los judíos en una situación realmente extraña. Pasaban de austríacos a judíos por el hecho de ser alemanes. í>icho de otra forma, una vez perdida la nacionalidad austríaca, los no arios no eran considera­ dos alemanes sino, por el contrario, de un rango racial inferior. Que en la Europa cercana a nuestros días se dieran tales cosas nos parece un sueño. Para otros mu­ chos, y más concretamente para los Wittgenstein, fue una realidad que tuvo que afectar de manera decisiva a sus vidas. Wittgenstein, en suma, era judío, padeciendo todo lo que sucedió a los judíos en la caída del Impe­ rio austro-húngaro y ascenso de Hitler al poder en Ale­ mania. Todo esto es verdad. Tan verdad como falsas o PRÓLOGO ¡3 descontextualizadas las interpretaciones que han solido hacerse de la crípticamente peligrosa frase recogida en la entrada de 1945 (263) y que dice así: «Racional­ mente no es posible tener ira ni contra Hitler, mucho menos contra Dios.» El aforismo, a no ser que se hi­ ciera eco de otro del también austríaco K. Kraus y se­ gún el cual ante Hitler a uno no se le ocurre nada, con­ vendría interpretarlo en clave judía: si Dios no es nada concreto y Hitler va de Dios, poco podemos hacer. Lo cual no significaría aceptación o sumisión. Significa­ ría, sencillamente, que Hitler, ridiculamente, se ha co­ locado en una zona a la que no se puede llegar porque no corresponde a ser humano alguno. Wittgenstein, repitámoslo, era judío y vivió las an­ gustias que sufrieron los judíos bajo el nazismo. Pero es que, además, no es posible entender la obra de Witt­ genstein sin referencia a la cultura judía. Son conocidas las palabras de su amigo, también hebreo, Engelmann: «En el mundo anglosajón, en donde la influencia de Wittgenstein ha sido, con diferencia, la mayor, no se puede entender Su personalidad sin un conocimiento más estrecho de la tierra que ha sido fuente de sus raí­ ces intelectuales. Una vez que se le ve en el contexto del espíritu austro-judío, actualmente ya difunto, esta fi­ gura enigmática adquiere vida y su carácter toma un espíritu familiar» (Paul Engelmann, Ludwig Wittgen­ stein, Briefe und Begegnimgen). Sucede, sin embargo, que a la hora de determinar quiénes fueron los que, des­ de un punto de vista judío, le influenciaron más, todo se vuelve borroso. De la misma forma que cuando se quie­ re señalar aquella parte de su obra que reflejaría mejor su judaismo, lo borroso vuelve a aparecen Es más fácil ¡4 JAVIER SÁOARA limitarse a describir la cultura judeo-vienesa en la que se cría Wittgenstein; y algunos lo han hecho con reco­ nocido talento, conio es el caso de Janick y Toulmin en La Viena de Wittgenstein. No sería, sin embargo, tan difícil de construir la co­ nexión entre judaismo y la obra wittgensteiniana. Sólo un ejemplo. Los objetos simples de los que habla el Tractatm, por referimos a una parte sustancial de uno de sus libros principales y único publicado en vida, no contienen cualidades físicas. El mismo B. Russell, den­ tro de la tradición empirista inglesa para la cual los úl­ timos elementos siempre poseerán cualidades sensibles, lo reconoce. Russell, tan opaco en no pocas cuestiones relacionadas con la filosofía de Wittgenstein, no se en­ gaña aquí. Y es que los objetos del Tractatus, último fundamento que se postula para que podamos hablar sobre el mundo, no son nada hasta que, una vez nom­ brados, entren en la gran armonía universal tejida por el lenguaje. Es el nombre quien da vida al objeto. Es­ tamos dentro de la concepción hebrea de la palabra. Una concepción que emparenta a Wittgenstein, por ejemplo, con Kafka —la mejor introducción al judais­ mo, pensaba por cierto Scholem, sería El Castillo del citado Kafka— o con W. Benjamín. Pero ¿qué se entiende por judaismo? ¿Qué judaismo enlaza con Wittgenstein y cuál es el que nos sirve para en­ tenderle mejor? Hemos afirmado que Wittgenstein era ju­ dío, se formó dentro de la cultura austro-judía y que en su obra se encuentean elementos que pertenecen a la visión hebrea del mundo. Conviene, sin embargo, antes de con­ tinuar, decir dos palabras sobre lo que entendemos por pensamiento hebreo en relación a Wittgenstein. Sólo así

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