ebook img

120243538-El-chivo-expiatorio-Rene-Girard.pdf (PDFy mirror) PDF

9 MB·
by  
Save to my drive
Quick download
Download
Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.

Preview 120243538-El-chivo-expiatorio-Rene-Girard.pdf (PDFy mirror)

René Girard El chivo expiatorio EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA Titulo de la edición original: Le bouc émissaire © Editions Grasset & Fasquelle Paris, 1982 Traducción; Joaquín Jordá Pot·tada: Julio Vivas © EDITORIAL ANAGRAMA S. A., I986 Pedró de la Creu, 44 08034 Barcelona ISBN: 84-339-008I-1 Depósito legal: B. 10557 • 1986 Printed in Spain Diagúfic S.A., Constitució 19, 08014 Barcelona INDJCE l. Guillaumc de fvLa(haut y los judw:-:. 7 11. les t:.'>tuwtiro:-:. d'- la Flf.~ccuCJón 2l 111 ¿Qué es un mito? .lS IV V iclcnúa y magia 64 V T eotihuac..ín 79 VI. A:-.t:s, kurues y tiranls VII los cr Ím(;ncs de los dioses ~() IL2 VIII. la ciLncia dt los mitos 117 IX Las palabras clave de la pas1ón ('Vnr.gdica 135 X Que: muera tHl hombre . tSII XI. La decapitación de san Juan Bautista 167 XII. La negación de Pedro 197 XllL Les dLmonios de Gadara 216 XIV. Satan:ís dividido en contra de .'>Í mismo 2-'ÍÜ XV. La historia y tl Parácliw 257 CAPITULO PRIMERO GUILLAUME DE MACHAUT Y LOS JUDIOS El poeta francés Guillaume de Machaut escribía en pleno si glo XIV. Su ]ugement du Roy de Navarre merecería ser mejor co nocido. Ciertamente la parte principal de la obra no es más que un largo poema de estilo cortés, de estilo y tema convencional. Pero el comienzo tiene algo que estremece. Es una serie confusa de acon tecimientos catastróficos a los que Guillaume pretende haber asis tido antes de que el terror acabara por encerrarle en su casa, para esperar en ella la muerce o el final de la indecible prueba. Algunos acontecimiencos resultan completamente inverosímiles, otros sólo lo son a medias. Y, sin embargo, dd relato se desprende una impre sión: algo real sucedió. Hay signos en el cielo. Llueven piedras y golpean a todos los.. vivientes. Ciudades enceras han sido destruidas por el rayo. En la que residía Guillaume -no dice cuál- muere gran cantidad de hombres. Algunas de estas muertes se deben a la maldad de los ju díos y de sus cómplices entre los cristianos. ¿Qué hacían esas perso nas para ocasionar tan vastas pérdidas en la población local? Envene naban los ríos, las fuentes de abastecimiento de agua potable. La justicia celestial remedió estas tropelías mostrando sus autores a la población, que los mató a todos. Y sin embargo, las gentes no ce saron de morir, cada vez en mayor número hasta que cierto dia de primavera Guillaume oyó música en la calle y unos hombres y 7 mujeres que reían. Todo había terminado y podía volver a empezar la poesía cortés. Desde sus orígenes en los siglos XVI y XVII, la crítica moderna consiste en no conceder una confianza ciega a los textos. En nues· tra época, muchas personas inteligentes creen seguir haciendo pro gresar la perspicacia crítica exigiendo una desconfianza cada vez mayor. A fuerza de ser interpretados y reinterpretados por genera· ciones sucesivas de historiadores, unos textos que antes parecían por· tadores de información real han pasado a ser sospechosos. Por otra parte, los epistemólogos y los filósofos atraviesan una crisis radical que contribuye al desmoronamiento de lo que antes se llamaba la ciencia histórica. Los intelectuales acostumbrados a alimentarse de textos se refugian en desengañadas consideraciones respecto a la imposibilidad de cualquier interpretación segura. A primera vista, el texto de Guillaume de MaChaut puede pa· recer vulnerable al clima actual de esceptimismo en materia de cer· tidurnbre histórica. Después de unos instantes de reflexión, incluso hoy, sin embargo, los lectores descubren en él unos acontecimien· tos reales a través de las inverosimilitudes del relato. No creen en los signos del ciclo ni en las acusaciones contra los judíos, pero no tratan todos los ternas increíbles de la misma manera; no los si túan en el mismo plano. Gu.illaume no inventó nada. Desde luego, fue un hombre crédulo y refleja una opinión pública histérica. No por ello las innumerables muertes que relata son menos reales, cau· sadas, según todos los indicios, por la famosa peste negra que asoló el norte de Francia en 1349 y 1350. La matanza de los judíos es igualmente real, justificada a los ojos de las multitudes asesinas por los rumores del envenenamiento que circulaban por rodas partes. El terror universal de la enfermedad concedía a estos rumores el peso suficiente para desencadenar dichas matanzas. He aquí el pasaje del ]ugement du Roy de Nava:r1'e que trata de los judíos : Apr8s ce, vint une me1'daille FauJSe, traite et renole: Ce fu ]udée la honnie, lA mauvaise, la desloyaJ, Qui bien het et aimme tout mal, 8 Qui tant donna d'or et ~argent Et promist a crestienne gent, Que puiJ, rivieres et fonteinnes Qui estoient cleres et seinnes En plusieurs lieus empoisonnf!f'ent, Dont plusieur leurs vies finirent; Car trestuit ciJ qui en usoient Assez soudeinnement moroient. Dont, certes, par dis fois cent 1mille En moururent, epia champ, qt1 a vüle. Einsois que fust aperceué Ceste mortel deconvenue Mais cils qui haut siet eJ louiln.g voil, Qui tout gouverne et tom pd1H'Voit, Ceste traison plu.r celet' Ne volt, enis la fist reveler Et si generalement savoW Qtiils perdirent corps et avoir. Car tuit ]uif furent destruit, Li um pendus, Ji autres cuit, L'autre noié, l'autre ot copée lA teste de hache <HJ d'espée. En maint crestien ensement En morurent honteusement.1 Las comunidades medievales tenían tanto miedo de la peste que su propio nombre les horrorizaba; evitaban en lo posible pronun ciarlo e incluso tomar las med.idas debidas a riesgo de agravar las consecuencias de las epidemias. Su impotencia era tal que confe sar la verdad no era afrontar la situación sino más bien abando narse a sus efectos disgregadores, renunciar a cualquier apariencia de vida normal. Toda la población se asociaba gustosamente a ese l. Oe1wres de Guillaume de Machaut, publicadas por Ernest Hoeppf ner, 1, Le jugement du Roy de NtWarre, Societé des anciens tenes fran cais, 1908, págs. 144-145. 9 tipo de ceguera. Esta voluntad desesperada de negar la evidencia favorecía la caza de los «chivos expiatorios». 2 En Les animaux malades de la peste, La Fontaine sugiere de manera admirable esta repugnancia casi religiosa por enunciar el término terrorífico, en desencadenar, en cierto modo, su poder ma léfico en la comunidad: "' La peJte (puisquil faut l'appeler par son nom) ... El fabulista nos hace asistir al proceso de la mala fe colectiva que consiste en identificar la epidemia con un castigo divino. El dios colérico está irritado por una culpa que no es igualmente compartida por todos. Para desviar el azote, hay que descubrir al culpable y tratarle en consecuencia O, mejor dicho, como escribe La Fontaine, «entregarle» a la divinidad. Los primeros interrogados, en la fábula, son unos animales pre dadores que describen ingenuamente su comportamiento de animal predador, el cual es inmediatamente disculpado. El asno llega en último lugar y él, el menos sanguinario y, por ello, el más déb1l y el menos protegido de todos, resulta, a fin de cuentas, inculpado. En algunas ciudades, según creen los historiadores, los judíos fueron exterminados antes de la llegada de la peste, por el mero rumor de su presencia en la vecindad. El relato de Guillaume podría corresponder a un fenómeno de ese tipo, pues la matanza se pro du;o mucho antes del paroxismo de la epidemia. Pero las nume rosas muertes atribuidas por el autor a la ponzoña judaica sugieren otra explicación. Si estas muertes son reales -y no hay ningún motivo para considerarlas imaginarias- podrían muy bien ser las primeras víctimas de una sola e idéntica epidemia. Pero Guillaume no lo cree así, ni siquiera retrospectivamente. A sus ojos, los chivos expiatorios tradicionales conservan su pcxler expliCativo para las primeras faJes de la epidemia. Sólo para las fasts siguientes, el autor admite la presencia de un fenómeno propiamente patológico. La amplitud del desastre acabó por desvirtUar como única explica- 2. J.-N. Biraben, Les Hommes el la Pesle en France el dam le1 payJ européens ee médilerranéem, París-La Haya. 1975·1976, 2 vals.; Jean Delumeau, La Peur eti Qcciden/ París, 1978. 1 10 ci6n el complot de los envenenadores, pero Guillaume no reinter preta la serie completa de los acontecimientos en función de su ver dadera razón de ser. Podemos preguntarnos, además, hasta qué punto el poeta reco noce la presencia de la peste, pues evita hasta el final escribir la palabra facídka. En el momento decisivo, introduce con solemni dad el término griego y, según parece, excepcional en aquella época, de epydimie. Evidentemente, esta palabra no funciona en su texto como lo haría en el nuestro; no es un auténtico equivalente del temido término; es más bien una especie de sucedáneo, un nuevo procedimiento para no llamar a la peste por su nombre, en defini tiva, un nuevo chivo expiatorio, pero, en esta ocasión, puramente lingüístico. Jamás ha sido posible, nos dice Guillaume, determinar la naturaleza y la causa de la enfermedad de la que tantas personas murie.r.on en tan poco tiempo: Ne fusicien n'estoit, ne mire Qui bien sceüst la cause dire Dont ce venoit, ne que c'ettoit (Ne nu/1 remede n'y metoit), Fo1'J tant que c'estoit maladie Qtlon appetloit epydimie. También respecta a este punto, Guillaume prefiere remmrse a la opinión pública en vez de pensar por su cuenta. De la palabra culta epydimie se desprende siempre, en el siglo XIV, un aroma de rcientifismo» que contribuya a rechazar la angustia, algo así como aquellas fumigaciones odoríferas que se practicaron durante mucho tiempo en las esquinas de las calles para moderar los efluvios pes tíferos. Una enfermedad con un nombre adecuado parece semicu rada y para conseguir una falsa impresión del dominio frecuente mente se vuelven a bautizar los fenómenos incontrolables. Estos exorcismos verbales no han dejado de seducirnos en todos los cam pos donde nuestra ciencia sigue siendo ilusoria o ineficaz. Al ne garse a nombrada, es la propia peste, en definitiva, la que se «en trega» a la divinidad. Aparece ahí algo así como un sacrificio del lenguaje, sin duda bastante inocente comparado con los sacrificios 11

See more

The list of books you might like

Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.