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1° del sacerdote santificado por la administración caritativa y discreta del sacramento de PDF

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1 0 8 0 0 2 1 4 87 EX L I B R I S HEMETHERII VALVERDE TELLEZ Episcopi Leonensis Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria J ** 1.3 Del Sacerdote santificado por la administración caritativa y discreta de] Sacramento de la Penitencia: 2. De la Práctica de los Confesores, de S. Alfouso Ligorio: 3.s De las Advertencias á los Confesores, y del Tratado de la confesion general del B. Leonardo de Puerto Mauricio; M 4.3 De las Instrucciones de S. Cárlos Borromeo á los Confesores. 5.c De los Avisos de S. Francisco de Sales á los confesores: 6. ° DE LOS CONSEJOS 7.o Délos PUBLICADO Imprenta de La Voz de la Religión, calle de S. José el Real, No. 13. F K O L O G O, &EAN03 licito manifestar la idea que nos ha movido á traducir y componer esta obra. Hemos dicho pava noso- tros: "Si todos los fieles fueran confesados fioy 'todavía y dirigidos por S. Cárlos Borromeo. S. Francisco de Sales, S. Francisco Javier. S. Felipe Neri, &c... no serian mal confesados ni mal dirigidos. Por otra parte, si todos los confesores, sobre todo, los principiantes, pudieran decirse:' Yo confieso como S. Cárlos. S. Francisco de Sales, &c., y sigo las mismas reglas cuya aplicación los santificó á ellos y á oíros muchos, no formarían materia de escrúpulo }' tormento de su santo ministerio. Pues ¿qué medio hay de resucitar á aquellos grandes directores de las almas, y colocarlos otra vez en el tribunal de la penitencia? ¿qué medio de prestar así dos servicios, uno á ¡os sacerdotes y otro á los fieles? Uno solo está en nuestra mano: poae'r en las de los confesores los- escritos de aquellos grandes santos, sin aumento, diminución, alteración ni comentario. Tal es ¡atarea que hemos desempeñado con la fidelidad mas escrupulosa. Así, el Manual de loa confesores, no es un método de dirección según S. Cárlos. S. Francisco de Sales, &c., sino el método mismo, el espíritu, ¡os consejos, la práctica a de aquellos hábiles maestros en la ciencia de las almas. ..... No hay una sola palabra nuestra en esta obra: las ilustra- •&SKSS ciones que hemos juzgado útil poner, van por via de no- C.3 tas: la única cosa que nos pertenecej es la traducción y el -5 plan ó coordinacion de las materias.' Esponer las cua- lidades y deberes del confesor antes de la confesion, du- ' ' ^ rante ella y despues, tal es el orden que hemos seguido, y el mismo que seguimos todos los dias en la administra- ción del sacramento. que echa sobre sus hombros toda la carga, y aun coge en ¡Nadie debe entrar en el tribunal si no tiene ¡as cualida- brazos á la oveja extraviada para conducirla al aprisco y des requeridas; y como el sacerdote es allí padre, doctor, evitarle el cansancio del camino (1). juez y médico á un mismo tiempo, decimos, ó mas bien dicen nuestros autores, lo que ecsige cada una de estas Estos hábiles médicos de las almas, no solamente tratan cualidades, y las mos:ramos en acción en la práctica de en teoría la imposición de la penitencia, que requiere un los grandes maestros, cuyas obras componen este Manual. conocimiento tan profundo del corazon humano, supuesto Pero en este ministerio de reconciliación, en que el sacer- que debe ser al mismo tiempo satisfactoria y medicinal, dote ocupa tan visiblemente e! lugas- de Dios, se encuen- sino que demuestran la práctica de ella, y llegan hasta tra mas de un peligro. ¿Q,ué precauciones debe tomar el indicar la» penitencias mas generalmente saludables en confesor por sí 'mismo para evitarlos? Eso es lo que es- . los diferentes casos. Pero su celo por la curación del en- pilcamos en seguida. fermo y la reparación de la gloria de Dios, siempre dirigi- do por la caridad del Salvador, tiene buen cuidado de no Entramos con el sacerdote en el santo tribunal; oye la olvidar el prudente é interesante consejo del doctor angé- coofesion del penitente, y luego le interroga según lo ecsi- lico: Melius est quod sácenlos poznitenll indicet quanta gen la necesidad y la prudencia. Es, pues, natural ha- pcenite7ilia esset sibi pro peccatis injungenda, et injun'gat blar aquí de las preguntas, de su necesidad, de su objeto nihiltíminus (diquid, quod pcenitens íolerabililer faciat. y de la discreción con que deben hacerse. Sígnense gran- Para que el confesor pueda hacer notar al penitente la des particularidades sobre las preguntas que se han do ha- indulgencia que la Iglesia le permite usar con él, copiamos cer acerca de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y los cánones penitenciales, que pueden también servir de los deberes peculiares de cada estado. Enterado el con- reglas en la elección de las obras satisfactorias. fesor de la situación del penitente por la acusación y las preguntas, fáltale determinar la conducta que ha de ob- Ya tenemos al penitente confesado, dirigido y absuelto; servar con él, ya para atarle ó desatarle, ya paifi reme- ya ha vuelto una oveja al aprisco: el confesor va á salir diar lo pasado, ya para hacerle perseverar, ya para levan- del santo tribunal: ¿están cumplidos todos sus deberes? tarle á una virtud mas perfecta. Sobre todos estos pun- No: hay uno que lleva consigo, y que le obliga siempre y tos importantes, nada dejan que desear los grandes direc- en todos los instantes; la guarda del sigilo sacramental, tores cuya práctica reproducimos. deber sagrado, en que estriba todo el edificio del cristia- nismo. En efecto, sin comunion rio hay cristianismo; sin A veces necesita el penitente una pronta absolución; confesion no hay comunion, y sin ia guarda sagrada é in- otras, una confesión general: acerca de esto, se dan las re- violable del sigilo sacramental, no hay confesion. Nues- glas mas acertadas "y un tratado completo. Pero ¡oh es- tros grandes santos lo conocieron bien: por eso terminan píritu admirable de! Señor el que animaba á aquellos va- sus avisos con un tratado en que esponen, tanto las cosas rones de Dios! Multiplicaron sus advertencias y consejos que están sujetas al secreto de la confesion, como las pre- para tres clases de. personas con especialidad: los enfermos, cauciones necesarias para no comprometerle jamas. Así las almas privilegiadas v las mas necesitadas; es decir, los estos hábiles maestros espiiCan todos los deberes del con- que están en la ocasíon, los consuetudinarios y los reinci- fesor con todas sus particularidades y de Ja misma ma- dentes. En vano se buscaría una cosa mas circunstancia- nera. da, prudente y caritativa sobre estas cuestiones, que son las mas prácticas y embarazosas del ministerio. Es ver- Esta uniformidad de doctrina nos hizo temer al princi- daderamente la dulce madre, que según la espresion de pio el inconveniente de repetir varias veces la misma cosa; San Pablo, cria, consuela y anima al hijo de su ternura, empleando las precauciones mas ingeniosas para hacerle tragar el remedio que ha de curarle (1): es el buen pastor (1) Ego pascain oves raeas quod perierat requiram, et quod abjectum erat reducatn, at quod contractual fuerat alligabo, et quod inSnnum fuerat consolidabo. et quad pingue et forte custodian): ci pascarri illas in judieio (E?ech. XXXIV, 15, 16). (1) Tanquam si uutrix foveat filíos suos (I Thess. 2, 7). pero no tardamos en conocer que estas repeticiones consti- tuían, por el contrario, una de las grandes ventajas de nuestra obra, por dos razones: 1.d. la conformidad de pare- ceres entre unos hombres tan experimentados, es una prue- ba escelente de verdad v un motivo de seguridad para no- sotros: 2.a, estas repeticiones no son simples tautologías, sino la esposicion de la misma cuestión bajo un nuevo as- pecto. con explicaciones nuevas: lo que uno se contenta MANUAL con indioar, lo esplica otro circunstanciadamente y hace la aplicación: el uno trata la cuestión para el entendimiento, y el otro para el corazon: este habla como teólogo, y aquel DE como ascético: de suerte que sus instrucciones se ilustran y fortifican mùtuamente, y dan el conocimiento mas com- pleto de 1a verdad, presentándola bajo diferentes aspectos. LOS CONFESORES. Pío citaremos mas que un ejemplo elegido entre otros mu- chos, el de las ocasiones de pecar. El Sacerdote santifi- cado espone la cuestión y da las reglas generales de con- ducta: en seguida, S. Alfonso Ligorio, ecsaminando esta materia como teólogo, establece claramente las distincio- nes esenciales entre las ocasiones voluntarías y necesarias, C A P I T U LO P R I M E R O. remotas y prócsimas: el B. Leonardo de Puerto Mauricio, nos da todas las señales, tanto interiores como esteriore«, de 1a ocasioii prócsima. y espone la práctica y los reme- Deberes y cualidades de un buen eoufesor, tomo padre, como dios; por último, S. Carlos Borromeo completa este trata- do de las ocasiones, sirviendo su doctrina de testo y regla médico, como doctor y como juez. á todos los demás. Mas la gran ventaja de este Manual no consiste en ser jOuári grande será, dice San Alfonso Ligorio, la el método mas completo de dirección, sino en ser el mas recompensa de los buenos confesores que se em- seguro. Ningún otro ofrece las mismas seguridades intrín- plean en la conversión de las almas! Su salva- secas y estrinseca«. como es fácil demostrar: 1. 3 , todas las obras de que se compone el Manual, están aprobadas pol- ción es segura. Así nos lo enseña el apóstol San- la Santa Sede; fianza que no da ningún otro método de los tiago cuando dice: Qui converti fecerit peccato- conocidos: 2. = . todos los autores de aquellas envejecieron rem ab errore vice sua, saivabit animan ejus a en el ejercicio del santo ministerio: 3. °, todos, escepto morte. et opcriet mnìtitudinem peccatorum (1). uno. son santos reconocidos por la Iglesia. La obra del que no se halla aún en nuestrosal tares. no solamente ha iSn alma, es decir, al alma del que convierte, como recibido la aprobación, sino los elogios mas distinguidos de lo declara el testo griego. Pero la Iglesia se des- los varones (i quienes la Santa Sede comete el cargo de hace en "llanto ai ver tanta multitud de liijns suyos juzgar de la ortodoxia de la doctrina y de la pureza de la perdidos á causa de los malos confesores. En moral. (1) Ep. V. 20. Para animarse en ei penoso cargo del ministerio de ¡a penitencia, solia decirse S. Alfonso esta espreeion de S. Agus- tín: Anima» «wikfi, awip/m tmm Itberosii. pero no tardamos en conocer que estas repeticiones consti- tuían, por el contrario, una de las grandes ventajas de nuestra obra, por dos razones: 1.d, la conformidad de pare- ceres entre unos hombres tan experimentados, es una prue- ba escelente de verdad v un motivo de seguridad para no- sotros: 2.a, estas repeticiones no son simples tautologías, sino la esposicion de la misma cuestión bajo un nuevo as- pecto, con explicaciones nuevas: lo que uno se contenta MANUAL con indicar, lo esplica otro circunstanciadamente y hace la aplicación: el uno trata la cuestión para el entendimiento, y el otro para el corazon: este habla como teólogo, y aquel DE como ascético: de suerte que sus instrucciones se ilustran y fortifican mùtuamente, y dan el conocimiento mas com- pleto de la verdad, presentándola bajo diferentes aspectos. LOS CONFESORES. Pío citaremos mas que un ejemplo elegido entre otros mu- chos, el de las ocasiones de pecar. El Sacerdote santifi- cado espone la cuestión y da las reglas generales de con- ducta: en seguida. S. Alfonso Ligorio, ecsaminando esta materia como teólogo, establece claramente las distincio- nes esenciales entre las ocasiones voluntarias y necesarias, C A P I T U LO P R I M E R O. remotas y prócsimas: el B. Leonardo de Puerto Mauricio, nos da todas las señales, tanto interiores como esteriore«, de la ocasion prócsima. y espone la práctica y los reme- Deberes y cualidades de un buen confesor, tomo padre, como dios; por último, S. Carlos Borromeo completa este trata- do de las ocasiones, sirviendo su doctrina de testo y regla médico, como doctor y como juez, á todos los demás. Mas la gran ventaja de este Manual no consiste en ser jOuán grande será, dice San Alfonso Ligorio, la el método mas completo de dirección, sino en ser el mas recompensa de los buenos confesores que se em- seguro. Ningún otro ofrece las mismas seguridades intrín- plean en la conversión de las almas! Su salva- secas y estrinseca«. como es fácil demostrar: 1. 3 , todas las obras de que se compone el Manual, están aprobadas pol- ción es segura. Así nos lo enseña el apóstol San- la Santa Sede; fianza que no da ningún otro método de los tiago cuando dice: Qui converti fecerit peccato- conocidos: 2. = . todos los autores de aquellas envejecieron rem ab errore vice sua, salvabit animan ejus a en el ejercicio del santo ministerio: 3. °, todos, escepto morte, et opcriet mvìtitudinem peccatorum (I). uno, son santos reconocidos por la Iglesia. La obra del que no se halla aún en nuestrosal tares. no solamente ha iSn alma, es decir, al alma del que convierte, como recibido la aprobación, sino los elogios mas distinguidos de lo declara el testo griego. Pero la Iglesia se des- los varones á quienes la Santa Sede comete el cargo de hace en "llanto ai ver tanta multitud de liijns suyos juzgar de la ortodoxia de la doctrina y de la pureza de la perdidos á causa de los malos confesores. En moral. (1) Ep. V. 20. Para animarse en ei penoso cargo del ministerio de ¡a penitencia, solia decirse S. Alfonso esta espresion de S. Agus- tín: Anima» saltasli, awip/m tmm Itberosii. efecto, de la buena ó mala dirección de éstos, de- dad de padre, supuesto que con tan dulce nombre pende principalmente la salvación ó la condena- os llama el penitente desde el principio, y según la ción de los pueblos. Dentar idonei confessarii, espresion de San Ambrosio, Jesucristo nos consti- decia el Papa S. Pió V, cace omnium christiana- tuyó . los vicarios de su amor en este sacramento, rum plena reformado. Es una verdad: si en to- vicarios amoris Christi. Y ¿qué cosa hay mas dos los confesores se hallasen la ciencia y santi- casta, mas honesta, mas fuerte, mas infatigable, dad que convienen á un ministerio tan grande, no mas desinteresada, mas diligente, mas liberal, mas estaría el mundo manchado de iniquidades, como prudente, ni mas paciente que el amor de un pa- lo está, ni bajarían al infierno tantas almas. Por dre? Pues tal debe ser el vuestro para con el pe- santidad no entiendo aquí la santidad habitual, es nitente. que es vuestro hijo espiritual; y ved aquí decir, el simple estado de gracia, sino una santidad cómo debeis manifestársele. positiva, según la necesita un .ministro de la peni- CARIDAD GDF. NO DESECHA A NADIE. - 2. Primeramen- tencia, cuyo estado requiere, como el de la nodri- te no desechando á nadie. Un poeta antiguo de- za, doble alimento para nutrirse él y para nutrir á cia al pescador: sus hijos. En efecto, es menester que el confesor dirija la conciencia de los otros, sin errar ó por de-' Semper tibí pendeat ha-mus: masiada condescendencia, ó por demasiado rigor; qu-o minime reris gurgite. piscis erit. que sondee tantas llagas sin mancharse; que trate con mugeres y con jóvenes escuchando la relación Así, debeis estar siempre y á todas horas dispues- de sus mas vergonzosas caidas, sin recibir por ello to á oír las confesiones de las personas que lo soli- ningún daño; que use de firmeza con los grandes citen. No esceptueis á ninguna, aunque fueren po- sin dejarse vencer de los respetos humanos; en bres y de baja condicion, sobre todo si se presentan una palabra, que esté lleno de caridad, mansedum- en días y á horas insólitas. En efecto. 110 conocéis bre y prudencia. el estado ni las disposiciones de los que os buscan. Guando menos lo pensáis, podríais con una repul- Para cumplir todos estos deberes, es menester sa ser ocasion de infinitos perjuicios y de la ruina una santidad mas que común, y no la alcanzará espiritual de una alma. Muchas veces ha sucedi- nunca si no es hombre de oracion, fiel á la prácth do que entre las personas que se presentaban así ca de la meditación diaria. Sin esto no tendrá ja- en chas y horas estraordinarias, liabia algunas que mas las luces ni las gracias para el ejercicio de un 110 se habían confesado en seis meses ó un año, ministerio temible hasta á ios ángeles. otras en siete y diez años, y aun en mucho mas ARTICULO PRIMERQ. tiempo. Si se las hubiera despedido sin oirías, ¡euán temible era que dejando estinguir aquel impulso eARIDAS! DE PADRE. estraordinario de la gracia, que despues de tan lar- go espacio les habia infundido valor para presen- NOMBRE QUE DA EL PENITENTE AL CONFESOR. 1. tarse al confesor, no hubiesen vuelto jamas, y hu- Quiote santificado, núm. 1 á 15).—Tened la cari, —10— biesen multiplicado sus desórdenes hasta la muer- principio, á lo menos cuando las circunstancias os te! En tal caso ¡qué cuenta tan severa tendríais advierten que lo necesita, como si por ejemplo os que dar en el tribunal de Dios, si por vuestra falta dice que no se ha confesado hace mucho tiempo. de caridad llegaran á perderse aquellos hijos en Para quitarle ó disminuirle la dificultad natural de vez de volver ai Padre celestial, ó continuaran mas déclarar enteramente sus culpas, animadle dicien- tiempo aún en la carrera de sus ofensas! Al con- do: Dad gracias al Señor que os ha esperado has- trario, ¡qué dicha para vos si aquellas almas reci- ta ahora y os trae hoy: consolaos: la paciencia bidas con presteza os deben su vuelta al aprisco! que ha usado hasta aquí con vos. es una prueba Pues bien puede aconteceros el hacer así alguna que quiere salvaros: asi, tened ánimo: yo os ayu- noble conquista para el cielo. San Felipe Neri, daré; y por mas que os haya sucedido, todo lo re- aseguraba que debia la conversión de sus mas mediaremos con la gracia de Dios. Hablad. pues, fervorosos penitentes, á la costumbre de estar dis- con una santa confianza. puesto para recibir á todo el mundo á cualquier FRUTOS DE ESTA CARIDAD.—5. No podéis figuraros hora, aunque fuese de noche. cuán útil es al penitente, y á vos mismo, este reci- ' CONTINCACIOÍÍ.—3. No desechek pues, a nadie, bimiento paternal: al penitente, que admirado de en especial si es un desconocido: no desecheis tam- vuestra caridad, siente dilatársele el corazon, se ani- poco á los penitentes que conocéis ya, porque pue- ma á no ocultaros nada, y se halla dispuesto á de haberles ocurrido.algo de nuevo que ignoráis; echar en buena parte todo io que digáis, porque de donde pueden resultar, á no poner un pronto re- encuentra en vos no solamente un juez, sino tam- medio, grandes perjuicios para ellos y grandes ofen- bién un padre: á vos mismo, que testigo de la do- sas á Dios. A veces os sucederá ser buscado pre- cilidad y confianza del penitente, sentís crecer vues- cisamente el dia que menos lo espereis ó lo que- tro celo por su bien, y os hallais dispensado de la ráis, ó cuando esteis mas ocupado y tal vez indis- obligación de hablarle con una severidad, saluda- puesto: acordaos entonces que Dios ha buscado á ble." Desde luego vuestro amor y su confianza os aquellos pecadores por su gracia, y os los trae en autorizan para mandarle y para esperarlo todo de aquellas circunstancias para conseguir de un golpe, él. Aun mas, estáis libre del peligro de incurrir por medio de vuestra caridad, ia santificación de en aquellas funestas condescendencias, último y muchas almas, es decir, de la vuestra y de las su- ordinario recurso de un confesor que por haber re- yas. Guardaos de privar á Dios de esta honra, á cibido al penitente con dureza, le encuentra rebelde "vos de tal mérito y á aquellas almas de tal ausilio. á sus órdenes. Mas si realmente no pudieseis recibirlos, lijadles el PELIGRO DE ESPANTAR AL PENITENTE,—Ü. SERIA UÍL dia y 1a hora, aunque sean incómodas para vos, y gran error de parte vuestra recibir á semejantes pe- exhortadlos á volver, rogándolos que 110 os nieguen cadores con severidad; y si cuando alguno se acu- el consuelo de ayudarlos y oírlos. sa de no haberse confesado en mucho tiempo, fue- seis á decirle: ¿Sois vos cristiano habiendo podi- CARIDAD SCE ACOGE Y ANIMA DESDE EL Pl.NCiPiO.— do vivir tanto tiempo apartado de Dios y de lo» 4. Acoged, pues, y (dentad al penitente desde el

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confesor por sí 'mismo para evitarlos? Eso es lo que es- . pilcamos en seguida. Entramos con el sacerdote en el santo tribunal; oye la coofesion del
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