TRES SIN TECHO está inspirado en un problema muy de nuestros días. Y lo ataca con un humorismo suave, lejos de la sátira y la acritud que el tema podría imponer a su autor. Porque se trata de una plaga que se ha hecho endémica en casi todas las grandes capitales del mundo: la escasez —y en casos como el que vivimos en la novela, la falta absoluta— de un techo que cobije seres que viven en una sociedad civilizada y que, sin embargo, hallan más dificultades para albergar su hogar que si se hallasen en plena selva. Ese medio civilizado es París.
Con el marido, que ocupa el primer plano de la novela, Julieta y «Tirano», el perro boxer, tenemos los personajes, a los que pronto se une una recién nacida, para hacer más amena la situación. Junto con ellos buscamos inútilmente un piso en los anuncios por palabras de los periódicos, sabemos lo que es vivir en una sola habitación y marchar al campo para lograr una solución feliz e inesperada, cuando el trío amenaza convertirse en un cuarteto.
Juan Duché, popular en Francia, tampoco necesita en España un esfuerzo para hacer su presentación. Las páginas de la revista «Elle» hace años que albergan una sección fija, debida a su pluma, bastante conocida a este lado del Pirineo. En ella, como en TRES SIN TECHO, se advierte que las características de su humorismo son la suavidad y el talento en la observación. Un humor que se podría calificar de británico si no fuera porque lo animan constantes pinceladas que descubren un colorido que sólo puede proceder de las orillas del Sena.