ebook img

Teorias De La Vida PDF

292 Pages·8.719 MB·Spanish
Save to my drive
Quick download
Download
Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.

Preview Teorias De La Vida

síntesis/ F I L O S O F Í A TEORÍAS DE LA VIDA José Luis González; Recio síntesis^ A O O n la presente okra son analizadas algunas de las teorías de la vida que el pensamiento occidental lia producido desde los filósofos pitagóricos kasta Darwin. El lector no tiene en sus manos,; sin embargo, una kistoria de la kiología. Lo que se ensaya es una presentación de las concepciones en torno a la vida que toma como guía tres soluciones al proklema de la organización kiológica: la ofrecida por la kiología sustancialista del sistema aristotélico-galénico; la krin- dada por la kiología geométrica a la que se entregaron Descartes, Borelli, Stenon o Baglivi; y, finalmente, la alcanzada por los biólogos y naturalistas cuando el papel del tiempo —como orden en el encadenamiento de los.procesos fisioló­ gicos o como condición de las transfor­ maciones en la filo genia- empezó a ser percikido con claridad. © José Luis González Recio © EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallekermoso 34 28015 Madrid Tel 91 593 20 98 kttp:// www. sinte sis. c om ISBN: 84-9756-229-1 Depósito Legal: M.36.173-2004 Impreso en España - Printed in Spain Reservados todos los dereckos. Está prokikido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previsto en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A. Índice Prólogo ....................................................................................... 11 1 La teoria de la vida en la cultura grecolatina: biología, medicina y filosofia............................................................... 17 1.1. Conocimiento de la naturaleza y técnica médica .................. 19 1.1.1. La medicina de los pitagóricos: Alcmeón de Crotona, 23. 1.1.2. Primeros ensayos mecanicistas, 28. 1.1.3. En contra de los médicos-filósofos, 34. 1.2. Platón o la vida liberada del tiempo .......................................... 41 1.3. La erudición biológica en el Liceo .............................................. 48 1.3.1. La Scala Naturae, 51. 1.3.2. El marco fisiológico y la embriología, 52. 1.3.3. Los principios de la biología aristoté­ lica, 58. 1.4. Cinco siglos en Alejandría............................................................. 64 1.4.1. Herófilo, el anatomista, y Erasístrato, el fisiólogo, 66. 1.4.2. Cuerpos y almas, 78. 1.5. Galeno de Pérgamo.......................................................................... 84 1.5.1 ■ Más allá de la teoría, 86. 1.5.2. La forma, 88. 1.5.3. La dinámica fisiológica, 91. 2 El divino arte de los alquimistas y el viraje metodológico durante el Renacimiento ......................................................................... 99 2.1. Los elementos helénicos de la alquimia .................................. 99 2.1.1. Metafísica aplicada, 101. 7 Teorías de la vida 2.2. La tradición hermética en Oriente y Occidente..................... 104 2.2.1. La Tabla de Esmeralda, 107. 2.2.2. Iniciados euro­ peos, 109. 2.3. La filosofía química de la naturaleza: Paracelso...................... 113 2.3.1. La agónica vía de la lógica y la matemática, 115. 2.3.2. Química, mística y lenguaje privado, 118. 2.4. Historias naturales, bestiarios y herbarios ................................ 123 2.5. El médico del Emperador ............................................................. 127 2.5.1. Contra los usos en los teatros anatómicos, 128. 2.5.2. Los ensueños de la observación, 131. 3 Exploradores de otros mundos: los naturalistas de los siglos XVII y XVIII............................................................................ 135 3.1. La lucha entre dos edades: William Harvey.............................. 138 3.2. El programa cartesiano.................................................................... 145 3.2.1. Las funciones nutritivo-vegetativas, 146. 3.2.2. Autó­ matas neuromusculares, 149. 3.2.3. La geometría de las emo­ ciones, la memoria y las ideas, 152. 3.3. Paradojas de la fisiología matemática......................................... 156 3.4. Los ideales de la biomecánica ....................................................... 160 3.5. La razón nació de la tierra ............................................................. 164 3.6. El enigma de la generación y las conquistas de la sistemática 167 3.6.1. La biología del continuo: paisajes en elp ortaobjetos, 168. 3.6.2. Animálculos, cajas chinas y fuerzas ocultas, 171. 3.6.3. Las historias naturales en la época de Linneo, 179. 4 El horizonte del transformismo y los principios históricos de la organización biológica ................................................................. 189 4.1. El descubrimiento del tiempo ...................................................... 189 4.2. La república celular.......................................................................... 192 4.2.1. Contribuciones a la ftogénesis, 194. 4.2.2. El legado de RudoIf Virehoiv, 200. 4.2.3. Von Gerlach, Golgiy Ramón y Cajal: la teoría de la neurona, 202. 4.2.4. Los triunfos de la fisiología experimental en la obra de Claude Bernard, 207. 8 Indice 4.3. El Caballero de Lamarck................................................................ 215 4.4. Charles Darwin: descendencia con modificación, selección natural y divergencia....................................................................... 232 4.4.1. Galería de notables Victorianos, 232. 4.4.2. 1837-1858: la búsqueda en la sombra, 246. 4.4.3. El origen de las espe­ cies, 260. 4.4.4. Selección artificial, 260. 4.4.5. Variación en la naturaleza, 262. 4.4.6. La lucha por la existencia, la selección sexual y el relojero ciego, 264. 4.4.7. Los enojosos silencios de la estratigrafía, 279. 4.4.8. Dificultades y refor­ mas en el programa darwiniano, 280. Bibliografía ........................................................................................................... 291 9 Prólogo Afirma Darwin en El origen de las especies que nunca se exagerará “la exactitud de la variación orgánica como medida del tiempo” (1988: 571). Expresaba con ello, no cabe duda, el vínculo fundamental que su concepción de la economía biológica tenía con el tiempo. Los pequeños cambios individuales —materia prima sobre la que ha de actuar la selección natural— miden el tiempo, porque, dada su escasa amplitud, sólo mediante una lenta y continua acumulación -filtrada por las fuerzas selectivas de la natura­ leza— llevan a una modificación de la estructura, las funciones o los instintos de los seres vivos. Frente a las colosales convulsiones imaginadas por la geolo­ gía catastrofista, Darwin aceptó primero el uniformismo y el gradualismo, que Charles Lyell instituyó como ejes fundamentales de la geodinámica, y los tras­ ladó después a la interpretación de la morfogénesis histórica de los sistemas biológicos. Frente al tiempo sincopado del que hablaban Cuvier o Buckland, que exigía la creación de floras y faunas sucesivas tras cada nuevo cataclismo, creyó en la realidad de un tiempo homogéneo, acompasado y regular, sin cuya colaboración no podía entenderse el proceso filogenético conformador de la organización. El problema de la organización es probablemente el problema nuclear a que se han de enfrentar las teorías de la vida. Desde finales del siglo XVIII comienza a abrirse paso en ellas la idea de que los organismos son hijos del tiempo, de que han aparecido de manera sucesiva sobre la superficie de la Tierra. Sin embargo, la mera sucesión de las formas orgánicas no es equiva­ lente a una transición gradual, continua y uniforme desde unas formas hasta Il Teorías de la vida otras. Las especies de cierto período podrían haberse visto sustituidas por espe­ cies nuevas, pero en ese caso el tiempo hubiera marcado simplemente un orden correlativo y no hubiera actuado como condición de una auténtica dinámica transformadora. En el contexto cultural al que pertenece el evolucionismo dar- winiano, la pregunta que exigía respuesta era la de si había existido una verda­ dera transmutación. Darwin contestó afirmativamente a esa pregunta y acep­ tó un compromiso teórico firme con el supuesto de que la organización biológica era organización en el tiempo, ligada al tiempo, sometida al tiempo. La época en que la anatomía comparada y la fisiología quisieron ser depen­ dientes de un orden leído sobre las relaciones espaciales empezaba a quedar atrás. Pero la filosofía mecánica, en efecto, había guiado los pasos de la mor­ fología y la sistemática durante el siglo XVII y gran parte del XVIII; a la vez que los principios rectores de la actividad biológica se habían identificado con las leyes del movimiento. Ahora bien, las leyes físicas, que quedaron constituidas como modelo hegemónico en el curso de la Revolución Científica, eran en último término teoremas geométricos: principios cinemáticos y mecánicos conseguidos bajo el supuesto de la perfecta correspondencia entre el espacio físico y el espacio de la geometría euclidiana. El fundamento del orden natu­ ral era el orden en el espacio, la relación en el espacio. El tiempo de la mecá­ nica quedaba apresado en las fronteras de su conceptuación geométrica. Como variable o como coordenada permitía la perfecta determinabilidad del estado de cualquier sistema físico hacia el pasado o hacia el futuro. Sin embargo, la relación que se expresa en cada ley marca el carácter del tiempo; el tiempo obe­ dece a la ecuación, y no la ecuación al tiempo. Por ello, no hay reducto de la naturaleza que escape a los dictados del orden espacial. La configuración espa­ cial de las formas anatómicas se entendía decisiva, puesto que determinaba su función. El movimiento fisiológico había de ser movimiento en el espacio, movi­ miento local. La sistemática era investigación de la estructura visible, y el con­ tinuo geométrico se hacía manifiesto en la proximidad sin límite de los rasgos morfológicos. El preformacionismo, en fin, veía a la relación espacial como el principio absoluto de la embriogénesis, pues, en realidad, no existía genera­ ción de formas: el desarrollo quedaba convertido en simple ampliación tridi­ mensional. Descartes había conseguido imponer su programa para toda la cien­ cia natural. La materia se resolvía en pura extensión y, en consecuencia, el nacimiento de la complejidad a partir de porciones de materia, sin diferencia cualitativa alguna, tenía que obedecer a su disposición espacial, a un orden geométrico. La organización biológica era organización en el espacio, ligada al espacio, sometida al espacio. 12 Prólogo Esta nueva ontología cartesiana para el mundo corpóreo rompía con un larguísimo período presidido por la sustancialización de la naturaleza y de la vida. Así fue, porque el marco categorial que la noción de sustancia definió con anterioridad para las ciencias naturales había ofrecido una representación muy diferente de los seres animados. La justificación del orden en la dinámi­ ca terrestre y celeste, pero también en la arquitectura anatómica de los orga­ nismos o en sus potencias y facultades reposaba sobre la eficacia fundante y última de la sustancia o, precisándolo más, de las formas sustanciales. Lejos de la opción que el materialismo habría de hacer, asimilando el régimen estruc­ tural y funcional de los seres vivos a la distribución local —a la ordenación espa­ cial-, la etapa en que la forma reinó como soporte entitativo primario del mun­ do inerte y del mundo vivo transfería las razones del orden biológico y del orden del cosmos al universo inmanente de la sustancia, de cada sustancia. La forma es el principio sostenedor, en su especificidad esencial, de la diversidad taxonómica, de la regularidad ontogenética y del entero repertorio de las fun­ ciones orgánicas. El alma -forma del viviente- no es sólo causa de la confor­ mación estructural de los organismos; lo es, no menos, de las actividades mara­ villosamente articuladas que éstos realizan. En la mecánica, las causas del movimiento operarán externamente al móvil; dentro de la dinámica sustan- cialista, el movimiento fisiológico hallaba su explicación sobre todo en las cau­ sas formales y su íntima proyección teleológica. El principio teleológico tuvo un poder de seducción tan determinante en este período que nos hace pre­ guntarnos si no sería adecuado llamarlo mejor período o época de la finalidad. No obstante, su compenetración con los principios formales, con las formas sustanciales, fue la que hizo posible el imperio de la filosofía aristotélica de la naturaleza. Los fisiólogos de Jonia, Alcmeón de Crotona o los médicos hipo- cráticos reconocen en la naturaleza un gobierno teleológico cuya contextura no son capaces de desvelar. La dinámica natural expresaba un orden someti­ do a fines, pero en busca de raíces metafísicas más firmes y mejor definidas que las que brindaba la primitiva idea de naturaleza. Aristóteles explica en el segundo libro de la Física que la naturaleza es forma antes que ninguna otra cosa. Repite también en sus tratados biológicos que la morfología es anterior a la fisiología, porque la forma es el principio de las actividades vitales. Para él, la organización biológica era organización en la forma, ligada a la forma, sometida a la forma. Las páginas que siguen a esta breve introducción analizan algunas de las teorías de la vida que el pensamiento occidental ha producido desde los pita­ góricos hasta Darwin. El lector no tiene en sus manos, sin embargo, una his- Teorías de la vida toria de la biología. El examen en detalle de las teorías biológicas formuladas entre la sabiduría pitagórica y el transformismo del siglo XIX obligaría a un enfoque muy diferente del practicado y no permitiría, sin duda, las omisiones que en el índice son tan manifiestas: de Diógenes de Apolonia a Mendel, pasan­ do por figuras tan sobresalientes como las de Celso, Servet, Cesalpino, Willis, Boerhaave, Haller, Müller, Blumenbach, Bichat o Haeckel. Lo que se intenta en los cuatro capítulos que componen el libro es algo distinto; lo que se ensa­ ya es un recorrido a través de ese dilatado trayecto histórico, tomando como guía las tres soluciones al problema de la organización que acaban de ser des­ critas. La perspectiva adoptada debe considerarse una más entre las muchas posibles, pero ha sido elegida porque resulta especialmente apta para satisfa­ cer el principal objetivo que se persigue: explorar ciertos dominios de la crea­ ción teórica donde interactúan los elementos filosóficos y científicos del cono­ cimiento biológico. François Jacob, en la clásica y magistral Lógica de lo viviente (1970), evalúa también la conexión de los aspectos científicos y filosóficos de las teorías de la vida, alcanzando el estado casi actual de la biología. Sería difí­ cil resumir todo lo que el autor de la presente obra ha aprendido leyendo al gran biólogo francés; si bien, puesto que su formación es filosófica, ha procu­ rado subrayar algo más los problemas filosóficos en litigio. Durante aproxi­ madamente veintidós siglos -los que van del siglo V a. C. al siglo XVII- las teo­ rías biológicas dependieron de la importancia concedida no a la estructura visible —primer epígrafe de la obra de Jacob—, sino a la estructura inteligible, si cupiera llamarla así. La biología de la forma, sin agotar las fuentes de inspira­ ción ontològica y teórica que fueron movilizadas durante tantos siglos, gozó de un predominio que se hará presente incluso en los trabajos de William Har- vey. Los capítulos primero y segundo centran su atención en esta etapa, no sólo relevante por su duración, sino imprescindible para comprender lo que supuso el advenimiento de las nuevas teorías supeditadas a la ordenación espa­ cial. Se parte en el primer capítulo de la impronta holista y finalista que tuvo la medicina griega y del significado que la teoría platónica del alma pudo ter­ minar adquiriendo para los vitalismos posteriores. Es Aristóteles, pese a ello, como naturalista y como filósofo de la biología, la figura más destacada de esta fase del pensamiento biológico. En gran medida la biología de la forma es la biología de Aristóteles, asumida luego por la biomedicina galénica y conver­ tida desde entonces en tesoro doctrinal inmodificado de Occidente y Orien­ te. La tradición hermética -que conjugará fuentes de inspiración tan diversas, según se explica en el capítulo segundo— adquiere su auge definitivo gracias a que la teoría del cambio sustancial expuesta en el De generatione aristotélico 14

See more

The list of books you might like

Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.