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Teoría de la literatura infantil PDF

362 Pages·2017·14.271 MB·Spanish
by  CerveraJuan
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Juan C e r v e r a Premio Nacional de Literatura Infantil o cv e n s a j e r o Durante un tiempo la literatura infantil ha tenido consideración escasa e incluso peyorativa. Se ha dis­ cutido V hasta negado su existencia, su necesidad v su naturaleza. En el momento actual nadie se atreve a negar su realidad v su necesidad, aunque lógica­ mente abunden las discrepancias en tomo a su con­ cepto, naturaleza y objetivos, cuestiones éstas siempre interesantes, porque su estudio y aclaración arrojan mucha luz sobre ella. El autor de este libro. Juan Cervera, un grandísimo experto en el tema, lo abordó a lo largo de su vida académica desde diferentes puntos de vista, pero a la hora de formular una teoría de la literatura infantil, no cayó en la tentación de refundir aquellos ensayos parciales, sino que hizo una gran ejercicio de síntesis y nueva elaboración, que queda como obra cimera para estudio v discusión de los interesados en esta parcela tan concreta y tan viva de la Literatura con mavúsculas actual. * P E D A G O G I A Juan Cervera Premio Nacional de Literatura Infantil Universidad de Valencia TEORIA DE LA LITERATURA INFANTIL 2.3 EDICION UNIVERSIDAD DE DEUSTO Ediciones Mensajero © Ediciones Mensajero - Sancho de Azpeitia. 2 - 48014 BILBAO Apartado 73 - 48080 BILBAO ISBN: 84-271-1701-9 Depósito Legal: BU-289. - 1992 Folocomposición: Aldecoa Printed in Spain Imprime: Aldecoa PREFACIO Intentar ordenar las ideas necesarias para hablar con propiedad y precisión de teoría de la literatura infantil es un atrevimiento que sólo puede perdonarse contando con la urgencia del tema y con la escasez de estudios sobre el particular. Aunque ambas circunstancias empujan hacia la tarea, como es ob­ vio, ésta sólo podía emprenderse tras largas horas de reflexión plasma­ das en multiplicidad de tentativas parciales. Quien conozca trabajos anteriores del autor sabrá también que estas aproximaciones se vienen repitiendo desde hace años. Por ello la tentación de recopilarlas era demasiado ostensible para caer en ella. Intentar refundir y soldar dichos ensayos resultaba más laborioso y se vislumbraba más fructífero. A unque, decididamente, estructurar de nuevo el material refundido, actualizarlo y superarlo era, sin duda, lo más propio y a la vez lo más honrado. Y esto es, sencillamente, lo que se ha pretendido. ¿Con acierto o sin él? Los lectores tendrán que juzgarlo y ojalá encuentren en las páginas que siguen motivos para ampliar y superar, a su vez, lo recogido en ellas. Será la mejor prueba de que no han sido estériles y de que la literatura infantil sigue avanzando. Al lector que haya seguido los artículos y, sobre todo, los libros del autor, anotados en la bibliografía consignada, le resultarán familia­ res autocitas y referencias. Su vigencia y la necesidad de incorporarlas a un texto mejor ordenado y completo, así lo recomendaban. Queden para los estudiosos los análisis y comparaciones para detectar las mo­ dificaciones en las líneas de pensamiento si las hubiere. Salta a la vista que, con estos materiales y muchos más, se ha bus­ cado crear un texto coherente y estimulante que sirva para profundizar en una realidad, la literatura infantil, que empieza a despertar interés en ambientes de estudio y de creación más allá de la anécdota simpá­ tica mirada con benevolencia. 5 Por supuesto que la abundancia de citas y de referencias no preten­ de en modo alguno sustituir el recurso a las fuentes de donde proce­ den. Al contrario, incitan a consultas que permitirán afinar la visión, aumentar las perspectivas y multiplicar las sugerencias e iniciativas. En el soñado cuadro de teoría de la literatura infantil no podían faltar algunas pinceladas de pedagogía. Es algo que se justifica sobra­ damente en este texto, porque así lo exige la singular naturaleza de la literatura infantil. No entenderlo así sería suponer que la teoría ge­ neral de la literatura basta para valorar la literatura infantil, opinión que, como es notoriamente sabido, no se ajusta a la realidad. No sería justo cerrar esta breve presentación sin expresar la grati­ tud del autor hacia las editoriales que han facilitado su trabajo con la generosa aportación de muestras de literatura infantil, algunos de cu­ yos títulos aparecen citados en la obra. Entre estas colaboraciones cabe destacar la aportación de la Fundación G erm án Sánchez Rupé- rez cuyo servicio de documentación ha estado siempre abierto a cual­ quier consulta. 6 I LA LITERATURA INFANTIL: PLANTEAMIENTO DE SU ESTUDIO Introducción Durante largo tiempo la literatura infantil ha tenido consideración escasa e incluso algo peyorativa. Se han discutido y hasta negado su existencia, su necesidad y su naturaleza. En el momento actual nadie se atreve a negar su existencia y su necesidad, aunque lógicamente abunden las discrepancias en torno a su concepto, naturaleza y obje­ tivos, cuestiones estas siempre interesantes, porque su estudio y acla­ ración arrojan mucha luz sobre ella. D e las respuestas a estos y otros puntos derivan consecuencias decisivas para la conformación de una teoría de la literatura infantil. A uncue sólo sea con la ayuda de argumentos sociológicos, el volu­ men de as ediciones de la literatura infantil, la cantidad de personas empleadas en su gestión y la variedad y trascendencia de actividades que genera avalan la existencia de la literatura infantil. El creciente número de lectores, la demanda en aumento de sus libros, y el auge en cantidad y calidad de los escritores a ella dedicados son un testimo­ nio claro de su realidad. Todo esto se traduce en una producción tan elevada que a veces suscita temores de que se pueda alcanzar la saturación. No obstante basta una mirada a la forma cómo se reparte entre los niños el produc­ to más tangible de esta literatura, que es el libro, para convencerse fácilmente de que su pretendida superproducción es relativa. Estamos estancados en una situación de infradistribución superable en gran parte sólo por medidas de carácter social y de difusión cultural. Lo cual, de conseguirse, admitiría todavía mayor crecimiento en cantidad para la literatura infantil, y, si aumentara paralelamente su estudio, se garantizaría mayor calidad. Cada vez se valora más el contacto de la literatura con el lector. Entonces la literatura, sin dejar de ser un conjunto de obras con de­ terminadas características, implica la potencia de comunicar al lector capacidad para revivir dichas obras. De suerte que cuando definamos la literatura infantil, tendremos que tener presentes las reacciones de sus lectores. Si esto implica una visión dinámica y cambiante de la li­ teratura, parece normal que esta capacidad creativa y vivificadora sea mayor en la literatura infantil ya que el marco de referencias con que 9 cuenta el niño es reducidísimo, dada su escasa experiencia vital. Por consiguiente la literatura infantil, falta de referencias y con exigua ca­ pacidad para la connotación, tendrá que apuntar a situaciones internas del niño, absolutamente inefables para él mismo y, a menudo, inex­ ploradas por los demás. El aumento del número de lectores no se ofrece sólo como exigen­ cia de justicia social y de igualdad de oportunidades, sino como cir­ cunstancia capaz de ampliar el campo de interés de la propia literatura infantil. Porque si bien es cierto que todos los niños nacen iguales y tienen procesos de desarrollo semejantes en lo natural, no lo es menos que la multiplicidad de ambientes y circunstancias que los rodean pronto empiezan a marcarlos y, en consecuencia, a establecer diferen­ cias entre ellos. A un número crecido de respuestas idénticas, válidas para todos los niños, la literatura infantil tiene que añadir otras más diversificadas y con matices diferentes. Esto enlaza en parte con las circunstancias en que se produce la literatura. Tampoco éstas son ajenas al resultado. Para José M .a VAL- V E R D E , (1) «la obra literaria no la escribe sólo el autor, sino toda su tradición, anterior y posterior, junto con todo su pueblo, su sistema cultural, su economía y hasta su poder militar». Los estudios existentes sobre literatura infantil son escasos. Pero su consideración no debe quedar al margen de las observaciones seña­ ladas. Vistas las circunstancias, ampliar el campo de estudio sobre la literatura infantil y profundizar en él es deber ineludible e inaplazable. C oncepto de literatura infantil La definición de literatura, controvertida, a menudo lleva implícito un rodeo, consistente en ocuparse antes de la obra literaria, ya que la literatura se mira casi siempre como un conjunto de obras literarias: de un país, de una época, de una lengua y hasta de un género. Así tenemos la literatura española, la literatura barroca, la literatura na­ rrativa o la literatura dramática. Para el profesor LA PES A, «obra li­ teraria es la creación artística expresada en palabras, aun cuando no se hayan escrito, sino propagado de boca en boca». Esta definición, en su sencillez, centra el interés en aspectos funda­ mentales ya que implica creación, arte, expresión mediante la palabra, y recepción por parte de alguien, para su actualización, aunque no se precise quién sea el destinatario. ¿Bastará con que exista un conjunto de obras artísticas que tengan como destinatario al niño para que podamos hablar legítimamente de literatura infantil? A la vista de cuanto se acoge bajo esta denominación en el m o­ mento actual, cualquier definición de literatura infantil que se formule deberá cumplir dos funciones básicas y complementarias. (1) VALVERDE, J. Μ Λ La literatura. - Montesinos. Barcelona. 1982, p. 85. 10 Por una parte tendrá que ejercer un papel integrador o de globa­ lization, para que nada de cuanto se considere literatura infantil quede fuera de ella. Por otra, tendrá que actuar como selectora para garan­ tizar que sea literatura. Ambas funciones se justifican, puesto que nada de lo que sea literatura al alcance del niño puede quedar exclui­ do. Pero, si ambiguo resulta el término literatura, no lo es menos el adjetivo infantil. Así, literatura infantil, desde su denominación, suma dos ambigüedades. Es lógico que la fusión de ambos términos aboque a una realidad también ambigua. Lo que significa que cualquier defi­ nición propuesta ha de ser, a su vez, objeto de precisiones concretas. Marisa B O R T O L U S S I, (1985), califica como literatura infantil «la obra artística destinada a un público infantil» (2). Nuestra definición, anterior, pues es de 1984, muchas veces repe­ tida, coincide en que en la literatura infantil «se integran todas las m a­ nifestaciones y actividades que tienen como base la palabra con fina­ lidad artística o lúdica que interesen al niño» (3). A unque a menudo se haya glosado reconociendo como literatura infantil «a toda produc­ ción que tiene como vehículo la palabra con un toque artístico o crea­ tivo y como destinatario al niño». La voluntad integradora de nuestra definición quiere alcanzar a to­ das las manifestaciones y actividades que reúnan las condiciones fun­ damentales apuntadas: huella de arte, atractivo lúdico e interés por parte del niño receptor. El afán de totalidad quiere ampliar el marco de los géneros tradi­ cionales (4) representados por las manifestaciones que le vienen dadas al niño; la inclusión de actividades reclama el reconocimiento de lite­ ratura para los juegos en los que el niño emplea la palabra como ele­ mento básico de creación y de diversión; el interés por parte del niño implica no sólo identificación con las producciones ajenas o propias, sino la participación en el goce de la literatura. Andrés AM ORÓS,(5), llega a defender que la base de toda la literatura es «el placer que al­ guien obtiene leyendo lo que otro ha escrito». No deben tomarse los verbos «leer» y «escribir» como límites de la literatura, sino como po­ sible punto de referencia de dos actividades incluidas en la concepción integradora de la literatura infantil. Pero es importante que distingamos entre obra literaria y lo que no lo es; que quede clara la diferencia entre el lenguaje estándar, uti­ lizado, por ejemplo, en los libros de texto, éstos sí destinados al niño, y el lenguaje artístico vehículo de la producción literaria(6), que ha de ser aceptada por el niño. (2) BORTO LU SSI, M.: Análisis teórico del cuento infantil. - Alhambra. Madrid, 1985, p. 16. (3) C E R V E R A , J.: La literatura infantil en la educación básica. - Cincel. Madrid, 1984, p. 15. (4) Ver capítulo 3 de esta obra. (5) AM ORÓS, A.: Introducción a la literatura. — Castalia. Madrid, 1980, p. 13. (6) C E R V E R A , J.: En Didáctica de la lengua y la literatura. — Anaya. M adrid, 1988. pp. 257-277. 11

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